Disclaimer: los personajes son propiedad de la escritora J. K. Rowling y la historia le pertenece a Susan Elizabeth Phillips.

Solo hago una adaptación por mera diversión, me gusto tanto la historia que quise adaptarla con 2 personajes que no tiene muchas historias en el Mundo de Harry Potter.

Espero les guste.

SUMMARY: Chicago no estaba preparada para Hermione Granger, -un bombón más moderno, escandaloso y curvilíneo de Paris que acababa de heredar al equipo de futbol Chicago Stars-. Y Hermione no está definitivamente preparada para el entrenador estrella de los Stars, Oliver Woods –una leyenda dentro del futbol.

Woods es todo lo que Hermione aborrece –machista, exigente y de mentalidad cerrada -. Y la nueva y bella jefa es todo lo que Oliver aborrece –una chica bonita e impertinentemente tonta que no sabe ni hacer la O con un canuto-.

Capitulo 1

Hermione Granger se enfrento a todo el mundo en el entierro de su padre sin más apoyo que el de un gato con la cara aplastada y un amante búlgaro. Se sentó ante la tumba como una reina salida de una película de los años cincuenta, con el pequeño gato marrón sobre su regazo y un par de gafas de sol de diamantes falsos protegiendo sus ojos. Fue difícil para los asistentes decidirse quien parecía mas fuera de lugar: el gato con su melena al viento con un par de lazos en su cuello, el búlgaro increíblemente guapo de Hermione con su pelo perfectamente cortado o la propia Hermione.

El cabello castaño de Hermione, sus labios húmedos, llenos, pintados en un tono delicioso de peonia rosa, ligeramente abiertos mientras miraba el ataúd de negro brillante de Richard Granger. Llevaba un traje chaqueta de seda color marfil, discreto, pero el escandaloso bustier dorado que llevaba debajo era más apropiado para un concierto de rock que para un entierro. Y la falda, con un cinturón de cadenas doradas, cada una de la cuales estaba rematada por una hoja de parra, tenia una abertura lateral hasta la mitad de su bien proporcionado muslo.

Era la primera vez que Hermione regresa a Chicago desde que se había escapado cuando tenia dieciocho años, tan solo alguno de los presentes conocían a la hija prodiga de Richard Granger. Sin embargo, por las historias que habían oído, ninguno de ellos estaba sorprendido de que Richard la hubiera desheredado. ¿Qué padre querría pasar su patrimonio a una hija que había sido la amante de un hombre cuarenta años mayor que su propio padre, incluso aunque ese hombre hubiera sido el reputado pintor español, Arturo Flores? Y además, allí estaba la vergüenza de las pinturas. Para alguien como Richard Granger, los cuadros de desnudos eran cuadros de desnudos, y no importaba que docenas de los desnudos abstractos de Flores habían pintado de Hermione, honraran las paredes de museos de todo el mundo, eso no cambiaba su parecer.

Hermione tenía una cintura esbelta y piernas bien proporcionadas, pero sus pechos y caderas eran curvilíneos y femeninos, como en un tiempo casi olvidado cuando las mujeres parecían mujeres. Tiene el cuerpo de chica mala, el tipo de cuerpo que, incluso a los veintiocho años, podría ser exhibido con el ombligo al aire en la pared de un museo. Era el cuerpo de una rubia tonta, pero el cerebro de ese cuerpo era realmente inteligente, y Hermione era el tipo de mujer que no debería ser juzgada por las apariencias.

Su cara no era más convencional que su cuerpo. Había algo demoledor en la estructura de sus rasgos, aunque era difícil decir que era exactamente, si su pequeña nariz, su boca firmemente delineada. Quizá era ese diminuto lunar negro y escandalosamente erótico que coronaba su pómulo. O tal vez eran sus ojos. Los que los habían visto antes de que se pusiera rápidamente sus gafas de sol de diamantes falsos habían tomado nota de la forma en que se rasgaban en sus bordes, de alguna manera casi demasiado exótico, para encajar con el resto de su cara. Arturo Flores frecuentemente había exagerado esos ojos ámbar, algunas veces pintándolos mas grandes que sus caderas, otras superponiéndolos a sus maravillosos pechos.

Durante todo el funeral, Hermione se mantuvo calmada y serena. A pesar de la humedad que impregnaba el aire de Julio que igual que las aguas que se deslizaban por el cercano rio DuPage, atravesando varios de los suburbios occidentales de Chicago, no proporcionaba ningún alivio al calor. Un toldo verde oscuro daba sombra a la tumba y a las primeras filas destinadas a las personas mas importante que estaban situadas en semicírculo alrededor del ataúd negro ébano, pero el toldo no era suficientemente grande para dar sombra a todo el mundo, y mucha de la gente engalanada estaba parada bajo el sol, donde habían comenzado a debilitarse, no solo por la humedad sino también por el perfume abrumador de casi cien centros florales. Afortunadamente, la ceremonia había sido corta, y como no había ningún tipo de recepción posterior, pronto podría dirigirse hacia sus frías piscinas y regocijarse en secreto del hecho de que le hubiera tocado a Richard Granger en lugar de a ellos.

El brillante ataúd negro estaba posado encima de la tierra sobre una alfombra verde que había sido colocada directamente delante del lugar donde Hermione se sentaba entre su hermanastra de dieciséis años, Pansy, y su primo Draco Malfoy. La pulida tapa estaba cubierta de estrellas florales de rosas blancas adornadas con cintas celestes y doradas, colores de los Chicago Stars, el equipo de la Liga Nacional de Futbol del que Richard había tomado las riendas hacia diez años.

Cuando la ceremonia finalizo, Hermione tomo al gato canela en sus brazos y la puso a sus pies, provocando que un rayo de sol refulgiera en la tela dorada de su bustier y en los diamantes falsos de sus gafas de sol. El efecto era innecesariamente dramático para una mujer que ya era en realidad suficientemente dramática.

Draco Malfoy, el sobrino de 29 años de Richard, se levanto de su silla al lado de la de ella y se movió para colocar una flor sobre el ataúd. La hermanastra de Hermione, Pansy parecía consciente a medias. Draco simulaba estar apesadumbrado, aunque era un secreto a voces que iba a heredar el equipo de futbol de su tío. Hermione cumplió su papel y coloco su flor en el ataúd de su padre y se negó a que la amargura la invadiera. ¿Qué objeto tenia? No había podido ganarse el amor de su padre mientras estaba vivo, y ahora finalmente podría dejar de esforzarse. Extendió la mano para dar una reconfortante caricia a su joven media hermana, que era totalmente desconocida para ella, pero Luna se aparto como siempre que Hermione trataba de acercarse.

Draco volvió a su lado, y Hermione instintivamente retrocedió. A pesar de todas las organizaciones benéficas de las que ahora era miembro, no podía olvidar al matón que había sido de niño. Rápidamente le volvió la espalda, y con voz jadeante y ligeramente ronca que armonizaba con su espectacular cuerpo, se dirigió a los que estaban a su alrededor.

–Es maravilloso que hayan podido asistir. Especialmente con este horrible calor. Viktor, querido, ¿Puedes cargar a Crookshanks?

Tendió al gato canela a Viktor Krum, que volvía locas a las mujeres, no solo por sus postura exótica, sino porque había algo obsesivamente familiar en ese hermoso búlgaro. Algunos correctamente lo habían identificado como el modelo que había posado, con los abultados músculos lubricados y la cremallera abierta, para una campaña publicitaria nacional de vaqueros para hombres.

Viktor tomo al gato.

–Por supuesto, vida mía –contesto el con un acento notable. –Mi cariñin –ronroneo Hermione, no por Crookshanks, sino por Viktor.

Para si, Viktor pensaba que Hermione lo estaba presionando demasiado, pero era búlgaro e inclinado a ser pesimista, así que le lanzo un beso de forma conmovedora mientras tranquilizaba al gato en sus brazos y se colocaba en una mejor pose para exhibir su cuerpo perfectamente esculpido.

Hermione extendió su mano de delgados dedos, con las uñas largas y pintadas de rosa peonia con medialunas blancas, hacia su corpulento senador que se había acercado a ella para mostrar sus condolencias y que parecía considerarla un pedazo particularmente delicioso de biscocho.

–Senador, muchas gracias por venir. Se lo ocupado que debe estar, es usted un verdadero encanto.

La regordeta esposa de pelo gris del Senador le echo a Hermione una mirada de desconfianza, pero cuando Hermione la saludo, la mujer mostraba calidez y cordialidad en su sonrisa. Mas tarde, se daría cuenta que Hermione Granger parecía más relajada con las mujeres que con los hombres. Lo que no dejaba de ser curioso para una obvia come-hombres. Pero era una extraña familia.

Richard Granger para empezar, tenía un largo historial de matrimonios con Showgirls de Las Vegas. La primera de ellas, la madre de Hermione, había muerto tratando de dar a luz al hijo que Richard había deseado tan fervientemente. La tercera, la madre de Pansy, había perdido la vida en un accidente de avioneta, hace trece años camino a Aspen, donde planeaba celebrar su divorcio. La única esposa de Richard que aun vivía no habría cruzado ni la calle para asistir a su entierro, así que mucho menos volar desde Reno.

Tully Archer, venerable entrenador defensivo de los Chicago Stars, se aparto de Draco para acercarse a Hermione. Con todas sus canas, sus blancas cejas y su nariz roja, parecía un Santa Claus sin barba.

–Algo terrible, señorita Granger. Terrible. –Se aclaro la voz con una tosecilla creo que nos conozcamos. Es algo raro no haberme tropezado con la hija de Richard en todos los años que hace que lo conozco. Richard y yo nos conocíamos desde hacia mucho tiempo y lo voy a echar de menos. No es que normalmente coincidiéramos en las cosas. Podía ser condenadamente terco. Pero, bueno, al final siempre nos poníamos de acuerdo.

El movía su mano y hablaba incansablemente sin establecer nunca contacto visual con ella. Cualquiera que no siguiera el futbol podría haberse preguntado como era posible que alguien al borde de la senilidad pudiera entrenar un equipo de futbol profesional, pero los que lo habían visto trabajar nunca cometían el error de menospreciar sus habilidades como entrenador.

Sin embargo, le gustaba hablar, y como parecía no tener intención de interrumpir sus palabras, Hermione lo detuvo. –Es muy amable en decir eso, Sr. Archer. Un dulce caramelito.

Tuller Archer había sido llamado muchas cosas en su vida, pero nunca lo habían llamado caramelito, y el apelativo lo dejo sin habla por un momento, lo cual había sido lo que ella buscaba porque inmediatamente se marcho dando media vuelta solo para ver a un regimiento de enormes hombres en fila para ofrecerle sus condolencias.

Tenían zapatos del tamaño de buques, y cambiaban de posición de un pie a otro, eran cientos de kilos de carne con muslos como arietes y monstruosos cuellos gruesos sobres hombros musculosos. Tenían las manos unidas como garfios por delante de su cuerpo como si estuvieran esperando el himno nacional acabara para empezar a jugar de un momento a otro, pero ahora, sus cuerpos poco convencionales y demasiados grandes rellenaban chaquetas azules y los pantalones grises del traje del equipo. Gotas de sudor brillaban con el tenue calor del mediodía resaltando sobre su piel bronceada como gotas de tinta en una hoja en blanco. Como esclavos de una plantación, el equipo de la liga Nacional Chicago Stars había llegado a homenaje al hombre que los poseía.

Un hombre dio un paso adelante. Fijo su mirada tan firmemente en la cara de Hermione que era obvio que se obligaba a si mismo a no apartar la mirada para no dejarla bajar a sus espectaculares pechos.

–Soy Cormac McLaggen, defensa central. Lamento mucho lo del Sr. Granger.

Hermione acepto sus condolencias. El defensa siguió de largo, mirando con curiosidad a Viktor Krum cuando paso por delante.

Viktor, de pie a unos metros de Hermione, había adoptado su postura de Rambo, una cosa no demasiado fácil teniendo en cuenta que acunaba un gato canela en sus brazos en vez de un Uzi. Aun así, la postura funcionaba porque casi cada mujer del gentío lo observaba. Aunque la verdad era que si pudiera elegir algo para que su día fuera perfecto, seria la atención de esa criatura erótica con el trasero maravilloso.

Desafortunadamente, la criatura erótica con el trasero maravilloso se había detenido delante de Hermione y solo tenia ojos para ella.

–Señorita Granger, soy Oliver Woods, jefe de entrenadores de los Stars.

–Bueno, Hoo-laa, Señor Woods –entono Hermione dulcemente con una voz que a Viktor le sonó como un peculiar cruce entre Bette Midler y Bette Davis, pero bueno, el era búlgaro, así que quien sabia.

Para Viktor, Hermione era la mejor amiga del mundo, y se desvivía por ella, devoción que estaba probando al fingir en esta macabra charada que era su amante. En este momento, sin embargo, no quería otra cosa que alejarla del peligro. Ella no parecía entender que jugaba con fuego al coquetear con ese hombre de sangre caliente. O tal vez si lo hacia. Cuando Hermione se veía acosada, tenía un ejército entero de armas defensivas a su disposición, y rara vez se equivocaba al seleccionar una.

Oliver Woods no le había dirigido a Viktor ni una mirada, así que no era difícil para el búlgaro clasificarlo en la categoría de esos hombres enloquecedores que tenían la mente completamente cerrada a un estilo de vida alternativo. Una pena, pero era una actitud que Viktor aceptaba con su buen humor característico.

Hermione podía no reconocer a Oliver Woods, pero Viktor seguía el futbol americano y sabía que Woods había sido uno de los quarterbacks más explosivos y controvertidos de la NFL hasta que se retiro cinco años antes para dedicarse a entrenar. En la mitad de la última temporada Richard había echado al entrenador de los Stars y había contratado a Oliver, que había estado entrenado al principal rival, los Chicago Bears, hasta ese momento.

Woods era un hombre con la autoridad de quien no tiene paciencia para desconfiar de si mismo. Un poco mas bajo que el uno ochenta y cinco de Viktor, era menos musculoso que la mayoría de los quarterbacks. Tenía la frente alta y ancha y una nariz firme con un pequeño bulto en el puente. Su labio inferior era ligeramente mas lleno que el superior, y una delgada cicatriz blanca marcaba el punto medio entre su boca y su barbilla. Pero su rasgo más fascinante no era esa interesante boca, ni su pelo, ni la masculina cicatriz. No era nada de eso, eran esos depredadores ojos negros, que estaban en ese momento examinando a su pobre Hermione con tal intensidad que Viktor medio esperaba que su piel comenzara a echar humo.

–Lamento mucho lo de Richard –dijo Woods. –Con seguridad lo echaremos de menos.

–Que amable de su parte decir eso, eso Sr. Woods.

Una cadencia débilmente exótica se había agregado a la voz ronca de Hermione, y Viktor se percato de que había añadido a Kathleen Turner a su repertorio de voces de mujeres eróticas. Ella normalmente no cambia con tanta frecuencia, así que supo que estaba aturdida. No era que dejara que cualquiera pudiera verlo. Hermione tenía una reputación como devora-hombres que mantener.

La atención de Viktor regreso al entrenador de los Stars. Recordó haber leído que Oliver Woods había sido apodado "Ice" durante sus días de quarterback por su fría falta de compasión hacia el adversario. No podía culpar a Hermione por estar perturbada en su presencia. Ese hombre era formidable.

–Richard amaba el juego –continuo Woods –, y era un hombre excelente con quien trabajar.

–Estoy segura de que así era. –Prolongo cada silaba que pronuncio como una jadeante promesa de depravación sexual, una promesa, que Viktor sabia demasiado bien, Hermione no tenia intención de cumplir.

Se dio cuenta de lo nerviosa que estaba cuando giro y extendió los brazos hacia el. Sospechaba correctamente que quería a Crookshanks como elemento de distracción, dio un paso adelante, pero antes de que ella tomara al animal, un camión de mantenimiento que se había introducido en el cementerio retumbo, sobresaltando al gato canela.

Crookshanks dio un maullido salto de sus brazos. El gato llevaba cogido demasiado tiempo, y comenzó a correr sin rumbo a través del gentío, maullando y con la cola agitándose salvajemente que parecía un arbusto en pleno invierno.

–Crookshanks –grito Hermione, para salir corriendo detrás del gato canela hasta que topo con las piernas contra el delgado metal que protegían unas coronas de gladiolos.

Hermione no era la más atlética en las mejores condiciones. Pero aprisionada dentro de una apretada falda, no podía alcanzar al gato a tiempo para impedir el desastre. Las flores se balancearon y volcándose hacia atrás, chocaron contra la corona de flores de su lado, la cual, a su vez, dio contra un macizo de dalias. Las coronas eran tantas y estaban tan estrechamente juntas que era imposible que una cayera sin que lo hiciera la siguiente, y flores y agua comenzaron a volar. Los asistentes que estaban de pie mas cerca se apartaron en un esfuerzo de protegerse de los tributos florales. Como un domino, una corona dio con otra, hasta que la tierra comenzó a parecerse a la pero pesadilla de Merlín Olsen.

Hermione se quito las gafas de sol revelando los exóticos ojos ámbar.

–¡Quieto Crook! ¡Quieto, maldita sea! ¡Viktor!

Viktor ya se había desplazado al lado contrario del ataúd en un esfuerzo por alcanzar el gato que se movía violentamente, pero en su prisa se derrumbo sobre varias sillas, que, a su vez, volaron sobre otro grupo de arreglos florales, produciendo otra reacción en cadena distinta.

Uno de los asistentes, que se llamaba experto en gatos, salto para intentar detener al frenético gato solo para pararse abruptamente cuando Crookshanks dejo de mover la cola, maulló y mostro sus garras. Aunque Croockshanks era el mas sociable de los gatos, el improvisado asistente tenia la desgracia de usar Eternity de Calvin Klein, una fragancia que Croock había detestado desde que uno de los amigos de Hermione, que se había empapado en dicha colonia, lo había llamado gato callejero y lo había pateado bajo la mesa.

Hermione, con una abertura en la falda que demostraba demasiado de su muslo para ser respetable, atravesó entre los dos defensas que observaron con diversión manifesta como llamaba al gato.

–¡Croock! ¡Aquí Crookshanks!

Pansy Granger, avergonzada por el espectáculo de su media hermana estaba dando, trato de ocultarse entre el gentío.

Cuando Hermione esquivo una silla, una de las pesadas hojas de parra doradas que colgaba de una de las cadenas de su cinturón se incrusto en una de las partes que debía ocultar. La aparto antes de ponerse permanente amoratada, solo para pisar con las suelas de los zapatos unos lirios mojados. Sus pies resbalaron, y, expulsando el aire con un silbido, se cayó.

Al ver a su dueña deslizándose hacia la tierra sobre su trasero, Crookshanks se olvido del amenazador asistente perfumado. Interpretando incorrectamente las acciones de Hermione como una invitación a jugar, los maullidos aumentaron.

Hermione intento sin éxito ponerse de pie, mostrando al alcalde de Chicago y varios miembros del equipo rival, los Bears, una amplia vista de la parte superior de su muslo. Hermione se metió entre las piernas de un pomposo periodista y bajo las sillas de al lado de la tumba, cuando Viktor venia hacia ella desde el otro lado. Al gato le encantaba jugar con Viktor y sus agudos maullidos se volvieron más fervientes.

Crook se movía rápidamente, pero freno bruscamente cuando se percato que tenía el camino bloqueado por cestos volcados de flores y una gran extensión de hierba empapada, una barrera formidable para un animal que odiaba mojarse. Desde una esquina, salto encima de una de las sillas plegables. Cuando comenzó a balancearse, maulló nerviosamente y se lanzo a otra y de allí hacia una superficie suave y dura.

Todo el mundo dio una boqueada colectiva cuando las rosas amarillas con los lazos azules salieron volando. Todo el mundo quedo en silencio.

Crookshanks siempre sensible con la gente que amaba, inclino la cabeza a un lado como tratando de entender porque lo miraba todo el mundo. Sospechaba que había hecho algo muy incorrecto y comenzó a temblar.

Hermione recobro el aliento. No era bueno que Crook se pusiera nervioso. Recordó la ultima vez que había ocurrido y se adelanto un paso.

–¡Nooo, Crookshanks!

Pero su advertencia llego demasiado tarde. El tembloroso gato ya se estaba poniendo en cuclillas. Con una expresión de pesar en su carita aplastada, comenzó a orinar sobre la tapa del ataúd de Richard Granger.

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La hacienda de Richard Granger se había construido en los años cincuenta en diez acres de tierra de Hinsdale uno de los barrios residenciales que atravesaba el rio Chicago, justo en el corazón de DuPage County. Al principio del siglo veinte el condado era rural, pero con el transcurrir de las décadas, los pequeños pueblos se habían unido hasta formar uno de los barrios dominados de ejecutivos, que se desplazaban en los trenes interurbanos desde la estación Burlington Northern para acudir al Loop cada día, y también ingenieros que trabajaban en las industrias de alta tecnología que se levantaban a lo largo del East West Tollway. Gradualmente, el muro de ladrillo que bordeaba la hacienda fue rodeado por sombreadas calles residenciales.

Cuando era niña, Hermione había pasado poco tiempo viviendo en la majestuosa residencia de estilo Tudor que se asentaba entre robles, arces y nogales del suburbio occidental. Richard la había enviado a una escuela privada del estado Connecticut hasta el verano, que era cuando la mandaban a un exclusivo campamento de chicas. Durante sus infrecuentes viajes a casa, había encontrado la casa oscura y opresiva, y mientras subía la escalera en curva hacia el segundo piso, dos horas después del entierro, decidió que no había ninguna cosa que la hubiera hecho cambiar de opinión.

Los ojos condenatorios de un elefante ilegalmente trasladado durante uno de los safaris africanos de Richard la miraba fijamente desde su lugar en el empapelado de lo alto de la escalera. Sus hombros bajaron bruscamente con desanimo. Las manchas de la hierba ensuciaban su traje marfil y las medias que cubrían sus piernas estaban sucias y rotas. Su cabello castaño estaba alborotado y desearía no haberse comido el lápiz de labios color peonia rosado.

Inesperadamente, la cara del entrenador de los Stars volvió a su mente. El fue quien había sacado a Croockshanks del ataúd por el cogote. Sus ojos negros se habían mostrado fríos y condenatorios cuando le entrego al gato. Hermione suspiro. El barullo del entierro de su padre era otro error estúpido en una vida repleta de ellos. Ella no había querido otra cosa que todo el mundo supiera que no le importaba que su padre la hubiera desheredado, pero como siempre, había ido mas allá del limite y le había salido el tiro por la culata.

Se detuvo un momento en lo alto de las escaleras, preguntándose si su vida podría haber sido diferente si su madre hubiera vivido. Ya no pensaba demasiado sobre la madre showgirl que no podía recordar, pero cuando era una niña había urdido elaboradas fantasías sobre ella, tratando de invocar en su imaginación a una mujer tierna y bella que le habría dado todo su amor que su padre le había negado.

Se pregunto si alguna vez Richard alguna vez había amado realmente a alguien. Había tenido poco aprecio por las mujeres en general, y ninguno para una niñita demasiado pesada y torpe que para empezar no estaba muy segura de si misma. Desde que podía recordar, el le había dicho que no era mas que un cero a la izquierda, y ahora sospechaba que podía haber estado en lo cierto.

A los veintiocho años, estaba sin empleo y cerca de la ruina. Arturo había muerto hace siete años. Ella se había pasado los primeros dos años después de su muerte organizando las exhibiciones temporales de sus pinturas, pero ahora que la colección se exhibía de de manera permanente en el Musée D'Orsay de Paris, se había mudado a Manhattan. El dinero que Arturo le había dejado al morir, había sido gradualmente gastado, destinado a pagar los gastos médicos de muchos de sus amigos enfermos de SIDA. Ella no lamentaba ni un centavo. Durante años había trabajado en una exclusiva, pero pequeña, galería de West Side especializada en el arte de vanguardia. Pero justo la semana anterior, su jefe, ya mayor, había cerrado por ultima vez, dejándola desorientada mientras buscaba darle un nuevo rumbo a su vida.

El pensamiento que penetro su mente fue que estaba cansada de ser escandalosa, pero se sentía demasiado frágil para hacer frente a esa reflexión, así que termino por detenerse delante del dormitorio de su hermana y llamo a la puerta.

–Pansy, soy Hermione ¿Puedo entrar?

No hubo respuesta.

–¿Pansy puedo entrar?

Pasaron unos segundos antes de que Hermione oyera un bajo y tosco: –Supongo.

Se preparo mentalmente, mientras giraba el pomo gradualmente, podía ver el dormitorio que había sido suyo cuando era niña. Durante las pocas semanas al año que había vivido allí, la habitación estaba llena de libros, restos de comidas y Cd de su música favorita. Ahora estaba tan ordenada como su ocupante.

Pansy Granger, la hermanastra de dieciséis años que Hermione apenas conocía, estaba sentada en una silla al lado de la ventana, todavía vestida con el horrible vestido color café que había llevado puesto en el entierro. A diferencia de Hermione, que había sido una niña gordita, Pansy era delgada y su pelo oscuro y largo hasta la barbilla, necesitaba un buen corte. Además era poco atractiva, con la piel tan pálida como si nunca hubiera visto la luz del sol y con rasgos anodinos.

–¿Cómo te encuentras Pansy?

–Genial. –Ni siquiera levanto la vista del libro que tenia sobre el regazo.

Hermione suspiro. Pansy no mantenía en secreto el hecho que la odiaba hasta las entrañas, pero habían tenido tan poco contacto durante los años que no estaba segura de por que. Cuando Hermione regreso a Estados Unidos después de la muerte de Arturo, había hecho varios viajes a Connecticut para visitar a Pansy en la escuela, pero ella había sido tan poco comunicativa que finalmente se había rendido. Sin embargo, había continuado enviando regalos de cumpleaños y de Navidad, junto con cartas ocasionales, todo lo cual le había sido devuelto como destinatario desconocido. Era irónico que Richard la hubiera desheredado de todo menos de la que era la responsabilidad más importante.

–¿Necesitas alguna cosa? ¿Algo de comer?

Pansy negó con la cabeza y el silencio cayo entre ellas.

–Se que esto ha sido muy difícil. Lo siento mucho.

La niña se encogió de hombros.

–Pansy, necesitamos hablar, y seria más fácil para las dos si me miraras.

Pansy levanto la cabeza de su libro y miro a Hermione con ojos inexpresivos y pacientes, dándole a Hermione la pésima sensación de que ella era la niña y su hermana la adulta. Deseó no haber dejado de fumar, porque necesitaba desesperadamente un cigarrillo.

–Sabes que ahora soy tu tutora legal.

–El Señor Hibbard me lo explico.

–Creo que necesitamos hablar de tu futuro.

–No tenemos nada de que hablar.

Se paso un caprichoso mechón de cabello negro detrás de la oreja.

–Pansy, no tienes que volver al campamento si no quieres. Eres más que bienvenida para venir conmigo a New York mañana durante el resto del verano. He alquilado el departamento de un amigo que esta en Europa. Esta muy bien situado.

–Quiero regresar.

Dada la palidez de la piel de Pansy, Hermione no creía que su hermana estuviera disfrutando del campamento más de lo que ella había hecho.

–Puedes volver, si es realmente lo que quieres, pero se lo que es sentirse como si no tuvieras hogar. Recuerdo cuando Richard me enviaba a la escuela en Crayton, y después al campamento cada verano. Lo odiaba. New York es muy entretenida durante el verano. Podríamos pasarlo muy bien y llegarnos a conocer un poco.

–Quiero ir al campamento. –Repitió Pansy tercamente.

–¿Estas absolutamente segura?

–Estoy segura. No tienes porque cuidarme hasta que vuelva.

A pesar de la hostilidad de la niña y el dolor de cabeza que empezaba a notar en las sienes, Hermione era renuente a olvidar todo el asunto tan fácilmente.

Decidió probar de una manera diferente e inclino la cabeza hacia el libro que Pansy tenia en el regazo.

–¿Que estas leyendo?

–Dostoievski. Estoy haciendo un estudio independiente sobre su decadencia.

–Me dejas impresionada. Eso es bastante complicado de leer para alguien de dieciséis años.

–No para mí. En realidad, soy muy brillante.

Hermione quiso sonreír, pero Pansy había hecho la declaración de una manera que no se lo permitía.

–De acuerdo. Vas bien en la escuela, ¿No?

–Tengo un coeficiente intelectual excepcionalmente alto.

–Ser mas listo que los demás puede ser lo mismo una maldición que una bendición. –Hermione recordó sus traumáticos días escolares cuando había sido mas lista que sus compañeros de clase. Era otra de las cosas que la había hecho sentir diferente.

La expresión de Pansy no se altero.

–Estoy muy agradecida por mi inteligencia. La mayor parte de las chicas de mi clase son imbéciles.

A pesar de que Pansy estaba actuando como una niña aborrecible, Hermione intento no juzgarla. Sobre todo ella, de entre todas las personas, sabía que las hijas de Richard Granger tenían que encontrar su propia manera de lidiar con la vida. Cuando era adolescente, ella había escondido sus inseguridades detrás de la gordura. Después, se había vuelto un escándalo.

Pansy se escondía detrás de su materia gris.

–Si me perdonas, Hermione, he llegado a un capitulo particularmente interesante y me gustaría regresar a él.

Hermione ignoro la obvia despedida de la niña e hizo otro intento para convencerla de ir a Manhattan. Pero Pansy se negó a cambiar de idea y Hermione finalmente tuvo que admitir la derrota.

Cuando estaba saliendo de la habitación, se paró junto a la puerta.

–¿Me llamarías si necesitas cualquier cosa, no?

Pansy inclino la cabeza, pero Hermione no le creyó. Esa niña tragaría veneno para ratas antes de recurrir a su hermana mayor de mala fama para que la ayudara.

Intento no deprimirse mientras se giraba y comenzaba a bajar las escaleras. Oyó a Viktor en la sala hablando por teléfono con su agente. Necesitaba estar un momento a solas para recuperarse. Se metió silenciosamente en el estudio de su padre, donde Croock dormía en uno de los sillones que había delante del escritorio. Se sentó en el borde del sillón, agitando el pompón de su rabo y caminó por la alfombra hacia su dueña.

Hermione se puso de rodillas y recogió al gato entre sus brazos.

–Que desastre, ¿realmente hiciste eso hoy?

Croock maulló despacio como disculpa. Hermione comenzó a sacarle los lazos que se habían desecho en el cuello del gato, pero sus dedos temblaban, así que lo dejó. Croock los volvería a soltar de todas maneras.

Hermione enterró su cara sobre el suave pelaje del gato.

–¿Debajo de ese pedigrí de fantasía, no eres otra cosa que un gato callejero, verdad, Croock?

Abruptamente, Hermione perdió la batalla que había estado librado todo el día y soltó un sollozo ahogado. Un gato cruzado. Eso es lo que era ella. Pero se adornaba como un gato de pedigrí.

Viktor la encontró en la biblioteca. Con más tacto que el que usualmente exhibía, ignoro el hecho de que había estado llorando.

–Hermione, cariño –dijo tiernamente –, el abogado de tu padre esta aquí para verte.

–No quiero ver a nadie –sorbió por la nariz, buscando inútilmente un pañuelo.

Viktor extrajo un pañuelo de colores del bolsillo de su chaqueta gris de seda y se lo dio.

–Tendrás que hablar con el tarde o temprano.

–Ya lo hice. Me llamó para hablar de la tutela de Pansy el día después de que Richard muriese. –Tal vez tenga que ver con la herencia de tu padre.

–Yo no tengo nada que ver con eso. –Se sonó ruidosamente en el pañuelo. Siempre había pretendido que ser desheredada no la molestaba, pero era doloroso tener la prueba cristalina del desprecio público de su padre.

–Es muy insistente. –Viktor tomó el bolso que ella tenía, lo puso sobre la silla donde Croock había estado durmiendo y lo abrió. Era un Judith Lieber de segunda mano que él había encontrado en una tienda de East Village, le echó a Hermione una mirada desaprobadora cuando vio una chocolatina Milky Way en el fondo. Apartándola, cogió un peine y se lo pasó para que se peinara. Cuando lo hubo hecho, le pasó el colorete y el lápiz de labios. Mientras ella reparaba su maquillaje, él se tomó un momento para admirarla.

Viktor encontraba los inusuales rasgos que habían inspirado alguno de los mejores trabajos de Arturo Flores mucho más atractivos que las caras de labios hinchados de las modelos anoréxicas con las que él posaba. Y también mucha más gente, incluyendo la famosa fotógrafa Asha Belchoir, con la que recientemente había tenido una sesión.

–Quítate las medias rotas. Pareces una figurante de Los Miserables.

Mientras ella alcanzaba bajo su falda para hacer lo que decía, él devolvió el maquillaje a su bolso. Luego le enderezó el cinturón de hojas de parra y la guió a la puerta.

–No quiero ver a nadie, Viktor.

–No te vas a echar atrás.

El terror llenó sus ojos ámbar.

–No puedo hacerlo en este momento.

–¿Por qué no lo intentas? –Acarició su mejilla con el pulgar –Puede que la gente no obtenga tanta satisfacción oculta como tú piensas.

–No puedo tolerar la idea de que nadie me tenga lástima.

–Claro, ¿entonces prefieres que todo el mundo te odie?

Ella forzó una sonrisa arrogante mientras alcanzaba el picaporte.

–Puedo manejar el desprecio. Es la piedad la que no tolero.

Viktor miró las ropas, tan impropias para la ocasión y negó con la cabeza.

–Pobre Hermione. ¿Cuándo vas a dejar de inventarte a ti misma?

–Cuando lo haga bien –dijo ella suavemente.

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Bueno este es el primer capitulo, espero que les haya gustado.

Me gusto adaptar esta historia, ya que cuando la leí me gusto mucho, espero que a ustedes también les guste como a mi.

Ahora el momento de la verdad, díganme si quieren que continúe adaptando la historia o no les gusto.

Nos vemos

PD: hice unos cambios. los nombres de los equipos son los originales del libro. me di cuenta que cambiar los nombre probablemente complicaria mucho la historia y por supuesto a mi jajaja.

Jess