Hogwarts, considerado un templo del saber, era un lugar que muchos consideraban su hogar.
Alto e imponente parecía brillar en la noche un hermoso castillo al que siempre llegaban cientos de niños esperando aprender para salir de ahí convertidos en jóvenes poderosos.
Un lugar al que ahora se acercaba entre la obscuridad de la noche una figura encorvada, con una túnica rota, con manchas por todos lados que por su color parecía ser sangre seca y algo de sangre nueva. Se notaba que era una túnica vieja que había sido usada a más no poder, pues tenía los bordes roídos, estaba extremadamente sucia con las mangas hechas jirones y el cuello de la misma había sido roto pues se dejaba ver un poco del pecho de la mujer.
De las mangas sobresalían unas manos llenas de cicatrices, mostrando que las heridas viejas ya habían sanado, pero parecía también tener heridas nuevas, sangrantes, y era obvio que estaban muy infectadas. La figura era obviamente femenina pues las manos eran delicadas, delgadas, con dedos cortos pero finos y su piel parecía ser un poco bronceada. Quien sea que fuera esta mujer caminaba (o más bien cojeaba) lo más rápido que podía, con una mano apretando su vientre, el cual tenía una herida aún más grande y profunda.
Volteaba para todos lados con miedo, como si creyera que alguien la venía siguiendo. Iba como alma que lleva el diablo y es que entre tanto silencio imperaban sus agónicos sollozos. Era peor que escuchar a un animal herido de muerte. Curiosamente, entre sus manos llevaba un pequeño artefacto que no se distinguía, pues sus manos lo cubrían por completo.
Al llegar a las rejas del colegio sacó su varita, o más bien la varita que había robado. Lo que estaba a punto de hacer no era algo que alguien como ella (bajo otras circunstancias) hubiera hecho, pues iba a conjurar un hechizo de magia obscura. Obviamente tales rejas que contaban con siglos de años de protección no se abrirían con un simple Alohomora.
Era consciente de que tal hechizo provocaría un revuelo entre los profesores. Sabía que estaba a punto de interrumpir su paz pues todos vendrían a ver que sucedía, pero eso es lo que quería. Sentía que su fuerza ya no daba para más, que su frágil cuerpo se derrumbaría por tal esfuerzo. Estaba a segundos de caer al suelo. Su espíritu, su alma y su corazón se debilitaban con cada paso que daba. Necesitaba ayuda urgentemente o moriría.
Cuando estuvo lista pero más que nada segura de que tenía que concentrase logró sobreponer su concentración al dolor que sentía y pronunció las palabras -aperta ad tempus-, y mientras las decía con la punta de su varita pronunció un –diffindo- que abrió una gran parte de la pequeña palma de su mano. Al sentir el dolor hizo un gesto que lo representaba, pues por más tortura que le infringieran no había logrado sobreponerse al dolor que sentía. Al terminar el corte tocó con su palma abierta las rejas para así cumplir con el sacrificio, que era el precio que la magia negra pedía. Cuando acabó de decir el encantamiento, instantáneamente se sintió peor. Se sintió cansada, drenada por tanto desgaste y uso de magia.
A los pocos segundos de terminar de decirlo la puerta se empezó a abrir. Ella sentía que lo hacía con demasiada lentitud y apenas se hubo abierto lo suficiente para dejarla entrar, así lo hizo.
La pobre mujer siguió su camino a duras penas. No había dado ni cinco pasos cuando empezó a llover. Podía sentir cómo las frías gotas de lluvia traspasaban la tela de su vieja túnica, empapándola por completo mientras ella tiritaba de frio, pero aun así no dejó de seguir caminando. No era mucho lo que avanzaba pues con la magia, energía y sangre que había gastado en un solo encantamiento se había debilitado aún más de lo que ya lo estaba. Seguía llorando mientras caminaba, el simple hecho de respirar dolía.
Después de cinco minutos de seguir caminando sin combustible paró y sin más cayó al suelo, emitiendo un sonoro gemido de dolor. Al llegar al suelo sintió como se le clavaban algunas piedrecillas en las rodillas, pero no podía hacer nada, no tenía fuerzas. No solo se quedó ahí, sino que siguió cayendo hasta que su rostro hizo contacto con el suelo.
Antes de desmayarse solo pudo ver como una alta figura vestida de negro se le acercaba y se arrodillaba a su lado. La volteó para que quedara boca arriba, y pudo oír como decía:
—¡Es ella! —sonaba más que solo feliz, se escuchaba aliviada mientras seguía diciendo—: ¡Es ella! Ha aparecido, después de tanto tiempo al fin está aquí. Llamen al señor Potter, él debe ser el primero en enterarse.
La figura seguía arrodillada a su lado, entre los pequeños charcos llenos de lodo, sin importar que su túnica quedara arruinada. Ella sentía mucho frio y el agua seguía resbalando por su cara, cuello y pecho. Fue lo último que sintió antes de cederle paso a la inconsciencia.
Dos años antes: fiesta de Bill y fleur.
Hermione estaba sentada en una esquina del cuarto donde se preparaba la novia para su boda, a su lado se encontraba Ginny.
—Ridículo, ¿no crees? —opinaba ella, a lo que Hermione respondió:
—¿Qué te parece ridículo? —Ginny se encogió de hombros y miro hacia el frente—. Todo, digo si alguien se ama porque no solo demostrarlo ¿acaso es muy necesario un juramento para ser feliz, que no basta con tu palabra al decir que amas a alguien?
Hermione la miro y Ginny al sentir su mirada volteó a verla. En ese momento Hermione le contestó:
—Para la mayoría de las personas jurar tu amor es la máxima prueba de que en realidad el amor es para siempre. Es como prometer que una parte de ti siempre les pertenecerá, es un sentido de pertenencia que todos tenemos. Cuando seas más grande lo entenderás.
Ginny parecía incrédula y a la vez curiosa.
—¿Y tú como es que sabes todo eso, acaso estas enamorada de alguien? —Hermione se sonrojó, pero intentó mantener la compostura y le dijo—: No, es solo que siempre he sido muy madura para mi edad y tengo muy buena lógica que me ayuda a entender el razonamiento de los demás, eso es todo.
Ginny no podía ocultar su sonrisa.
—Claro, como tú digas —luego ambas se echaron a reír como dos niñas mientras seguían platicando de todo y nada a la vez.
El lugar estaba hermosamente arreglado. Sobre ellos se alzaba una enorme carpa dentro de la cual se encontraban acomodadas bancas hechas de troncos de árboles con un pasillo blanco en el centro y al lado de cada banco se encontraba un enorme ramo de rosas blancas. En el techo parecía que hubieran puesto un hechizo para que cayeran pétalos de margaritas como si fueran una lluvia blanca interminable. Había pequeñas hadas volando por todos lados, viendo a la gente y maravillándose con las joyas que adornaban el cuerpo de algunos invitados. Todos estaban elegantemente vestidos. Hermione se encontraba sentada al lado de la señora Weasley y observaba atenta todo lo que decía el Ministro.
—El matrimonio es una alianza no solo de cuerpos, sino de almas y mentes, es indestructible porque es una unión para la eternidad inseparable, innegable y más aún si hay amor de por medio. No podemos cometer el error de casarnos con alguien si no estamos seguros pues en lugar de asegurarnos felicidad solo nos encerraría en una prisión de amargura y tristeza. Al unirte a la persona correcta puedess sentir su corazón, saber que te ama, es el cielo, mirarlo a los ojos acelera tu corazón y al mismo tiempo por un segundo lo detiene. Al mirar a la persona que amas a los ojos puedes saber la respuesta a tus preguntas.
Todo el mundo estaba maravillado ante tales palabras. Las mujeres en especial suspiraban de felicidad, Hermione pensaba que era hermoso y muy sutilmente intentando disimular su mirada volteó a ver a Ron, el cual estaba sentado a su lado, pero cuando él volteó hacia ella Hermione ya estaba viendo hacia los novios.
Molly lloraba de felicidad, pues el primero de sus hijos hacia su propia vida y Arthur no podía estar más orgulloso de su muchacho pues este iniciaba su propia familia. En ese momento el Ministro comenzó a hablar de nuevo.
—Por eso, en este momento pido al noble caballero y a la bella dama frente a mí que se miren a los ojos y abran sus almas —Bill volteó a ver a Fleur a los ojos y sonrió mientras Fleur parecía a punto de romper a llorar, pero de felicidad. Sin dejarse de ver se tomaron de las manos.
—Bill weasley, ¿aceptas unir tu ser por completo en mente, cuerpo y alma a Fleur Delacour, comprometiéndote así a amarla, cuidarla, protegerla y dar la vida por ella si así es requerido para salvarla? ¿Aceptas una eternidad a su lado, con alegrías y tristezas en momentos de amargura pero también de gloria, para ser uno en el infinito? —en cuanto el Ministro dejó de hablar Bill no tardo ni dos segundos en dar la tan ansiada respuesta.
—¡Sí! —entonces el Ministro sonrió ampliamente, volteando hacia la novia y repitió el voto a ella. Mientras escuchaba lloraba sutilmente de la emoción. Al terminar el Ministro de hablar ella también respondió con un muy claro -si-, y el Ministro finalizó con un -lo que ha sido unido no sea separado jamás, y recuerden unidos para ser uno en el infinito-.
Luego relajando un poco más su semblante dijo:
—Ahora muchachos vayan a disfrutar de su celebración, yo me retiro pero no sin antes desearles felicidad para toda la vida, hasta luego.
Y con eso desapareció del lugar con rumbo al Ministerio, dejando a los novios en un mar de gente que los felicitaba. Hermione , Ron y Harry entre ellos.
—Muchísimas felicidades chicos, se ve que están llenos de amor, se merecen este momento de felicidad —dijo Hermione con mucho cariño, a su lado Harry y ron sonreían a la nueva pareja.
Ron dijo:
—Felicidades hermano, espero que sea una buena vida esta de casados y que no te pateen el trasero muy seguido —a lo que Hermione y Harry le lanzaron una mirada asesina, pero los novios solo rieron. Harry llamó su atención.
—Chicos ya todo está listo en la Madriguera. Deberían irse ahora, tu mama está preparando todo y está muy emocionada esperando junto a la chimenea para recibirlos con uno de sus muy efusivos abrazos. Les digo para que se preparen mentalmente —al terminar Harry les dijo—: Por cierto, felicidades chicos.
Hermione terminó con un:
—Recuerden que esto es solo el inicio, sean felices y váyanse, ya no hagan esperar más a la pobre mujer que se fue hecha un mar de lágrimas, los vemos al llegar allá, ¿de acuerdo?
Bill y Fleur los miraron muy agradecidos y les dijeron:
—Gracias chicos por estar aquí y por todo lo demás, de verdad gracias —luego se miraron y se fueron de ahí con rumbo a la Madriguera. Harry, Ron y Hermione se miraron y Ron dijo:
—Bueno chicos no sé ustedes pero yo quiero ir y probar un poco de ese whiskey de fuego —Hermione lo miró alarmada y le reprendió—-. ¡No Ron, si lo haces y tu madre te ve te matará! —Ron solo rodó los ojos y se encogió de hombros.
—¿Qué sería la vida sin dragones? —le dijo.
Hermione contradijo.
—Ella se enterará.
—Bueno, la idea es evitarlo, ¿no? —Ron movía las cejas de arriba abajo, Harry no pudo evitar la carcajada que soltó al oírlos discutir como cuando eran más chicos, pero luego tranquilizó a Hermione.
—Yo lo cuidaré para que no pruebe ni una sola gota de esa deliciosa ambrosia de los Dio… —paró al ver la expresión de Hermione y corrigió—. Emm, yo cuidaré que no tome, ¿está bien? —la mirada incrédula de Hermione le decía todo, pero aun así ella solo dijo:
—Te creo —con eso cambió su mirada a una más relajada—. Vámonos chicos, es hora de celebrar.
Ellos la abrazaron y así se fueron los tres juntos a la Madriguera.
Dos horas más tarde:
—Disculpe señor Weasley, ¿de casualidad usted no ha visto a Harry y a Ron? —preguntó Hermione a Arthur, a lo que el señor muy amablemente le respondió con un:
—No pequeña, pero deben andar por ahí, ¿para qué los necesitabas? —ella quería verlos pero no quería sonar desesperada.
—Nada, es solo que me siento un poco mal y quería decirles que iré a tomar un poco de aire.
El señor Weasley se notaba un tanto preocupado pues a pesar de no ser su padre la quería como si así fuera. Él siempre les había mostrado afecto y cariño, lo cual sin duda era muy agradable. Por eso su preocupación la enternecía mucho.
—¿Quieres que te acompañe un rato? —dijo él.
Ella lo pensó, pero luego negó.
—No señor, muchas gracias pero quiero estar un rato a solas.
Ella jamás imagino que por ese error se terminaría metiendo en problemas que traerían consigo muchas consecuencias, pero ajena a todo eso le sonrió.
—Solo dígales si los ve que al rato vuelvo, y que no me extrañen mucho —dijo como en broma, sin saber que se volvería realidad. Arthur viendo que no estaba tan mal decidió dejarlo pasar.
—Está bien, yo les diré. Ve tranquila niña, espero que te sientas mejor. Luego te veo.
—Gracias señor Weasley, espero que se siga divirtiendo. Adiós.
Y con eso se fue, salió de la tienda y caminó hasta el otro lado de la casa. Estaba muy oscuro y con los tiempos en los que se encontraban sabía que no debía irse sola pues en cualquier momento podía encontrarse con una no muy grata sorpresa, pero aun así no pudo evitar querer un minuto de silencio y paz y siguió caminando hasta la entrada, donde vio una enorme piedra donde se sentó a descansar una rato. Así se le fue el tiempo, y sin saber cuándo sucedió, se quedó dormida.
Mientras del otro lado donde aún había fiesta:
Harry y un muy divertido Ron (y con muy divertido se quiere decir algo tomado), buscaban por todos lados a Hermione. Así habían pasado ya un buen rato y se habían cansado de buscarla, por lo que se encontraban en camino a buscar un asiento cuando justo en ese instante apareció como de la nada una pequeña bola de luz flotante.
Parecía una bola de luz blanca con destellos azulados, los cuales después tomaron la forma de un animal, para ser más específicos un lince. Era un patronus, del cual con la clara voz de Kingsley Shackelbolt dijo algo que alarmó a todo el mundo.
—¡Los Mortifagos van para allá! ¡Huyan, salgan de ahí ahora!
Con eso desapareció, convirtiéndose en nada pero mucho a la vez pues gracias a ese aviso no estuvieron desprevenidos. Cuando sintieron los primeros rayos de colores caer, parecía un arcoíris de fatalidad del cual no sobrevivirían si no salían de ahí en ese instante.
Harry junto con Ron estaban a punto de empezar su frenética búsqueda de Hermione, pero fueron detenidos por Remus, el cual los tomó de los brazos y jalándolos hacia un lado de la tienda les dijo:
—Salgan de aquí —pero al ver la duda en ellos les gritó—. ¡Váyanse!
Ellos estaban preocupados pues para que Remus Lupin se alarmara tanto se necesitaba mucho esfuerzo, aun así no podían irse sin Hermione y así lo dijeron:
—Pero no podemos irnos sin Hermione… —no terminó de hablar porque Remus lo sacudió con tal fuerza que lo dejó sin palabras—. ¡Si no te vas Harry muchas personas morirán en vano! Si los mortifagos te llevan con "el que no debe ser nombrado"… debes irte, recuerda que es tu destino terminar con esto, no podemos perderte, ¡váyanse! —parecía haberse calmado un poco más. Harry todavía no salía de su estado de shock así que Remus le dijo a Ron.
—Llévatelo de aquí, ¡ahora! —Ron entendió que no podían seguir ahí así que tomó una decisión y se llevó a un muy alterado Harry casi a rastras.
Ellos se fueron de ahí sin Hermione, sin saber que no volverían a verla en un largo tiempo, pues ella no correría con la misma suerte de poder escapar como ellos al haberse quedado dormida. No se dio cuenta de lo que sucedia en la fiesta, por lo tanto no vio al Mortifago que se le acercó, ella pudo oírlo pero fue muy tarde. No pudo hacer nada pues en el momento en el que ella abrió los ojos recibió de la varita del Mortifago un desmaius en pleno pecho que la dejó fuera de combate mientras que el Mortifago solo la veía nunca se quitó la máscara, mas no era necesario pues tenía ciertos rasgos que lo definían. Ciertamente debajo de esa máscara el hombre sonreía pensando en lo que le haría a la pobre muchacha. El señor Weasley fue el último que logró verla antes de que sucedieran las cosas, Hermione no sospechaba ni un poquito de lo que tendría que pasar antes de ser libre nuevamente.
