Aprendiendo a Sonreír

By: Goddess Aeris

Summary: Ella, hermosa, fuerte, trabajadora, una amante de la vida. Él, exitoso, famoso e increíblemente guapo, quien puede tener todo lo que desee. ¿El problema? Su vida estaba completamente vacía, y tras un serio accidente, ellos se toparían, siendo ella su guía para encontrarle el sentido a lo que nunca apreció como propio… S&S

"Yo estaba viviendo una vida que no podía considerarse vida… estaba muerto… muerto y sin sentimientos… hasta que ella apareció… y mi mundo cambió porque mi niña-mujer de ojos verdes… tan verdes como la esperanza… se convirtió en mis alas de libertad… la libertad de mi alma…"

Aclaraciones:

—"Personajes hablando".

Pensamientos o cosas para resaltar.

Capítulo uno:

"El accidente"

Y ahí estaba, de nuevo preparándose para hacer lo que siempre hacía. Salir. Arrasar. Ganar. Y llenar de dinero sus cuentas bancarias y las de sus sponsors.

Siempre era así. Y así lo seguiría siendo. Nada cambiaría.

Esa era su vida. Su 'fabulosa' vida de porquería. La odiaba. Odiaba tener que hacer eso. Odiaba hacer lo que todos querían que hiciera. Odiaba ser sólo un muñeco que llenaría los bolsillos de dinero a los accionistas que ponían toda su confianza y capital en su trasero. Odiaba que lo adularan. Odiaba que lo envidiaran. Odiaba a las malditas tipas que lo asechaban. Odiaba hacer algo que odiaba.

Se odiaba a si mismo.

Sí, esa era su realidad. Se odiaba a sí mismo, pero era lo suficientemente cobarde como para demostrarlo, y quizás su odio no llegaba a tanto como para quitarse la vida…

Era un cobarde

Sí, eso era lo que era. Un cobarde. Un completo cobarde que no había gritado a su padre que no quería ser piloto.

Un maldito cobarde que siempre quiso cumplir el sueño de su padre sin siquiera pensar en lo que él mismo quería para su vida.

Un maldito cobarde que nunca abrió la boca.

Un maldito cobarde que no tenía la suficiente valentía como para parar esta farsa aún sabiendo que era un cobarde y que eso nunca lo haría feliz.

—"Feliz…" –susurró con ironía para luego formar en su apuesto rostro una sonrisa amarga.

Felicidad… eso era algo que no existía en su vocabulario.

Esa palabra sólo existía en las películas. Era una utopía. Algo irreal. Una palabra tan absurda…

Un concepto abstracto.

El joven de veintiséis años pensaba en que nunca, en toda su vida había sentido aquello. Había sido criado en una familia aristocrática. Eran asquerosamente ricos. Su padre era un muy exitoso empresario, aunque odiaba lo que hacía. Por eso quiso que su hijo cumpliera su sueño, sin siquiera preguntarle lo que quería, para lo que él tampoco nunca dijo nada. El niño siempre estuvo rodeado de personas que lo atendían, que satisfacían todas sus necesidades; pero nunca de cariño.

El cariño… el amor… sentimientos tan anhelados por un niño.

No, él jamás los tuvo, y jamás los tendría. Ni mucho menos, sería capaz de brindarlos.

Levantó el rostro para ver el gran reloj que estaba en ese vestíbulo.

Las 23: 30 de la noche. En tan sólo media hora comenzaría la carrera. Otra que, seguramente, terminaría ganando.

Pasó una mano por sus cabellos. Tenía rebeldes cabellos castaños que le enmarcaban las facciones del rostro, con una piel de un bronceado que cualquiera envidiaría. Sus ojos eran de un hermoso color ámbar con destellos cobrizos.

Era un hombre hermoso. Como toda la palabra lo decía, completamente hermoso.

Pero, también, completamente vacío.

Vacío…

Lo más característico de él, eran sus ojos, ese extraño color. Unos ojos que podrían ser los más luminosos. Pero que en ese hombre eran opacos… oscuros… sin vida.

Sin embargo… nadie notaba aquello. Para todos él era un ídolo. Un gran corredor de carreras invicto. El mejor. Un ejemplo…

Hizo una mueca. ¿Qué clase de ejemplo podría ser él? ¿Quién podría envidiar una vida como la suya, cuando era él quien siempre anhelaba escapar y ser libre?

Las personas no sabían lo afortunadas que eran al no parecerse a él.

No tenían idea

—"¡Li! ¡Termina de prepararte, tienes que ir a verificar a Rayo!" –vino un grito desde fuera del vestuario.

—"Está bien". –contestó con voz seca… muerta.

Terminó de abrocharse los pantalones del equipo color verde, y se dirigió al tráiler. Allí estaba su auto de carreras, también verde, 'Rayo' lo llamaban. A él le parecía estúpido ponerle nombre a un auto, pero era parte del mercado. A los niños les encantaba comprar automóviles de juguete y llamarlos Rayo, en honor al gran corredor de carreras Shaoran Li.

El gran corredor…

Revisó todo de su auto. Estaba en orden.

A él le gustaba revisarlo antes de una carrera. Lo hacía por sí mismo, no deseaba que nadie metiera sus narices en sus asuntos. El automóvil estaba en perfectas condiciones para realizar una carrera y ganarla con éxito.

El hecho de que odiara su trabajo, no significaba que iba a fracasar. Eso sería aún más humillante… más degradante.

Salió de allí y fue en busca de su casco. Había visto a todos los corredores –quienes lo miraban con recelo –, y supo que esta carrera iba a ser tan sencilla como todas las demás. Iba a ganarla. Otra vez ganaría.

¿Cuántos millones serían esta vez?

No lo sabía… ni tampoco le importaba. Le daba igual. Casi nunca gastaba dinero.

—"A todos los corredores, se les solicita que vallan a la recta de salida". –se escuchó por los altoparlantes. —"Repito. A todos los corredores, se les solicita que vallan a la recta de salida".

Shaoran tomó su casco y se dirigió allí. Pero todo en su vida tenía que ir mal y se topó con quien menos deseaba ver… en los próximos… trescientos años…

—"Li, Li, Li". –dijo una voz masculina con un toque de diversión. —"¿Listo para la carrera?"

El castaño volteó a verlo con indiferencia. —"No te interesa". –le contestó secamente.

El otro sonrió y negó con el dedo índice. —"No, no… esos no son modales… a ver vamos de nuevo ¿Listo para la carrera de hoy, Li?"

Shaoran lo ignoró y volvió a darse la vuelta. Ese era Ryo Hiusaky. Su más grande 'rival'. Él siempre le había ganado, jamás lo consideró un rival digno. Nadie lo era. Pero ese hombre era el más insistente, y se consideraba lo suficientemente bueno como para llamarse a sí mismo el rival de Shaoran Li.

—"Esta vez no ganarás, Li". –volvió a decir Ryo. —"No esta vez… la victoria será mía... y tú…" –sonrió escalofriantemente. —"… tú morderás el polvo, Li".

El ambarino lo ignoró olímpicamente y se dirigió hacia Rayo. Pronto comenzaría la carrera.

Al salir de los vestuarios, hacia la pista, todos los flashes comenzaron a prenderse una y otra vez. También odiaba eso, lo dejaban ciego.

—"Aviso para todos los corredores. Aviso para todos los corredores. Ubíquense en sus puestos. Se repite, ubíquense en sus puestos".

Shaoran apresuró el paso hacia Rayo, ya tenía suficiente de flashes. Por fin comenzaría la bendita carrera y al fin podría retirarse luego de terminarla.

Todos los demás competidores se ubicaron en sus puestos. Tan sólo quedaba un conteo de treinta segundos, el cual se finalizó al escucharse un disparo, que era la señal del comienzo de la carrera.

Todos los automóviles iban parejos, hasta que en una de las curvas, Shaoran tomó la ventaja. Siempre lo hacía. Las curvas eran las más complicadas para un corredor, pero él sabía cuanto debía desacelerar y en que momento volver a tomar velocidad para no perder el control y luego volver a retomar el camino. Él sabía perfectamente los momentos justos para hacer todo aquello y tomarles ventaja a todos. Por eso era el lingote de oro que veían los sponsors.

El que le seguía era Hiusaky, él era bueno, pero no llegaba a su altura.

Ryo Hiusaky podría ser el mejor, si él no estuviera.

Ya iban treinta y seis vueltas. Tenía que tomar una de las curvas más cerradas de toda la pista. Tenía que cerrase hacia la pared para que en el momento justo pudiera desacelerar y tomarla. Ya lo había echo en las otras vueltas, así que no le prestó atención.

Hasta que sus frenos fallaron

Shaoran no pudo hacer más, ya estaba en el cierre de la curva y su automóvil se estampó, irremediablemente, contra la pared.

Lo último que vio… fue oscuridad

Una oscuridad más turbia que su propia alma…

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—"¿En serio te dijo eso?" –preguntó una voz femenina entre risas.

—"¡Sí! ¡Yo no podía creerlo! Quiero decir, él me gusta, pero no así… no supe qué decirle". –contestó otra.

—"¡Ya se! Puedes decirle que…"

—"¡Hey! Ustedes, par de cotorras, dejen los chismes para después y vallan a hacer las guardias en los pasillos". –se escuchó desde la puerta.

Ambas muchachas voltearon y vieron a la persona que les había hablado.

—"¡Eh… sí, doctora Kinomoto, lo sentimos!" –dijeron al unísono haciendo una reverencia y saliendo rápidamente.

La doctora de ojos verdes sonrió. Que le tuvieran tanto respeto la hacía sonar más adulta de lo que en realidad era.

Se preguntaba por qué los demás se intimidaban ante ella, si no era precisamente una persona intimidante. Muy por el contrario, se la pasaba bromeando con todos e intentando ayudarles siempre en lo que podía. Quizás la trataban así porque al ser tan reconocida, suponían que era alguien soberbio… ella no lo sabía. Pero si era así… que equivocados estaban…

Su prestigio era tan grande que cuando venían a conocerla para hacer pasantías o simplemente felicitarla, se sorprendían de que tuviera tan sólo veinticinco años. Era realmente increíble encontrar a una médica tan joven y que por encima de todo tuviera semejante reconocimiento.

Eso era porque hacía lo que más amaba y por su fuerza de voluntad.

Sakura no era superdotada ni nada por el estilo. Todo lo que había conseguido fue por sus propios méritos siendo como cualquier persona normal, sólo que ella desde muy pequeña se había apasionado con todo lo que tenía que ver con salvar vidas y siempre iba a cursos o leía en su casa libros que eran para especialistas. Siempre quiso ser doctora, y ante tanta voluntad y conocimientos que ya había asimilado, pudo graduarse dos años antes.

Y bueno… lo del prestigio –para ella –no había sido más que suerte de principiante. Pero no todos lo creían así.

Por supuesto que no todos los médicos estaban en el lugar justo donde…

—"¡Emergencia! ¡Emergencia!" –se escuchó un grito desde el pasillo que la sacó de su ensoñación.

Sakura Kinomoto se dirigió al pasillo lo más rápido que sus piernas permitían. Ya estaba acostumbrada, siempre sucedían emergencias. Y por suerte, también, había podido salvar siempre a todas las personas que atendió en ellas. Aunque siempre existía ese miedo en ella… ese miedo de no poder ayudar a las personas… ese miedo de perderlas…

—"¿Qué sucede? ¿Cuál es el diagnóstico?" –preguntó a un enfermero que iba con la camilla hacia la ambulancia.

—"Es un corredor accidentado. Aparentemente chocó durante la carrera… el auto quedó destrozado, y él parece estar muy grave". –contestó el hombre para luego seguir con su camino, mientras ella se encaminaba a la sala de operaciones junto con otras enfermeras y personal.

Allí estaba la estricta doctora Sakura Kinomoto. La Sakura del quirófano era una plenamente profesional especializada. La Sakura destinada a salvar vidas. A hacer las cosas por las que siempre luchó.

—"Bien, preparen todo el bisturí. Requeriremos tiempo, el paciente está grave. Fue un choque, así que debe ser una operación complicada dependiendo de los órganos que hallan resultado afectados". –indicó con voz potente que no daba lugar a acotaciones.

Los enfermeros no pudieron hacer más que asentir, la doctora Kinomoto siempre sabía que hacer.

—"Esta todo listo, doctora". –señaló una de las enfermeras.

Sakura asintió.

Al instante llegaron los enfermeros que traían la camilla en donde estaba la persona accidentada.

La joven doctora de ojos verdes al terminar de ponerse sus guantes y utensilios, se acercó al paciente y se sorprendió. No por las diversas y profundas heridas que tenía en el cuerpo –ya que estaba desnudo –sino por la belleza de ese hombre. No se sorprendió de que a las demás enfermeras les sucediera lo mismo…

Era muy guapo. Nunca había visto a un espécimen de hombre así. Era una lástima no poder ver sus ojos. Ellos debían ser tan hermosos como su dueño.

Realmente sería un desperdicio perderlo.

No. Sacudió la cabeza. Ella no podía perderlo. No iba a perderlo. Jamás perdería a un paciente; tenía que quitarse esas ideas de la cabeza.

Por algo había estudiado. Ella lo había hecho para salvar vidas. Y así lo haría. No tenía que tener miedo.

Tomó el bisturí más filoso que tenía. Primero comenzaría por extraer los trozos de –lo que parecían ser –vidrios que el joven tenía en gran parte de su duro y trabajado abdomen. Debía trabajar rápido. Tenía que hacerlo. Él estaba pálido, había perdido mucha sangre y sus signos vitales –que eran controlados por los otros enfermeros –eran muy débiles. Si no era un poco fuerte, moriría en cualquier momento. Sólo necesitaba de su fuerza de voluntad. Rogaba por que el hombre tuviera ganas de seguir adelante. De continuar con su vida.

Aunque sonara estúpido, gran parte de la recuperación física tenía que ver con el estado psicológico de la persona… necesitaba de las ganas de vivir de la persona para que ésta pudiera recuperarse… sin esa motivación… sería imposible

-'Se fuerte' –le transmitió en pensamientos. Siempre hacía lo mismo. Les daba ánimos a sus pacientes cuando ellos estaban inconscientes o en peligro.

¿Algo absurdo? Podía ser… pero le funcionaba…

O por lo menos esa era su cultura como médica, una cultura que ella misma se había creado para –al mismo tiempo –darse ánimos a sí misma.

Siguió suturando las heridas. Eran demasiadas. Una enfermera le secó el sudor de la frente. La operación se estaba complicando y el pulso del muchacho era cada vez menos marcado. Él no estaba luchando. Ella podía percibirlo. Él se estaba dejando morir. Lo estaba haciendo, Sakura podría asegurarlo, no sabía el motivo, pero en verdad podía sentirlo. Él quería morir

Pero no. Realmente no lo dejaría. Oh, no, claro que no. Él no sería su primer paciente en morir. Y esperaba que ningún otro en su vida como profesional. Aunque desear eso era algo imposible, sabía que alguna vez se presentaría un caso irrealizable. Pero la ojiverde había decidido que éste no sería el caso. Eso era un hecho.

Continuó retirando todo lo que era nocivo para su cuerpo. A pesar de que él no estaba luchando, su cuerpo era verdaderamente fuerte; estaba sorprendida de que hubiera sobrevivido a semejante choque, no lo había visto, pero sabía lo que eran los autos de carrera y además el estado de su cuerpo y las heridas, le daban bastantes pistas. Estaba muy sorprendida, él era fuerte. Una lástima que no luchara con garras y dientes por la vida y que sólo su cuerpo quisiera salvarse.

Estaba muy metida en su labor, pero un pitido agudo la sacó de su estado de concentración…

Los latidos de su corazón habían cesado…

No supo el porque, pero un sudor frío le corrió por toda la espalda.

—"¡Traigan los revitalizadores!" –gritó a los enfermeros, que en seguida le habían alcanzaron lo que pidió. —"Comenzaremos con una pequeña descarga". –dijo y apoyó los aparatos en el pecho del joven de cabellos castaños. —"¡Ahora!" –y la descarga hizo sacudir el poderoso cuerpo del ambarino, sin embargo, no dio resultado. —"Suban un nivel". –indicó a los enfermeros nuevamente. —"¡Ahora!". –otra vez el cuerpo se sacudió, pero nada pasó. —"Una vez más. ¡Ahora!". –esta vez los latidos volvieron a hacerse presentes… aunque como un muy débil susurro…

La castaña suspiró aliviándose de que habían pasado una de las crisis. Era cierto que la tercera era la vencida… por suerte

Rápidamente volvió a su labor para que él dejara de perder sangre. El hecho de que habían podido sacarlo de ésta no significaba que pudieran en una próxima. Es más, si es que había otra… de esa que no se salvaría…

Fue en ese momento en el que dirigió su mirada hacia el trigueño y apuesto rostro del ambarino que, en ese momento, estaba pálido, claro que sin perder lo hermoso.

Y ahí vio algo que, inconscientemente, anhelaba ver…

Uno de los paraísos más hermosos que alguna vez hubiese visto…

Los colores del atardecer

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Estaba en un lugar muy oscuro… era realmente tan oscuro que no podía verse a sí mismo. Ni tampoco podía ver qué era lo que tanto dolor le causaba.

Sentía un dolor intenso y agudo en todo el cuerpo. No lo entendía.

¿Por qué lo estaba sintiendo? ¿Qué pasaba?

Y lo recordó… el fallo de sus frenos… la curva… la pared… el choque… la oscuridad… la más profunda y densa oscuridad…

¿Acaso estaba muerto?

¿Al fin se habían cumplido sus deseos?

¿Al fin sería libre?

Pero si así era… ¿Por qué sentía ese dolor que le calaba los huesos? Supuestamente la muerte era silenciosa y, suponía que no dolía, ya que dejaba de ser parte de su cuerpo.

Realmente no le importaba el dolor… pero si moría ¿qué importaba? A nadie le importaría nada más que su estado financiero. Y eso sonaba bastante tentador. Arruinar a sus inversionistas con su muerte no estaba mal, si después de todo a él no le importaba nada. No tenía nada por lo que vivir…

Por un momento, dejó de sentir ese agudo dolor. Era como que su cuerpo era desprendido de esas cadenas que lo ataban y cada vez sentía menos las cosas relacionadas con sus sentidos sensoriales…

Estaba liberándose… hasta que…

Su cuerpo se sacudió una vez…

Su liberación frenó por un instante, pero luego continuó. Él no quería que calmara, quería liberarse de una vez…

Otro espasmo

Oh, bien ¿Cuál era el punto? ¿No podía morir tranquilo? ¿Quién demonios le estaba poniendo más cadenas de las que ya tenía en su cuello para que se quedara como el burro de carga que ya era?

Una tercera sacudida

Y el dolor volvió. Su liberación cesó para dejar lugar, nuevamente, a ese horrible dolor. A ese dolor que no sólo era de su cuerpo… sino de su alma.

Su alma…

Se sorprendía por el hecho mismo de pensar que tenía un alma… quien sabe… quizás hasta las rocas tuvieran una… y si ellas la tenían… ¿por qué él no?

Era increíble como su mente vagaba, y no podía saber si eran segundos, minutos, horas, días… ¿Quién sabe?

Pero lo que tenía más presente era ese agudo dolor que envolvía a todo su cuerpo. No se iba. y cada vez se estaba volviendo más insoportable.

Quiso abrir los ojos, saber qué era lo que ocasionaba su sufrimiento. No obstante, no podía siquiera levantar sus párpados; tenía la sensación de que estaban encadenados, eran tan pesados, como si sus ojos no quisieran volver a abrirse, o como si a alguien se le hubiese derramado pegamento sobre sus gruesas pestañas.

Intentó abrirlos nuevamente. ¡Bien! No los había abierto del todo, pero al menos sintió un movimiento. Era extraño… se alegraba de que sus párpados apenas se movieran, cuando hace apenas unos escasos segundos estaba deseando la muerte… a lo mejor era su sentido de supervivencia… o definitivamente estaba algo loco…

Volvió a hacer el intento. Esta vez con toda su fuerza de voluntad… y dio resultado…

Aunque no pudo enfocar la visión en un punto fijo… encima suyo había una luz fluorescente, que –estando en condiciones normales –lo habría cegado, pero en ese momento sólo le pareció una ráfaga de luz…

Sin embargo fue otra cosa la que le llamó la atención…

Un destellante brillo verde

Verde como la esperanza… como la primavera…

Un par de esmeraldas

Un par de esmeraldas en un ángel…

Un ángel…

Un hermoso ángel que lo iluminó con sus esmeraldas…

Y entonces…

Volvió a sumergirse en la oscuridad…

Pero esta oscuridad… ya no era tan sombría…

Porque en ella… podía vislumbrarse un rayo de esperanza…

Continuará…

O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O

Notas de autora:

¡Hola de nuevo! XD ¡Yupy! Al fin acabé otro de mis proyectos y estoy felíz n.n.

Esta historia es una de mis favoritas XD bueno, por algo las escribo ¿no? Si no me gustaran no lo haría XD, creo que eso fue tonto, pero en fin. Como ya había dicho, cuando comienzo un proyecto no hay quien me pare, pero quiero dejar bien en claro que lo que comienzo lo termino o , por eso no se preocupen. Voy a explicarles el porque en vez de no seguir con las historias que ya tengo y al terminarlas comenzar las otras, comencé a hacer las nuevas… bueno, la sinapsis que hacen las neuronas de mi cerebro es bastante loca ¿? XD no, bueno lo que pasa en realidad, es que cuando me da la inspiración, ésta no es una inspiración universal, es decir, que me da la inspiración para determinada historia y si no la utilizo en el momento la pierdo X3. De todos modos siempre tengo constantes aires de locura en la cabeza, sin embargo y lamentablemente, los días no son de 48 horas UUu.

Bueno, dejando el delirio de lado… ¿Qué les pareció el capítulo? Se que quizás no es muy entretenido, fue el primero y se ve bastante drama, pero todo lo que puse me es necesario para hacer los demás mucho más interesantes, por eso pido paciencia. A mi me gustó porque fui la que lo escribí, pero no se que les parecerá a ustedes, por eso pido su opinión en un lindo review, ya sea de crítica constructiva como de ánimos o ideas… ¡lo acepto todo! XD

Bueno, como no quiero adelantar más nada, y como mis dedos están vivos… y me asustan un poco XD me despido n.n. Claro que antes quiero agradecer a Angel Zafiro por sus animos en mis otras historias y por su colaboración en el título de esta historia, a pesar de que no puse ese porque lo hice al azar y salió este XD le agradezco muchísimo su colaboración y entusiasmo n.n.

Espero que dejen sus comentarios y que les guste este nuevo proyecto que les presento.

Muchos besos

¡Nos vemos! :D