Félix estaba sentado en el pasto contra el tronco de un árbol, un libro en mano; leyéndolo. En eso, Bridgette se acerca y le dedica su mejor sonrisa.
—¿Puedo estar a tu lado? —preguntó.
El aludido se molestó al momento de que una sombra cubrió las hojas del libro y cuando levantó la mirada mucho más fue su molestia. Era Bridgette.
—No —respondió firmemente como de forma fría.
—Pero... ¿Por qué no? —cuestionó con incomprensión— Estas tan solo...
—Estoy leyendo —mostrándole el libro— Y me gusta estar solo —le cortó tajante.
—Pero eso no te hace bien, necesitas a alguien a tu lado que te demuestre lo lindo de la vida...
—¿Es que te doy la impresión de que quiero morir?
—No, no yo no me refería a eso —comenzó a decir nerviosa, intentando arreglar el malentendido— Lo que quiero decir es que necesitas alguien optimista y te saque de tu pesadumbre diaria.
—Así que lo que querías decir es que soy un amargado.
—¡No! —gritó con fuerza. Lo estaba arruinando— Y-yo digo que necesitas alguien que te ilumine los días, que te los haga más brillantes y hermosos al solo estar en su presencia.
Félix la miró con extrañeza como si se había vuelto loca y estaba diciendo nada más que puras incoherencias.
—¡Necesitas un sol personal! —exclamó con efusividad.
—¿Un sol personal?
Su ceja estaba alzada y su libro cerrado mientras sus ojos celestes, gélidos no se apartaban de los expresivos ojos azules de Bridgette.
—¡Sí! —Afirmó con fuerza— Alguien como yo —su mirada era firme— Te hare tus días —dijo— ¡Días, soleados!
Félix dejó escapar aire con sorna.
—¿Quieres ser mi sol? —preguntó.
—¡Sí! Es lo que estoy diciendo.
—Puedes ser mi sol —declaró Félix para la sorpresa de Bridgette, quien de inmediato sus ojos comenzaron a brillar preciosamente, muy feliz de que haya aceptado.
—Te sentirás cálido y...
Sin embargo, no pudo continuar al vislumbrar como Félix le indicó que se calle haciendo una señal de "pare" con su mano. Entretanto, el joven se levantaba del pasto y se sacudía los pantalones por cualquier rastro de suciedad.
—Entonces como mi sol, aléjate 150 millones de kilómetros de mí y préndete fuego.
Bridgette se paralizo en el lugar al oír eso, mientras veía como se daba media vuelta y se iba. Definitivamente, esas palabras no se las esperaba.
