Aura
Aura miró la copa verde de los robles frente a su casa. El inicio del verano había comenzado y ya se notaba por el calor sofocante que invadía a New York, sin embargo, en ese pequeño barrio alejado de Long Island parecía que la temperatura se aletargaba. Culpó a la locura del clima, más palpable en estos años hasta que su madre cruzó por su mente y sonrió a medias, cayendo en la cuenta de que ella probablemente tenía la culpa de que desde primavera , esa casa no sufriera el calor.
Bajó del borde de su ventana y estiró sus brazos, tan largos como si se tratase de un atleta. La muchacha soltó un chillido cuando golpeó con su muñeca derecha el borde superior de la ventana y encogió sus brazos a su alrededor, creyendo que si los acurrucaba el dolor calmaría instantáneamente.
Detestó ser demasiado alta para su edad. Con solo 15 años medía un poco más que sus tres amigas y se sentía anormal. Su hermano, Sebastián, cuando no estaba en un estado emo y se encerraba en su habitación, solía hacer bromas con respecto a ello. Gruñó al recordarlo y se apresuró a buscar su mochila ya preparada desde anoche.
Estaba emocionada. Ese mismo día abandonaría la gran casa celeste de sus padres para pasar todo el verano junto a su hermano en el campamento mestizo. Cargó su mochila en sus hombros y recorrió su habitación con los ojos, memorizando cada detalle del lugar escasamente decorado por su propia elección. La cama de dosel blanca, el escritorio de caoba en la izquierda, su jirafa Pipotts y su extenso armario. Extrañaría su armario, tenía la costumbre de vestirse demasiado arreglada para cualquier cosa y lo peor, no le molestaba ensuciarla. Si, Aura era una muchacha que atrapaba pájaros con tacones.
Miró el reloj y faltaba media hora para que su padre llegara del trabajo y la llevara a ese famoso campamento. Desde aquél día donde ella había descubierto una parte importante de sí misma, su padre le dejó un folleto del campamento en su escritorio, olvidando que si lo sabía su esposa, lo menos que haría sería felicitarla. Su madre odiaba el campamento y había hecho todo lo posible para que la joven Aura no asistiera ese verano, pero con una encolerizada respuesta de ella y tres meses de convencimientos por parte de su padre, ese día ella por fin conocería el gran lugar junto a su hermano mayor, Sebastián.
Por su parte, él no estaba alegre de asistir allí. No sabía por qué, pero desde aquel día en donde por fin se manifestaron sus poderes, él había dejado de hablarle. Ella lo ignoró naturalmente, como hacía cada vez que alguien se molestaba con ella y prefirió no cortar su ley del silencio con algún reclamo. Supuso que era una fase loca de los 17 años que su hermano tenía que afrontar.
Se encogió de hombros y determinó matar esos treinta minutos arreglándose. Tiró su mochila al suelo y caminó a su armario, abriendo las dos puertas para encontrar un sinfín de prendas que harían que su decisión de gastar solo 30 minutos en vestirse se convirtieran en una hora. Convenientemente, Aura sabía manejarse en la elección de ropa de todos los días, tardando solo 2 minutos. Eligió una blusa sin mangas de color blanca, unos shorts de jean que su padre odiaba y una chaqueta de cuero marrón que había adquirido de rebaja hace unos días. Se vistió tranquilamente y al terminar, peinó su largo cabello castaño que caía en unas pequeñas ondas en su cadera, en una coleta alta. Cubrió sus penetrantes ojos azules con unos lentes de sol y tomó su mochila demasiado entusiasmada.
Bajó de dos en dos las escaleras que llevaban a la sala y al pisar la alfombra de color crema que llevaba a la sala encontró a su madre, sentada con las rodillas dobladas y un aspecto demasiado tranquilo y sofisticado que le confería la copa de vino, flotando a dos metros del suelo.
Su madre tiró el teléfono celular en uno de los sillones negros y miró a su hija sorprendida. Aura solo elevó sus cejas, un gesto propio de su padre, y se limitó a sentarse en uno de los sillones, viendo como su madre tocaba la alfombra con sus pies descalzos. Hizo que la copa de vino que sostenía hace unos segundos, completamente vacía, flotara suavemente hacia la puerta de la cocina y volvió la mirada a su hija, que mantenía una mueca de satisfacción en su cara.
- Bien, mamá, no has durado ni 2 días. Se comprueba mi teoría ¿No crees? – dijo Aura, con un deje de diversión.
- Es difícil acostumbrarse a no usarlos.- Admitió su madre.-
Aura abrió los ojos y agitó su mano, alentando a su madre a decir las palabras que esperaba escuchar desde el día en que se manifestaron sus poderes.
De todas formas no vas a hacerlo tú, Aura. Lo he dicho un millón de veces y no cambiaré de palabras.- Finalizó su madre, caminando hacia la mesa de la sala que contenía múltiples carpetas relacionadas con su trabajo de organización de eventos.
Aura se desesperó, nuevamente. No entendía por qué su madre no dejaba que sus poderes se explayaran. Lo único que quería Aura era usar su vuelo y dejar que su mente ingeniosa pensara la mayoría de las decisiones que debía tomar. Como la que había tomado hace semanas: Practicar el uso de sus poderes a escondidas.
Sabía que la joven Aria Smith se molestaría al término de cortar toda distracción para ella como castigo, pero sentía esa necesidad imperiosa de rebelarse contra la orden de su madre, y cada vez que lo hacía en un bosque alejado de aquella casa se sentía libre. Y como su madre, Aura amaba sentirse libre.
La puerta se abrió con unas vueltas de llave y dejó ver a su padre, alto, rubio y cómodamente vestido con una sonrisa jovial y un sinfín de celulares colgados en su cintura. Aura saltó de su asiento y corrió a abrazar a su padre, que la recibió más que contento con su agresivo abrazo. La separó de si para observar que tenía puesto y su cara cambió drásticamente al ver el corto short de jean que usaba su hija.
- Juro que quemaré esa cosa.- Gruñó su padre.
Aura abrió la boca para contestar mordazmente pero Aria apareció por atrás, con una ceja levantada y una expresión divertida.
- ¿Te traigo los míos así los quemas también? Sería un poco injusto para Aura si solo quemas sus shorts.- Expresó su madre, con una sonrisa petulante.
Aura evitó responder otra vez. Injusticia era que ella no pudiera utilizar sus poderes y su madre sí, pero prefirió callar y agradecer la ayuda de Aria Smith. Sonrió al ver a su padre con la boca en un rictus serio, una mirada de reproche y las manos en el bolsillo.
- Bien.- Se limitó a decir, aún invadido por la furia que le daba perder las discusiones con su madre.
Aria Smith soltó una risita coqueta, pasó los brazos por su cuello fácilmente ya que eran casi de la misma altura, y depositó un beso cálido en sus labios. Su padre perdió la expresión de enojo y correspondió su beso, mordiendo su labio suavemente. La joven mujer jadeó ante su atrevimiento y tomó los cabellos de su nuca. Aura abrió los ojos al ver la salvaje mano del hombre caminar hacia la parte baja de su espalda, tomando camino hacia su trasero.
- ¡Estoy aquí ninfomanos!- Gritó asqueada Aura apartando la mirada completamente sonrojada-
Su madre se separó a regañadientes y tomó camino hacia la cocina. Su padre, aun sonriendo, continuó con su mirada en la parte baja de Aria Smith hasta que abandonó el lugar. Desvió la mirada sonriente hacia su hija, que lo observaba con una mueca de asco.
- ¿Qué?- preguntó el hombre.
- Nada. Dioses, nada.- Aura movió su mano restando importancia y tomó la mochila que yacía en el suelo.- ¿Vamos?
El rubio hombre asintió seriamente. Tomó camino hacia el comienzo de las escaleras y Aura supuso que buscaría a su hermano para salir de casa y viajar al campamento, por lo que fue a la cocina a despedirse de su madre. La encontró lavando unos platos y por un momento tuvo que entrecerrar los ojos para comprobar que realmente era ella. Negó divertida y abrazo a su madre por detrás. Aria suspiró y abandonó los platos para dar la vuelta y corresponder el abrazo.
Se sentirá extraño no tenerte aquí, pequeña.- susurró su madre apretando el agarre.
- Mamá, estaré bien. Será divertido.- Contestó ella.
- Te…- Aria Smith cerró sus ojos y suspiró sonoramente.- Amo. ¿Lo sabes no? Puedes volver cuando quieras, es más, cancelaré el viaje si decides volver.- Balbuceó con rapidez. La joven escuchó sus palabras y se separó con una mueca.
- Claro que no. Sé que tú y papá quieren ir a Bélgica. No cancelarás el viaje.- Ordenó Aura.- También te amo mamá.
Su padre apareció repentinamente con Sebastián a su lado y Aura desvió la vista hacia él. Recostado sobre el borde de la puerta, con una expresión tranquila y su cabello castaño claro despidiendo una tonalidad rubia con los rayos del sol, devolvió su vista hacia Aura y le sonrió petulante. Aura desvió la vista molesta. ¿Qué le pasaba a su hermano? Desde semanas que la trataba como paria sin ninguna razón. En unas horas, compartirían la antigua cabaña de su madre en el campamento mestizo y la joven castaña se imaginaba como sería la convivencia si se trataban como enemigos en su propia casa. Estaba frustrada. Extrañaba hablar con Sebastián, hacer bromas con él o simplemente molestar a los vecinos. Todo eso había terminado cuando ella cumplió sus quince años y sus poderes se manifestaron en ella, y por un momento deseó ser una persona normal. Sin embargo, recordó lo que le dijo su madre el mismo día donde se elevó 20 centímetros arriba del suelo: "Nunca se van a ir. Vas a vivir con ellos." En ese momento Aura se alegró más por la suerte que tenía y no notó la triste resignación de las palabras de Aria Smith.
El joven hombre rubio freno suavemente en un costado de la calle. Sebastián desvió la vista hacia el bosque y Aura salió apurada del auto para correr a la ventanilla de su padre. Con una sonrisa entusiasta que apenas devolvió su padre, le dio un beso en la mejilla y escucho a lo lejos un "Te amo hija" cuando apuraba el paso a la puerta del famoso campamento. Se detuvo un momento para ver a su padre aun estacionado a lo lejos y supuso que estaría hablando con su hermano, otra vez. Volvió corriendo hacia el elegante auto negro y miró a su padre esperanzada, sin saber que interrumpía una conversación entre ellos. Sebastián la observó con furia contenida y Aura se limitó a ignorarlo.
- Papá ¿Puedes aunque sea acompañarnos hasta la puerta? No sería entrar.- Pidió la castaña.
- Aura, pequeña, sabes que no puedo entrar a las proximidades del campamento.- Se excusó su padre-
Aura bajó su mirada triste. Asintió silenciosamente y volvió a hacer el camino por entremedio del bosque. Conocía las reglas del campamento, sus padres se lo habían explicado y ella no podía cambiarlas.
Pasó por la gran puerta de entrada y movió sus ojos hacia todas direcciones, tratando de visualizar todo lo maravilloso del lugar y prestar atención en cada detalle. Al pasar por ese modesto arco y caminar hacia el centro donde se veían todas las demás cabañas, se olvidó de el odio repentino de su hermano, la tozudez de su madre y la triste frustración de su padre.
Soltó una risa alegre y tomó su mochila más fuerte. Decidió recorrer el campamento mestizo antes de la reunión de bienvenida por el nuevo coordinador, tomando dirección hacia la arena, según el pequeño mapa que tenía en sus manos arregladas. Observó con atención a todos los campistas que pasaban a su alrededor, identificados con camisetas naranjas y algunos, aunque pocos, con una camiseta de color violeta. Aura supuso que el naranja era para los chicos y el violeta para las chicas, hasta que vio un grupo de muchachos entrenando hasta el cansancio con la reconocida camiseta violeta.
Al llegar a la arena, se movió a través de cada puesto de entrenamiento. Dagas, flechas, espadas, armaduras. Todos instrumentos que parecían ser sacados de alguna película de Hollywood sobre la antigua Grecia. Eso la fascinó aún más. Corrió hacia un puesto de cuchillos vacío y con timidez tomó uno. Tocó la punta y siseó por el dolor. Una gota de sangre salía del lugar del pinchazo y supo que esos realmente no eran juguetes. Eran para matar.
Lo soltó cuidadosamente al escuchar pasos detrás suyo. Dio la vuelta y sonrió al grupo de chicas que la miraban con una expresión de incredulidad. Aura bajó la mirada.
- Perdonen chicas. No debí tocar sus cuchillos.- Se disculpó nerviosa.
El grupo de chicas soltaron una risa que casi le hizo preguntar a Aura si el motivo de gracia era su persona, pero lo tomó como una pequeña simpatía. Una de las chicas del grupo, visiblemente la más arreglada se acercó a ella y le sonrió.
- ¿Cómo te llamas, novata?- Le preguntó la chica de cabellos negros. Sus ojos grises resplandecían de un sentimiento que Aura no pudo descifrar.
- Aura.- Respondió en un susurro. La chica frunció el entrecejo y esperó a que diera más datos. Aura desvió la mirada nerviosa y decidió utilizar el apellido de su madre.- Smith. Aura Smith.-
Las chicas murmuraron entre ellas y un movimiento de la joven de cabellos negros las hizo callar. Esta, consiente del poder que ejercía en ese pequeño grupo sonrió satisfecha. Puso un dedo en su mentón y observó a Aura con un deje de sarcasmo.
- Soy Eva Miller Tanaka. No será difícil olvidarlo. – Eva soltó una risa- Es más complejo que el tuyo, Auma.-
- Es Aura.- Gruñó la pequeña Smith.
- Lo que sea. ¿Qué puedes hacer, Aura?- El interés de Eva en sus poderes fue notable.
- Volar. Mi madre es hija de Eolo.- Explicó orgullosa, mientras la mirada de Eva se clavó en la de ella.
- ¿Eolo has dicho? ¿Eres la hija de Aria Smith?- Sonrió ampliamente la chica de cabellos negros.- Interesante. ¿Qué se siente vivir con dos traidores como padres?- Escupió.
Aura se sintió desfallecer. Levantó la vista completamente encolerizada y empujó a Eva, que se sorprendió ante el arrebato de la joven castaña.
- ¡Lávate la boca antes de hablar de mis padres, estúpida!- Gritó Aura.-
Las demás soltaron un jadeo ante su atrevimiento. Eva se acercó indignada y la empujó de vuelta.
- ¡No me toques, traidora! – Eva corrió a la mesa con cuchillos y tomó el más largo de todos. Aura tragó saliva.- Aléjate de nosotras, o habrá consecuencias.- Advirtió haciendo que el cuchillo se moviera entre sus manos como si se tratara de una pelota.
Aura prefirió cerrar la boca y tomó camino lejos de allí. Aún seguía estupefacta por la actitud de ese grupo de chicas y decidió tomar la advertencia de Eva. No se acercaría a ellas. Sus expectativas del primer día de campamento se vinieron abajo y se sentó bajo un árbol abrazando sus piernas. Una lágrima cruzó su mejilla y la limpió rápidamente porque el poco orgullo que le quedaba se lo pedía a gritos. "No dejes que te molesten" se dijo así misma. En el momento en que se ordenó esas palabras otra lágrima cayó de sus ojos.
Era difícil ser la hija de Luke Castellan.
Me gustaría que dieran reviews a ver que les parece y así poder continuar la historia :)
PD: En el fic, muchos personajes de PJ que murieron, siguen vivos. Si Rick, reviví a tus personajes. (?)
Flor.
