La luna se alzaba en todo su esplendor en el cielo, custodiada por las pequeñas estrellas e iluminando con su pálida luz el mundo, dándole a este un mágico aspecto de ensueño. Sin duda alguna era un digno espectáculo que contemplar… Pero lamentablemente ningún poni lo apreciaba, todos dormían plácidamente, sin prestar atención al pequeño astro que velaba sus sueños.

Pero una yegua contemplaba la escena con dolor "¿Por qué no admiran la hermosa noche?" Se preguntaba mientras los observaba impotente ante su sueño.
La poni alzo su mirada al cielo y contemplo el astro apenada, en su opinión este tenía una belleza mágica, y además, se podía admirarlo directamente sin que dañara los ojos. Pero a pesar de ello nadie se molestaba en elevar la vista al oscuro manto nocturno para prestarle atención.

Una lágrima broto de los ojos de la desolada yegua, la cual seguía sin apartar la vista de la luna preguntándose la razón. En ese instante, una nube la cubrió, escondiéndola del mundo y esta sintió crecer su dolor. Fue en ese instante cuando sus ojos relucieron con ira, no pensaba seguir parada mientras aquel espectáculo era ignorado.

La yegua desplegó sus alas furiosa, proyectando una oscura sombra frente a ella. La máscara de dolor en su rostro cambió por otra de ira, y las nubes se apartaron rápidamente, mostrando una brillante luna. Poco a poco, su figura se fue elevando, mientras las sombras se arremolinaban a su alrededor y un furioso viento se alzaba, despejando por completo el cielo.

Ahora la poni contemplaba el mundo con odio y rencor, dejando que estos sentimientos se apoderaran por completo de ella. Si nadie prestaba atención a la noche, ella se encargaría de que lo hicieran. Y recurriría a la fuerza si era necesario. Nadie volvería a ignorar aquel espectáculo mientras ella siguiera en pie. La noche seria eterna.