Título: How deep is your love?
Género: Romance / Drama (SasuHina)
Autora: Karolyne

«Pensamientos»
Recuerdos / Flashbacks

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Los personajes en la siguiente historia no me pertenecen.

Son de la autoría y propiedad de Masashi Kishimoto.

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Ella es...

– 1 –

Estaba sentado en el vagón del subterráneo, irritándose cada vez más por los murmullos y risitas de aquellas tontas que creían estar hablando sobre él sin ser escuchadas. Sabía de sobra todo lo que pudiesen decir sobre sí mismo, y tiempo atrás había creído que con el pasar de los años se acostumbraría a todo ese cuchicheo irremediable, poco sabía que nunca lo lograría.

Sus ojos negros reflejaban su cansancio, resultado de sus intensivas prácticas de soccer en las últimas semanas. Pronto sería el campeonato y como capitán del equipo era su deber poner el ejemplo y mostrar una disciplina absoluta aun si se trataba de desfallecerse en el campo días tras día.

«A veces ni yo entiendo por qué esto me importa tanto.»

El camino a casa no era largo, estaba a cuatro estaciones del colegio, pero el grupo de chicas que se dedicaban a admirarlo desde el otro extremo del vagón hacían de su pequeño viaje algo apenas tolerable. Estaba decidido a no voltear a verles ni una sola vez, eso podría empeorar las cosas y no necesitaba más atención de la que ya recibía.

Al llegar a la tercera estación el vagón se vació casi por completo, el grupo de chicas se disolvió y los demás pasajeros a su alrededor habían desaparecido. Sólo quedaban él y otra chica que no vio hasta que la máquina comenzó a andar.

Habría jurado que la joven había estado hablando con las otras sobre él de no ser porque le escuchó llorar. Fue entonces cuando puso atención a su aspecto, tenía la ropa sucia, y el pelo despeinado, y estaba seguro que no era algo que ella se hubiese hecho a sí misma. Sintió pena por ella, pero ese no era su problema.

Llegó la cuarta estación y descendió.

– 2 –

Amanecía.

La habitación estaba tenuemente iluminada con la poca luz que lograba colarse a través de las delgadas cortinas de lino gris. Sasuke aún dormía, cubierto de pies a cuello por el cubrecama. Sobre la mesita de noche se encontraban su móvil y la cajetilla de cigarros que había comprado la noche anterior en su ataque de ansiedad.

Se puso de pie al escuchar que llamaban a su puerta, una voz femenina mencionó su nombre y sintió como se le erizaba la piel. «Sólo es un recuerdo.» Se dijo a sí mismo al tiempo en que se cubría los oídos e intentaba desaparecer de su cabeza las imágenes de su madre.

Cada vez le resultaba más difícil aceptarlo, la simple idea le resultaba insoportable: ella se había ido y jamás regresaría, era imposible. Caminó hacia la puerta pero decidió no abrirla, temía encontrarse con un pasillo vacío. Golpeó fuertemente la madera hasta que le dolieron los nudillos, después encendió un cigarrillo. Su recámara se impregnó rápidamente del olor del tabaco pero no le importaba y no había alguien que se lo recriminara.

– Han pasado ocho años y sigo comportándome como un infante. – se dijo – ¿Qué clase de crío me consideraría mi padre?

Terminó su cigarro y corrió a lavarse la cara, al verse al espejo una sonrisa de medio lado se posó en su rostro. ¿Qué clase de pregunta era esa?

Eran las siete y diez cuando salió del edificio para ir a clases. Su automóvil seguía en el taller por lo que se vio en la necesidad de tomar el subterráneo de nuevo. Las clases no iniciaban hasta las nueve, pero no deseaba encontrarse con sus compañeras de curso.

No obstante, al subir al vagón descubrió que no estaría solo, justo en el extremo opuesto había una chica sumergida en su lectura. Creyendo que no le había visto ascender, Sasuke le dio poca importancia, tomó asiento, cerró los ojos y se quedó dormido. Fue quizás hasta pasar la sexta estación, que se percató de haber perdido su descenso.

– Mierda. – maldijo en un susurro mientras se frotaba la cara con ambas manos – Ahora tendré que caminar más de lo que debería.

Sasuke inspeccionó rápidamente el vagón y lo hubiera dado por desierto de no ser porque la joven a quien minutos antes había decidido ignorar aún se encontraba leyendo. En sus manos se encontraba un libro viejo de pasta verde, con desgastadas letras doradas que hacían del nombre algo casi ilegible. Portaba el uniforme del mismo colegio y en sus piernas posaba un femenino rucksack de piel. Llevaba el pelo suelto y ligeramente despeinado, y difícilmente se podían ver sus ojos entre el fleco y el horrible trapo que llevaba en el cuello. El extravagante color azulino de su pelo hizo que el chico arqueara una ceja.

Volvió a ignorarla, no dudaba ni un segundo de que ella era otra torpe más que intentaba acercársele por tratarse de un rostro bonito. Si ese era el caso, lastimosamente para él eso significaba una sola cosa: tendría que encontrar otra forma de ir al colegio e ir a pie no era una opción.

«En cualquier momento intentará hablarme o se me acercará y no tendré más remedio que estarle soportando en completo silencio.» Sasuke esperaba a la defensiva pero la chica siguió en su lugar, inmersa en el libro que sostenía fuertemente. ¿En verdad lo estaba ignorando? ¿Era eso una nueva táctica?

Estaba convencido de que así era, que ella era una de muchas otras, aunque en apariencia fuera diferente. Dejando de lado el color de pelo, la joven no llevaba maquillaje, ni llevaba la falda zancona como las demás. Pensó entonces que el ignorarle se trataba de la forma más tonta que se les había ocurrido hasta ese momento, y se preguntaba si habrían más chicas que harían lo mismo.

«No tienen remedio.»

Las pantallas del subterráneo marcaban las siete con cuarenta y cinco, sabía de sobra que había perdido su descenso tiempo atrás pero aún contaba con tiempo suficiente para seguir el resto del camino a pie. Su descuido le hizo fruncir el ceño, al mismo tiempo en que culpaba a la joven por no despertarle.

Y entonces cayó en cuenta que ella también había perdido la estación. Se volvió a mirarle, permanecía tranquila, cubriéndose el rostro con el libro que había estado leyendo. ¿Qué es lo que pasaba con ella?

– Solamente un verdadero tonto se embebe tanto en un libro y no se da cuenta que perdió su descenso hace tiempo.

Ella se quedó callada.

– ¿Y bien? ¿No dirás nada al respecto? – dijo después de rechinar los dientes.

Al oírle alzar la voz, la joven hundió la cara en el libro como si así pudiera defenderse. Se empeñaba en hacer parecer que continuaba leyendo aunque fuera obvio que a esa distancia le era imposible. Los nudillos le temblaban, sus mejillas cobraban un rosa más intenso y agitaba levemente la cabeza en signo de negación.

Sasuke volvió a rechinar los dientes. Poco le importaba si ella contestaba, su único propósito era hacerle entender que había fallado en su intento por acercársele. Esperaba al menos una lágrima, si lo había logrado nunca lo sabría pues ese trapo seguía cubriéndole el rostro.

«Quizás tenga usted razón.» Pensaba ella, aferrándose más al libro, sintiéndose impotente al no poder articular tan simples palabras, forzándose a sí misma a no llorar.

No era tanto que temiera de él, ella era así. Era su naturaleza ser débil, tímida y sin confianza en sí misma, y todo lo debía al fuerte carácter de su padre quien la limitaba en casi todo desde que era una niña. No recordaba un solo día en el que este no le infligiera temor.

Desde su asiento, Sasuke la miraba extrañado. ¿En verdad estaba asustada? Pensó por un momento que ella no tenía ni idea de quién era él, después de todo él nunca la había visto en el colegio. Pero eso era imposible, todos en ese lugar sabían de su persona, todos sabían de Sasuke Uchiha.

Finalmente llegaron a la siguiente estación. Ella salió corriendo hasta que creyó perderse entre la gente, sin mirar a su acompañante, sin dejar que le mirara… y dejando atrás su libro. Ámame Gentilmente.

Esa forma de huir se le daba bastante bien, había contado con suficientes años de práctica en los que constantemente escapaba de su padre, de sus exigencias, del dolor y la tristeza que le habían sido causados por la pérdida de su adorada esposa.

Alejarse de esa manera jamás le había gustado, le hacía sentirse estúpida y mucho más débil de lo que en verdad quería creer. En el vagón, las ganas de llorar le habían invadido… no quería que le vieran llorar, debía irse.

Sasuke le veía andar, lo suficientemente alejado para evitar que se diera cuenta de su repentino interés. Ámame Gentilmente permanecía en su mano derecha. Aún no sabía porqué lo había tomado. «Por idiota.» Se convenció.

Sin embargo, una pregunta rondaba su cabeza: ¿Por qué nunca antes la había visto? Jamás. En ninguna de sus clases, o en los pasillos, ni siquiera entre el grupo de locas que le acosaban a toda hora, o entre las ocasionales que murmuraban o se le lanzaban en la calle sin siquiera saber su nombre. ¿En verdad su indiferencia alcanzaba tal magnitud? No importaba. Las aborrecía a todas por igual, ninguna era diferente a su perspectiva. Tontas. Soñadoras. Ninguna que mereciera su atención.

Aún seguía a la cabellera azulina, era fácil distinguirla entre todos los demás peatones. Notó que cada vez caminaba más rápido, como si estuviera al tanto de lo que él hacía. Faltaban cuatro cuadras hacia el colegio cuando la chica entró a una librería y por el aparador le observó hasta que él se alejó.

«Hmph. La muy tonta no se ha dado cuenta que estoy usando el mismo uniforme.» Sus intenciones eran simples, regresarle su libro. La encontraría en el colegio aún si ella se quedaba escondida en ese lugar durante un rato.

– Tsk. Otra torpe más. – dijo.

Le vino el recuerdo de aquella chica a quien hizo sufrir en un intento por hacerles ver a todas cuán estúpidas eran. El enojo lo había invadido, se había desesperado, pero sabía que sólo podía haber una solución.

Era Julio, el día de su décimo quinto cumpleaños. Había recibido un sinnúmero de regalos a su casa: chocolates, dulces, cartas, y cualquier otro detalle que se le ocurriera a las chicas. No obstante fueran lo que fueran, todos terminaban en el cesto de basura.

Aquel día estaba decidido a deshacerse de todas y cada una de las locas que lo seguían, "un regalo para sí mismo" como él lo había llamado, y si las conversaciones de sus compañeros de curso eran ciertas, esa chica sería perfecta para llevar a cabo su plan.

Su nombre era Naomi; era delgada y de mediana estatura, de ojos azules, y con el pelo castaño rozándole la cintura, cayendo en suaves y vagos rizos; y al igual que las demás, anhelaba al chico con todas sus fuerzas. Soñaba con tomarle de la mano y salir con él en una cita, abrazarle y escucharle hablar.

La escuela de verano había empezado una semana atrás. Ese día, la campana ya había sonado y los alumnos se dirigían a los jardines que rodeaban el colegio; él esperó pacientemente a que ella saliera del aula. Portaba unos jeans, y la camiseta del Atlético de Konoha, nadie lucía mejor en esas fachas que él.

– Naomi – dijo al verla salir, y ella abrió los ojos como dos platos.

Nunca antes le había escuchado decir su nombre y al hacerlo sintió que los músculos se le contraían, sólo él podía decirlo de esa forma tan dulce y atractiva, casi seductiva, y ella esperaba que pronto lo hiciera de esa manera.

– Te he estado buscando. – sus ojos oscuros y penetrantes le observaban con frialdad. Si ella se negaba, todo se iría a la basura.

– ¿Y a que se debe eso? – preguntó tratando de fingir desinterés, haciendo que a él comenzara a agotársele la paciencia. Carraspeó.

– Sólo ven, no preguntes. – dijo.

Ella guardó silencio, no podía articular las palabras por lo que el chico le tomó de la muñeca. Naomi no entendía lo que sucedía. No estaba del todo segura que el caminar con él fuera algo bueno, pero no opuso resistencia. Los dedos comenzaban a dormírsele de tan fuerte agarre. Sasuke seguía guiándole hacia el exterior. ¿Qué planeaba hacer? ¿A qué se debía tanta desesperación?

Tan pronto cruzaron el arco de la puerta, el chico le tomó por la cintura, atrayéndola hacia sí. La besó, ahí, frente a todos. Fue un beso dulce, tierno… un beso lleno de engaño. El corazón de la chica se aceleraba cada vez más, él podía sentirlo y en su interior reía descontroladamente.

El plan iba de maravilla.

Pasaron los días, las semanas… y la velocidad con la que las ilusiones y sueños de su víctima se quebraban, se vio en aumento. Ya no había cariño, ni muestras de afecto. El chico se portaba distante y altanero, cambiaba rápidamente de humor y alzaba la voz cada que ella cometía un error, o simplemente porque se le apetecía hacerla llorar.

Naomi no lograba entender qué era lo que había pasado entre ellos, o mejor dicho, lo que pasaba con él. Ella era su novia, todos lo sabían, él lo aceptaba… y aún así, parecía no importarle, como si la palabra "pareja" le careciera de significado. ¿Dónde había quedado aquel chico con el que ella había accedido salir?

Llegó incluso a creer que la culpa era suya, aunque no supiera qué era lo que había hecho mal, y se odiaba inmensamente por ello. No era la persona que él necesitaba y temía que la dejara por alguna otra chica.

Intentaba complacerle en todo lo que podía, para descubrir si de esa forma volvería a recibir una muestra de su afecto. Lo acompañaba a donde él dijera, y le brindaba lo que necesitara. Nada servía. Nada hacía que volviera a ser el chico que se recostaba en sus piernas y le susurraba lo hermosa que se veía al sonreír.

Eventualmente llegaron los días en los que pasaba la mayor parte de su tiempo llorando, desahogándose con sus amigas, pidiéndoles ayuda para que el chico volviera a interesarse en ella, y al mismo tiempo confiándoles lo mal que se sentía estar junto a él cuando su estado de ánimo cambiaba en menos de un minuto; describiéndole como un ser egocéntrico, malcriado y cruel. Hasta que finalmente todo eso le hizo estallar y enfrentarle.

"También has cambiado, Nao. Te ha destrozado más allá de lo reparable. Acabó con la confianza que tenías en ti misma, e hizo de ti alguien a penas reconocible." – le habían dicho.

Se acercaba el invierno, llevaban juntos más tiempo del que Sasuke había planeado usarla. Las luces de su habitación estaban apagadas, dándole al lugar un aspecto aburrido. Ambos permanecían en silencio, uno frente al otro. Él la miraba fijamente, esperando a que su mandíbula dejara de temblar y finalmente hablara. Ella no podía sostenerle la mirada.

– ¿Y bien? – dijo él al ver que podrían durar de la misma manera por mucho tiempo más – ¿Para qué me has hecho venir?

– Y-yo… s-sol… solam-mente…

– Tsk. Será mejor que te dejes de tonterías. ¡Habla de una buena vez! – interrumpió sin siquiera mirarle – No tengo tu tiempo.

Las lágrimas comenzaron a recorrerle las mejillas, sus sollozos a penas eran audibles. La chica le vio sonreír de medio lado, con esa mirada cruel que le caracterizaba cuando la miseria de alguien le causaba gracia.

– ¡No entiendo cómo puedes ser de esta forma! – exclamó ella mientras intentaba secarse las lágrimas con las mangas del pulóver – ¡¿Qué es lo que ha pasado entre nosotros, Sasuke?! ¡¿Qué es lo que he hecho mal para que me trates así?! Tan distante… tan cruel…

Él volvió a sonreír y caminó hacia la ventana, nuevamente se hizo silencio. Fingiendo la voz dulce con la que alguna vez le había dirigido la palabra le pidió se acercara. La rodeó con sus brazos y ella correspondió pensando que se trataba de una disculpa. Permanecieron así por un tiempo, aún rodeados por el silencio. Después le susurró al oído:

– Me pides una razón por mi manera de ser, sin saber que lo que pueda decirte te destrozará incluso más. – Naomi intentó apartarse pero él se lo impidió.

– P-pero…

– Estoy harto de que me sigan. Estoy harto de chicas como tú que creen amarme sin siquiera conocerme bien. Sólo fuiste el ejemplo, – la atrajo aún más – quiero que todas ellas vean que no soy ese príncipe azul que anhelan. ¡Quiero que me dejen en paz de una vez por todas!

Destrozada cayó de rodillas al suelo. Sasuke la dejó ahí, abrazándose a sí misma mientras lloraba. Lo último que Naomi escuchó de él fue el cerrar de la puerta, y a partir de ese momento, supo que la pesadilla había terminado.

Él no la amaba, jamás lo había hecho. Lo único que ella había sido para él era una pieza de un cruel juego en el que sólo él podía salir ganando. La había destrozado con el propósito de demostrar a las demás la clase de monstruo que podía ser si se lo proponía. "¡Quiero que me dejen en paz de una vez por todas!" Era un plan perfecto, exacto. ¿Cómo había podido ser tan ingenua?

Pero las cosas no cambiaron. Las chicas aún seguían tras de él, insistiendo en que les diera la oportunidad de salir juntos, tal y como lo había hecho con Naomi. Todo había sido una pérdida de tiempo, y nada le hacía sentirse más irritado que el saber que difícilmente podría salir de la venganza de ella, a pesar de que hacía meses que se había mudado de la ciudad.

Ya había pasado más de un año de eso, y lo recordaba tan nítidamente como si hubiera sucedido el día anterior. El fracaso le molestaba, pero el placer que hacer sufrir a aquella chica le había provocado, ese nunca lo olvidaría. No obstante, había aprendido su lección: las chicas tienen cierta gota de ingenio.

– 3 –

Sasuke miraba por la ventana del aula, contemplaba los árboles en los jardines; cerezos, magnolias, y los abedules al fondo… lograba distinguir algunos otros que recordaba del jardín personal de su madre. En el suelo de piedra había pequeños charcos producto del sistema de riego, también le recordaban a su madre por todas las veces que le reprendió por brincar en ellos y salpicarse los pantalones.

Estaba completamente solo, sin las fastidiosas voces de sus compañeros. Amaba esa tranquilidad, cada mañana la disfrutaba tanto como le fuera posible. Se acercó a la mesa donde había dejado la bandolera y el libro que había tomado del subterráneo. Comenzó a ojearlo, leyendo pequeños segmentos de páginas al azar. Entre dos páginas encontró un separador con dos letras H plateadas en mayúscula.

– Un libro de amor. – dijo mientras leía nuevamente el título. Soltó un bufido de incredulidad al sentir curiosidad por un libro de ese tipo. – Son sólo las tonterías de una chica.

Volvió a mirar por la ventana, ya había alumnos en las terrazas. Eran tan aburridos, tan normales, por ello le eran tan indiferentes. Nadie lograba hacer que esa percepción cambiara. El día en que sus padres fallecieron, olvidó lo que sentir asombro era; su padre, el ser invencible se había desvanecido, y la esperanza no tardó en hacerlo del mismo modo el día en que su abuelo decidió separarlo de su hermano mayor. Se había quedado solo a los ocho años, al cuidado de un anciano exigente… en una mansión donde la felicidad parecía nunca haber tocado.

Una suave brisa hizo que el cristal de la ventana temblara, sacando a Sasuke de sus pensares. Con el trasero tocó la orilla de la mesa donde estaban sus posesiones y le entró la necesidad de fumarse un cigarrillo.

Estaba por sacarlos de entre sus cosas cuando su mejor amigo, le detuvo por el brazo. «Maldita sea. Siempre tiene que interrumpir en el momento menos oportuno.» Pensó después de regresarlos a donde estaban.

– ¿Te encuentras bien, Sasuke? – preguntó Sakura – Te ves algo pálido.

Asintió sin saber a ciencia cierta lo que le habían preguntado. Recordar a su familia siempre lo alteraba, lo llenaba de mucha ansiedad, y como resultado, terminaba fumando sin control.

– ¿Estás seguro? – insistió la joven. Él no respondió.

– No deberías preocuparte tanto por él, Sakura. – interrumpió Naruto, mirando a su amigo con ojos desafiantes que parecían decirle "Enciende ese cigarro y verás que te doy un buen golpe en la cara, tarado." – Sólo está haciéndose el interesante.

– No estaba hablando contigo. – respondió ella – Además, si en verdad es tu mejor amigo deberías preocuparte por él. ¿No ves como está?

– Tsk. ¡Pero si es lo que acabo de hacer! – alegó, liberando el brazo del otro chico. Y era verdad, Naruto conocía a Sasuke como la palma de su mano. Conocía todos sus problemas, las cosas que le fastidiaban, y las pocas, pero aun así existentes, que le agradaban, como coleccionar katanas. Y más aun, conocía su historia y la razón de su reciente adicción al tabaco.

Sasuke les escuchaba discutir en silencio, a pesar de que el sonido de sus voces chillonas cuando lo hacían provocara que los tímpanos quisieran explotarle. ¿Pero qué podía hacer él? Había intentado alejarles tiempo atrás sin mucho éxito. Naruto siempre había estado a su lado sin importar qué. Era un rubio idiota, pero él también sabía lo que era sufrir. ¿Y Sakura? Ella aún albergaba la esperanza de estar algún día juntos.

Sakura era más atractiva que la mayoría de las chicas que conocía, su cabellera rosada era larga, y olía siempre a la flor bajo la que le habían nombrado; con sus ojos color jade siempre le miraba con anhelo, y eso a Sasuke siempre le había incomodado. Era una necia sin remedio y lo sacaba de sus casillas la mayor parte del tiempo, pero por todo lo demás, era una buena persona. Quizás era la única chica que podría llegar a interesarle algún día, pero Naruto la amaba, y Sasuke alguna vez se preguntó si podría traicionarle de esa forma al verse solo en un futuro.

– Basta. – dijo con tono grave.

Ambos chicos guardaron silencio y le imitaron cuando éste tomó asiento. El profesor cerró la puerta y comenzó a tomar asistencia. Sasuke conocía los nombres de la mayoría, en una ocasión había escuchado a su padre decir que saber los nombres de las personas podía traer beneficios, pero hasta ahora no lograba entender de qué tipo.

– Idiota, deberías dejar de fumar ya. No traerá nada bueno. – le suspiró Naruto tan pronto como bajó la mano después de que mencionaran su nombre.

Sasuke soltó un suspiro de fingida resignación, de ese modo podría quitárselo de encima por algunos días y fumar tanto como le apeteciera.

Escuchó a sus compañeros reír como los idiotas que eran, mas no pudo evitar el buscar la causa de ello. Por el cristal de la puerta miró a la joven del subterráneo frotándose la frente con una de las manos mientras con la otra intentaba mover el picaporte.

– No creí que fuera tan idiota. Ahora veo que lo es incluso más. – bufó Karin mientras se acomodaba las gafas. Tornó su mirada hacia el Uchiha, esperando verle sonreír por lo que había dicho. Este en cambio, se mantenía con los ojos en la dueña del libro dentro de su bandolera. ¿Cómo es que nunca le había notado si iban en el mismo curso de matemáticas? Y posiblemente en muchos otros.

La joven entró en el aula y colocó sus cosas en el primer asiento de la columna donde se encontraba Sasuke sentado, los demás seguían riendo. Con la mirada baja, y su postura ligeramente encorvada, intentaba ocultar el color subiéndole por la cara e invadiéndole las mejillas. Agradecía inmensamente llevar su foulard en el cuello. Se desplomó en el suelo.

– Vaya, el pequeño sapo es tan patético que no soporta una simple broma. – las risas volvieron. Sasuke ni se inmutó, no encontraba la gracia en ello.

– Silencio, ya. – pidió el profesor – Si se burlan de algo así no sé qué será de ustedes, jóvenes. Alguien ayude a la señorita Hyuga, por favor. – y se tornó al pizarrón a escribir ecuaciones.

Nadie parecía querer ayudarle, ni siquiera el profesor. ¿Acaso no tenía amigos? El moreno se colgó la bandolera y caminó hacia ella, se acomodó sus pertenencias, y le tomó en brazos. A penas hecho eso, todos se callaron. Salió del salón sin decir nada y le llevó a la enfermería.

– 4 –

Finalmente, despertó. La cabeza aún le daba vueltas y sentía el desayuno subirle por el esófago. Recordaba poco de lo sucedido, pero le costó poco trabajo adivinar dónde se encontraba. Tomó asiento y se frotó la frente, aún sentía algo de dolor por el golpe. Una de las sillas para la enfermera estaba frente a la cama, pero no había nadie en ella.

Recordó entonces el breve periodo en el que estuvo consciente antes de volverse a dormir, más por ganas de hacerlo que por necesidad. Había un chico ahí, con la cabeza entre las manos, posiblemente había sido él al que el profesor obligó a llevarle a ese lugar. Torpemente intentó buscarle en la habitación pero no había nadie además de la enfermera que tomaba el almuerzo en el extremo opuesto.

La enfermería no era grande pero contaba con el espacio suficiente para más de lo necesario. Habían dos pequeñas camas con sus mesitas de noche, el armario de blancos, el escritorio y una mesita para la enfermera con sus respectivas sillas, y algunas flores sintéticas cuya única función era el adornado. Una de las paredes estaba oculta por gabinetes de madera clara donde se guardaban desde el botiquín de primeros auxilios, hasta medicinas específicas de cada alumno en caso de emergencia, uno de los lujos de la mejor escuela privada, según le habían informado a su padre.

Apoyándose en la mesita de noche intentó ponerse de pie. Al alzar la mano encontró el libro que había estado buscando en su rucksack, justo antes de estamparse contra el vidrio de la puerta. Ámame Gentilmente.

«¿Será acaso que revisó entre mis cosas?»

–¿Cómo te sientes, niña? – preguntó la enfermera al verla tomar el libro entre sus manos. No era la misma enfermera con la que ella había trabajado cuando se ofreció voluntaria, esta tenía el pelo rubio, era delgada y tenía por lo menos 10 años menos que la previa a ella. Según su plaqueta, su nombre era Gina.

La joven tambaleaba al caminar y parecía que no tardaría en caerse pues sus piernas se encontraban torpes. Gina le quitó el libro de entre las manos y le ayudó a llegar hasta la mesa donde ella había estado almorzando.

– ¿Estás segura de poder regresar a clases?

– S-segu-ra. – murmuró sin lograr convencerle. No paraba de mirar el libro que la enfermera había puesto en la mesa, quería saber quién le había llevado ahí para darle las gracias, pero no lograba articular las palabras. ¿Por qué era siempre de esa forma? Su timidez le impedía hacer cosas tan simples, era tan frustrante.

– ¿Quieres tu libro, cariño? – preguntó Gina al darse cuenta que la chica tenía su mirada fija en él, y se lo arrimó. – ¿Es eso lo que intentabas decirme, cierto?

La chica negó.

– Hmph. ¿Entonces?

– ¿Q-quién…?

– ¿Quién te ha traído aquí? Te lo diré, pero primero dime, ¿qué es lo que recuerdas? – la joven se quedó en silencio, no podía hablar, no quería hablar. – Está bien, supongo que tendré que decírtelo tal como él me lo dijo a mí. Al parecer te diste un golpe en la frente y eso te puso nerviosa, por lo que te desmayaste… ¿Recuerdas eso? ¿Si? Bien. Insistió en quedarse un momento, accedí pero tan pronto sonó la campana para la siguiente clase, sacó ese libro de su bandolera, – dijo señalándolo – dijo que lo olvidaste en el subterráneo, y se fue. Pero no me dijo su nombre.

No sabía qué decir. Había visto su cara una sola vez y no estaba segura de recordarle completamente. Ni siquiera sabía su nombre, y de qué le serviría si le sería imposible preguntar por él.

– ¿Le conoces? ¿Es algo de ti? Bastantes de tus compañeras han venido a preguntar si él seguía aquí durante el cambio de clases, lo que me hizo pensar que no te encontró en su periodo libre como dijo. Lucían bastante alteradas, lo único que hacían era preguntar por Sasuke Uchiha. – la joven negó con la cabeza y Gina supo que el chico le era desconocido a ambas. – En fin, creo que deberías ir a clase, la campana sonará en unos cuantos minutos y ya has perdido dos.

Era verdad, el reloj en la pared indicaba lo mismo. No obstante, en ese momento tenía un hueco en su horario y no se le apetecía ir a la biblioteca que era donde siempre terminaba. En su lugar, decidió salir del edificio y caminar por las terrazas del campus hasta que llegó al viejo edificio que se encontraba en remodelación.

Era jueves, la obra no trabajaba en esos días por lo que el edificio estaba completamente solo y podía caminar tranquilamente sin temor a que le reprendieran. No había ventanas, las habían removido para cambiar los marcos de metal oxidado. Se detuvo en el tercer piso a observar los espacios abiertos, había muy pocos estudiantes, en su mayoría eran aquellos en la hora de deportes.

Llegó a la azotea, ahí todo podía apreciarse mejor, y la sensación del viento rozándole el rostro y ondeando su pelo azulino, era deliciosa. En ese lugar se sentía la reina del mundo, viendo todo desde las alturas…

– No deberías estar aquí. – le llamaron a sus espaldas – No es lugar para ti. ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Me has estado siguiendo?

– Y-yo… no… – intentó decir – S-so-lamen-te qu-quería un… mom-mento a s-so-solas. – respondió, sin voltear a mirarle. El tono de voz de su misterioso acompañante le estaba desafiando y sobraba decir que no tenía el valor para enfrentarlo.

– Tsk. Eres como todas las demás. ¿Quieres estar conmigo? ¡Pues no! ¡Vete de aquí! – la chica volteó a mirarle tímidamente, las lágrimas se le atoraban en los ojos. No entendía porqué le hablaban de esa forma, lo único malo que ella había hecho era ir sin permiso a un lugar que se suponía debía estar vacío.

– T-tú… tú e-eres el d-el subt-errá-ne-neo… – el chico le miró, dándose cuenta de con quién estaba hablando. – G-gracias.

– Hmph. No deberías estar aquí, Hyuga. – respondió y caminó hacia las escaleras – ¿Y bien? ¿No me dirás tu primer nombre?

– Hinata – respondió ella.


¡Hola a todos!

Primero que nada, quisiera agradecerles a todos aquellos que se han tomado el tiempo de leer el primer capítulo de este FanFic. No es el primero que he escrito, pero si el primero que he publicado en este lugar. Ya llevaba un buen tiempo sin escribir algo, desde 2011 que no lo hago. Todos mis escritos habían sido publicados en Foros Dz, pero al estar muerto por alrededor de cuatro o cinco meses, pues se perdieron. ¿Por qué? Porque las copias estaban en mi antigua laptop, la cual ya no sirve y no pude recuperarlos. En fin, hace unas semanas estaba aburrida escuchando el tema How Deep Is Your Love? de mi banda favorita The Rapture, y la inspiración llegó, por lo que decidí reingresar a este mundo.

No soy de tener un pairing favorito en el mundo de Naruto. No obstante, el SasuHina siempre me ha parecido una de las parejas más interesantes... el contraste de personalidades simplemente es perfecto. Me ayuda a imaginarme muchas escenas (considerablemente más que otros pairings) y de vez en cuando las escribo para acoplarlas a algún capítulo.

Como sea, no quiero hacer esto muy largo. Sin más qué decir, espero que les guste.
¡Gracias! :D