Nota del Autor: La historia se ubica a continuación del episodio "The Gathering" y será obsoleta después de la transmisión del capítulo siguiente. Se inspira en el diálogo entre Hotchner y Reid (a propósito de la negociación de rehenes) donde le dice "Para mí, claramente, esto es por Maeve". Tocará, a su vez, varios temas que se presentan en diferentes episodios de las 8 temporadas aireadas. El prefacio muestra parte del desenlace del fanfic y espero que a algún lector le llame la atención al mirarlo ;).
Aviso: Criminal Minds y los personajes representados en el espectáculo no me pertenecen… Y obviamente, no gano nada con ésta publicación.
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El cielo, el infierno y el mundo entero, están en nosotros.
Henry F. Amiel
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.:*Prefacio*:.
La primera vez que Spencer Reid visitó la escena de un crimen, fue en compañía de Jason Gideon y Derek Morgan. Su mentor nunca intentó mantenerlo al margen de las situaciones desagradables que implicaba su trabajo, y aquella vez no fue la excepción: Su confianza en el muchacho era total.
Cuando lo reclutó de la academia, teniendo sólo veintidós, movió todos los hilos burocráticos a su alcance para lograr las excepciones necesarias y su ingreso a la unidad, estaba convencido del potencial que traía al equipo. El genio era como un diamante en bruto.
El tiempo le daría la razón.
Aquella mañana de agosto, Gideon condujo a Reid por el pasillo angosto del bloque de departamentos. Lo mantuvo a su lado hasta traspasar las cintas amarillas, en tanto que, Derek Morgan caminaba cautelosamente por detrás de ambos. La mirada escéptica no había abandonado el rostro del moreno desde el momento mismo en que expresó a sus superiores las dudas sobre cómo podía afectar al novato esta primera experiencia con un asesinato real. Tanto Hotchner como Gideon escucharon su preocupación y lo alentaron a que lo dejara seguir adelante, si el chico no podía manejar un cuerpo, era mejor saberlo pronto.
Habían llegado al lugar del homicidio. Era justo el momento de saber si el joven agente iba a aguantarlo.
A medida que el grupo avanzó hasta donde yacía la víctima, el cuerpo se hizo visible. Una mujer morena, identificada como técnico forense se encontraba levemente inclinada a un lado del cadáver, tomando fotografías.
Morgan se puso los guantes mientras caminaba por delante de sus dos compañeros de equipo. Le hizo una señal al chico para que imitara su ejemplo. Gideon, a su pesar, no se molestó en seguirlos, el zorro viejo no tenía intención de tocar nada. Dio un paso al lado del cuerpo y se arrodilló para estudiar la víctima y su entorno. Morgan le siguió pausadamente, quedándose de pie, cada neurona de su cerebro estaba concentrada en las indicaciones que daba su jefe, aún así notó que el otro agente estaba inusualmente tranquilo. El moreno levantó su cara e instintivamente volteó en dirección de Reid.
El rostro del agente recién estrenado parecía no contener ni una gota de sangre, sus ojos abiertos como platos y fijos en el cadáver, no había gesticulado palabras en un considerable rato, parecía estar paralizado… "Completamente callado" no era una característica que le pegaba a este muchacho… Pensó Derek Morgan, quien tampoco habló, pero tocó el hombro de Gideon para llamarle la atención. El agente más viejo sólo sonrió compasivamente al joven genio y le hizo un gesto para que saliera de la habitación. Luego habló con Morgan y éste lo siguió.
Nunca olvidaría cuando Morgan le entregó la botella de agua y lo sujetó del hombro por primera vez. Tan acostumbrado como estaba a rehuir al contacto físico con los demás, el gesto de su compañero le resultó reconfortante. Ese día también fue el mismo cuando lo bautizó como "niño bonito", alias que extrañamente no condujo a un debate entre ambos, ni tampoco le pareció ofensivo.
El agente de piel bronceada le contó acerca de su primera escena del crimen, le dijo que era muy joven, cuando aún vivía en Chicago. Le explico que nunca se volvería más fácil pero calmó sus inseguridades garantizándole que ninguna persona, en su sano juicio, era insensible ante la muerte, que nada de lo que enfrentarían en lo adelante podía compararse a las fotos que había visto en la Academia o en el tablón de consultas. Lo consoló diciendo que con el tiempo se iría acostumbrando.
"Tiene razón", pensó el joven, "es parte del trabajo y si no puedo soportarlo, entonces no tengo derecho a estar en el FBI"
Después de la breve charla, Reid miró a su colega con determinación. Se cuadró de hombros y regresó con Gideon, quien seguía junto al cuerpo. Los dos agentes con más experiencia intercambiaron miradas de reconocimiento, y entonces vieron como el novato asumió el control del momento.
Estaba preparado para interpretar su rol dentro del equipo. A partir de ese instante, ninguna escena del crimen lo intimidaría… Ni siquiera cuando se trató de la mujer con quien compartió cien punto cinco días de su vida…
Pero no contó con lo que iba a sucederles ese día…
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Nada lo preparó para ahora, en los breves segundos en que su mente no logró un acuerdo con su cuerpo, se sintió inútil y desesperado. Estaba agobiado, dominado por algo diferente a los sentimientos que lo envolvieron cuando vio morir a Maeve. En aquella situación había creído comprender lo que Hotch sintió al perder a Haley, pero no era así… Ahora lo sabía… Había allí algo más profundo, como si de repente alguien hubiese metido la mano en su cuerpo y le estuviera desgarrando el corazón.
Dejó caer la glock. El corazón le latía velozmente. Por una fracción de segundo quiso creer que se trataba de un mal sueño… Entonces ella susurró su nombre, haciéndole saber que estaba despierto... Se precipitó hacia su lado y se arrodilló. Luchó con el temblor de sus manos cuando intentó encontrarle el pulso. Dijo su nombre, esperando que no fuera en vano, vio sus ojos abiertos y agradeció en silencio que seguía viva aunque estaba sufriendo. Desabrochó el chaleco y la sintió tensarse con los movimientos. Descubrió la herida y notó la perforación a un costado de su cuerpo.
El sudor le corría por el rostro mientras ella se estremecía con la presión que ejercía sobre la herida abierta. ¡Maldita sea, ¿dónde está esa ambulancia?!, repitió entre dientes en cuanto escuchó sonar insistentemente su teléfono. No iba a correr a recogerlo y dejarla a su suerte. Él sabía que estaba donde lo necesitaba.
… Y necesitaba evitar que se desangrara antes que llegara la maldita ambulancia…
-No quiero morir Spence- Sus palabras lo dejaron casi sin aliento. Una lágrima corría hasta el suelo donde descansaba su cuerpo
-Estarás bien- No estaba seguro si quería convencerla a ella o convencerse él – Ya viene la ayuda, ya vas a estar bien-Volteó a mirar a la puerta, la vista nublada por el persistente humo en toda la casa, el sonido de las sirenas cada vez más cerca.
-Henry…- Murmuró ella y sus ojos regresaron a verla. Intentaba hablar pero tenía un hilo de sangre corriendo por su boca. Los labios secos, la mirada rota.
-Shhhh- Acarició su cara con la mano libre. Sentía que los minutos eran una eternidad –No hables… Vas a estar bien… No nos vas a dejar-
Ella trató de levantar su mano para tocarlo, pero el dolor la hizo retroceder. Empezó a sollozar y él volvió a hablarle a susurros… Calmarla a ella, calmarse él… Su aliento suave tuvo un efecto más relajante, calentó su cara bañada de lágrimas y cerró los ojos a pesar de las súplicas de él.
-No te rindas- Le imploró, mientras la sujetaba fuerte. Ella no respondió –No me mires… Si no puedes… Pero aprieta mi mano… No me dejes-
Ella parpadeó cuando las lágrimas y el sudor de él alcanzaron su cara. Lo miró a los ojos y gesticuló un par de palabras. Él le devolvió una sonrisa triste y dejó fluir su llanto, tenía estrangulada el alma.
Ella apretó sus párpados e inhaló un aliento profundo. Volvió a mirarlo e intentó repetir de nuevo las palabras, pero su voz no respondía a sus deseos. Cerró los ojos tras un gemido.
-Yo también…- Le respondió él- Aprieta mi mano… No me dejes- Ahora ella apretó con lo que quedaba de fuerzas, como si de aquel contacto dependiera su existencia entera.
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Su respiración se aceleró cuando escuchó la voz del paramédico pidiéndole que se alejara. Se levantó de un salto cuando fue tomado por el brazo y obligado a apartarse. Por primera vez pudo ver el estado en que estaba todo a su alrededor. El charco de sangre, los cuerpos inmóviles y ella luchando por mantenerse viva.
Cuando rompieron su ropa, y empezaron a reanimarla. No podía apartar sus ojos de su cara… Y ella no se movía… "Para mí, claramente, esto es por Maeve"…Las palabras que Hotch le había dicho y que lo habían empujado a nueva temeridad.
No como esto… No para ella…
Jennifer parpadeo despierta y volteó a mirarlo de un modo extraño. Mirándolo sin mirar. El hombre le dijo unas palabras y colocó una intravenosa en su brazo. La gente lo empujaba de un lado a otro, para sacarlo del paso, pero para él todo se resumía en seguir ahí, sin entender lo que había pasado.
Volvió a escuchar un repiqueteo y volteó a buscar la fuente de donde provenía. Se hincó entre dos cuerpos para tomar el móvil que sonaba y enterrarlo en un bolsillo. La miró de nuevo, de reojo, antes de empujar en su mente la idea de verla como otro cadáver más.
Se deslizó contra la pared. Arrastrándose, consiguió el camino hacia la salida, cada respiro difícil de ella dolían como un golpe a sus propias costillas. Todo el mundo gritaba y daba órdenes, pero ya a él nada le importaba. Había visto lo que por su culpa le acababan de hacer y se odiaba por no haberlo impedido…
No se trataba de Maeve: Ahora se trataba de ella y se trataba de él…
Todo lo que le había pasado allí había sido por su decisión. Y si la perdía, no importaba lo que fuera de él.
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El Agente Derek Morgan ingreso a la casa manteniendo en alto su identificación. Se abrió paso entre los uniformados que iban apareciendo por el camino. Se dirigió escaleras arriba, sin perder de vista los destrozos y rastros de sangre a lo largo del pasillo. Atravesó el corredor a las habitaciones y tropezó con uno de los forenses que evaluaban la escena. Murmuró algunas palabras de disculpa y siguió en línea recta hasta encontrar el rostro familiar del Dr. Spencer Reid.
El agente de piel oscura observó, de primera mano, la escena que causaba la mueca de dolor en la cara del otro hombre. El suelo teñido por un líquido espeso, color carmesí, derramado por debajo de los cuerpos que yacían como resultado de aquella búsqueda infernal.
Estiró su mano para capturar el antebrazo de su amigo, quien en un rápido reflejo logró evadirse del agarre. Se detuvo para verlo pasar, sin decir ni una sola palabra. Sacudió su cabeza y continuó caminando dentro de la habitación.
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Había alcanzado la mitad de la escalera cuando se encontró cara a cara con Spencer. La mujer, claramente envuelta por la conversación activa en su móvil, se detuvo a la espera que el hombre le cediera el paso, en cambio, tuvo que retroceder dos peldaños para permitirle seguir a él.
Se quedó callada, considerando llamarle la atención, pero se contuvo al notar cuan ausente se veía. Con una mirada sombría, Alex Blake recorrió el camino del joven agente hasta que atravesó la puerta y lo perdió de vista. Regresó su atención a la voz al otro lado del teléfono y siguió andando hasta el piso más alto de la vivienda, con destino a la habitación que custodiaba Morgan. Metió el móvil en el bolsillo de su chaqueta y se acercó a su compañero para evaluar los daños.
Dando un rápido vistazo pudo distinguir el rostro desencajado de Jennifer Jareau.
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Quería, más que nada, alejarse de aquella casa. Siguió a pie por el corredor, sacando de su camino a cualquiera que se interpusiera entre él y la salida. Instintivamente, fue abriendo los broches del chaleco azul, hasta que logró arrancarlo de su cuerpo y arrojarlo a un lado del todoterreno negro aparcado sobre la acera.
Se apartó unos pasos de la camioneta y contempló la obscuridad a su alrededor. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón y de inmediato las sacó. Cruzó los brazos sobre el pecho, tirando la cabeza hacia atrás. Tomó una profunda respiración y dejó caer los hombros cuando exhaló. Dio dos pasos adelante y se volvió al vehículo para aferrarse, con ambas manos, a la superficie del capó. Desvió su mirada de nuevo en dirección de la casa y una ola de nauseas lo golpeó, el olor metálico del líquido rojo salpicado en su rostro comenzaba a agobiarlo.
Lo rodeó el silencio, en medio del gran alboroto en el que se hallaba.
Ensimismado como estaba no alcanzó a oir las voces a su alrededor… Quizás esta era una habilidad ganada con el tiempo, que lo ayudaba a bloquear cualquier sonido y concentrarse en lo esencial… Enfoque…Enfoque fue lo que necesitó en aquel momento… … Exceso de confianza y ausencia de enfoque fue lo que los condujo al desastre.
Inconscientemente frotó las manos en la cara, y entonces estaba allí: Sangre… Sangre en sus manos… Sangre de alguien inocente… Sangre de otro inocente que lo llenaba de culpas…
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Aaron Hotchner no se preocupó por las macetas rotas. La calle angosta y llena de coches patrullas no ofrecía mucho espacio para aparcar. Dejó las llaves en el encendido y se unió a Rossi en su escalada a la escena del crimen.
Aún a esa distancia logró distinguir la figura desgarbada de Reid. Inclinado sobre el todoterreno, ajeno a las sirenas y luces que invadían el pequeño barrio.
Los agentes con más experiencia cruzaron sus miradas y siguieron al interior de la vivienda, ya habría tiempo para tratar con el joven genio. Corrieron por las escaleras y se unieron a sus compañeros.
Había tanta sangre, humo, pólvora y una insoportable mezcla de olores. El dolor marcado en todas las caras… La ruptura… La desgracia.
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La respiración de Penélope García era bastante irregular. Cerró de un golpe la pantalla activa en su ordenador y con las manos temblorosas pulsó varios comandos en su panel de control. Escuchó atenta la marcación, orando porque Reid recogiera rápidamente a su llamado.
Varios pitidos y ninguna respuesta la hicieron remarcar: Una, dos, tres veces más… Intentó con Morgan, quien tampoco respondió. Conteniendo su agitación pulsó el botón que hacía sonar todos los móviles del equipo, cualquiera que le hablara era mejor que quedarse en la nada.
Finalmente, fue Blake quien respondió. A medida que hablaban recorría en círculos la habitación entera, rodeando su pequeño espacio, entre las pantallas y la puerta a medio abrir.
Su sonrisa brillante fue borrada de su rostro, dando paso a más preocupación… Escenas de mutilación y muerte corrieron como fotogramas por su mente… Las manos apretadas en puños… Sus coloridas uñas encajadas en la piel.
Lo peor de quedarse en su oficina, lejos de su equipo, no era estar consciente de todo el riesgo que corrían, sino saber que, inevitablemente, algún día podrían resultar lastimados… Y tal vez, jamás volverlos a ver…
Esperanza… era una posibilidad a la que no podía renunciar…
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La esperanza hace que el naufrago agite sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado.
Ovidio
