Disclaimer: Naruto no me pertenece. Es obra de Masashi Kishimoto.

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Deseo Constante


Prólogo


Su ligereza se asemejaba a una magia que impulsaba su vuelo, después de haberlo convertido de una hoja de papel a un pequeño avión que flotaba a su alrededor. El efecto duraba menos de un minuto, y aunque eran sus manos que daban el primer empujón, el avión de papel parecía tomar las riendas de su corto viaje, y a ella le encantaba. Era su espectáculo personal favorito sin importar que la inocencia alejase de su comprensión, el motivo.

Desde la primera vez que había logrado aprender a hacer aviones de papel gracias a su mamá, se divertía creando montones haciéndolos volar en su habitación cuando jugaba sola. Era su secreto, su espacio, su mundo. Uno en el que imaginaba ser como ese papel transformado y surcar los cielos con la misma levedad. Ella quería esa libertad cuando creciera. Había decidido que se transformaría cuando fuera lo suficientemente grande para ir a donde quisiera, como lo hacía su avión de papel.

Capítulo 1

Rutina

El sol había llegado al punto donde sus rayos alcanzaban la pared de su edificio, atravesaban el vidrio de la ventana para impactar justo sobre su rostro. Aquella sensación quemante que lograba su efecto aun cuando tuviese los ojos cerrados, era el plan b para despertar cuando la alarma fallaba con su cometido. La molesta sensación la sobresaltaba y enojaba lo suficiente para realizar el primer movimiento que la sacaba lentamente de su somnolencia.

Se incorporó y bostezó mientras se estiraba sentada sobre el filo de la cama. Tomó impulso y se dirigió al baño para iniciar con su rutina diaria. Cepillarse, tomar un baño, vestirse, preparar el desayuno y sentarse a la espera que su compañera más dormilona se levantara directamente a embutir su comida. A veces, la envidiaba, pero cuando recordaba las tediosas horas de estudio en la universidad, el sentimiento se convertía en pena ajena.

— Serás una mala doctora. —comenzó a decir al verla acercarse a la mesa con la apariencia de un muerto viviente—. Te levantas tardes casi todos los días y eso no es bueno para tu salud. Deberías dar ejemplo.

— Son las 8 de la mañana, Ino. Aún es temprano —dijo con voz ronca al sentarse pesadamente frente a ella.

— No vale cuando te levantas temprano a desayunar y luego seguir durmiendo.

— Pero sigue siendo muy temprano para tus sermones. —refutó fastidiada ingiriendo la primera cucharada de su cereal.

— Después no digas que no te advertí, Sakura —Lo único que recibió fue un resoplido que finalizaba con el tema. Ino solo sonrió. La verdad era que le gustaba molestar a su amiga, aunque en el fondo le preocupara sus malos hábitos. Sin embargo, entendía que su carrera era muy exigente y necesitaba aprovechar cualquier espacio para dar a su cuerpo y mente el descanso que necesitaban. Ella misma lo hacía cuando estudiaba junto a Sakura.

Pero ya era pasado.

— Gracias. —Le escuchó decir cuando se levantó perezosa y se dirigió a su habitación.

— No olvides lo de hoy —avisó Ino viendo un gesto de afirmación en la mano antes de que Sakura desapareciera tras la puerta cerrada.

Se levantó para lavar los platos con tranquilidad. El bullicio de la ciudad llegaba amortiguado y la mañana podía disfrutarse con cierto silencio. Era de las pocas cosas buenas que tenía el apartamento donde vivían; el ático en el décimo piso de un edificio un poco antiguo. No tenía ascensor y su casera era una amargada solterona que buscaba cualquier excusa para arruinar el día de sus dos inquilinas, pero era su sitio, su hogar y tenía a su mejor amiga al lado. Eso bastaba.

Caminó hasta al cuarto para buscar su bolso y se dirigió a la salida con calma. No tenía prisas pues ella era su propia jefa y no había alguien a quien cumplirle horarios. Todo dependía de los encargos y las temporadas que mantenían a su floristería en marcha.

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El exterior la recibió con el ambiente contaminado por el humo de los autos y el escándalo que caracterizaba a una gran ciudad como Konoha. Luego de cuatro años ya se había acostumbrado. De cualquier forma, luchar contra la corriente urbana, le causaría el estrés que gran parte de sus habitantes sufría. Y para ella el estrés significaba envejecimiento prematuro. No era una gran fanática del maquillaje excesivo, y no quería verse obligada a utilizar cosméticos para cubrir tan pronto los rastros que el tiempo dejaría en su cara en un futuro muy lejano.

Tuvo que adaptarse a la velocidad del transeúnte promedio; solo debía caminar unas cuantas cuadras para llegar a su negocio. Aquel era otro motivo por el que apreciaba su ático, pues tenía la fortuna de quedar tan cerca.

Floristería Yamanaka, el letrero de letras púrpuras con dibujos de flores alrededor, destacaba sobre el modesto local. El frente era de vidrio en casi su totalidad, así todo aquel que pasara podría apreciar su interior.

— Buenos días, chicas. —saludó sonriente tocando con las palmas de sus manos a las flores que encontraba a su pasar. Su madre le había enseñado que hablar con las plantas y tratarlas lo más posible como personas, influía en su bienestar. Por ello consideraba que sus flores eran las más hermosas. Eran como sus hijas.

Después de cambiar el letrero a abierto, inició con el cuidado diario. Regar, cortar, añadir o reducir la tierra, y mover las flores a un lugar donde creía que se veían mejor. Ese día no tenía algún pedido que cumplir, por eso ponía especial atención a lo que hacía. Una que otra persona ingresó para solicitar información, algunos compraban y otros simplemente se iban. Había días que recibía escaza clientela, y como fuese, ella disfrutaba lo que hacía.

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El día transcurrió con mucha parsimonia. La iluminación del sol se había atenuado y casi no podía percibirse desde el interior de la floristería. Ino observaba desde el recibidor el pasar de la gente, con semblante pensativo, embriagada con el aroma mezclado de sus flores, que generaban un efecto narcótico. Sakura siempre le decía que era una fumadora de flores empedernida, porque aquello siempre la aletargaba cuando la chica de cabellos rosas la acompañaba en su labor. Durante las conversaciones, Ino se dejaba llevar por la tentadora distracción y sencillamente ignoraba lo que su amiga le decía, haciéndola merecedora de un estruendoso reclamo. Nadie entendía que le era inevitable porque se había vuelto adicta a esa irreal sensación de volar. Así había sido desde que era una niña recostada en el jardín que su madre adoraba tanto, y así siempre sería. Y ella no haría algo para cambiarlo.

Se despabiló como autómata consciente de que era la hora de cerrar. Finiquitó algunas tareas que debía hacer para dejar a sus chicas en otra noche de soledad y regresó a un exterior menos contaminado; al menos el ruido había cesado relativamente. Caminó con la calma usual de mediados de primavera; las prisas aumentaban bajo el extenuante calor de verano o el penetrante frio de invierno, y nadie estaba dispuesto a sufrir los embates del clima, prefiriendo estar bajo la cobertura de algún edificio o la frescura del viento en las playas dependiendo de la estación. Durante la primavera, todo fluía con una serenidad inherente pues existía cierto balance, un equilibrio del cual el mundo solía estar ajeno; y que enlazaba cada ser con una interacción cíclica. Los animales y los humanos convivían juntos, cada uno cumpliendo su papel ante la presencia quieta de las plantas. Dentro de la ciudad, Ino podía disfrutar de ese espectáculo en un solo lugar: El Parque Central, otro de sus garitos, según Sakura.

Aceleró sus pasos al divisar un cabello rosado cerca al supermercado donde habían acordado encontrarse. Mientras más se acercaba, podía notar la impaciencia en el rostro de su amiga, seguramente la estaba esperando más de lo necesario, mientras ella había estado divagando durante su camino.

— Llegas tarde. —dijo con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Estaba vestida con el uniforme de residente de color verde pálido de su universidad.

— Lo siento, me tardé cerrando la floristería.

— Otra vez estabas fumando flores —afirmó con mirada inquisidora para luego restarle importancia dándole la espalda, y caminar hacia el interior del súper. Ino dibujó una leve sonrisa. Era su entretenimiento personal hacer irritar a Sakura.

Cuando estuvieron dentro, ambas sabían lo que debían hacer. Era el día de hacer mercado, y desde el primer día que se mudaron juntas, habían decidido dividirse la lista de productos un día antes, para que nadie olvidara algo. Generalmente, Sakura debía ir a una clase nocturna, por lo que se preparaba para dirigirse a la universidad a penas dejaran las bolsas en el apartamento.

Se pusieron en marcha con su labor y tomaron direcciones diferentes. Ino paseó por los estantes conocedora del lugar, y a veces se topaba con Sakura por los pasillos, se dedicaban una rápida mirada y continuaban. La tarea no duró demasiado, al final se encontraron en la caja y se dividieron en partes iguales el valor de las compras.

Ya en el apartamento, Ino decidió encargarse de organizar las cosas comprendiendo a Sakura y su deber en la universidad. Eran compañeras de piso y grandes amigas, pero también un equipo, así debían ser las cosas si querían que su convivencia funcionara de la mejor manera.

Al terminar, siguió con el cronograma de su día a día. Tomó un baño, cenó y se sentó frente a su computador portátil para revisar el correo personal y el de su negocio, iniciando con el último. Algunos eran publicidad, en otros solicitaban información y en unos cuantos hacían pedidos. Respondió y borró los que debía. Sin mucho entusiasmo abrió su correo personal pues no solía encontrar mensajes relevantes.

— ¿Shikamaru? —no pudo evitar que el nombre saliera de su boca en un susurro de sorpresa que también se reflejó en su rostro. Entre mensajes de inscripciones diversas, ante sus ojos resaltaba en la columna de remitente el nombre Shikamaru Nara, con el asunto que expresaba Invitación. De las pocas cosas que podían alterar su rutina, y eso incluía su humor característico; ella no esperaría encontrar un mensaje de su ex novio, con quien había tenido una historia significativa que resultó en un distanciamiento total. Tiempo había pasado, demasiado, desde la última vez que había tenido alguna clase de contacto con él. Uno que otro rumor por parte de Sakura, había escuchado sobre su vida. Sabía que tenía una nueva novia, que pronto terminaría su carrera universitaria y tomaría el lugar de su padre en la empresa familiar. Pero a eso se reducía todo, a rumores y noticias casuales.

Le tomó menos de un minuto para salir de su leve consternación, y abrir el correo. Leyó primero con cierta rapidez, y le dedicó una lectura más centrada. Lo primero que notó era que se trataba de un mensaje con numerosos destinatarios de los cuales reconoció algunos. Pero el asunto central era el cuerpo del mensaje. Los segundos pasaron mientras procesaba la información con una lentitud que su cerebro inconscientemente sufrió, hasta que algo hizo clic, tomó el camino necesario hasta los puntos indicados que la llevarían a un obvio y esperado resultado.

— ¡¿Hinata y Shino se casan?!

Había pocas cosas que podían alterar su rutina. Una salida con Sakura, una discusión sin sentido, la casera del edificio y sus reclamos injustificados, y otros sucesos nimios que olvidaba cuando el sueño llegaba a ella. Pero Ino nunca había imaginado que un sencillo correo electrónico podría ser un detonante para cambiar su día, y principalmente su humor. Porque ella sabía lo que esa noticia significaba. De lo que no estaba segura era si debía importarle de la manera en que lo hacía.


Nota de Autor: ¡Hola! Primero que todo, debo hacer referencia al fanfic que ya inicié, Armas de destrucción. Sé que lo he descontinuado, pero está en proceso de corrección. El problema recae en que mi computador se murió y allí estaban los capítulos. Solo puedo decir que lo continuaré cuando termine por ese largo proceso.

Estoy usando un portátil provisional (gracias a mi querido y heroico novio), y gracias a ello aproveché la inspiración y la oportunidad para iniciar esta historia que planeo sea corta. Ya la tengo avanzada.

Respecto al título, si es de interés, es el nombre en español de una canción llamada Constant Craving por K.D. Lang. Y la historia nació de su letra.

Sin más para añadir, gracias por leer, espero les haya gustado, siendo así, no olviden comentar.

PD: Sé que este capítulo fue corto, pero iré aumentando la extensión de los próximos.

Chao, chao.