Mi folleto para la realidad

Una madrugada lenta y llena de brisa de verano entraba por la ventana de una extraña casa en un árbol, donde un joven de cabellos dorados estaba realizando ejercicio. Habían transcurrido un par de minutos cuando este chico termino su sesión. Al parecer la edad, el tiempo y el mismo se había tratado bien durante estos años, como resultado una figura de ensueño con un rostro bastante atractivo y un espectacular cabello rubio, en fin tenía todo lo que un hombre pudiese pedir, a excepción de algo, algo que se pierde con el tiempo y los comportamientos de algunas mujeres.

Pantalones oscuros ajustados, camiseta de manga corta de color blanca, cabello húmedo y perfume de ejecutivo, salir a caminar por las calles del reino era un regocijo no solo para los habitantes de este, sino para una persona más, no, no una persona más, para una princesa seria el termino adecuado.

El chico caminaba por plaza haciendo alarde de su juventud y su buena forma, solía andar solo, ya hace unos años su hermano y mejor amigo estaba viviendo con su esposa, ustedes sabrán, "familia" y "juventud" no pueden estar en una sola casa… hago referencia a otro tipo de juventud.

Más tarde en esa misma plaza se encontró con un ayudante de la princesa de aquel extraño reino construido a base de dulces que le decía que debía ayudar con los preparativos de una celebración para el fin de año, sin responder una palabra más bien con una mirada decidió levantarse y ayudar. Había algo en este chico, además de ser una persona valiente tenía algo que lo hacía destacar mucho no solo en aquel reino, pero, ¿Qué puede ser?

Terminada su labor decidió acercarse a charlar con la princesa pero antes de eso debía primero hablar con su nueva "secretaria", mujer joven sonriente y con actitud alegre.

-me gustaría hablar con la princesa, ¿está ocupada?- decía el rubio viendo fijamente a aquella secretaria a los ojos, esta frente a la pregunta se sintió algo extraña, aun así su trabajo era dar una respuesta.

-dijo que estaba ocupada en uno de sus raros experimentos, entonces creo que estará ocupada toda la noche.

-ya veo, muchas gracias- decía el rubio con su típica simpatía atractiva, la secretaria coqueta quiso incentivar un poco al chico antes de irte.

-¿podría ayudarte en algo más?- decía la secretaria jugando con un lapicero en su escritorio.

-claro, claro que si señorita- respondía el rubio arcando su cuerpo al de aquella joven y bella secretaria.

Una pizca de seducción, más otra de preguntas indirectas, más dos cucharadas de pimienta y 30 minutos en un baño le daban al rubio un postre para calmar la ansiedad de aquella noche. Damos por hecho que la imagen de este joven rubio estaba respaldada con una reputación impecable con las damas, era de esperarse, él era el "gato con botas" de este y todos los reinos.

Cuando estaba saliendo de aquel baño o palacio como lo veía la imaginación de la secretaria el rubio disimulo muy bien cuando la princesa apareció.

-¿ya terminaste el trabajo que te encargue?- decía la princesa sin sospechar nada.

-claro, bueno, tengo que irme- decía el rubio con esa indiferencia que mataba a la princesa, por otro lado la secretaria no dejaba de pensar en aquellos 30 minutos indelebles para su personalidad delirante.

-espera, ¿volverás mañana?- decía la princesa y el rubio volteando a ver a ambas féminas respondió con una personalidad antológica.

-¿Por qué no?, buenas noches- decía juntando sus labios cosa que sonrojo en demasía a la secretaria quien tuvo que volver a su puesto de trabajo para no ser descubierta.

Regresando a casa el rubio no pensaba en nada, caminaba bajo las brillantes espermas y el sexo o su vida de película para adultos no eran cosas que pasaban por su mente mientras caminaba hacia su hogar.

Una vez allí solo se sentó en su cama y respondió el teléfono, era su hermano y amigo de toda la vida.

-¿Qué tal viejo?- decía el hermano del rubio al otro lado de la línea.

-todo en orden- respondía el rubio

-¿estarás en la celebración de fin de año?- preguntaba el mejor amigo del rubio.

-sí, si claro-

-es hora de que salgas más seguido de esa casa-

-aja- decía el rubio notando la presencia de alguien en su casa.

-no faltes, habrá lasaña, estarán mis retoños y…-

-sí, amigo te llamo después- decía el rubio interrumpiendo a su hermano para colgar el teléfono.

-baja de allá, esconderse es de cobardes- decía el rubio viendo en el techo a su extraña amiga vampiresa quien descendió hasta donde estaba el rubio.

-¿cobarde? ¿Eso crees?- decía la chica colocando su rostro muy cerca del rostro de su amigo.

-sí, eso creo- decía el rubio con aquella arrogancia que en secreto también colocaba de cabeza a aquella vampiresa.

-siguen siendo un niño- decía la vampiresa lamiendo la mejilla del rubio quien en un gesto y un movimiento rápido coloco su cuerpo encima de aquella bella vampira.

-¿un niño?... puede ser- decía el rubio escurriendo sus manos por debajo de la camiseta de la chica vampiro.

-pero eres mi niño- decía la fémina vampira aferrando sus manos al cuello del rubio mientras su boca emitida pequeños gemidos.

-hoy lo siento. Pero estoy agotado- decía el rubio con una mirada picara apartándose de la chica vampira haciendo que esta se sonrojara y a la vez se enojara.

-¿¡que!?- decía incrédula la chica de cabellos y alma oscura.

-¿te lo repito?, estoy agotado- decía el rubio cansado mientras se quitaba su camisa dejando su bien torneado torso a la vista de una vampira deseosa pero no de sangre.

-eres un tonto- decía la chica amenazando con si típica figura mintrosa al rubio quien ya está acostumbrado a ese tipo de berrinche.

-wow, que miedo- decía el rubio bostezando.

En eso frustrada por la atractiva pero arrogante actitud del rubio salió volando de aquel lugar. Entonces el joven decidió dormir, antes de hacerlo pensó en todas y cada una de las princesas que estarían en aquella fiesta, y entonces en su extensa lista decidió darle prioridad a 4 en especial, después de todo aquel que mucho elige, con lo peor se queda, y así transcurrió el día de aquel monstruo creado por lo ingredientes de una no muy rara realidad.

Continuara…

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