Hola a todos/as. Esta es mi primera historia aquí y llevo trabajando en ella desde septiembre, retocando, reescribiendo… pero bueno, al fin me he decidido a subirla para que podáis disfrutarla también.

Únicamente deciros que seré la más feliz del mundo si disfrutáis leyéndola la mitad que yo escribiéndola. Podéis dejar Reviews si lo deseáis, eso también me hará muy feliz.

ATENCIÓN: One Piece NO me pertenece a mí sino Eiichiro Oda.


HISTORIA DE UN AMOR IMPOSIBLE.

Al fin el Sol brillaba y las nubes habían desaparecido sin dejar rastro en el cielo, eso sí, la tripulación estaba abatida. No habían hecho frente a una tormenta así en mucho tiempo, si no llega a ser por las precisas órdenes que Nami había ido gritando a la tripulación, probablemente, habrían sido tragados por el mar de la misma manera que Luffy tragaba la comida preparada por Sanji, el cocinero. Nadie había caído al mar y eso era bueno, al menos no tendrían que ir a rescatar a ningún compañero bajo el agua. No obstante, había alguna que otra contusión que Chopper, junto con la ayuda de las múltiples manos de Robin, iba tratando y aunque no había heridos graves, Zoro, el peor parado, tenía un aspecto un tanto sobrecogedor, pues algunas heridas que no habían acabado de cicatrizar se habían abierto en su muslo derecho, en el pecho y además, durante la tormenta se había clavado diversas astillas en los brazos y un vidrio roto había rozado su mejilla izquierda provocando un corte que sangraba sin parar pero que finalmente fue cerrado pese a que Zoro se negaba a usar tiritas o vendas a no ser que se tratara de heridas más importantes e incluso entonces accedía a regañadientes ante la mirada furiosa del doctor de abordo.

Con el mar en calma y la aguja de la brújula magnética apuntando a la siguiente isla siguieron navegando sin más contratiempos aquella mañana. Así que cada uno fue a hacer lo que más le apeteciera antes de la hora de la comida. Luffy, Chopper y Ussuff se pusieron a jugar a cartas en la cubierta mientras Sanji cocinaba deliciosos manjares para la comida, Nami seguía con sus mapas y Zoro, contradiciendo las indicaciones del doctor se decidía a entrenar. Robin, en cambio, dejó la lectura a un lado y se sentó en su tumbona a tomar en Sol, luego cerró los ojos para disfrutar de la suave brisa. No obstante, pronto los abrió sobresaltada, ya que el capitán dio un grito que sobresaltó a todos, pero no era de dolor o ira, sino de alegría porque había ganado a las cartas a sus dos compañeros que no podían creerlo, ya que Luffy tan apenas había entendido las reglas del juego, pero aún así ya había llamado la atención de todos, incluso Nami salió de su camarote un tanto preocupada por si había sucedido algo malo como que alguien les estuviese abordando o se hubiera caído al mar…

"Con él hasta parece pasárselo bien cuando le riñe, no me lo puedo creer" pensó Zoro mientras observaba, ahora sin entrenar, cómo Nami le daba una reprimenda al capitán.

Robin, quien se hallaba bastante próxima a Zoro, sin embargo, no miraba hacia la pelea entre capitán y navegante, sino que girándose hacia el lado contrario observaba los ojos del espadachín que a gritos parecían decir: "¿Por qué no te fijas en mí, Nami?". A continuación, la arqueóloga sonrió con ternura y sin decir palabra volvió a recostarse en la tumbona. No era una mujer muy aficionada a las historias de amor, ella era más de acción, pero sin saber por qué, todo lo que le sucediera al peliverde le parecía interesante porque aunque él nunca diría nada acerca de sus sentimientos, su fachada de joven insensible siempre se vendría abajo involuntariamente dejando que la arqueóloga leyera en él como en un libro abierto.