Hola~
Aquí vengo con mi primera traducción, un proyecto que hacía tiempo que tenía pendiente… Porque así es, esta historia no es mía, sino que pertenece a Karuka Ikashi. Que me dio permiso para traducirla~ Así que todo el mérito para ella por esta fantástica historia.
Espero que guste la traducción, intentaré ser lo más fiel posible al original. Y si veis algún fallo, no dudéis en decírmelo, al fin y al cabo, no soy profesional.
Y sin más… aquí va.
Título original: Truth Be Told
Autora: Karuka Ikashi
Perfil : u/1058150
Anime/manga: Axis Powers Hetalia
Argumento: Se descubre el Pozo de las Verdades Incómodas y enfrenta a España a la dura realidad: "Cada vez que dijiste que lo amabas, no era lo que querías decir. Estabas pensando en su hermano. Fueron palabras vacías". ¿Puede Romano estar seguro sobre qué estaba hablando el pozo?
Por último, aclarar que Hetalia no me pertenece. Todos los derechos a Himaruya.
La verdad sea dicha
Capítulo Uno:
España terminó lo que quedaba de sangría en su vaso de un solo trago. No fue bueno. El zumbido que notó en su cabeza no le hizo sentir mejor, pero tal vez hablar con Francia lo haría. Al menos, podría ayudarle a encontrar la solución para salir del lío en el que se encontraba. El rubio siempre fue un buen consejero… aunque España tuvo que lidiar más de una vez con los no tan sutiles intentos, que normalmente por ser tan distraído ignoraba, de abrirle su corazón. O eso o estaba demasiado acostumbrado a él como para darse cuenta.
"Adelante, mon ami" dijo Francia, frotando la espalda de su amigo. "Dime lo que te preocupa."
"Deberías saberlo" respondió España miserablemente. "Estabas allí."
Francia sonrió y dejó su copa de vino. Estaba contento de que su amigo decidiera salir de su casa para tomar una copa con él. Parecía que raramente pasaban tiempo juntos desde que España había caído en otro de sus estados de mal humor.
"Aah, así que esto es sobre aquel incidente, ¿mh? Bueno, ¿has probado simplemente pedir perdón?"
España negó con la cabeza.
"Romano no va a escuchar ni una palabra. Todavía no entiendo porqué está tan molesto. No estábamos saliendo cuando ocurrió. Rompimos hace semanas."
"Sí" dijo Francia, a sabiendas. "Lo recuerdo. Estuviste llorando días enteros."
"Lo sé… Pensé que lo perdería para siempre. Pero cuando oí lo que dijo acerca de él," España continuó, sin darse cuenta de que la mano de Francia estaba descendiendo peligrosamente, "pensé que quizá seguía amándome. Pensé que quizá el querría que volviéramos a estar juntos."
Se quedó mirando al vaso vacío, deprimido y sintiéndose drenado en su interior cuando el dolor de esos recuerdos volvió a él. Lo había fastidiado todo, no siendo capaz de defenderse contra las acusaciones de Romano esa vez – las acusaciones de que había prestado más atención a su hermano cada vez que el menor de los italianos le visitaba. Era cierto que España adoraba a Veneciano y le gustaba darle abrazos y besos, que los aceptaba tan fácilmente al contrario que Romano, que sin duda le hubiera empujado al hacerlo. Pero, ¿amor? Intentó querer a Italia – lo intentó incluso con más insistencia cuando Romano se cansó al pensar que España jugaba "a dos bandas" y se mudó, pero nunca sintió lo mismo. Siempre amaría a Romano y solo a Romano. Finalmente, los dos quedaron en buenos términos en el momento del "incidente"; pero ahora estaba roto, herido y seguía solo. Y ni siquiera otro vaso de sangría cambiaría eso.
EL INCIDENTE
"¿Y bien? ¿Estamos aquí solo para mirar o qué?"
El comentario de Prusia rompió el intercambio de miradas que se estaba llevando a cabo entre los presentes, haciéndoles saltar levemente a la vez. Austria se ajustó las gafas sobre la nariz mientras Hungría inspeccionaba con cautela a su alrededor. Inglaterra y Francia estaban mirando al objeto con el ceño fruncido. El británico se había cruzado de brazos y se inclinaba con postura de desaprobación, al igual que Romano, que se encontraba cerca de él. La última persona, España, fue el primer en responder a la pregunta.
"Si esto es lo que dices, amigo mío, pongámoslo a prueba. Cada uno de nosotros lanzará una moneda y escuchará lo que el pozo tenga que decirle."
Hizo un gesto hacia el signo de al lado de la estructura que había sido inesperadamente encontrada en la frontera entre los territorios de Francia y España mientras Prusia los visitaba. Explicaba perfectamente bien la función del pozo: Este es el Pozo de las Verdades Incómodas. Que todos aquellos que deseen poner a prueba sus corazones inserten una moneda. Y la verdad será dicha.
"Pero se supone que es el pozo de las verdades incómodas" señaló Hungría. "Lo cual quiere decir que seguramente no queramos saber lo que nos tiene que decir."
"Sí, tal vez sería mejor que lo dejáramos" Austria estaba de acuerdo, mientras miraba el pozo incómodo. Hungría y él solo habían asistido por insistencia de España. Se había convertido en el gran descubrimiento que había tenido en mente.
"¡No sois más que un montón de cobardes!" Rio Prusia. "Especialmente tú, señorito. ¡No tocarías el peligro ni con un palo de tres metros! Vete a tocar tu piano, marica."
Resonó el golpe que obtuvo de la sartén que Hungría había traído con ella. Parecía que para Prusia siempre tenía una.
"Si eres tan valiente, ¿por qué no empiezas tú primero?" le retó, empujándole hacia el pozo.
Prusia se frotó el considerable chichón sobre su cabeza y se colocó erguido, sacando pecho en un movimiento de recuperación rápida.
"¡Pues claro que lo haré! ¡El increíble yo no tiene miedo de un montón de piedras y agua!"
Sin más vacilaciones o insultos, la nación luchadora buscó en su bolsillo y sacó una moneda. Con la cara de su pulgar, lanzó el dinero, que giró en el aire hasta caer en las profundidades del pozo. Tras un momento, el grupo pudo oír la prueba de que el metal había caído al agua, y de repente, una voz resonó en las profundidades rocosas del pozo, sorprendiéndolos a todos.
"Estabas fuertemente enamorado de ella… hasta que te enteraste de que era una mujer."
Hubo silencio por la sorpresa, y Prusia se encontraba con los ojos totalmente abiertos mirando a Hungría con pánico. La mujer con la sartén en las manos ya se había imaginado a quien se refería el pozo; dio un paso intimidante había el hombre, apretando su control sobre el utensilio de cocina.
"Prusiaaaaa…"
"¡N-no! ¡Te equivocas! ¡No eres de quien está hablando! ¡Nunca pensaría en ti de esa forma! ¡Y nunca me han gustado los hombres! ¡Es mentira! ¡Mentira! ¡Mentiiiiraaaa!"
Su último grito rasgó el aire mientras Hungría aparecía tras de él, y el resto del grupo pudo oír el ruido del metal golpeando sus huesos mientas ambos desaparecían en la distancia. Los miembros restantes optaron por ignorar el sonido, y en seguida se miraron interrogativamente, preguntándose quién sería el siguiente. Tras un largo momento de silencio y miradas, Francia empujó a Inglaterra hacia delante, sin gentileza.
"¿Qué estás haciendo, you bloody git?" La nación más joven le gritó mientras se tambaleaba.
"Solo te ofrecí voluntario" respondió Francia con una sonrisa socarrona.
"¿Por qué debería intentar algo tan estúpido?" el británico sopló. "Es ridículo."
"No tendrás miedo, ¿no?"
"Pues claro que no" gruñó Inglaterra, molesto por como el otro hombre lo estaba manipulando. Caminó hacia el pozo sin ganas y sacó una moneda.
"No te preocupes, estoy seguro de que acepta cualquier moneda" se burlaba Francia a sus espaldas.
"Cállate" espetó Inglaterra y arrojó su moneda al pozo.
La voz venía haciendo eco sobre las paredes de piedra, una vez más.
"Dices que le odias, pero honestamente, te preocupas por su opinión y quieres impresionarle."
"¿O-oh?" Francia dijo en voz alta después de que un incómodo silencio flotara en el aire. "¿Puede ser que el pozo esté hablando de mí?"
Inglaterra le miró con los ojos y la boca muy abiertos, pero rápidamente negó con la cabeza.
"¡Por supuesto que no! ¡No te creas tanto tú mismo!¡La maldita cosa estaba hablando de otra persona!"
"Pero no lo dijo… Podría haber estado hablando de mí, non?" el francés dijo alegremente.
"¡Cállate! ¡Hay otras personas a las que se les puede aplicar, ya sabes!" Inglaterra insistió con la cara roja.
Era difícil para los demás saber si estaba mintiendo o no, pero mientras el rubio menor se enfurecía, Francia sonrió y tranquilamente se dirigió al pozo para tomar el siguiente turno.
"Allá voy" dijo, arrojó la moneda y esperó. El pozo le dio su respuesta tal y como había hecho con Inglaterra.
"Solo hay una persona a la que quieres, pero persigues a todos porque sabes que no hay manera de que lo tengas nunca."
Francia se puso pálido y miró hacia los demás de reojo nerviosamente. Inglaterra, cuyo rostro no había tenido la oportunidad de recuperarse y volver a su color normal, tenía fuego en los ojos coincidiendo con el resto de su cara.
"Más te vale estar hablando de otra persona" gruñó.
"¡Oh, por supuesto!" Francia tartamudeaba, mientras se alejaba del otro poco a poco. "Nadie se enamoraría de alguien tan malhumorado y poco atractivo como tú"
"¡¿Por qué tú…?"
Nadie parpadeó cuando Inglaterra comenzó a perseguir al otro rubio a punto de sufrir un ataque de locura. Hablando de rabia y locura, Hungría acababa de regresar.
"Lo siento" dijo amablemente.
Prusia no estaba a la vista. Austria la miró inquisitivamente, pero la mujer ni dijo excusas ni dio más explicaciones. En cambio, se acercó a la fuente en calma y sacó su propia moneda.
"Tal vez así se termine esto" dijo mientras la lanzaba y esperó nerviosamente por la respuesta del pozo. La voz del pozo era calmada, pero directa.
"Realmente lo amas, pero tienes demasiado miedo como para decírselo a la cara."
Hungría dio un paso hacia atrás, boquiabierta, tratando de ocultar su evidente vergüenza. Mantuvo los ojos fijos en sus pies y se aclaró la garganta. Las otras naciones la miraron por un momento hasta que Austria finalmente se le acercó preocupado y puso una mano en su hombro.
"¿Estás bien, Hungría?" preguntó, y se sorprendió cuando Hungría se estremeció bajo su tacto.
"S-sí, estoy bien" respondió ella, forzando una sonrisa.
No quiso mirar al hombre. Austria se sonrojó y miró sobre el hombro de Hungría hacia el pozo. Se acercó a él y tomó su turno vacilante. El pozo se tomó su tiempo antes de darle una respuesta, como si estuviera tratando de aumentar el insoportable suspense.
"Eres demasiado orgulloso como para admitir lo mucho que la amas ante nadie –incluso ante ti mismo."
"¡Ah-" Austria quedó sin aliento.
Se tambaleó lejos de Hungría, que había salido de su propio retiro tras escuchar las palabras del pozo y miraba a Austria con profunda curiosidad. El hombre trató de recuperar la compostura, pero estaba pasando por un momento difícil, ya que era consciente del calor que irradiaba su rostro. Todo el mundo quedaba en silencio, lanzando miradas discretas hacia los dos últimos que quedaban.
"¡Está bien!" dijo España de repente, sorprendiendo a todo el mundo. "¡Supongo que soy el siguiente!"
Romano se quejó al darse cuenta de que su antiguo jefe fue el único del grupo que no se percató de la tensión presente en la atmósfera. El español siguió como si no hubiera nada raro en absoluto, y si dirigió hacia el pozo sin ni siquiera hacer una pausa.
"Vamos a ver…" dijo, buscando en su bolsillo una moneda. "¡Ah! Aquí."
La tiró y la pieza de metal reluciente cayó en las profundidades del pozo, que aterrizó en el fondo con un ligero sonido. Esta vez, la voz del pozo parecía más amenazante que antes, con un toque de regocijo, como si hubiera descubierto el jugoso secreto y estuviera feliz de compartirlo. Su risa era suficiente para alertar que venían problemas, pero España seguía sonriendo.
"Cada vez que dijiste que lo amabas", le dijo, "no era lo que querías decir. Estabas pensando en su hermano. Fueron palabras vacías."
España dejó de sonreír. Frunció el ceño confuso al pensar en lo que el pozo había dicho. La mayoría de los presentes le miraban como si acabaran de escuchar un escándalo horrible. Entonces, todos los ojos se posaron sobre Romano.
Las mejillas del joven italiano se tiñeron de rojo notablemente, pero él mantuvo la cara seria y solo miró a España con una expresión ilegible. España trató de sonreírle, pero Romano no reaccionó. En lugar de eso, fingió que no le importaba la verdad que había sido descubierta sobre el otro hombre y caminó por delante de él en silencio, lanzando una moneda al pozo y cumpliendo con su obligación como último miembro del pequeño grupo. El pozo no perdió tiempo en responderle. Su voz fue notablemente más suave de lo que había sido con los otros.
"De verdad lo amabas."
El silencio de asombro de los otros países parecía más tranquilo de lo que había sido toda la tarde, si eso era posible. Romano mantuvo la mirada fija en la oscuridad del pozo, y en su cara, luchaban por salir las reacciones que sentía en su corazón. España, superando su usual espesura, de repente comprendió que la verdad de Romano se refería a él. La mitad de su sonrisa regresó.
"Romano" dijo en voz baja, extendiendo la mano para tocarle.
Su mano fue golpeada bruscamente.
"¡Aléjate de mí, cabrón!" Romano le gritó mientras lágrimas de rabia escapaban por su rostro, a pesar de sus esfuerzos por mantenerlas dentro. "¡Vete al infierno!"
Con eso, salió del grupo y se retiró tan lejos de ellos y ese estúpido pozo como pudo. Ni siquiera miró hacia atrás. España gritó detrás de él, su voz sonaba profundamente herida, como si las palabras de Romano le hubiera hecho un profundo corte en el interior.
"Roma-"
Fue tras de él de inmediato, dejando a los otros cuatro mirándole con incredulidad. Vieron como el País de la Pasión desaparecía en la distancia, tras el que había salido antes de él.
Les tomó un tiempo recuperarse y recordar la tensión que existía entre ellos.
"Bueno" dijo Austria, aclarándose la garganta e intentando, por primera vez, recuperar la calma que había sido una vez presente en el grupo. "¿Buscamos a Prusia?"
DESPUÉS DEL INCIDENTE
Nunca lo alcancé.
España no protestó cuando Francia le sirvió para volver a llenar su copa. Tampoco se dio cuenta de que en algún momento mientras recordaba, su cinturón se había desabrochado. Se quedó sentado en la barra del bar de Francia y pensó para sí mismo. Y pensó. Y pensó. Y pensó.
"¡LO TENGO!" explotó de repente, asustando a Francia y haciéndole derramar la bebida que estaba preparando sobre su nueva camisa blanca. El español ignoró las maldiciones de su amigo. "Romano debió confundirse acerca de quien estaba hablando el pozo. ¡Pensó que la persona a la que mentí fue a él! Pero no es así. La verdad es que cada vez que le dije a Veneciano que lo amaba, pensaba en mi Romanito. ¡Es la verdad! ¡Y siempre lo fue!"
Francia le lanzó una mirada molesta al otro hombre mientras se limpiaba.
"¿Y te acabas de dar cuenta de eso?"
"¡Tengo que explicárselo!" España dijo con desesperación. "Tengo que hacerle entender que él es el único al que amo."
"¡Ah, el arte de cortejar!" suspiró Francia, recuperando un poco de su buen humor y acercándose a España más. Su sonrisa significaba problemas. "Permíteme que te muestre cómo se hace, Espagne. En primer lugar, debes tomarlo entre tus brazos" demostró, por supuesto, abrazando a España con fuerza, mientras que el otro hombre solo le devolvía la sonrisa. "A continuación, mira a tu amor a los ojos y susurra suavemente que nadie te toca el corazón como él lo hace. Dile todo lo que amas de él y qué le hace incomparable a los demás. Pídele que te perdone y suplícale que nunca os volváis a separar" le acarició la mejilla a España y extendió la mano para pasar un mechón de pelo por detrás de su oreja. "Y, por último, " concluyó, "acércalo a ti y bésalo con toda esa pasión por la que tu país es famoso."
Con la lección aprendida, España puso una mano en frente de la cara de Francia para parar su entusiasmado intento de demostrar esa parte de la lección también. Se echó a reír nerviosamente, empujando a su amigo con fuerza suave.
"L-lo siento, Francia, pero estos labios solo pertenecen a Romano" le dijo. "¡Y quita la mano de mis pantalones!"
El francés se retiró, malhumorado por el hecho de que había sido pillado. Oh, bueno. Por lo menos había valido la pena intentarlo… fue bueno mientras duró.
"Sabes lo que tienes que hacer ahora" dijo Francia, suprimiendo un suspiro. "Ve a recuperar a tu amor."
"¡Lo haré!" España respondió alegremente, dándole una palmada en el hombro. "¡Le voy a demostrar lo que realmente quiso decir el pozo! Gracia por escucharme, Francia. Y lo siento por lo de tu camisa."
"No te preocupes por eso" respondió su amigo. "Ya me dirás como te va, oui?"
"¡Por supuesto!" Dijo el español, caminando hacia la puerta. "¡Hasta luego!"
Y con eso, se fue, dejando a Francia mirándole, con sus vasos vacíos aún sobre la mesa. Una sonrisa se dibujó en el rostro del rubio mientras tristemente limpiaba los restos de su corto encuentro.
"Buena suerte, amigo mío" dijo en voz baja, para sí mismo. "Au revoir… persona a la que nunca tendré."
¿Cómo lo veis? ¡A mi realmente me entusiasmó este fic! Así que espero no tardar demasiado en traducir el siguiente capítulo y seguir con él~
Los reviews que dejéis los haré llegar a su autora, ya que lo importante es que ella sepa que os gusta~
So… Espero que os esté gustando ^w^
Byeshu~
