Nota: Éste 'prologo' fue creado para el reto #02 Pecados Capitales del extravagante foro 'El Poney Pisador'. Lo borré porque tiene pasajes de historias futuras, pero al hacerlo me di cuenta de que los reviews no pegaban (además, habían sido dejados de buena fe para esta parte, no el resto de la historia). De manera que aunque tenga que ver porque la historia sea la misma, son los capítulos venideros los que conforman el fic propiamente hablando.

Disclaimer: tanto Fili como el resto de personajes le pertenecen a Tolkien (a pesar de que mi perversa imaginación haga uso de ellos, de un modo muy poco decente en este caso pero muy muy sexy) así como Érebor, Esgaroth, etc. Lo único que me pertenece es el personaje de Ára(bella) que me ha estado rondando por la mente desde que pensé en hacerle un 'happy ending' a los tres Durin.

-La Búsqueda del Tesoro-

H/Glory Box by Portishead

Eran ésas noches, noches como aquella misma, las que le daban sentido a todo. Ésas noches que eran la causa y la excusa por la que se había enfrentado a su gente, a su madre y a su tío; a las malas lenguas y a los consejos sabios… porque eran exactamente de ése tipo las noches, en las que las horas se las pasaba en vela, las que quería para sí durante lo que le restara de vida.

Nunca le había preocupado la idea del matrimonio, ni el conocer a una mujer decente (hija de Durin, por supuesto, algo que iba implícito en el término 'decente' per se) con la que formar una familia. Eran detalles aburridos, nimios, irrelevantes para la vida que le esperaba. Alguien tomaría ésas elecciones en su lugar llegado el momento, probablemente Thorin. Tal fue su despreocupación y conformismo durante ésas primeras seis décadas suyas, y hubiera seguido por el mismo camino las décadas restantes si no hubiera existido para él, si no hubiera vivido una noche de ésas que te cambian, que ponen el mundo patas arriba. Una de ésas, en la que la idea de comprometerse con la propia vida adquirió todo el sentido del mundo en su cabeza. En una noche tan sólo, la primera de las muchas que había pasado con ella.

Ára abrió su mente estrecha de una manera de la que nunca creyó ser capaz. Jamás de los jamases creyó poder encontrar, ya no atractiva, sino mínimamente aceptable a una mujer de distinta raza. Nunca, ni siquiera las mujeres de la 'bella raza' que conoció en Rivendel, inspiró en él el menor instinto de nada. No llegaban ni a la suela de las botas de Grilda y sus rizos dorados, hija del Fréor, allá en las Montañas Azules. Y sin embargo, aquella mocosa dúnadan había consiguió en poco tiempo volverse irresistible a sus ojos de enano.

Finalmente optó por dejar de sorprenderse—dado que de lo contrario se la habría pasado eternamente asombrado— con la cantidad de tiempo malgastado en ella, en paseos inútiles y pensamientos perdidos. Con encontrarse envidioso del simple baile de sombras en la piel tersa de ella al ritmo crepitante del fuego de la hoguera, como si en secreto se chancearan al disfrutar del tacto que él tanto anhelaba. O por la cantidad de situaciones al día le habían llevado furibundo al borde del ataque, desde una mirada inoportuna del inocente Kili hasta el propio aire que escapando vilmente de la prisión de entre sus labios. O con las veces que había llegado a preguntarse cómo por éstos, si serían dulces o guardarían el sabor de las frambuesas que tanto adoraba desayunar por las mañanas y que los dejaban con un color rojizo, por el que él habría matado por limpiar a besos. Pero no, no era su piel canela, ni su mirada de plata lo que lo hacían temblar por entero… ni tampoco fueron los labios tentadores de la chica los que le habían hecho perder la cordura de ésa manera. Tampoco era la causa justa lo deliciosamente encantadores que la quedaban los pantalones de montar, ajustándose perfectamente a su figura dónde debían hacerlo, un lugar dónde sus pensamientos solían perderse a menudo... No, lo que hizo perder los papeles, la compostura… ¡el sentido común! Lo que logró convertir a una simple dúnadan del oeste en su más profundo, oscuro y secreto objeto de deseo, no había sido otra cosa que el carácter imposible, irreverente y algo altanero del que ya en Rivendel dio sobradas cuentas.

Nunca le habían caído bien los elfos, y por las barbas de Durin el Inmortal que en la vida hubiera podido imaginar que terminaría sintiendo pena por señor de Imladris. Pero como decía su tío Thorin, caro le había salido al elfo la compasión al acoger a la madre y al niño si había de pagar con el precio de aguantar a la sobrina. Entre todos, habían logrado hacer de un problema personal, de un chismorreo de comadres, un asunto de estado. Todo lo que pudo sacar en claro del asunto fue que la tía había rogado al elfo, y que sus súplicas no habían sido escuchadas. Le intrigaba tanto que el gobernante no quisiera complacer a su huésped… si tan importante era para ella, habría sido tan fácil. Pero si como decía Gandalf no quería enemistarse con los del Norte, le preocupaba que temiera encontrarse con dos frentes abiertos. ¿Cuál era el otro frente? ¿La batalla imaginaria de Gandalf contra un enemigo invisible? No, estaba claro como el agua que su aguda mirada estaba fija en otra parte: Érebor.

Con estos recelos andaba cuando Kili encontró la maldita carta en la fuente, de la que más tarde se enterarían que perdió el pequeño Estel, todo apesumbrado por no haber podido cumplir el último encargo de su querida prima. Bofur y Dwalin estuvieron de acuerdo en abrirla desde el mismo momento en que su hermano puso sus manos en ella, pero Balin lo impidió alegando no sé qué monsergas sobre la intimidad de las personas y fue en busca de Thorin para decidir qué hacer.

-¿Y si habla de los planes de Elrond?- había veces que le daba por pensar que compartía algo más que madre y padre con su hermano, que podía leer sus pensamientos. O eso, o sabía bien como apretarle para conseguir hacer su voluntad- Piénsalo. Probablemente en ella se den razones de su marcha, de porqué se fue, de qué Elrond no quiso ampararla y de porqué Elrond no quiso ampararla…

-Thorin sabrá qué…

-El tío Thorin no comparte tu teoría hermano, yo sí. Y si todo esto es una engañifa del elfo para arrebatarnos nuestra montaña…

-En ése caso deberíamos saberlo.

Arrebató el sobre a su hermano y lo abrió expectante, pero tan pronto como lo hizo perdió la esperanza de encontrar cualquier referencia a lo que buscaban. Ni siquiera a posteriori logró recordar gran cosa de la gran bronca que les cayó por hacerlo, lo único que le quedó fue el recuerdo de una gran pena. No había planes secretos, ni estrategias ocultas. Era una despedida. Simple, honesta, que dejaba entrever un calvario, pero sin atormentarse. Sin toda ésa fachada de orgullo que solía acompañarla todas y cada una de las veces que había tenido la mala suerte de encontrarse con ella.

El orgullo con que mantenía su cabeza erguida frente a los envistes que cuestionaban su honorabilidad, por parte del Señor de Imladris y de algunos elfos más, sin un solo cabello fuera de lugar, impertérrita, cómo si la lengua del elfo y sus ataques no la afectaran en absoluto. Ésa indecencia de contrariarle, de escapar al mundo dejándole bien claro que poco le importaba su opinión al respecto… el haberse revelado contra el gran elfo, fue lo que le hizo percatarse de que ella no era una mujer cualquiera. Era una dúnadan, y era sobrina de La Bella. Y eso era lo que, en teoría, justificaba su carácter indómito.

Así como no pensó nunca hallarse en tales redes, tampoco creyó que sería capaz de envolver a su tío en un escándalo semejante. Pero lo había hecho, claro que había sido capaz… el heredero de Thorin Escudo de Roble no había dudado en desafiar a su tío y al destino al negarse a unirse a una hija de Durin, sino que además el renegado se encamaba con una mujer extranjera, de baja alcurnia y de tan bajas pasiones como para negarse a hacer de él un hombre respetable.

-Déjame volar contigo- le había pedido entre besos y caricias aquella primera noche, previa al ataque de El Dorado, cuando él había sentido la imperiosa necesidad de verla y se había presentado sin avisar delante de la pequeña casa que la había acogido, que por suerte o por destino no tenía vigilancia en tan señalado momento.

Y recordando la felicidad de la chica sintiéndose libre sobre las alas de Fehnrir, el águila que la había traído a Érebor con ellos, no tuvo más remedio que aceptar lo desconocido. Lo que dicho sea de paso, le proporcionó una de las experiencias más gratificantes de su vida. Aún a día de hoy una sonrisa se le dibuja inconsciente cuando rememora en su cabeza lo acontecido aquella noche, la que para el resto de Esgaroth fue la antesala de la masacre. Las dudas, los nervios, el deseo de tenerla. Los besos, sus manos gentiles y su aliento acelerado. El cuerpo perfecto de ella sobre el suyo, frágil y vigoroso a la vez. El movimiento de vaivén de sus caderas mientras lo montaba entre jadeos con el único apoyo de sus brazos… y cómo cuando llegado el momento de dejarse ir, abandonó su boca y sus brazos casi al borde de la extenuación, arqueó la espalda buscando las piernas de él como apoyo, y exhaló un gemido profundo de absoluta satisfacción.

Ésas eran las noches que anhelaba. Quería ser indecente, inapropiado. Quería entrecruzar los dedos con los de ella por debajo de la mesa para arrancarla un suspiro, preludio de lo que vendría después.

No era la primera noche que Thorin había intentado impedir un comportamiento indecoroso sentándolos separados. Gran error, porque con su terquedad lo único que hacía era acrecentar su imaginación. Las miradas entre ambos se hacían más intensas, la tensión se hizo más evidente. Por más correctos que fueran en el trato ella sabía que ya había empezado a desvestirla con los ojos. Jugaba con la copa de vino, deslizando una uña por ella cómo solía deslizar el dedo por su torso desnudo.

Kili miraba a su hermano y a su cuñada, entre divertido e incómodo por la situación. Pero la gota que colmó el vaso de su paciencia fue el ver comer a su hermano. Sin apartar la mirada de ella, jugaba con el tenedor de plata. Cada vez que se metía algo a la boca terminaba sacando el tenedor sugerentemente, chupándolo hasta dejarlo bien limpio. Y volvía a empezar. Hasta que se sirvió el jabalí asado y a Fili le dio por morder de manera casi obscena el muslo del animal cuando pensaba que nadie salvo su esposa le miraba. Ahí fue cuando retiró su plato y dejó la mesa alegando que había perdido el apetito.

-Árabella, querida, temo que te hayamos obligado a sentarte demasiado cerca del fuego. Puedo cambiar mi lugar contigo si lo encuentras demasiado incómodo, estoy algo más acostumbrada- Ofreció su madre, en un intento encubierto de separarlos aún más. Sin duda pensaba que con Ára a la diestra de su tío erradicaría las miraditas de raíz. Pero su mujer demostró ser igual de despabilada que Dís.

-Gracias por el ofrecimiento, Dís, es muy muy generoso por tu parte privar al rey de la compañía de su hermana por mi bienestar. Pero temo que si la causa de tan inocente preocupación son mis mejillas encendidas, de lo que habréis de separarme es de la copa de vino, no del fuego… estoy un poquito achispada, lo confieso. Si fuera posible me gustaría ir a descansar, ha sido un día demasiado largo…

Thorin dio su aprobación de mala gana y tuvo que conformarse cuando anunció que acompañaría a Ára, por temor a que la diera un vahído en las escaleras. Era la excusa perfecta.

-Pobre Kili, le hemos dejado sin cenar…- Ára cerró la puerta tras de sí entre risas y corrió a encontrarse con él en el borde de la cama. Con las rodillas hincadas en el lecho la besó, luchando por no dejar un centímetro libre de aire entre ambos.

-Con poco pierde el apetito mi hermano.

-Mañana habremos de recompensarle con un desayuno tranquilo…

-Eso depende de lo que suceda esta noche.

-¿Vas a obligarme a esconder la cubertería?-Ára apenas se permitía a si misma abandonar sus labios, y Fili estaba encantado con tal necesidad- Me pregunto qué dirá tu madre cuando nos hagas a todos comer con los dedos…

-Hazlo- contestó él en apenas un susurro, tan cerca del lóbulo de su oreja que consiguió erizar el vello de la nuca de su mujer únicamente con su aliento. Tomó la mano de ella que aún descansaba sobre su pecho y se llevó a la boca uno de sus dedos, introduciéndolo poco a poco, permitiéndose el lujo de juguetear con él, chupándolo, haciendo presión con los labios y con los dientes en la alianza de mithril y oro de ella- Encontraré nuevas maneras de ser encantador.

No tuvo opción, no pudo resistirse. Su respiración ya era como la de un caballo a galope, ni siquiera tuvo tiempo de terminar de desatar la sobre falda del vestido. Ára se lanzó a su boca con desesperación, robándole besos y caricias, robándole hasta el aire, dejándolo en mangas de camisa y apresurándose con la hebilla del cinturón.

-Por todos los Valar, Fili- Rogó Ára, cuando prácticamente tenía dominadas las cintas de la falda-usa el cuchillo si se resisten…

-Demasiada prisa tienes-atinó a decir separándose un poco, cuando al fin las deshizo completamente y la falda cayó a sus pies- ¿De qué me sirve tener una esposa preciosa si no puedo recrearme con ella?

-¿Eso es lo que quieres? ¿Recrearte?- Se separó un poco para su disgusto, y comenzó a deshacer el lazo del corsé. Lo desanudó y poco a poco fue sacando el cordel de cada uno de los enganches bajo su mirada atenta. Una vez abierto, sacó los brazos y lo dejó caer al suelo- ¿Suficiente? Es la última vez que dejas a tu preciosa esposa desvestirse sola, es un gesto muy poco caball…

Calló su recriminación con un beso, y entre risas se dejaron caer sobre la cálida piel que cubría el lecho, protegiéndolos del frío.

-¿Quieres volar conmigo esta noche?- Fili se perdió en los ojos castaños que lo miraban. Ára alzó una ceja, pero no esperó respuesta. Se abandonó a su abrazo desnudo, a sus besos, pero paró en seco la mano de ella que se esforzaba por atravesar la barrera que suponía su cintura y que no le pasó desapercibida. Con algo de habilidad consiguió cambiar el lugar, hacer que ella hundiera la cabeza en las mullidas almohadas.

-No- contestó muy serio, deslizando los dedos por la pierna de ella, subiendo hasta su cadera- Esta noche busco un tesoro enterrado.

Los besos fueron cada vez más íntimos, más desesperados. El cuerpo de ella vibraba bajo su abrazo, como una cuerda de un instrumento que únicamente él sabía cómo tocar. Cuando sintió que no podía más, que la necesidad de tomarla era extrema, lo hizo. Ára dejó escapar un gemido, y un tirón de pelo con la mano que sostenía en su nuca. Lejos de molestarle, el que no fuera capaz de reprimir algo así fue lo que le hizo aumentar el ritmo de las embestidas. Entre jadeos, ella le animaba a adentrarse más profundamente, abriendo más aún las piernas, lo llamaba entre susurros, suplicante, rogándole que no se detuviera. Sintió como se estremecía sujeta con ambas manos al cabecero, pero no cesó hasta que él mismo se sintió ir.

-¿Estás cansado?

-¿Quieres hablar?

-Quiero usarte de apoyo-rió ella-¿Te importa?

-Claro que no- Le pidió que se sentara a sus pies. Ára elevó las piernas y las dejó caer con cuidado sobre sus hombros.

-Isobel me dijo que ayudaría a quedarme… y ahora piensas que es ridículo-Él se acercó aún más para que le resultara más cómoda a ella la postura, elevando algo su cadera al dejarla sobre la pierna doblada de él.

-No pienso que sea ridículo, pienso que te preocupas demasiado- tapó a su mujer lo mejor que pudo con la cobertura de piel de la cama. Besó la pierna de ella que más cerca tenía de la cara- ya llegará…

-No sé cómo funcionan estas cosas para una hija de Durin pero yo no tengo toda la vida para darte hijos Fili… Y mi incapacidad de engendrar un heredero no va a ser otra arma arrojadiza para que Thorin nos lance cada vez que se enfade, u otra excusa más para los que piensan que nunca debimos casarnos desde el principio…

-¿Recuerdas lo que me dijiste la primera noche que pasamos juntos?

-¿Que fue en ése momento que entendí por qué se os considera a los enanos tan buenos en grutas y cuevas húmedas?- Una sonrisa traviesa se dibujó en la cara de ella al recordarlo, dejando caer de un modo inocente la mano con la jugaba con los pelillos de su pierna hacia el interior del muslo.

-Somos los mejores encontrando tesoros- No pudo evitarlo. Hizo como si tuviera intención de morder la pierna que sostenía sujeta en su hombro en una posición tan imposible como aquella, pero que acabó con en un dulce beso y en una mano que emprendió el camino delicado y acomodándose finalmente en su cadera derecha, para ser raptada con efecto inmediato- Pero me refería a la primera vez que te negaste a ser mi mujer.

-Siempre he sido tu mujer Fili… pero si lo querías convertirme en tu esposa no debiste pedirme que te hiciera un hombre decente… ya lo eras- Jugó entrelazando sus dedos con los de la mano raptada y cuando se cansó, se los llevó a los labios y los besó- Y lo sigues siendo.

-Dijiste que Thorin no te aceptaría.

-Y no lo ha hecho.

-No le gustas, aún.

-No voy a recriminarte que seas positivo, es tu tío.

-Pero esta mañana te defendió. Ya eres parte de la familia. Dijiste que no permitiría que su heredero echara a perder su legado uniéndose a una dúnedain, y aquí estamos.

-No le dejaste demasiadas opciones…

-Confía en mi Ára, tú también te equivocas a veces. Estaremos en cinta antes de que te des cuenta… y lo único que podemos hacer hasta entonces es seguir practicando.