Una lágrima solitaria y silenciosamente bajó por la mejilla de la castaña de 23 años. Ethan. Otra lágrima. Habían pasado ya 5 años, pero seguía deprimida. Ethan. Su cruel mente le recordaba a cada segundo lo cerca que había estado de él. Aquél chico que la dejó plantada en el altar. Aquel chico al que había jurado amor eterno y seguía siéndole fiel. Ethan. Cómo lo extrañaba.
Te amo. ¡Cuántas veces había oído esas palabras salir de lis labios de Ethan!
Siempre estaré contigo. Qué gran mentira. Él ya la había abandonado y ahora lloraba su perdida.
Estaré ahí cuando llores, cuando me necesites. ¡Te necesito! Gritaba Bella en su mente, pero Ethan no podría estar jamás con ella.
¿Te casas conmigo? Y la castaña acepto. Acepto, para que el día de su boda, el castaño la dejara plantada en el altar. Plantada para siempre.
Él te amaba. Claro que la amaba. Claro... el que te allá dejado plantada en el altar no significa nada, no, no lo hace. Porque de todas formas, no fue su culpa.
La castaña se inclinó hacía la lápida, que estaba sobre la fosa en la que descansaba Ethan, desde hacía ya 5 años. Si, se iba a casar a los 18 años, pero, estaba enamorada de él. Lo estaba y mucho.
Claro, no faltó quien se opusiera a este prematuro matrimonio, los padres de la chica le llevaron la contra durante un tiempo, pero al ver el amor existente entre los dos jóvenes, aceptaron que la boda se llevara a cabo, por su parte, los padres del muchacho, aceptaron inmediatamente la relación de los jóvenes y habían empezado con todos los arreglos en la iglesia y la residencia qué les darían como regalo por su matrimonio.
Golpeó el suelo con el puño mientras sus sollozos se hacían más audibles para cualquiera que entrara al panteón. La castaña llevaba un vestido suave y blanco, muy parecido al que llevaba el día de la tragedia, pero menos pesado y menos voluminoso, pero la parte superior era idéntica al corsé del vestido de novia.
-Ethan -sollozó mientras dejaba caer su frágil y delgado cuerpo contra la fría lápida
El cuerpo de la joven temblaba con cada sollozo. Las lágrimas que bajaban por las mejillas sonrojadas de Isabella Swan, estaban empapando la fría lápida de mármol. Pasaron horas y horas, Isabella parecía no notar el pasar del tiempo, pero pasaban los minutos, segundos y horas, demasiado rápido. Con el maquillaje corrido, el vestido lleno de tierra, y el cabello color castaño desordenado sobre sus hombros, se puso de pié.
Miró a todas partes y se dio cuenta de que al parecer estaba sola. Sola, como siempre desde hace cinco largos y lastimosos años. Claro, no podía esperar que alguien se le acercara cuando la veían echa polvo sobre la tumba del que fue su más grande amor. Miró hacia el cielo, dándose cuenta de que debían ser al menos las 7:30 p.m. y eso... bueno, no era muy bueno, ya que eso significaba que había pasado ya casi 8 horas ahí, derrumbada. Bueno, quizá parezca una exageración, pero todos los días se quedaba al menos 2 horas ahí, recordando todo lo que había vivido junto a Ethan. Y ahora, que se cumplían exactamente 5 años de su muerte, bueno, estaba más que triste, porque eso también significaba que habían pasado 5 años desde que casi se casaba con él.
Aquel joven al que Isabella creía perfecto. Tenía unos hermosos ojos color verde, una sonrisa blanca y pura, el cabello castaño claro, que siempre llevaba corto y bien peinado. Su piel, muy pálida y también muy cálida provocaba en Isabella corrientes eléctricas, cada que hacían contacto.
Era perfecto para ella. Porque bien decía la gente. Ningún hombre es perfecto... hasta que te enamoras de él. Y ella había amado a Ethan con todo lo que tenía de más de mil maneras. Claro, no de una manera carnal, eso lo guardaban para después del matrimonio.
Si, lo amabas, pero se fue, acéptalo de una vez, Isabella Marie Swan. Le repetía cruelmente su conciencia.
-Ethan ¿Por qué? -sollozó Isabella de nuevo, dejándose, una vez más, caer sobre la lápida -. ¿Por qué me dejaste, Ethan? ¿Por qué?
Cualquiera diría que estaba loca, pero no, ella... estaba enamorada. Enamorada de un fantasma. Del fantasma de Ethan, que seguía asechándola, apareciendo en su mente cada que trataba de olvidarlo y salir adelante. Enamorada de lo que alguna vez pudo ser la memoria de Ethan, ella se aferraba con todos sus sentidos a su recuerdo, dejando el olvido para todos los demás. Sus amigos ya no llamaban, ni ella llamaba a sus amigos. Su madre había estado en el hospital, pero ella no estuvo ahí, su padre se hundió en la depresión, pero ella no lo apoyo. Así cómo nadie más la apoyo cuando la que pudo haber sido una vez su cuñada, se levantó en la iglesia, leyendo un mensaje que recién había llegado a su teléfono celular, anunciando la muerte de Ethan. Recuerda que miró a todos confundida, se sentía ridícula por haber esperado ya 2 horas frente al altar, sin una sola señal de su prometido. Recuerda también que Alejandra, única hermana de Ethan había tratado de acercarse a ella, había tratado de hacerla entrar en razón, había tratado de que Isabella no se hundiera en su depresión. Pero no lo logró, Isabella al final había echado a Alex de su casa, diciendo que no necesitaba nada ni a nadie. Que el apoyo de cualquier persona, ya sea su madre, padre o mejor amiga y casi cuñada, Alejandra, no le devolverían a Ethan.
Así que, había perdido contacto con cualquier humano que conocía, ahora, la única persona que veía diariamente, no era siquiera una persona, era una perrita, una pequeña y hermosa perrita llamada Ángel, la cual había sido un regalo de Ethan, unos días antes de la boda. La había llamado Ángel, porque así se refería Ethan a Isabella. Él le había dicho innumerables veces que ella, Isabella, era su ángel.
-Ethan -sollozó de nuevo Isabella. Pasaron 2 horas más, Isabella tenía hambre, puesto que solo había comido un poco en la mañana, pero no se quería ir. No aún, no se sentía lista. Pasaron otros 45 minutos, e Isabella se sentía muy débil. Su cuerpo no le respondía muy bien, se sentía pesada.
-¿Estás bien? -murmuró una suave voz tras de ella. Isabella volteó levemente hacía atrás y se encontró con solo ojos color verde esmeralda, a escasos centímetros de ella. El muchacho, portador de los ojos, estaba hincado junto a ella.
-No -logró responder ella
-¿Puedo ayudarte en algo?
-No, tú no puedes devolverme a Ethan -sollozó
-Quizá no puedo, pero... podría hacerte sentir mejor... desahogarte...
-No te conozco
-Me llamo Edward Masen -dijo él extendiendo una mano
-Isabella Swan... Bella -dijo tomándosela
-Estás temblando... y pálida
-Lo siento
-¿Por qué te disculpas?
-No sé...
-¿Qué haces aquí a las... -dudó mientras miraba su reloj - 10:20 p.m.?
-¿No es obvio?
-Bueno, quizá sí lo es...
-¿Y tú, que haces aquí?
-Vengo a dejar esto -dijo mostrando un ramo de flores que no había notado antes Isabella
-¿A quién?
-A un amigo... murió hace poco -dijo con una mueca
-Oh, lo siento
-No pasa nada... -dijo sonriendo de lado. La sonrisa de Edward se parecía mucho a la de Ethan... de hecho, él se parecía un poco. Salvo el cabello color bronce de Edward. Pero hasta algunas pocas facciones eran muy parecidas.
-Creo que debería irme... -dijo Isabella tratando de levantarse
-Oh, claro... -dijo levantándose y ofreciéndole una mano a Isabella, que estaba batallando un poco
-Gracias -dijo débilmente Isabella mientras se ponía en pie con ayuda de Edward
-No hay por qué -dijo amablemente
-Gusto en conocerte -dijo Isabella sacudiéndose y marchándose al final
Edward la miró hasta que su esbelta figura desapareció al traspasar la puerta principal. Tenía que volverla a ver, ella parecía alguien especial, así que necesitaba verla... pero... ¿cómo?
Espero que les agrade, estoy trabajando ya en el 5°- capitulo de esta historía. Voy a empezar subiendo uno o dos capitulos por semana, ya que necesito adelantar un capitulo de No te vayas. Así que, bueno, espero que me tengan un poco de paciencia. Jeje, se les quiere, gracias.
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