Resopló con fastidio viendo como el director intentaba callar al salón. Ya le dolía el codo por estar tanto tiempo apoyando el rostro sobre su mano.

El salón poco a poco iba silenciándose y el director empezó a hablar. Cerró los ojos aburrido.

—Buenos días estudiantes, como sabrán la profesora Kanao se encuentra en este momento indispuesta a dar clases debido a un accidente. —Alguien en el fondo exclamó un "¡Bien!" Haciendo que algunos se riesen. El director negó con la cabeza decepcionado.—Tiene que guardar reposo hasta que se recupere. Mientras tanto hemos conseguido a una profesora suplente que les dará clases hasta que su profesora se recupere y pueda volver a las instalaciones.

Inuyasha sonrió con ironía. Quien sería la pobre mujer en sufrir el dar clases en el infierno de salón que tenían.

—Pase señorita Higurashi. —Abrió los ojos lentamente y los enfocó en la figura que entraba firme y segura por la puerta.

—La señorita Higurashi es una mujer licenciada en biología que trabaja en la universidad central de Tokyo. Es una de las mejores en el área de la química y la biología. Ojalá ustedes puedan aprovecharla y llenarse de conocimiento.—Dijo el director, mientras la mujer sonreía por los halagos dichos.

Inuyasha no podía despegar sus ojos dorados de la imponente mujer.

Y es que no solo él, se le había quedado viendo sin despegar la mirada. Varios varones, por no decir todos, estaban igual que él. Y no era para más, delante de ellos se encontraba una bella mujer, de altura promedio, cabello oscuro y liso sostenido en una coleta alta, ojos azules y figura esbelta.

Estaban tan acostumbrados a ver a los profesores como ancianos, gordos o sencillamente feos, que verla a ella los había dejado boquiabiertos.

—Bueno, los dejo con su profesora suplente. Trátenla bien y con respeto. —Dijo sin más, retirándose del salón y cerrando la puerta tras de si.

A nadie pareció importarle lo que había dicho el hombre. Seguían ensimismados admirando a su nueva profesora.

—Hola, soy Kagome Higurashi y les daré la materia de biología por un tiempo. —Se presentó con una bella sonrisa en los labios. —¿Tienen alguna pregunta?

—Si.—Dijo un chico levantando la mano. — ¿Tienes novio?—Kagome río quedamente.

El ojidorado miro rápidamente al chico y después a su maestra. Esperando ansioso la respuesta.

—No.—Respondió suave.—¿Alguna otra pregunta?

Algunos compañeros hicieron varias preguntas con respecto a ella o la materia. Ella respondió tranquilamente las dudas de los alumnos.

Inuyasha no dejaba de ver sus labios cada vez que articulada cualquier palabra.

Empezó a dar la clase amenamente y él milagrosamente prestó atención al tema, o mejor dicho a ella.

Hubo un momento mientras ella daba la clase en donde alternando la miraba entre sus alumnos, vio a un chico viéndola detenidamente. Se le quedó viendo varios segundos. Nunca había visto un color tan particular de ojos. Ni de cabello.

Cuando noto que se le había quedado viendo más tiempo del necesario volteo rápidamente la miraba hacia otro lado y siguió con su materia.

A Inuyasha se le había cortado la respiración durante los segundos en donde se habían quedado viendo.

Cuñado ella desvió la mirada, el también lo hizo pero de nuevo volvió a mirarla.

No solo la miraba a ella, sino que también escuchaba lo que decía. Incluso sentía que había aprendido más en los veinte que llevaba de clase que con la señora Kanao en todos los años juntos.

Sonó el timbre del recreo y todos se retiraron alegres, cosa rara después de salir de una supuesta aburrida clase de biología.

El se levantó sin antes echar un último vistazo a su profesora y después salió por del aula.

—¿Qué te pareció?—Dijo Miroku feliz, rodeando el hombro de Inuyasha con su brazo.

—¿El qué?—Dijo mientras desasía el agarre de su amigo y caminaban por el pasillo.

—No te hagas el tonto. Casi se te salen los ojos de tanto verlo, incluso creo que babeaste. —Inuyasha le dio un golpe en las costillas y volteo los ojos sin responder. Miroku se rio entre dientes.

Era verdad que no había dejado de verla. Había algo en ella que lo atraía fuertemente. Sabía que no era solo por su belleza, sino que había algo más. Tal vez la forma en cómo se expresaba o la seguridad que demostraba.

—No te voy a negar que es una preciosidad, sin embargo te recuerdo que es una mujer mayor.—Dijo con un tono más serio.

— Lo sé Miroku. Además ni que fuera a querer algo con ella. —Respondió con el ceño fruncido sin ganas de querer continuar con el tema.

Llegaron a unas mesas que se encontraban fuera del instituto y se sentaron allí a charlas mientras esperaban a sus amigas.

Al rato oyeron las voces de las chicas y él que estaba de espaldas, se giró hacia ellas. Allí caminando lentamente mientras charlaban venían Sango, Ayame y...Kikyo.

Sango se sentó al lado de Miroku como de costumbre. Él, que antes estaba en el medio, se arrimo a la esquina de la mesa para que ambas chicas se sentaran. Más que por caballerosidad, lo hizo para que Ayame se sentara a su lado y Kikyo al lado de ella.

—¿Y Koga?— Preguntó Ayame viendo hacia los alrededores.

—Creo que no vino.—respondió Miroku.

—De seguro está enfermo. —dijo Ayame con preocupación.

—Já, de seguro le dio flojera y ya.

—Si, es lo más seguro...Ah por cierto, escuche qué hay una nueva profesora de biología. —Dijo Sango. Inuyasha no puedo evitar prestar total atención.

—Suplente.—Mencionó Kikyo que había estado en silencio.

Sango volteo el rostro y volteo a ver a Miroku e Inuyasha. —¿Comó es?

—Es bonita. —dijo Miroku. Sango le lanzó una mirada sospechosa, a lo que Miroku agregó.—Obviamente no más que tu Sanguito. —Ella alzó una ceja y puso lo ojos en blanco. Después sus ojos cafés enfocaron los dorados de Inuyasha.

—¿Y tú Inuyasha, que piensas de ella?—Todos los ojos se posaron en él.

No supo que contestar. Por su falta de palabras, Miroku empezó a carcajearse y por debajo de la mesa se limitó a darle una patada para que se callase.

—Es buena dando clases supongo.—Dijo despreocupadamente, sintiendo la mirada de Kikyo sobre él.

El tiempo pasó. Sonó el timbre y todos regresaron a sus respectivos salones.

En ese momento tenía clases de historia y para Inuyasha eso significaba dormir.

Una vez dentro del salón, se sentó rápidamente, acostó la cabeza sobre sus brazos y durmió hasta que las clases finalizaran.

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Entre sueños escucho la voz de un hombre llamándolo. Abrió los ojos sin embargo no levantó la cabeza. Todavía estaba bastante dormido. Sintió una mano en su hombro y levantó la cabeza adormilado. No había dormido ni quince minutos.

—Señor Taisho, si quiere dormir hágalo afuera, así salga del aula por favor.—Suspiro resignado. Se levantó sin ganas y con las manos en los bolsillos salió del salón.

Camino por los pasillos y miro los alrededores como si de un turista se tratase. La verdad es que ya estaba acostumbrado a rondar por ahí en horas de clase ya que a menudo lo sacaban de clases. No por qué se portará mal sino por qué sencillamente no le interesaba.

Siguió caminando hasta que vio algo que si le interesaba. Despreocupadamente se acercó a su maestra suplente que al parecer necesitaba ayuda para llevar algunos libros.

—¿Necesitas ayuda?

—Eh, ah si.— Ella le agradeció suavemente mientras él tomaba los libros de sus manos. Ella lo guió hacia un salón. Saco unas llaves de su bolso, abrió la puerta y entró acompañada por Inuyasha.

—¿Algo más?— Preguntó el peliplata dejando los libros en el escritorio.

—No. Gracias. —Agradeció una vez más.

Inuyasha tenía la necesidad de quedarse allí pero no sabía cómo iniciar una conversación.

—¿No deberías estar en una clase en este momento?—Preguntó con una sonrisa volteándose hacia él. La pregunta lo había tomado desprevenido.

—Me sacaron de clase.— Dijo algo avergonzado. Ella alzó las cejas y él que estaba apoyado en el escritorio, se sentó sobre el. —Me quede dormido en clase de historia y el profesor me saco. —mencionó despreocupadamente.

—No te culpo, yo también me dormía en clases de historia. —Ambos rieron quedamente.

—¿No tienes ninguna clase que dar ahora?

—No, ni en la siguiente hora. — Lo tomó como una invitación para quedarse con ella lo que restará de hora. A partir de allí iniciaron una charla bastante amena sobre el colegio y varias cosas.

El tiempo pasó rápido y el timbre del recreo sonó.

—Es tu recreo. — Mencionó la mujer mientras ambos miraban la puerta.

Inuyasha volteo a verla y ella hizo lo mismo. Ambos se quedaron quietos sin intención de irse a ningún lado.

—Bueno, entonces pasaré mi recreo contigo.—Inuyasha no sabía de donde había sacado la seguridad para decir esas palabras.

Ella le sonrió.

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El sonido estridente que indicaba el fin del recreo les hizo saber que su charla había llegado a su fin. Ambos se levantaran y caminaran lentamente hacia la puerta.

—Bueno, ahora si te tienes que ir, eh...— Genial, en todo el tiempo que habían hablado no le había preguntado el nombre. Él la miro interrogante.—Lo siento no te he preguntado tu nombre.

—Tal vez lo sabrías si hubieses pasado lista.—Contestó con una sonrisa de medio lado.

—Cierto. —dijo avergonzada. Era su primer día como docente, no la podían culpar de no haber pasado la lista.

—Soy Inuyasha, señorita Higurashi.—Sonrió viendo su reacción al llamarla de esa forma.

—Kagome, llámame Kagome.

—Está bien...Kagome. —Y sin más salió del salón. Avanzó unos cuantos pasos y después se giró hacia ella y se despidió con un sencillo "Adiós" al cual ella correspondió despidiéndose con la mano y una sonrisa en los labios.