El Humano:
8 de Mayo
Entramos en el Sena casi al medio día. Nuestro navío avanzó unos metros y luego tuvo que ser remolcado hacia la ciudad porque se necesita un hombre con conocimiento de la zona para poder sortear los pasadizos acuosos de esas calles inundadas.
La vista es preciosa. Los ciudadanos pasean por las acercas con gran alegría, dándole a la hermosa arquitectura del lugar un aire vivo que me fascinó.
Tantos meses en el mar han hecho que me vuelva melancólico. Brasil está muy lejano ahora y me encuentro en tierra extranjera. Espero con muchas ansias poder encontrar diversidad de personajes mientras nos quedemos. Mi búsqueda se ha iniciado hace meses. Necesito un acompañante en mi vida. Un amigo quien pueda, se alguna forma, hacerme sentir que estoy en casa.
Mientras pasábamos por un corredor lleno de aristocráticas y bellas casas, algo me ha llamado la atención.
Las viviendas, aunque hermosas en construcción y distribución me habían provocado un poco de nostalgia. Imaginaba las familias que habitarían esas residencias, la calidez de los seres humanos y las relaciones estrechas y cómplices que debían gestarse durante las tardes, cuando todos se reunían en grandes salones para pasar el tiempo en familiar armonía. Niños somnolientos jugando en la alfombra, jóvenes imaginativos pasando la vista por hermosos libros, padres descansando con complacencia…
Y mientras mi mente iba imaginando aquel hermoso y celestial escenario, capté movimiento por el rabillo de mi ojo. Un joven, de aquellos que yo había imaginado sentado junto a la chimenea, leyendo extensos volúmenes de intrincados tópicos, saludaba efusivamente al bergantín con la mano.
Lo miré como hechizado. Su amplia sonrisa y su postura indicaban que estaba en un estado de felicidad absoluta. Toda su persona calzaba con su entorno. Ese hombre pertenecía a ese lugar como si hubiese sido el vientre materno propio y el un inocente nonato.
No pude resistirlo y salté como si hubiese visto el más maravilloso tesoro.
¡¿Qué es esto?!
Me he acercado con suma rapidez hacia su morada, pero no ha logrado divisarme.
No es extraño pues para los hombres soy invisible, una ilusión, soy aquello que hace que se den vuelta alarmados y luego sigan su camino pensando que su propia mente los ha engañado.
12 de Mayo
Sé que el joven se siente extraño. Es mi presencia lo que causa todo aquello y es algo que no puedo evitar. Mi fortaleza, mi complexión, cada cosa que me hacer ser quien soy es como un veneno para los seres humanos que comienzan a debilitarse a mi lado. Entre más me aproximo, entre más comparto mi ser con un mortal, este decae paulatinamente.
Sé que haberlo visto es una señal y por tanto no he de preocuparme puesto que aquellas molestias que siente, aquella paranoia con respecto a su propio ánimo serán pasajeras. Una fuerza me ha guiado hasta él y creo fervientemente que es porque él puede resistirme. Sé que es lo suficientemente fuerte como para no caer y dejar que mi esencia pueda ser acogida dentro de él.
Sale a caminar, y sé que sus sentimientos se vuelven cambiantes pues regresa notablemente confuso.
No he logrado captar su nombre pues sus criados lo llaman "Amo" o "Señor".
Lo prefiero así. Quiero que todo lo que compone a tal joven sea un misterio para mí, un velo que cubra cada elemento y que se me permita de a poco ir iluminando las sombras que ajustan su todo.
Ahora, mientras escribo esto, lo veo desde mi posición en la ventana, llegar por la puerta principal. Ha caminado mucho, puedo notarlo por el calor de sus mejillas. Está triste. De nuevo no sabe qué es lo que ha pasado.
16 de Mayo
Ha empeorado.
Se pasa la mayor parte del tiempo recostado y yo me quedo a la cabecera de su cama cuando está en ella o junto al sofá cuando se ha vuelto demasiado débil como para subir las escaleras.
Tiene fiebre y es por mi causa.
Pero no lo dejo caer y me alejo cuando noto que está a punto de que el dolor penetre su alma. Lo miro desde la distancia, cansado, alarmado y sudoroso. Cierro los ojos y lo insto a aguantarlo todo.
Sé que por su propia salud debería dar un paso al costado y volver a arremeter cuando se encuentre más fuerte, pero no puedo, sus hermosos ojos me llaman. Cada vez que cierra los ojos para calmarse y comienza a imaginar la felicidad pasada, el ambiente se llena de un perfume irresistible con el que jamás había tenido contacto.
No puedo alejarme.
18 de Mayo
En la mañana me ha parecido que despertaba mejor que los otros días anteriores. Se ha vestido con celeridad y ha salido en coche.
No quise subir con él porque pensé que un momento lejos de mí le recompondría bastante el ánimo. En vez de eso me quedado en la casa observando viejos retratos de su familia, abriendo gastados libros que estaban sobre la mesa de su biblioteca y dando paseos por el hermoso jardín.
Entiendo por qué se ha vuelto tan irresistible para mí. Amamos los mismos géneros de literatura, el mismo tipo de clima y pasaríamos nuestra vida contemplando los movimientos de la naturaleza.
Cuando regresó se desplomó en el sofá. El criado que lo había acompañado llamó con premura a una mujer alta y de mediana edad, para luego hablarle en voz muy baja señalando la planta alta y poniendo en sus manos un pequeño paquete de algo que no pude identificar.
Él está débil, pero lucha con todas sus fuerzas contra los efectos que le provoco. El destino hizo bien en unirnos.
Con mucha dificultad Mi Querido Humano se pone de pie y suspirando comienza a subir lentamente las escaleras hacia el baño. Todo ha sido preparado por la criada y él se desnuda para tomar una ducha.
Mis ojos lo siguen por entre el vapor de unas sales inodoras.
25 de Mayo
Su estado es realmente malo. Visiblemente malo.
Cuando llega la noche se llena de temores que no puede controlar.
Da vueltas por el salón como si el movimiento ahuyentara sus nerviosas aprensiones.
Yo tomo asiento cerca de él y lo observo con dolorosa expectación mientras se mueve de forma errática.
Toma asiento y se pone de pie al segundo después. Toma algún volumen de la estantería y al poco tiempo su mirada se queda fija en los cortinajes.
Cena con rapidez y se pone de pie sin siquiera reposar la comida mientras yo me acerco lo suficiente a él como para notar que su respiración pasa de calmada a rápida de un segundo a otro.
Pero antes de que pueda acercarme más, sube las escaleras hacia su cuarto con suma rapidez, como para dejar tras de sí todo pensamiento psicótico.
Pobre amigo.
Lo sigo en silencio, contemplando como se cambia de ropa y se prepara para dormir. No puedo seguirlo hasta sus sueños y me siento en un rincón de la habitación mientras él le da dos vueltas a la llave y comienza a buscar los espectros en el armario, debajo de la cama, detrás de las cortinas e incluso bajo las sábanas.
Entonces pienso que sería terrorífico que algún mal saliera por el cajón de la mesita de noche y nos atacara a ambos en nuestra intimidad. Entiendo su miedo pues ahora tengo un poco de él.
Se recuesta en la cama y lucha contra el sueño.
Cuando ya ha caído abatido por Morfeo, me acerco a él, a mi Humano, elegido por quien sabe cuál providencia que guio el barco donde me encontraba hasta él; y entonces me subo con suavidad a la cama, no quiero alarmarlo y sé que su sueño en estos momentos es profundo.
Mi tronco se encuentra sobre el suyo y me regocijo de la visión de su hermoso rostro empapado por la inconsciencia. Alzo una mano y toco su mejilla para luego deslizarla por su cuello. Mi otra mano sigue la misma ruta y ambas quedan al costado de su garganta.
Envidio el aire que atraviesa ese pasaje de tejido muscular, la sangre que golpea sus venas, la vida que hierve dentro de él y que lo vuelve cálido.
Él nota mi presencia pues comienza a moverse con angustia. Sin embargo se mantiene dormido y solo gira su cabeza de un lado a otro tratando de sacudirme de su lado.
Su desesperación me frena y me quito justo a tiempo para hacerlo despertar mientras me refugio en lo más alejado.
Él enciende la luz y tras asegurarse de que su soledad es absoluta, deja caer su cuerpo lleno de sudor sobre la cama y se duerme calmada y profundamente.
