Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen, sino a su creador, Hajime Isayama.
1. Vacío
Desperté de sopetón, con la respiración agitada y el corazón latiendo velozmente dentro de mi pecho. La pesadilla había sido vívida, como ninguna otra antes. Peor que las que usualmente tenía. Simplemente se había sentido real, palpable y aterradora. Cerré los ojos, intentando calmar mi pulso, asimilar que no era real. Pero quizá era preferible quedarse con el mal sueño a estrellarme de nuevo contra la realidad.
No me podía acostumbrar aún a despertarme solo, en una cama demasiado grande y fría para mí. Sentía en la boca el desagradable sabor a tabaco y a alcohol y la sensación pegajosa en el cuerpo del sudor en la piel. Posiblemente la última vez que me había duchado había sido hacía unos cuantos días. Nunca me había permitido hacer eso. Pero todo era un desastre. Era como si todo estuviera dirigido a empeorar solamente, sin darme un respiro siquiera, un momento para asimilar las cosas. Me sentía perdido y vapuleado, como si el universo se hubiese puesto en contra mía.
Me levanté con un gruñido, tratando de aclarar mi garganta, herida por el humo tóxico del cigarro y, también, de tantos nudos de llanto que me había tenido que tragar. Era temprano. Las ocho y media de la mañana, pero ya podía oírse el barullo justo afuera de mi casa. Coches que pasaban, gente que salía a hacer su ejercicio por la mañana. Personas que llevaban su vida normal, completamente ajenos a la tragedia de terceros. Terceros como yo. Me dirigí a la cocina, buscando alguna taza limpia para servirme café. En cualquier otro momento, la cafetera ya hubiera estado encendida y, posiblemente, la radio también, dejando escapar cualquier canción de moda. Y ella hubiera estado ahí, extendiéndome una taza de café a cambio de un beso de buenos días. Pero no. Irrealidades mías, cosas que extrañaba y que nunca más volverían a ser.
El café me supo a mierda, pero aun así me lo bebí todo. Tomé el celular de la encimera y tenía varios mensajes y un par de llamadas perdidas de mi abogado. Marqué el número y sonó dos veces antes de que me contestara.
—Ya te he dicho que siempre debes contestar a mis llamadas, Levi.
—¿Qué quieres? —pregunté, cortándole el sermón. No estaba de humor para escucharlo regañarme. Lo escuché suspirar al otro lado de la línea, junto con el sonido de unos cuantos papeles a lo lejos.
—Acaba de llegar una nueva declaración. —me informó. —Necesito una nueva de parte tuya…
—No. Ya he declarado mil veces, Erwin. ¿Qué de nuevo te puedo decir? —dije, frunciendo el ceño. ¿Nuevas declaraciones? ¿A estas alturas del maldito partido? Esta gente estaba empeñada en meterme a la cárcel, lo sabía. —Te he contado solo la verdad de lo que pasó. Lo que te dije es lo que sé.
—Levi —hizo una pausa, como escogiendo cuidadosamente sus palabras —Estoy haciendo todo lo que puedo por ayudarte y evitar que te declaren culpable. —dijo, en una cantaleta que yo me sabía de memoria. —Pero hay muchos testigos en tu contra. Todo el mundo cree que tú lo hiciste, que-
—Yo no la maté. —siseé, ofendido por la mera insinuación. —Nunca le hubiera puesto un dedo encima y lo sabes bien. Has comprobado los horarios, tú mismo viste las pruebas. —continué, mirando el techo de la cocina. Comenzaba a enmohecerse. —Si quieres que te repita lo que tú ya sabes, lo haré. —cedí finalmente. No tenía más que perder. Mi versión era mi única realidad.
—Escucha, Levi. El homicidio es uno de los crímenes más penados. Hay testimonios en contra tuya y, aunque hay pruebas, no hay nada cierto aún. —me explicó y yo sentí que la sangre me hervía en las venas. —Sabes que no había nada que comprobara o desmintiera quién la mató, pero tú eres el principal sospechoso. Tú fuiste el último que la vio.
Guardé silencio unos segundos. Mascullé alguna suerte de despedida y colgué. Si hubiera podido patearle el trasero a Erwin por ser tan inservible, lo habría hecho, pero eso me dejaba sin abogado. Y nadie parecía querer escuchar lo que yo tenía que decir si no estaba escrito en un oficio y sellado por un montón de burócratas. Tenía enemigos por todas partes, la gente me odiaba. No podía salir a la calle sin que alguien me insultara o me llamara asesino. No entendían nada. Sí, yo fui el último que vio viva a Eren. Sí, encontraron su cuerpo a tres cuadras de mi casa, dentro de una bolsa negra, en un basurero. Sí, sus amigos alegaban que ella les había dicho que estaba conmigo. Pero yo no la había matado. Jamás se me hubiera ocurrido siquiera. La amaba, jamás podría…
El celular sonó de nuevo. Esta vez no era Erwin.
—¿Qué quieres, cuatrojos? —contesté lacónicamente.
—Que me abras la puerta, de ser posible. Pasé por Denny's cuando venía y se me ocurrió que quizá no habías desayunado aún. —la voz de Hanji sonaba confiada y tranquila, como si no hubiera pasado nada. Me la pensé dos veces antes de abrirle, aunque al final, lo hice, encontrándome con su sonrisa y una bolsa con el logotipo del restaurante que solía frecuentar bastante seguido. —Waffles y jugo de naranja… ¡con tocino! —exclamó, pasando. La mayor parte del tiempo esta mujer era irritante y fastidiosa, pero era lo último que me quedaba. Hanji era la única que no me había dado la espalda y que me creía profundamente. No hizo comentario alguno del desastre que tenía en casa.
—Creí que estabas trabajando. —comenté, limpiando la encimera para que ella dejara el desayuno ahí. La escuché reírse y me pareció un sonido extraño, distante. —Si te sigues escapando del trabajo vas a acabar despedida y no quiero cargar contigo quejándote.
—Pedí permiso. Moblit me está cubriendo y, además, no podía dejarte solo. —respondió, sacando los contenedores de unicel de la bolsa blanca. Pude oler el tocino y la tripa me gruñó audiblemente. —¿Ves? Te morirías de hambre si no tienes quién te cuide.
—Ya. Qué caritativa. —mascullé, aunque no pensaba hacerle el feo a la comida. Semanas habían pasado desde que probé bocado de algo que no fuera instantáneo o congelado. Busqué cubiertos limpios en algún cajón y mientras estaba en ello, se escucharon unos golpes sordos en la puerta, los cuales ignoré. Hanji pareció notarlos, pues me preguntó si no iba a abrir. —No. Nadie llama a la puerta, sólo son los mocosos que arrojan huevos. Es normal. —respondí, sacando un tenedor limpio, uno de los últimos. —Lo hacen desde hace meses. Tengo que limpiarlo por la noche, o se pudren y es peor.
—¿No es un poco temprano para hacer bromas de Halloween? —inquirió ella. Me encogí de hombros, pinchando una rebanada de tocino para llevármela a la boca. Estaba crujiente y el cielo sabe que mi estómago tuvo un orgasmo en ese preciso momento.
—Al menos dejaron de hacer grafiti en las paredes y en el coche. —comenté. Hanji me observó con incredulidad, pero no había mentiras en mis palabras. Apenas se había repartido el rumor, todas las mañanas amanecía algún gesto obsceno pintado en mi pared o en mi auto. En un principio, me molestaba, me estresaba. Pero dejé de tomarle importancia, hasta que dejaron de hacerlo gradualmente y se limitaban a arrojar huevos o incluso escupitajos en la puerta. Era una paria y se esforzaban por hacérmelo saber. —¿Cómo van las cosas en la farmacia? —pregunté, después de un silencio incómodo.
—Normal. Ha estado muy relajado, ¿sabes? Últimamente la gente no se enferma o no necesita aspirinas. —me explicó, con una sonrisa en los labios. La forma en la que Hanji me sonreía me hacía sentir normal, como si nada hubiera pasado. Me hacía falta tener amigos y ella, aunque no era convencional y era molesta y ruidosa hasta el tuétano, era lo más cercano que tenía a una amistad. Erwin también era mi amigo, pero desde que se había vuelto un burócrata y se encargaba de lamer culos de sus superiores, realmente ya no estábamos en sintonía. Igual…era bueno conservar a alguien siquiera. —¿Qué hay de ti? Vi que tenías varias cosas afuera del garaje.
—Pienso venderlas. —murmuré, cortando un waffle sin muchas ganas. —Tengo un montón de deudas que he dejado juntar…El viejo me dijo que conoce a alguien que compra chatarra, así que…
—¡¿También la moto?!
—No tiene caso que la tenga. Los caminos del pueblo no están hechos para una moto. —comenté, sin ser del todo sincero. Técnicamente era cierto, pero también era una manera de deshacerme de cosas que me la recordaban. —No la uso desde hace meses. Sólo ocupa espacio ahí atrás.
—Pensé que ibas a abrir tu taller este verano —murmuró. Yo sabía que Hanji no tenía malas intenciones, pero, por alguna razón, sus palabras me caían de peso.
—Nadie quiere venir donde un asesino. —señalé secamente, ya sin apetito. Ella quiso decir algo, pero creo que se arrepintió finalmente. —Si me sobra después de pagar lo que debo, me largo de aquí. Erwin dice que está algo…complicado limpiar mi expediente, pero cree que puede hacerlo. A la larga. No puedo quedarme más tiempo aquí.
—¿No puedes…? ¿O no quieres? —preguntó, buscando mi mirada con la suya, bastante seria. Odiaba cuando dejaba de lado su locuacidad natural para ponerse en ese plan. No le respondí y me limité a seguir comiendo, a pesar de que ya no tenía hambre. —Sé que ha sido difícil, Levi…—comenzó —Pero ya han pasado tres meses. Confío en que Erwin te va a sacar de encima el malentendido, así que no tienes por qué irte… Tu familia está aquí.
—Pero ella ya no. Ella era mi hogar, Hanji. Y se ha ido. Para siempre. No tengo ninguna maldita razón para quedarme. —contesté, con la voz helada y cortante. —Sólo estoy hundiéndome en mi propia miseria. Ya no quiero eso, ¿entiendes?
—…Supongo que debería. —se levantó, suspirando pesadamente. No me iba a hacer cambiar de opinión. En cuanto pudiera, me largaría de ese asqueroso pueblo. —En fin. Tengo que irme ya. Moblit se merece un descanso. Te llamaré más tarde, ¿sí? —asentí. Me miró unos segundos más y pude palpar la lástima en su expresión. Se fue en silencio y la escuché hacer un sonido asqueado al ver los restos de huevo en la puerta. Pero no me importó. Ya nada me importaba realmente.
¡Hola! Muchas gracias por leer este primer capítulo. Es mi primera vez incursionando en este género, impulsada por la canción que lleva el mismo nombre de este FanFic (If I Had a Heart - Fever Ray) Ojalá todos y todas se queden para leer quién es el culpable de la muerte de la pobre Eren. Todos sus reviews son sumamente importantes y créanme que no hay nada que me haga más feliz que les guste mi trabajo.
Prepárense para muchos feels y angst :) muehehe
