Prólogo
Ichigo observó la foto de su mujer, que era bajita pero sexy, con un elegante vestido de noche rojo, del brazo de otro hombre.
La ola de furia que siguió al primer momento de perplejidad hizo que lo viese todo rojo. Era como una llama que lo quemaba por dentro, dejándolo curiosamente vacío.
Renji Abarai.
Bueno, no era una sorpresa. Ichigo había notado dos años antes, durante el fin de semana en Westgrave Manor, que a Abarai le gustaba Rukia en cuanto puso los ojos en ella. Como le había pasado a él. Pero, a pesar de su ira, apartó a un lado la revista y miró a su padre para decir, con cara de póquer:
–¿Y bien...?
–¿Cuándo te vas librar de ella? –le preguntó Isshin, como si una esposa de la que estaba separado y cuya nueva vida de soltera era documentada a menudo en la prensa fuese una vergüenza para la familia.
–Soy libre ahora –respondió Ichigo, encogiéndose de hombros.
Aunque el proceso de divorcio no había finalizado, Rukia y él estaban separados oficialmente. Pero, cuando involuntariamente su mirada se clavó de nuevo en la revista, se cuestionó su visceral reacción al ver a Rukia con otro hombre. Estaban separados y no debería ser una sorpresa que saliera con un amigo, pero eso le atormentaba.
¿Por qué? Antes de su ruptura, Rukia se había mostrado tan indiferente con él que supuso que ningún otro podría romper esa barrera. Y la idea de que otro hombre hubiera tenido éxito donde él había fracasado le enfurecía.
–No te veo saliendo en las revistas como antes de casarte –dijo su padre.
–Ya no soy un crío. Y, además, ahora soy más discreto.
–Rukia Kuchiki fue un error, pero no quiero hablar más del tema –comentó Isshin, notando cómo su hijo apretaba la orgullosa mandíbula.
Pero Ichigo no tenía nada que decir, al menos nada que quisiera decir. Le sorprendía que sus padres, que ni siquiera le habían dado el pésame por la muerte de su hijo, pensaran que cualquier aspecto de su matrimonio era asunto suyo.
Las relaciones entre ellos habían sido siempre tirantes. A pesar de la muerte de su hermano mayor, Kaien, el favorito de la familia, en un trágico accidente de coche, y a pesar de que sólo gracias a Ichigo la empresa Kurosaki se había recuperado de la desastrosa dirección de su hermano, seguía sintiéndose como un segundón.
Y, de repente, se daba cuenta de que su meteórico éxito en el mundo de los negocios era un terrible contraste con el fracaso de su vida personal.
Rukia, por el contrario, había retomado su vida a una velocidad de vértigo. Y, evidentemente, estaba disfrutando de un éxito considerable: nueva empresa, nueva casa, nuevo hombre.
Ese pensamiento enfureció a Ichigo, que recordaba a una Rukia mucho más inocente; una cría de veinte años que una vez se había quedado sin respiración sólo con besarlo.
No podía soportar la idea de que se acostara con Renji Abarai y eso le sorprendía, porque él no había sido nunca un hombre posesivo…
