Silencio, lagrimas y secretos se escondían tras las paredes de ese cuarto blanco abandonado. Era un simple cuarto con una pequeña ventana que ahora se encontraba totalmente cerrada y con millones de hechizos. Estaban en medio de la nada, sin señal de nada y sin nadie que los molestara.

Solo ellos dos.

Abrió los ojos despacio, agotado. Harry se revolvió entre las sabanas y por un momento pensó que se encontraba solo, como ya antes ha pasado muchísimas veces, solo en aquella habitación cerca de la nada. Pero un sonido de encendedor lo relajo de nuevo. Draco no se había ido.

Harry sonrió tontamente mientras lo observaba con el cigarrillo en la mano, frotándose las manos, sin camiseta, recargado a un lado de la puerta.

Draco se acerco a la cama con él, y se dejo caer en sus piernas, y luego éste acarició su rubio cabello con delicadeza. Con la mirada perdida en la pared blanca, sintiendo las caricias de Harry. Aún sin creer lo que había sucedido unas horas antes.

Y pasaron unas horas más de silencio, pero no incomodo. No de ese silencio desesperante, sino que tranquilo, pacifico. Y en esas mismas horas hubo caricias, dulces y suaves caricias por debajo y arriba de la sabana. Sonrisas y cigarrillos. Ojos verdes y ojos grisáceos. Y era lo que más le gustaba de estar con Harry Potter. Que cada minuto que pasaba con él era algo nuevo. Aunque hubieran hecho eso mil veces, cada una de las veces le parecía nuevo, excitante.

Harry se levanta e intenta ponerse su ropa que se encontraba por todas partes del pequeño cuarto. Aunque una voz algo modorra lo interrumpe.

─¿Vas a algún lado?

Harry siente como su pecho se oprime.

─Sí ─contesta aparentando indiferencia, aunque eso de aparentar no se le da muy bien y lo sabe.

Y Draco lo sabe.

─¿Por qué?

─Porque ya es hora. Lo siento, pero no puedo mentirle otra vez a Gi-

─Estoy exhausto de verte partir.

Y ahí esta el cabrón de Draco Malfoy jodiendo sus pensamientos de nuevo, jodiendo su mente, jodiendo su vida, tan despreocupado con su cara de animal recién lastimado por su amo que ama tanto, sentado en la cama con solo la sabana blanca cubriéndole la parte inferior del cuerpo y frotándose el cuello con su mano.

─Por favor, quédate.

Dos años seguidos de ese hermoso desastre que los dos habían creado.


No sé ni como rayos me salió, pero ahí esta.

Dejen criticas, por favor.