Quizá no le amaba, quizá nunca le trató con cariño, respeto, ni mucho menos amor… Comprendía lo enfermo que era aquello, sabía lo doloroso que era el mal trato que le daba hacia su persona, pero, quizá, estaba bien…
Sentía asco al verse al espejo, al verse envuelto en su propia sangre, al ver aquellos moretones sobre su blanca piel desnuda, ver sus lágrimas que derramó tanto por dolor como por placer, todo eso sumándole el hecho de oler completamente a semen… Lo odiaba, le repugnaba, ¡era insano!, y sin embargo, seguía junto a él. Aún le rogaba que nunca lo dejase, aún pedía, ¡suplicaba!, que siempre estuviese a su lado, que él le amaría sin condiciones, él soportaría lo necesario para que él no le dejara. Se negaba a verlo lejos suyo, no podía soportar el verlo junto a alguien más… Era su destino estar juntos, su corazón lo decía, su destino estaba marcado y sellado desde el momento en que su madre supo que tendría gemelos, ¿cierto?, por algo nacieron juntos, ¿cierto?
-Te amo… Fliqpy- Susurró, tocando su cuello, cubriendo la mordida que él le dio, porque… eso era una muestra de amor, ¿cierto…? No importaba la sangre que brotaba de ella, porque era amor… Tampoco importaba que Fliqpy apenas terminó, le haya dejado tirado en el frío suelo y se haya ido a algún lugar desconocido, sin decir nada a Flippy. Claro que no importaba… Lo importante era que volvería, lo maltrataría, pero volvería… -¿Cierto…?-.
