Una tontería corta que escribí hace un tiempo...
Aclaración: ¿Todavía tengo que seguir diciendo que no soy dueña de Bones y que lo único que gano con esto es una musa feliz?
Chispas
Ella era una mujer adulta, abogada, madre.
Una fiscal, ¡Por Dios! La cantidad de criminales que había encerrado duplicaba la edad de aquellos dos juntos.
Pero nunca en todos sus años de vida, había visto algo similar.
Había notado que allí había "gato encerrado", según la expresión popular, desde el mismísimo comienzo.
La bonita científica y el recio agente del FBI. El muchacho guapo del instituto y la chica rara. Eran material para una novela de esas que la hacían llorar, con idas, vueltas, secretos, secuestros y todos los componentes de un buen culebrón, pérdida de memoria por vudú incluida. Sobre todo la forma en que interactuaban, como si ella ni nadie más estuviera allí delante.
Discutían por los pasillos del FBI, en la plataforma forense, en la escena del crimen, delante de los sospechosos, y ella sospechaba que hasta soñaban con que discutían. Pero luego… pasaba por el Diner y los veía por la ventana, en su mesa habitual, café y tarta de por medio, riendo como dos amigos, casi con las mismas miradas y gestos que se dedicaría una pareja de años. Si ella hubiera tenido esa relación con su ex – marido… bueno, no sería su ex.
Por eso había querido ponerlos a prueba. Mejor dicho, a ella. Porque en el fondo, lo reconocía, la Dra. Brennan era como ella. Una persona de corazón grande que tapaba sus sentimientos poniendo por delante sus títulos y su ciencia. Ella como fiscal trataba con personas, de las cuales había aprendido mucho sobre sentimientos, aunque no quisiera romper su imagen de dura, en parte por seguridad. Pero la Dra… ella trataba con cadáveres, los cuales no hablan ni sienten en absoluto.
Sabía que él aceptaría aquel chantaje, porque había podido reconocer en su rostro los signos clásicos del deslumbramiento, diríase del enamoramiento, aunque también las huellas de un pasado que dolía, que le hacía cuestionarse su valor como persona y como hombre.
Pero no había esperado lo que estaba viendo frente a sus ojos.
Todo lo de alrededor era lo de siempre. La oficina amplia, con su equipamiento y su biblioteca. Las puertas de vidrio, por donde se veía el resto del laboratorio. Ellos dos, los mismos de siempre, mirándose de esa forma.
Sólo dos elementos eran nuevos y sorpresivos: El muérdago que colgaba del techo y… el beso.
¡El beso!
Era como si la palabra "beso" fuera poco para expresar lo que estaba viendo.
Los cinco barquitos parecieron eternos, como si se arrastraran en el túnel del tiempo.
Ella plantó sus labios con decisión sobre la boca de su compañero y fue todo lo que el sorprendido agente necesitó para olvidarse del mundo. Y pudo notar que tuvo un segundo de vacilación, un microsegundo que ella interrumpió tomándolo de las solapas de la chaqueta.
Se besaban como si no hubieran besado a nadie nunca, pero como si se hubieran besado antes, tal vez en otra vida.
Por unos segundos rota la mentira de "sólo compañeros".
Por unos segundos, vio saltar chispas entre aquellos dos cuerpos.
¿Les gustó?
Besos
Ana
