Título: Tatuaje

Animé/Manga: One Piece, de Eiichiro Oda

Género: Drama, acción, suspenso

Resumen: ¿Qué sucedería si la hija de Luffy se enamora del hijo de su peor enemigo? ¿Qué sucedería si alguien hace desaparecer al nieto de Luffy? ¿Y si ese nieto, en su adolescencia, finalmente se encuentra con su verdad? El destino puede ser increíblemente irónico…

Disclaimer: One Piece es una obra maestra de Oda-sensei. Todos los Mugiwara son suyos y algún que otro personaje de esta historia es de mi autoría, pero ojalá los tome para One Piece (cara con ojitos de estrella).


Capítulo 1: Prólogo de la desesperación

"Si te arrancan al niño, que llevamos por dentro,
Si te quitan la teta y te cambian de cuento
No te tragues la pena, porque no estamos muertos…"


¡Mamá! la voz de la mujer de cabellos castaños inundó la pequeña habitación. Estaba completamente despeinada y su largo cabello estaba pegado a su rostro empapado de sudor. El resto cubría desprolijamente la almohada. Las sábanas amarillentas y desgastadas estaban arrugadas y se podía ver el colchón de lana debajo. Sintió un golpe de realidad cuando notó que no podía mover la mano derecha y recordó cuando esa bestia inmunda la amarró con fuerza a ese lugar, impidiéndole siquiera moverse mucho más allá de la cama.

La habitación estaba debajo del castillo de popa, era oscura y sucia, hasta podía escuchar las ratas cuando con sus pequeñas patas rascaban la pared para pasar. Tenía náuseas, y le dolía muchísimo el vientre bajo. Estaba segura que pronto llegaría el momento y su hijo nacería allí en ese inmundo barco en medio del mar.

Ni siquiera podía saber si aún estaban en el Nuevo Mundo. La última vez que vio el sol, navegaban cerca de Dressrosa y avistaron una nave pirata a lo lejos. Su corazón dio un brinco de emoción al saber que era un aliado de su padre y que al fin podría huir de allí. Quizá tenían suerte y hasta la llevaban a los brazos de su madre.

Extrañaba muchísimo a su madre. Nami hubiera sabido qué decirle sobre su primer embarazo. Quería abrazarla, besarla y pedirle perdón por todo lo que les había dicho y hecho. Una lágrima salió de su ojo derecho y el dolor volvió a ser profundo, no dejándola respirar. Quiso gritar pero no pudo.

El bebé llegaría ese día, estaba ya absolutamente segura. Y ella estaba sola y atada. Debía al menos soltarse para poder acomodar un poco el lugar. Se acomodó para poder observar. Había una silla y un barril seguramente con agua. También una jarra. Al menos podría lavarse un poco. Observó detenidamente su mano derecha, que estaba ensangrentada y sucia de tanto forcejear y luego pensó que quizá podría desatar el otro extremo.

Volteó y en el suelo encontró lo que más tarde sería su salvación: un cuchillo. Sus ojos brillaron después de tanto tiempo, pero al instante sintió nuevamente el dolor punzante en su vientre bajo. Respiró profundamente e imaginó a su padre, su sonrisa, su fuerza, sus ganas de aventuras y tomó fuerzas para continuar.

El cuchillo no estaba muy afilado pero le sirvió para gastar la soga y soltarse. Al ponerse de pie, agua tibia con la fuerza de un baldazo, se escurrió por su entrepierna, mojando todo el suelo de maderas maltrechas. Maldijo por lo bajo y se acercó al barril, donde efectivamente había agua.

Koichi tomó su abultado vientre, como queriendo sostenerlo un poco más. Pronto escaparemos se juró mentalmente que sacaría a su hijo de ese maldito barco ni bien pueda moverse con soltura nuevamente. Quizá en un par de días.

El parto fue rápido y a pesar de que estaba sola pudo arreglárselas perfectamente. El cuchillo le permitió cortar el cordón umbilical del pequeño, quien dormía plácidamente en la cama, envuelto en un pedazo de la sábana. El niño era precioso, sus ojos eran expresivos y de color avellana, y su suave e incipiente cabello era rojo como el fuego. Ya no tenía nada más que pensar, en dos días se iría de allí a como diese lugar. No le importaba más nada.

Veamos escuchó una voz atrás de la puerta. instintivamente tomó al bebé en brazos y se acomodó sobre la cama. Estaba hecha un desastre, pero no le importaba. Al menos había podido reconocer algunas cuestiones básicas, como que el niño estaba bien y la placenta había salido completa. Su sangrado no se detenía, pero habían pasado apenas unas tres horas desde el parto. Cómo está mi princesa

Un enorme hombre ingresó a la habitación, enmudeciendo al verla ensangrentada de la cintura hacia abajo y con el bebé en brazos. Se había recogido el cabello con la soga que antes le amarraba la mano. El tipo sonrió.

Déjame tranquila escupió con bronca.

No puedo hacer eso, querida dijo él, acercándose y dejándose ver. Tenía unos veinticinco años, era corpulento y gordo, con una barba desprolija color negro.

Estabas mejor cuando tenías la puta boca cerrada ella estaba furiosa, sus ojos negros ardían.

No puedo callar ante tanta belleza estiró su mano para tocarla pero ella lo escupió. Bueno, bueno él sonrió, sobrándola. No iba a hacerle daño a su hijo se limpió con la ropa. ¿De dónde habrá sacado ese cabello tan rojo? se alejó un poco. Le solicitaré al Capitán que te permita salir a lavarte, no quisiera que mueras de una infección

Preferiría morir retrucó ella. Pero debo cuidar a mi hijo el hombre salió.

Al poco tiempo sintió que alguien ingresaba a la habitación y su alivio fue grande al notar que era la jovencita que siempre la ayudaba antes, cuando la trataban bien. Bella era muy callada, pero solían llevarse muy bien.

Bella, que bueno que te hayan enviado

Señorita Lucy, por favor, no diga eso – la muchacha de cabello negro y largo estaba al borde del llanto.

¿Qué sucede? – Lucy estaba un poco alarmada por la manera en que la chica le hablaba y rápidamente quitaba las sábanas sucias e intentaba limpiar la sangre del suelo.

Es el Capitán – susurró. – Le dijo al Señor que no podrá conservar al bebé

¡¿Qué?! – gritó Lucy, y Bella le hizo gestos de silencio. – No permitiré que le haga algo a Koichi

Lo sé, señorita – Bella se acercó. – Pero es lo que escuché. El Señor estaba discutiendo mucho con el Capitán

Haremos algo – Lucy estaba muy confiada, y sabía que Bella era una buena mujer. Le dio un beso en la frente al niño y se lo entregó a la jovencita.

¿Qué hace?

Tú te lo llevarás – le dijo, mirándola a los ojos. Bella negó con la cabeza. – Si, Bella. Hasta que me haya librado de Barbanegra, tú te lo llevarás. Le haré el tatuaje y conservará el apellido de su padre

Será muy arriesgado, señorita, yo… yo no puedo

Si, puedes. Marshall D. Koichi irá contigo y nos encontraremos en el East Blue en cuanto pueda librarme de este desgraciado

Señorita Lucy, ¿aún…?

Aún lo amo, Bella. Él fue el amor de mi vida, siempre lo amaré – acarició la cabeza del pequeño. – Y jamás perdonaré a Barbanegra por lo que le hizo – la observó con determinación. – Por eso no puedo entregarle a mi hijo – la de cabello negro asintió.

Está bien, me lo llevaré al East Blue


Cuando abrió los ojos era de mañana. Algo se revolvió a su lado y descubrió que era su pequeño Koichi ya despierto, jugando con su cachorro que también estaba sobre la cama. Ese había sido un mal sueño. Recordar todo aquello no le gustaba para nada, no después de saber que aún estaba en pie aquella promesa que hizo con Bella ese trágico día del nacimiento del pelirrojo, hacía dos años.

Desde aquel momento, Barbanegra jamás hizo nada en su contra ni en contra de su propio nieto, Koichi, a pesar de saber que en algún punto lo detestaba por ser también nieto del Rey Pirata, su padre, Monkey D. Luffy. ¡Cómo los extrañaba! Pero ese no era el momento de ponerse melancólicos. Pronto su deseo de escape estaría haciéndose realidad, Bella se llevaría a Koichi al East Blue y esperaría por ella, y juntos buscarían a sus padres y volverían bajo la protección de los Mugiwara.

El sol brillaba en lo alto cuando alguien tocó la puerta de su habitación dos veces antes de darle vuelta a la llave y pasar. Era aquel tipo odioso, que reemplazó a su esposo cuando éste murió en esa batalla hacía tiempo. Le hubiese encantado que él conociera a Koichi, lo cargara entre sus brazos y los tres pudieran ser tan felices como lo soñaron. Pero, el destino es caprichoso e impredecible, y no sólo lo arrancó de su vida sino que estaba por tomar una de las determinaciones más peligrosas del universo: desafiar a Barbanegra.

– El Capitán quiere verte – soltó el tipo sin entrar a la habitación. Lucy, que vivía encerrada en la habitación, sonrió levemente. Dejó a Koichi en el suelo, y se acercó al hombre.

– ¿Para qué quiere verme? – preguntó desafiante, clavándole los ojos. Si algo la caracterizaba, era que no le tenía miedo a nada.

– No lo sé, pero debes prepararte, no está de humor – al parecer, el sujeto estaba algo molesto y Lucy pudo observar un reciente golpe en el rostro. Quiso reir, pero no lo hizo.

– Pues bien, vamos, yo tampoco estoy de humor – giró y tomó al niñito de la mano, dispuesta a llevarlo con ella.

– No, querida – el tipo se cruzó de brazos. – El niño se queda con la criada – soltó e inmediatamente Bella apareció detrás suyo con cara de pánico. Lucy le hizo un gesto y ella pasó, tomado a Koichi en sus brazos con una sonrisa.

Barbanegra había envejecido tanto que su cabello era completamente blanco. No le quedaba nada de negro y a Lucy le parecía chistoso que su apodo no coincidiera con su aspecto. Tenía una pierna de palo y le faltaba un brazo y una oreja, cortesía del Rey Pirata. Lucía espantoso, ya sin ningún diente y una enorme joroba que no le permitía enderezarse, quedando prácticamente tirado sobre el sillón de respaldo aterciopelado y alto donde sentaba su detestable trasero.

Como no veía bien, hacía que algún esclavo le indicara quienes ingresaban a la habitación y le describiera cómo estaban vestidos, y sus expresiones. Y si no le gustaba lo que el esclavo decía, lo mandaba a matar por su hijo adoptivo, quien en ese momento ingresaba al recinto con Lucy.

– Entra su hijo con la Señora Lucy, Capitán – dijo el pobre tipejo temblando de miedo. Aún se podía observar sobre la alfombra la sangre del anterior. – Ella trae unos pantalones negros y una camiseta roja, mi señor

– ¿Cómo tiene el cabello? – preguntó Barbanegra, y un humo negro se escapó por su boca. La voz sonaba ronca y débil, pero Lucy pudo oírlo perfectamente.

– Negro, señor, recogido en una trenza – el viejo sonrió y a Lucy le dieron asco sus encías sin dientes.

– Ven – ordenó y ella se acercó rápidamente, sin vacilar. – Siempre tan altanera, niña – soltó una carcajada que terminó en una tos horrorosa. – Como ves – dijo cuando pudo – estoy muriendo – afirmó y Lucy abrió un poco los ojos pero no dijo nada. – El mocoso – soltó aire – el mocoso heredará mi nave

– ¿Qué? – dijo ella, sin creérselo. ¿Tanto tiempo planeando un escape, creyendo que Barbanegra quería que su Koichi estuviese muerto, y venía y le decía esto? – ¿Quiere que un pequeño de dos años quede a cargo de su nave? ¡Van a asesinarlo ni bien usted deje de respirar! – gritó desesperada. Teach sonrió.

– Bueno, eso es de esperar – la miró, y aunque Lucy sabia que él solo veía manchas, supo perfectamente que la estaba probando. – Por eso, tú te quedarás a cargo – la Monkey creyó que se le había caído una montaña encima. ¿Estaba el viejo decrépito loco o qué?

– Usted está demente – soltó y giró. – ¿Por qué no le da el mando a este inepto? – se le salían las palabras una tras otra aún consciente de que podría no salir de esa habitación. – ¡Cierto! ¡No le dan los huevos! – gritó en todo su rostro. El sujeto se encolerizó pero automáticamente quedó estático. El haki de Barbanegra se hizo sentir y él, como su vasallo, supo que no tenía que hacer nada.

– Mi nieto será mi sucesor y no podrás evitarlo, Monkey D. Lucy – su voz se había tornado espeluznante, pero Lucy no volteó. – Ahora vete, quiero morir en paz


Nota de la autora: REEDITANDO. Es una historia que a veces se les tornará compleja de leer ya que tiene algunos cambios temporales. La trama transcurre en dos tiempos: el presente y el pasado, pero sin embrago, el pasado quizá puede ser hace muchos años o hace pocos meses. Intentaré ser lo más clara posible en la ubicación temporal (cuando esto no le quite suspenso a la trama, saben que me encanta dejarlos con ganas de más).