Todo iba bien en el camino, justo como lo había planeado, estar bajo esos altos y densos árboles, y sentir como las hojas secas aterrizaban a sus lados. Lo que no había previsto era perderse en medio de un lugar en el que nunca había estado. Solo. Sin nadie quien lo acompañace. O sin saber algún camino seguro de regreso. Pero si todos reconocían a ese niño, era por su positividad.

Aquél Machop había empezado a sentir fatiga en sus piecitos, por lo que decidió echarse debajo del árbol mas grande que había visto por el momento, se cruzó de brazos, recargándose contra el viejo tronco, y se echó a dormir por un rato.

¿Quién es ese niño?, tal vez se pregunten. Enair es un pequeño Machop que su sueño desde siempre ha sido el de recorrer todas las regiones con tal de aprender artes marciales a manos de verdaderos maestros y no por cuenta propia como solía intentarlo. Él sabe que eso le tomaría mucho tiempo, pero lo vale.

Aunque para en esos momentos, ya estaba un poco frustrado, y eso que solo era el inicio de su aventura. No recurría a ningún mapa de la región en la que estaba, Kanto, y era lo suficientemente orgulloso como para pedir direcciones, preferiría mil veces toparse con el mismo árbol en lugar de acompañar a alguien mas.

Todo era suspiros y ronquidos, hasta que se pudo escuchar el como muchas ramas y hojas secas crujían a lo lejos, hasta que el sonido se había vuelto mas cercano y apresurado.

¡Pum! Un gemido de dolor de se escucho, y eso fue suficiente para que Enair despertase de golpe. Su vista estaba nublada, solo veía una mancha amarillenta y marrón moviéndose un poco.

Se frotó los ojos con fuerza. Y ahí estaba. Un Abra, se encontraba en el suelo quejándose, el torpe se había tropezado con la raíz del viejo árbol, y se lastimo la rodilla.

Enair abrió sus ojos como platos, no había visto uno así de cerca, no le era usual ver uno, pero cuando cuando tenía encuentros con algunos, todos huían de él al presenciarlo. Pero había algo raro en él...

Aquél niño amarillo se volteó y sus miradas se cruzaron, se veía muy asustado y cansado, sus ojitos rasgados estaban abiertos. Se arrastró hacía Enair y lo tomó bruscamente de los hombros.

—¡¡Por favor, sácame de aquí!! ¡¡Escondeme!!— le suplico

Enair no entendía a que se estaba refiriendo, pero al verse así de mal, lo tomó de la mano y trato de convencerlo de subirse al viejo árbol.

—¡Súbete!— intentó alentarlo.

—¡N-no puedo, no tengo mucha fuerza...!—

El pequeño Abra comenzó a temblar de terror, hasta que el niño gris se le ocurrió otra cosa para que pudiese subir.

—¡Abrazate fuerte a mi! ¡No te sueltes!—

Enair le dio la espalda para que le hiciese caso, y sin dudarlo dos veces,el niño psíquico se apegó a él lo más que pudo.

Una vez ya listo, Enair trepó el árbol sin ninguna dificultad. "Es bastante ligero..." pensó.

El Abra apretó sus ojitos, no quería ver lo tan alto que estaban del suelo, pues le tenía miedo a las alturas, su corazón salia de su pecho por lo nervioso que se sentía.

Una vez los dos ya ocultos, se pudo escuchar a lo lejos el como alguien se quejaba y soltaba una patada a un montón de hojas secas, segundos después, se escuchó sus pasos cada vez más lejanos. Se había ido por completo.

Abra había soltado un suspiro de alivio, para finalmente darse cuenta en que situación estaba: primero, se encontraba en la parte mas alta de un árbol, y de tan solo pensar en eso lo hizo sentir bastante mareado.

—¡¡Bájame de aquí!! ¡¡Rápido!!— le pidió de forma histérica al contrario mientras lo sacudía.

—¡Está bien, está bien! ¡Tranquilízate por favor!—

Lo tomó de un brazo y lo bajo al instante deslizándose del tronco.

Ya con los pies en la tierra, el pequeño Abra finalmente había contemplado su situación, y estaba a punto de echarse a llorar de pura frustración.

Estaba comenzado a sollozar, dándole la espalda a Enair. El niño antes mencionado se había dado cuenta de eso, y quería saber que era lo que pasaba, y tal vez como ayudarlo.

—Oye...¿qué pasa..?—

—¡¿Qué que me pasa?! ¡Estoy en un lugar que no conozco! ¡Lleno de extraños! Estoy... perdido...— Finalmente comenzó a llorar, y cada vez mas lagrimas rondaban por sus mejillas.

Verlo así, hacia que Enair se siéntese mal, pero quería saber que era lo que había pasado.

—Pero...¿por que no simplemente te teletransportaste a un lugar seguro...?—

—¡¡Perdí mis poderes!! Todo por culpa de.. ¡ese imbécil!— soltó un gruñido de frustración, ya no sabia como sentirse, hasta que recordó que...

—Mi entrenador... se fue... me... dejó aquí...—

Enair de sintió tan mal al escuchar eso, que sin pensarlo dos veces, procedió a abrazarlo con todas sus fuerzas.

—No, por favor no llores...—

El pequeño estaba algo sorprendido, pero le correspondió al abrazo de inmediato.

Una vez ya rompiendo el abrazo, Enair se había dado cuenta que nunca le preguntó sobre nombre.

—¡Ah! Que descortés de mi parte, jeje, emm... ¿Cómo te llamas?...— Preguntó con un ligero sonrojo de pena.

El contrario se secó las lagrimas que se habían quedado en sus ojitos para corresponderle con una pequeña sonrisa.

—Me llamo Alex... ¿y tu?—

—¿Yo? Me llamo Enair...— le sonrió audazmente, hasta que notaron que estaba empezando oscurecer.

—...Creo que deberíamos resguardarnos en algún lado...—

—...Te acompañaré... ¿Cierto?—

Alex se le acercó mientras mostraba una expresión preocupada, esperaba escuchar la respuesta que quería.

Enair no podía decirle que no de ninguna manera, eso lo haría ver bastante grosero, pero tampoco era que sabia exactamente que hacer.

—¡C-Claro que me acompañaras! ¿Acaso crees que te dejaría aquí...?—

Lo tomó de la mano sonriendole cálidamente.

—¡Mientras estemos aquí, me asegurare que nada malo te pase!—

Dicho esto, comenzaron su camino, pero ninguno de los dos sabe lo que les espera por el resto del día...