Título: La mascota Capítulo 1
Tipo: Swanqueen, aunque en sus inicios habrá un friendship de Regina y …., lo entenderéis al leerlo, jaja.
Resumen: Tras la muerte de Robin Hood, Emma y su madre deciden regalarle un perro a Regina para que ésta no se sienta sola.
Dedicatoria: A todas las que me seguís y comentáis mis fics, ya sean aquí, en facebook o en wassap. ^^
Parque de Storybrooke
Madre e hija se encontraban dando un paseo por el parque con vestimentas deportivas.
-No sé cómo lo hiciste en su momento Emma, pero a mí el embarazo de Neil me ha dejado unos kilos de más que no se van.
-No te obsesiones con eso mamá, no hay que estar delgada para ser guapa-, Emma le sonrió a Mary Margaret y colocando su brazo sobre sus hombros le besó en la mejilla sacándole una sonrisa.
-No sé cómo…
-Shhh-, Emma mandó a callar en susurros a su madre. -¿Ves ese perro?
Bajo un árbol, entre arbustos y flores descansaba un labrador adulto, blanco.
-¿Qué hace ahí?, ¿tiene collar?-, le preguntó Margaret a su hija que ya se estaba acercando al animal con sigilo.
-Lo que parecía una escena idílica no lo era, pues el perrito más que descansar estaba con miedo y tiritaba.
-Pobrecillo-, miró a su madre y le susurró desde lejos –parece que tiene miedo, o algo le pasa, y no, no tiene collar.
Margaret pareció pensativa –es decir, no es de nadie-, se colocó sus manos en sus bolsillos analizando. Emma frunció el ceño.
-¿Qué estás pensando mamá?, ¿no querrás…
-Yo no, pero podría quedárselo Regina-, Margaret se acercó a Emma, el animal había abierto los ojos y aunque las miraba con desconfianza no se movía.
-Desde lo de Robin Hood no sale mucho, está deprimida, creo que un perro la ayudaría a salir de casa y relacionarse.
Margaret se agachó y le comenzó a acariciar el lomo, el animal se relajó un instante, más bien por cansancio que por gusto.
-Míralo, es muy dócil, y tiene un pelaje suave. ¿Seguro que no tiene dueño?.
-Eso lo podemos saber fácilmente, llevémoslo al veterinario.
-Llevémosla, es hembra-, aclaró la madre. -¿Al veterinario por qué?, si no tiene collar.
-Puede llevar un chip.
-¿Un chip?, ¿qué es eso?
-Perdona mamá, se me olvida que eso es demasiado moderno para ti, -le dijo Emma irónicamente y se aguantó una risa.
-Hija, te pareces demasiado a tu padre.
Ambas rieron por el comentario y el animal se puso en pie sólo, trastabillando.
-¿Llevas agua en ese bolso?
Señaló Emma a una pequeña bandolera que colgaba en el cuerpo de su madre y ésta sacó una botellita de agua, la abrió y el animal, más animado no esperó y le tiró la botella para comenzar a beber de la mini cascada que brotaba de ella, su cola se agitaba feliz. Margaret sonrió –A Regina le va a encantar, es espabilada, como ella.
-Le encantará o se volverá loca cuando la vea correteando por su casa-, dijo Emma levantándose y colocándose sus manos en los bolsillos traseros del pantalón.
La visita al veterinario fue rápida, y éste confirmó que no tenía microchip, allí mismo ducharon a la perra y su aspecto era de cuento infantil, su pelaje brillaba y daba la sensación de que ahora era más largo. El animal parecía contento pero no se dejaba acariciar demasiado.
A las afueras
-Bueno, ¿lo hacemos ahora?-, preguntó la madre junto al coche, con la perrita ya dentro.
-Operación mascota-, lo nombró Emma.
-Operación mascota-, Mary Margaret se rió imaginándose la cara de Regina y apoyó sus brazos en el techo del coche, -¿sabes que nos va a matar, no?.
-O quizás acabemos en Oz, junto a Zelena-, dijo Emma alzando ambas cejas; aunque en el fondo sabía que nada de eso pasaría, era Regina, le daban prontos pero se les pasaba. Al fin y al cabo, eran familia.
Emma se quedó pensativa, le entraron remordimientos de mal amiga.
-¿Crees que nos hemos distanciado de ella y que debíamos de insistirle más en salir?-, le comentó ya entrando en el coche.
-Creo que de haberme pasado a mí lo que le ha pasado a ella yo lo hubiese querido, pero conozco a Regina, a veces estar sola es lo que uno quiere y lo que le conviene.
Emma arrancó el coche y partieron a la mansión Mills.
Mansión Mills
Regina se encontraba tirada en el sofá de su enorme salón con la televisión de fondo encendida. A veces esa casa le parecía demasiado grande para dos personas, cuando vivía con Henry se lo parecía, y ahora que vivía, por mutua decisión, sola, aquello era una catedral de la soledad y ella una moneda de la bandeja de donativos.
Aun llevaba el pantalón del pijama junto a una camiseta sin mangas y una sudadera que quizás fuese hasta de Graham, él se dejaba ropa suya en su casa, y con su muerte lo llevó todo al ático. Era extraño, pero prefería llevar algo de él que de Robin, primero porque de él no tenía nada, segundo, porque Gram. le recordaba a tiempos en los que ella tenía el poder y la soberbia, la independencia y la fortaleza, a veces deseaba volver atrás y ser más villana que nunca. Al fin y al cabo debía de haberse vengado por lo que James hizo que Robin ya no saliese del Inframundo, pero no pudo. Zelena había vuelto a Oz con su hija, y Emma planeaba casarse con Garfio, algo que le daba arcadas, nunca entendió qué vio en él que no hubiese visto en ella misma antes, al menos ella tenía dos manos.
Su timbre sonó y Regina bufó. No estaba para nadie. Miró por la mirilla sin hacer ruido.
-Vamos, Regina abre, llevas un mes sin salir, sabemos que estás ahí- le dijo Margaret. Insistió de nuevo y así varias veces hasta que la alcaldesa abrió la puerta.
-¿Qué quieres Blanca?-, le dijo malhumorada. Llevaba el pelo algo revuelto y se lo alisó con las manos. Ojeras y palidez decoraban su rostro.
-Quiero hablar contigo.
La dejó entrar y la casa olía a café negro y a cerrado.
-¿Cómo… te va?-, se sentó en el sofá y Regina hizo lo suyo en la butaca de al lado.
-Sobreviviendo-, sonrió tristemente. -¿Cómo está Henry?.
-Él echa de menos a su madre.
Regina agachó la cabeza.
-No estoy preparada, me faltan fuerzas, ¿sabes Blanca?.
-Sé lo que me dices, y lo entiendo, es por ello que, …-, se levantó de repente y se dirigió a la puerta.
-Ven.
Regina alzó una ceja desconfiada y la siguió a la puerta. Unos golpecitos y como arañazos se notaban al otro lado.
-¿Qué hay ahí fuera?-, Regina estaba totalmente intrigada.
-Compruébalo tú misma.
La morena abrió la puerta y se encontró a Emma con un perro blanco sentado a sus pies agitando la cola.
-¿Y esto?, -agachó la mirada con desdén y la perra, por instinto se le lanzó encima lamiéndole la cara.
-Ey, para, para-, era increíble como había pasado del malhumor a reírse. Teniendo que ponerse en cuclillas para no caerse de espaldas.
-Oye, tú-, le dijo al animal que ahora daba vueltas alrededor de ella y saltaba apoyándose en su espalda.
Madre e hija se miraron cómplices.
-La Operación mascota ha salido mejor de lo que esperaba-, le susurró Mary Margaret a Emma.
-Bueno, cómo veo que no te gustaría quedártela yo…- Emma se acercó a la perrita y la agarró por el lomo cogiéndola en brazos a pesar de lo grande que era –me la llevo.
-¡No!, espera-, Regina miró a la perrita, luego a Emma y luego de nuevo al animal. –¿Te quieres quedar?-, el animal agitó la cola ampliamente dándole a Emma en la cara. Regina sonrió. -Bienvenida a casa-, la cogió de los brazos de Emma como si se pasaran a un bebé, Emma la miró con ternura, la perrita apoyó sus patas en los hombros de Regina, tenía aptitudes de un bebé desde luego a pesar de que tendría unos seis años como le habían dicho en el veterinario.
-¿Ya tienes pensando que nombre le vas a poner?, es hembra-, le preguntó Emma guardando sus manos en sus bolsillos. Esos escasos minutos desde que Regina conoció a la perra y todo lo demás Emma notó algo, no sabía qué era. Quizás Regina saldría de ésta, y quizás fuese pronto. Henry la echaba de menos, ambas lo sabían, y darle a Regina una mascota quizás había sido hasta egoísta, eso pensaba la sheriff camino de vuelta junto a su madre.
-Estás muy callada Emma, ¿te pasa algo?.
-No lo sé-, Emma no quitaba la vista de la carretera.
-¿Es por Regina?
-Hay algo dentro de mí que me hace sentir mal. Tengo la sensación que esto que hemos hecho ha sido un acto más egoísta que altruista. Sabemos que está sola.
-No lo está, ella bien sabe que nos tiene, se lo he dicho una y mil veces.
-Pero no es lo mismo mamá, nosotras le hemos dado un juguete que le dará la compañía que nosotros no le vamos a dar. Ahora nos quedaremos tranquilos, viviremos nuestras vidas, ella tiene un perro, nos desentenderemos y estaremos bien. Yo tengo a Killian, tú a papá, y ella pasará el duelo sola.
Debía desahogarse y tras soltar la retahíla de pensamientos sus ojos brillaron dejando caer un par de lágrimas que aminorase la velocidad del coche.
-Pero cariño, eso no es así. Sabes que si le pasase cualquier cosa a ella todos íbamos a ir a su casa quisiera o no.
-Pero sé sincera mamá, de haber sido yo la que estuviera en esa situación ¿me dejarías sola?.
Margaret volvió a mirar al frente y se hizo un silencio. Pasaron varios minutos, ya estaban cerca de su casa y Margaret había estado con el codo apoyado en la puerta del coche mirando por la ventana.
-¿Puedo preguntarte una cosa?
Emma se mordió el labio, no quería seguir dándole vueltas a eso.
-¿Por qué te preocupas tanto por Regina?
La rubia la miró sorprendida y frenó.
-Porque me importa, es la madre de mi hijo y mi amiga-, le dijo mirándola a los ojos.
Margaret no quiso seguir hablando pero sentía que ese arranque de remordimientos venía por algo más. No daba crédito a que fuesen amigas cuando no las había visto si quiera darse un abrazo. Instinto de madre que se piensa las cosas demasiado. Margaret salió del coche, a fin y a cuentas estaba casi en frente de su casa.
-Piénsatelo, cariño. Lo digo por tu bien-, le aconsejó al salir.
Continuará!
