La luz de la lámpara y la sombra de la noche hacen resaltar la geografía del torso delgado de Dylan. Este, deja caer en el piso su playera y se sienta en la orilla de la cama para retirar sus tenis y sus calcetines. Luego se pone de pie y, con dificultad, arrastra sus ajustados pantalones hasta sus los tobillos. Se sienta una vez más para poder quitarse los pantalones por completo. Pronto queda desnudo, cuando sus calzoncillos también caen en el piso.

-Hubieras ido a la fiesta estuvo genial-dijo Dylan.

Y, sin pudor alguno, como si no hubiera nadie más en la habitación, se levanta. Camina hasta su cómoda y de ella saca su pijama.

William está ahí, en la misma habitación, acostado en su cama. Aunque en un principio este tipo de actos incomodaban a William, ahora, después de casi un año de compartir habitación con Dylan, William ya se ha acostumbrado. Antes se molestaba y regañaba a Dylan por andar desnudo frente a él pero al no conseguir resultados positivos se dio por vencido.

Y, a decir verdad, la desnudes de Dylan había llevado a William a descubrirse a sí mismo. Descubrió que se sentía atraído por chicos o, para ser más específico, se sentía atraído por Dylan. Así es que esa noche, mientras Dylan se ponía su pijama, William recorría cada centímetro de la piel desnuda de su hermano con la mirada.

-Ya te dije que tengo un examen muy importante en la mañana. ¿Podrías apúrate a apagar la luz? Tengo que dormir bien-dijo William falsamente enojado, rogando en el fondo, que Dylan tardara en vestirse.