No es plagio. Esta historia es de mi completa autoría y pueden hallarla también en FanficsLandia y Archive of Our Own, bajo el mismo título y con mis pseudónimos correspondientes (niña Elric y Sypre_Elric, respectivamente).
Fullmetal Alchemist no me pertenece ni gano nada escribiendo sobre él.
Abecedario alquímico
A de Alma.
No mentía cuando se despidió de Izumi, la tarde en que la joven mujer reapareció desde el bosque buscando a los estudiantes que había enviado por un recado. Después de todo, la Dante que ella había conocido y que fue su mentora en la alquimia acababa de morir.
Porque, ¿cuántos años había llegado a vivir así? La piel pálida y marchita, el cabello quebradizo y blanco, el andar lento y cansado; todos ellos delataban el estado avanzado de sus años. O, al menos, el que su antiguo cuerpo poseyó, ese mismo que ahora no era más que un insulso cascarón vacío ensuciando el piso de su mansión.
Sonríe complacida mientras se sacude el polvo con sus nuevas y finas manos, maravillándose con lo ligeros y flexibles que se sienten cada movimiento ejecutado. Hacía tantas décadas que había dejado de disfrutar lo que llamaban la flor de la juventud, pero gracias a la ayuda de Lyra podía volver a vivirlo. Una vez más, Dante pisaría el mundo como una mujer joven y hermosa.
Da unos pasos por el salón, admirando el compás de su nuevo cuerpo al caminar, disfrutando de cómo se moldea el vestido en sus pronunciadas curvas. Llega hasta la ventana y se divierte observando su tenue reflejo a través del cristal, disfrazada como una vulgar e ingenua sirvienta cuando en realidad se encontraba por encima de la humanidad.
Sí, Lyra fue una acertada elección.
Lo único que lamenta es el haber gastado su último fragmento, ese que su amante le había dejado antes de desaparecer de su lado. La sustancia carmesí que fue forjada con las almas en pena de su atroz época, aquel elíxir mítico con el que había estado eludiendo la muerte por cuatrocientos años, el quinto elemento cuya próxima creación había dejado en poder de cierto ishavalano sediento de venganza.
Todo transcurría tal y como había sido planeado para su satisfacción. Dante ya podía verse con la piedra filosofal en su poder, degustar la vida eterna con las suficientes reservas para no preocuparse del gasto por otros cuatro siglos. Y para cumplir su deseo tenía a todos sus homúnculos cumpliendo con un rol.
―A todos menos uno… Como siempre ―suspira.
Así que inicia los preparativos para recibir a su siguiente visitante antes de disponer todo para marcharse de allí con su nueva identidad. El círculo de transmutación va cobrando sentido con cada línea y curva que traza, mas debe apresurarse o no le alcanzará el tiempo para ir por el ingrediente final.
―Y será el adiós para ti, Codicia.
