Reescribí el primer capítulo, así como haré como los demás. Concebí esta historia como algo que ahora no me gusta del todo. Además ¡ahora redacto correctamente! Jajajaja. Espero que les agraden las modificaciones :)


Hermione se paró en seco ante la escena; las lágrimas empezaron a salir de la comisura de sus ojos al mismo tiempo que arrancaba violentamente la cadena dorada que había sido regalo de él. No podía creer lo que veía ante ella, tan cerca, tan real y, al mismo tiempo, tan inconcebible. Boto la alhaja mientras se alejaba de la esquina en la que había descubierto a Ronald besándose con Lavender.

Las rodillas le temblaban, su labio se estremecía sin que ella pudiera controlarlo; cuando estaba dando vuelta para dirigirse a las escaleras para llegar a la sala común, Ronald la alcanzó.

— Espera, Hermione, ¡no puedes irte! Permíteme explicártelo, de verdad, no es lo que parece — al momento, él la retuvo sosteniéndola del brazo y la volteo.

— ¿De verdad, Ronald? Está bien, explícamelo. Claramente yo no entiendo la cuestión, ¿qué harías tú succionando el rostro de Lavender?, ¿tal vez salvarla de alguna sanguijuela que se le atoró en la garganta?

— Merlín, ¡no, Hermione! Por favor, en serio, dame el beneficio de la duda.

Ella soltó una risa sarcástica y le indicó al pelirrojo que prosiguiera. Después de eso, Hermione sólo fue capaz de escuchar los rápidos y trastornados balbuceos de su novio infiel y, aparentemente, estúpido. Le contó una ensortijada historia de cómo Lavender se le había echado encima múltiples veces; de igual manera, relató como él siempre había pensado primero en Hermione que en la otra.

— ¡No es posible, Ronald! ¿De verdad quieres que me crea eso? — Dijo mientras realizaba aspavientos con los brazos—. No dices más que puras mentiras; y créeme cuando te digo que estoy harta, realmente harta. No puedo más, eres increíble. Tú, tú… ¿sabes? No vale la pena, no vales la pena.

Alterado y totalmente rojo de la cara, Ronald aumentó el tono de voz: — ¿Qué es lo que quieres decir, Hermione? Cuida lo que dices.

— ¿Sabes? Yo no tengo que cuidar nada. De verdad te quería, Ronald; en serio, por primera vez, sentí que jamás volverías a dañarme. Pero lo lograste, así que adiós Ron. Y vuelve con Lavender, esperemos que no se le haya enfriado el libido —y con esto, Hermione dio la vuelta y entró en la sala común.

Ronald se quedó afuera viendo como la chica se marchaba. Había sido tan estúpido, ¡tan idiota, tonto, egoísta, increíblemente estúpido! La había perdido y probablemente para siempre. Se tiró del pelo y, con paso desganado, se dirigió a la esquina en la que había estado con Lavender; ella aún lo esperaba ahí.

— ¿Quieres venir? —preguntó con un nudo en la garganta.

Lavender acudió al momento a su lado y lo jaloneo con dirección a la Torre de Astronomía, que a esas horas estaba vacía. Ronald la siguió arrastrando los pies; sus ojos se veían vacíos y su rostro inexpresivo, sin embargo, la siguió. Sabía a lo que iban y en ese momento no se le antojaba para nada, pero no podía hacer otra cosa. Había perdido a Hermione aunque Lavender estaba más que dispuesta a contentarlo.

— Roro… ¿qué te pasa? —la voz chillona de la chica perforo el tímpano de Ron pero se compensó cuando sintió como embarraba sus pechos contra su torso, en un intento patético de que volteara a verla, por lo menos.

— Nada, nena… vamos — con una sonrisa ladeada, él la ayudó a entrar para después cerrar la puerta tras él mientras Lavender se reía nasal e infantilmente.


¿Cómo es que esto había pasado sin que ella sospechara con algo? Había sido novia de Ronald desde hace más de un año y medio; eran una pareja común, con altos y bajos aunque últimamente habían sido más bajos. Ella se concentraba mucho en el colegio, se estaba esforzando por terminar correctamente su último año. Después de la guerra y la recuperación de Hogwarts, ella quería sentirse normal, volver a ser la misma mujer que se mataba estudiando y que era incapaz de quedarse callada durante clases.

Había tenido problemas con Ron por eso; él no había querido regresar al colegio. Sin embargo, entre ella y la señora Weasley se habían encargado de convencer, realmente forzar, al pelirrojo para que volviera. El chico le reprochaba continuamente que ella hubiera conspirado, junto con su madre, para obligarlo a volver. Habían tenido mil veces esa discusión, ¿pero realmente esa era una buena causa para traicionarla de esa forma?

Hermione aspiro los mocos y se limpió las lágrimas furiosamente. Entro en su habitación y se colocó el pijama junto con el camisón. Tomó asiento lentamente mientras hipaba; su rostro tenía unas enormes manchas rojizas y su ojos ya se habían hinchado desde hace rato. No podía más con eso; cada vez que cerraba los ojos, los veía. El cuadro se repetía en un infinito y tortuoso bucle.

Perdió la noción del tiempo y cuando levanto la cabeza notó que ya había anochecido. No se podía quedar ahí, no quería ni compartir atmosfera con Ronald ahora mismo. Tomo su placa de premio anual y salió prontamente.

Estúpido Ronald. Estúpido, estúpido ladino, mentiroso, estúpido. Hermione no sabía cómo debía sentirse verdaderamente; se sentía triste, asqueada, enferma, enojada y, por supuesto, terriblemente herida. Los cuadros de los pasillos susurraban a su lado, criticando su apariencia llorosa y las fachas que llevaba: el pantalón del pijama se le había atorado en una calceta, la bata se le había metido en el resorte del pantalón y su cabello estaba más rizado que nunca.

El frio hacía competencia con ella. Afuera nevaba. Quizás sí tuvo que ir de vacaciones con sus padres al Congo, aunque ellos jamás la invitaron. Supuso que a veces el obliviate que les había aplicado aún tenía consecuencias esporádicamente.

Al pasar nuevamente por el cuadro de la Dama Gorda, por fin, Hermione se sentó en el alféizar de piedra para poder ver la ventana escarchada. Había pasado del llanto a despotricar para sí misma en voz baja, y ahora tan sólo bufaba totalmente enojada e indignada. Estaba cansada, cansada de todos y de todos, y especialmente de Ronald. Y de Lavender. Y de Lavender succionándole la lengua a Ronald.

Había estado tan ensimismada que no había notado los pasos cadenciosos de alguien que se aproximaba.

— ¿Qué haces aquí tan tarde, Granger?, ¿no deberías estar arropada y dormida en tu camita?

Hermione se enderezó instantáneamente al escuchar esa voz suave, lánguida e irritante. Draco Malfoy también había vuelto al colegio pero no había tenido ni una sola interacción con él; tampoco Malfoy la había buscado para meterse con ella, como había hecho en los cursos anteriores. Es más, le sorprendió que no volviera a llamarla sangre sucia.

—Creo que a ti eso no te incumbe, Malfoy —contestó sin dignarse a verlo.

—Vamos, Granger, puedes decírmelo. No se lo contaré a tu madre.

Hermione giro levemente para poder observar al joven. Él iba perfectamente vestido con la túnica; su pelo seguía peinado, aunque hace años que ya no lo llevaba engominado. Lo había dejado crecer a la altura de la barbilla pero lo seguía llevando hacía atrás. Se veía distinto, pero a ella le había gustado ese leve cambio. Draco llevaba su varita en mano para poder iluminar a su paso.

— No me da miedo lo que le cuentes o no a mi madre.

— Pero sí debería darte miedo lo que te diré a continuación, Granger. Te ves realmente fea cuando lloras.

— Muchas gracias, Draco Malfoy. Es justamente lo que necesitaba que me dijeran hoy —dijo con un resoplido de frustración.

— Sabes que para eso estoy. Pero ya, en serio, deberías contarme que te sucede.

Draco se sentó junto a ella y acercó peligrosamente su rostro. Hermione sintió el calor de su respiración y también el aliento afrutado que expedía. Él había estado bebiendo, quizás por eso estaba tan animado.

— Bebiste, Malfoy.

Él soltó una risa infantil y se encogió de hombros: — Es legal, Hermione Granger. Totalmente legal, maldita sabelotodo. ¿Por qué no seguimos con lo tuyo?

Ella se encogió levemente ante su insulto. Estaba acostumbrada, pero ni siquiera estaba segura de que esta vez fuera para ofenderla; tal vez era solo parte de la tradición que habían creado.

— Es sólo que… Bueno, ¿sabes? Es que yo encontré a, esto, mi novio; ya sabes, Ronald…

— ¡Oh, de verdad creíste que me importaba! —Draco soltó una carcajada después de interrumpirla. Echó la cabeza hacía atrás mientras veía a Hermione con diversión.

— ¡Oh, Malfoy! Eres un idiota, ¿cómo lo creí posible? Sigues siendo el mismo idiota de siempre, aun cuando estás a punto de un coma etílico.

Hermione se levantó pero Draco le indicó que volviera a tomar asiento.

— Es tan solo una broma; ahora sí, di lo que tengas que decir.

Ella le contó lo sucedido, como los había visto y la pelea que había tenido con Ronald. Su concentración era tal que al voltear notó que Draco había cerrado los ojos mientras respiraba apaciblemente; no sabía cuánto tiempo llevaba así pero Hermione enrojeció al instante por enojo.

— ¿Malfoy, estás dormido?

— Mmmmh, no, para nada —murmuró mientras se reacomodaba y abría levemente lo ojos.

— ¿Escuchaste, por lo menos, algo de lo que te dije?

— ¿Honestamente? Jamás escucho lo que dices, Granger —Draco se rio de su propio comentario.

— Eres un idiota, Malfoy —se levantó rápidamente mientras se sacudía; después se dirigió hacia los dormitorios. Pero antes de avanzar escuchó como Malfoy caía y un murmuró de él maldiciendo.

— ¿Sigues vivo?

—Sí, para tu poca fortuna —murmuró Draco en respuesta —, ¿podrías venir y ayudarme, Granger? Realiza tu buena obra del día.

— No, eso te mereces por malnacido.

La chica se retiró con un leve sonido de la risa del joven. Cuando ella llegó a los dormitorios seguía pensando en Ronald; sin embargo, justo antes de dormir, otro pensamiento se le cruzó: la sonrisa somnolienta del rubio se dibujó en su mente. Esto le causo conflicto, sin embargo, la hizo sentirse terriblemente reconfortada.


M.A.W.