Todo lo que podáis reconocer pertenece a J.K. Rowling. Sólo la idea de esta historia es mía.

-Nott.

Percy soltó su tenedor sobre el plato. El sonido del metal contra la loza reverberó en la inusualmente silenciosa Madriguera, mientras el eco de la única palabra que su había pronunciado resonaba en los oídos de los Weasleys reunidos en torno a la mesa.

-Nott -repitió.

Su hija le lanzó una mirada desafiante y apretó los dientes.

-Nathaniel, padre, Nathaniel Nott.

Percy sintió la mano de Audrey colocarse suavemente sobre su antebrazo, pero no hizo movimiento alguno. Nadie dijo nada, aunque Roxanne tuvo que darle un codazo a James para que contuviera la broma que amenzaba con escaparse de sus labios.

-Nathaniel Nott –dijo Percy al cabo de unos segundos, deteniéndose en el apellido.

-Sí –contestó su hija a la pregunta implícita de sus palabras, mientras levantaba la barbilla.

La mano sobre el antebrazo de Percy se crispó, apretando su carne.

-Es un Slytherin.

-Y yo también lo soy, padre. Y Albus.

- Pero él es un Slytherin. Un Slytherin de verdad.

La tenaza de su mujer le lastimaba el brazo, pero no lo movió. Frente a él, Molly contuvo sus ganas de levantarse y apretó los puños por debajo de la mesa, decidida a no gritar.

Hasta los más pequeños (Lily, Hugo, Louis, incluso Lucy) habían parado su alboroto y contemplaban la escena atentamente. Incluso parecía que el bebé de Victorie había comprendido la gravedad de la situación y cesado su llano, para alivio de la joven madre. A su lado, Dominique trataba de contener la expresión ansiosa de su cara y Fred observaba la situación con un gesto entre atónito y divertido que se parecía mucho al de Arthur Weasley. Albus y Rose contenían la respiración, asustados.

-Nunca me desagradó Theodore Nott. No estuvo de nuestro lado en la guerra, pero tampoco del otro.

Percy escuchó la voz de su cuñado lejana y casi incomprensible, aunque el sentido de sus palabras llegó vagamente a su cerebro. Después de un minuto que pareció infinito, Percy Weasley se ajustó las gafas, volvió a tomar el tenedor y se llevó la comida a la boca. Masticó lentamente bajo la atenta mirada de toda su familia, tragó la comida y bebió un poco de agua.

-Supongo que deberíamos invitarlo a comer uno de estos fines de semana.

La presión sobre tu antebrazo se relajó mientras su hija dejaba escapar un suspiro de alivio y satisfacción. Con el otro radiante miró a su prima favorita, que le devolvió tímidamente la sonrisa antes de atender a su hermana mayor. Los pequeños volvieron a sumergirse en sus juegos y un suave cuchicheo de conversaciones comenzó a crecer en torno a la mesa. La abuela Weasley convocó más patatas asadas de la cocina y el bebé se echó a llorar.

-Podría haber sido peor, Percy –bromeó Ron. –Podría haberse tratado de un Malfoy.

Albus y Rose intercambiaron una mirada aterrada y Dominique, lívida, ocultó el rostro entre sus manos, emitiendo un pequeño gemido.

-Respecto a eso. Creo que tengo algo que contarte, papá…