Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me pertenecen. Ni Rusia ni Estados Unidos me pertenecen. Pero este fic si.

Dedicatoria: Yep, dedicado a Nitya F. Jones, porque nos indujo a IreneRodriguez y a mi en el mundo del RusxFem!Usa

Capítulo 1

La joven mordió el lápiz mientras intentaba concentrarse en el problema que veía delante de ella. Parecía imposible de resolver a primera vista. Además que tantas cifras la mareaban. ¿Por qué tenía que cursar aquella asignatura? ¡La odiaba!

Delante de ella, Toris le dio un pequeño golpe en la cabeza.

—¡Concéntrate! —le avisó, severo.

—Pero esto no me gusta —se quejó Emily.

Emily estaba cursando su primer año universitario. Cómo quería hacer desde que estaba en sus primeros años escolares, había acabado escogiendo una doble titulación en Derecho y Criminología. Era una joven de aspecto juvenil y extrovertido. Llevaba el pelo corto y medio ondulado, y tenía unos brillantes ojos azules. Con dos pinzas se separaba el corto flequillo de la cara. Aprovechaba que hacía buen tiempo para llevar falda y camisetas cortas, pero su fiel chaqueta de aviador nunca faltaba en su atuendo.

El chico que estaba con ella, Toris, era más serio y formal. Contaba con una media melena castaña que en ese momento llevaba recogida en una coleta para que no le molestara al estudiar. También tenía los ojos azules, y siempre portaba una sonrisa amable en su cara. Estaba haciendo la misma carrera que Emily, y ambos se habían conocido en la universidad.

—Puedes hacerlo —suspiró Toris.

Si había algo que se le diera mal a Emily eran las matemáticas. Había tenido que lidiar con ellas desde pequeña, y pensaba que en la universidad se libraría de ellas. Pero allí estaba Estadística para quitarle todas sus ilusiones.

La estadounidense se derrumbó sobre la mesa.

—No puedo —lloriqueó y a continuación se levantó de un salto —. Mejor comamos algo, me muero de hambre.

—¡Emily! —protestó Toris —. Estoy invirtiendo mi tiempo en darte clases, lo mínimo que puedes hacer es agradecérmelo.

Emily se sentó, avergonzada. Sabía que Toris le hacía un gran favor ayudándola. El lituano provenía de una familia pobre y aunque era muy inteligente, la beca que había conseguido era insuficiente, así que todo el tiempo que no estaba estudiando, trabajaba en lo que fuera.

Y ahí estaba ella, robándole su tiempo. Se había ofrecido a pagarle por las clases, pero Toris se negaba. Intentó que fuera Kiku en su lugar quien le diera clases, pero no entendía al japonés cuando intentaba explicarle las cosas. Toris daba la misma materia que ella y era mucho más paciente.

Emily suspiró de nuevo y a continuación le guiñó un ojo a Toris.

—¡Está bien! Continuemos. Falta poco para terminar el curso y créeme que si o si voy a aprobar Estadística.

—Eso espero. Con todo el tiempo que he invertido en ti, más te vale no decepcionarme —bromeó Toris.

Emily rió y continuó con el problema.

Toris y ella habían congeniado enseguida en cuanto se conocieron. Los dos luchaban por sus ideales de la justicia, y llevaban queriendo entrar a esa carrera desde niños. La única diferencia que tenían, a parte de la personalidad contraria, era que mientras a Toris se le daban genial las matemáticas, Emily siempre las había llevado arrastrando con un cinco.

En cambio, Emily y Kiku se conocían desde que eran niños. Ambos eran vecinos y aunque la actitud de Emily provocaba que esta siempre estuviera jugando con los chicos a algún deporte, cuando había ido creciendo, descubrió que los videojuegos le atraían incluso más que el deporte, y una amistad estrecha con el japonés había crecido. Incluso Kiku se molestó en enseñarle algo básico de japonés para que pudiera jugar con él a videojuegos antes de que salieran en inglés.

Ambos habían entrado en la universidad, aunque mientras Kiku se había ido a hacer alguna ingeniería, Emily se había quedado en Derecho.

Unos días después de aquella clase de repaso intensiva con Toris, Emily se encontraba precisamente con el japonés en su casa, jugando a un nuevo videojuego, cuando Yao entró apresurado a su casa, cerrando la puerta con el candado.

—¿Qué pasa? —preguntó Emily, sorprendida por la actitud de Yao. El joven le caía muy bien, era como un hermano mayor para ella, y no le agradaba verle tan pálido como ahora.

—¿Es él de nuevo? —interrumpió Kiku, mirando a su hermano mayor.

Yao, por su parte, asintió, mientras se secaba el sudor de la frente.

—No pasa nada, he logrado darle esquinazo-aru —respondió para a continuación entrar a su habitación, y cerrar dando un portazo.

—¿Qué pasa? —murmuró Emily —. ¿Quién es él?

—Un compañero de curso de Yao —suspiró Kiku —. Se conocen desde que empezaron con la Universidad, y han conversado varias veces. Incluso a veces le ha dado clases a Yao cuando las necesitaba.

—¿Y qué hay de malo con él?

—Que ha parecido cogerle cariño a mi hermano. Incluso se ha vuelto un poco acosador.

Emily puso cara de horror. ¿Había alguien acosando a Yao y ella no lo sabía? ¿Quién sería el que se atrevía a molestar a su Yao?

—¡Dime su nombre! —exigió la rubia.

—Eh… —Kiku vaciló un momento y luego agachó la cabeza —. No creo que sea correcto decírtelo. No quiero que hagas ninguna locura.

Emily infló los mofletes.

—No voy a hacer ninguna locura. ¡De verdad! Pero si hay alguien acosando a Yao, no se puede dejar así, Kiku. ¡Al menos alguien tiene que decirle a la cara unas cuantas cosas!

—No creo que sea una buena idea —replicó el japonés —. Él es muy grande, e intimidante. No me gustaría que te hicieran daño por una tontería.

Emily se cruzó de brazos, dejando el mando en el suelo, y recostándose sobre el sofá, enfurruñada. Kiku, ante esto, decidió cambiar de tema.

—¿Y cómo te van las clases?

—¡Bien! Ya verás, con todas las clases que me está dando Toris, seguro que saco un diez en Estadística. ¡Las matemáticas no podrán conmigo!

—Eso espero. Si superas las matemáticas, todo lo demás se te da bastante bien.

Emily asintió emocionada. La universidad y todas sus enseñanzas era lo mejor que le había pasado nunca. Le gustaba estudiar, y le gustaba aprender, y amaba la carrera que estaba cursando.

—Kiku —dijo de repente —. Voy al baño, ¿vale? No continúes la partida sin mí, ¿eh?

—Tranquila, tranquila.

La rubia se levantó de un salto y se dirigió al cuarto de baño de la casa. Cuando ya había salido, oyó unas voces que salían de la habitación de Yao, y no pudo evitar pararse a escuchar.

—¿Qué te pasa, Yao? —Esa era su hermana pequeña, Mei. A Emily le caía muy bien, a pesar de que no hablaban mucho.

—No me pasa nada, tranquila-aru —la tranquilizó Yao.

—¿Ha sido Braginski de nuevo? —murmuró Mei.

Yao se quedó callado unos instantes, para a continuación responder afirmativamente. Emily contuvo la respiración y se alejó lentamente de puntillas.

Con que ese tal… Braginski. La estadounidense sonrió. No iba a dejar que nadie molestara a Yao de esa manera. ¡Ella debía luchar por la justicia! Ahora sólo debía encontrar la manera de averiguar quién era ese tipo, y donde encontrarlo. Lentamente, volvió al salón, junto a Kiku.

—¿Ocurro algo? —preguntó el japonés, extrañado ante la sonrisa de la estadounidense.

—Absolutamente nada —murmuró ella, con la sonrisa dibujada en el rostro. Kiku alzó las cejas, pensando que había algo raro en la actitud de su amiga, pero decidió no decir nada, y se limitó a continuar con la partida.

Esa tarde, cuando Emily llegó a su casa, y se encontró a Arthur en la cocina, no pudo más que bendecir su suerte.

—¡Artie!

Arthur era su primo. Emily, y su otro primo, Matthew, estaban viviendo en su casa, ya que sus padres habían tenido que irse al extranjero por cuestiones de trabajo. Llevaban ya tres años en esa situación, ya que tanto los padres de Emily como los de Matthew viajaban mucho y apenas estaban en casa. Arthur era de estatura normal, con el pelo rubio y despeinado. Tenía unas cejas enormes, que enmarcaban unos preciosos ojos verdes que Emily envidiaba. Él era de origen inglés, y no dudaba en demostrarlo en una familia que estaba repleta de costumbres norteamericanas.

—Emily —saludó él con un asentimiento de cabeza.

—¿Conoces a algún Braginski?

—¿Braginski? —Arthur se tensó y miró fijamente a su prima. ¿Por qué querría Emily conocer a esa persona? —. ¿Por qué lo dices?

—Necesito que me digas si lo conoces.

Arthur vaciló un momento y negó lentamente con la cabeza.

—Estás mintiendo —notó Emily, alzando una ceja.

—Incluso si lo conociera, prefiero que no tengas nada que ver con él.

La estadounidense suspiró resignada, y en ese momento entró Matthew a la cocina. Su primo, que había nacido en Canadá, era muy parecido a ella físicamente, con el pelo rubio, aunque un mechón rebelde y rizado sobresalía hacía delante, y sus ojos eran más violáceos que azules. Llevaba gafas, y era un buen estudiante. Estaba cursando primero de carrera, al igual que Emily.

—Bueno, me voy a estudiar —se despidió Arthur, cogiendo su mochila con las cosas y saliendo de la casa. En el momento en que el inglés salió, Emily esbozó una sonrisa calculadora.

—Mattie~

—¿Qué pasa, Em? —preguntó su primo.

—Necesito hablar con tu novia.

—¿Con Marianne? Pero… ¿para qué?

—Tú simplemente llámala y pásame el teléfono, yo me las arreglaré con ella.

Extrañado, por la actitud de su prima, Matthew le hizo caso y marcó el número de Marianne, que no tardó en contestar. El canadiense dijo algo en francés y a continuación le pasó el móvil a Emily.

—¿Eres Emily? —preguntó Marianne, con un fuerte acento francés.

—Sí, sí, yo soy Emily. ¿Sabes quién es Braginski? —Emily conocía la fama de la novia de su primo. Era probable que se hubiera acostado con la mitad del campus, así que era la persona más adecuada que tenía en ese momento a mano. Marianne soltó una risita.

—Sí, lo conozco. ¿Por?

—Necesito que me lo presentes.


Comentarios: Bien, aquí estoy con otro fic :3 Ya, por si alguien no se ha dado cuenta, aviso que será un RusxFem!Usa (realmente nadie se ha dado cuenta?). Aquí no pasa gran cosa, como se puede ver... Pero ya veremos como se desarrollan los acontecimientos. No tengo mucho que comentar: Emily es Fem!Estados Unidos; Mei es Taiwán; Marianne es Fem!Francia. Espero que os haya gustado y nos vemos en el siguiente capítulo!


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