—Forgotten—
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A: —.Harry Potter—Fanfiction-net—
Disclaimer:
Todos los personajes que reconozcan son propiedad de la saga de—Harry Potter— Y a su respectivo autor: —J.K. Rowling―Yo solo los tomo prestados sin ningún fin de lucro para la creación de este Fan Fic.
Titulo: —Forgotten—
Autor: Notas Break de: CaraDeMimo-DiZereon
Pareja: Draco/Hermione DraMione 506/1909
Categoría: T (+17)
Género: Ficción, Ooc, AU.
—"Inicio de Recuerdos"— Los diálogos en cursiva, indican ser parte del recuerdo junto a toda la narrativa que lo sigue.
—Narrativa normal—
Resumen:
La desaparición del problema, es la ayuda para la oscuridad. Pero que será de Draco Malfoy, cuando comprenda que más que desear su muerte, solo ansía que el señor de la noche no la transforme en su eterna y única consorte. Reteniendo el aire, recordó el momento de su infancia en el que ella declaro que quería a ese hombre, mismo que le respondió que también la quería "—Pero yo no te quiero así—", se quejo aquella vez, y él con una sonrisa respondió: "—Yo tampoco te quiero 'así'—" ¿Cómo podía, él, Draco Malfoy, competir contra algo tan fuerte?, tal vez apartándola de él lograría vencerlo. Ahora, ¿Cómo sacarlo de la jugada?, no podía arriesgar, y no se caracterizaba por ser precisamente valiente.
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Advertencia: Tomar en cuenta esta lectura y seguirla pese a la categoría corre por riesgo del lector. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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"Peleare hasta el último segundo, y en mi epitafio dirá: 'No estoy de acuerdo'"
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Primer Exordio
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Con elegantes pasos caminaba desplazándose entre la penumbra de la noche, sus largos y oscuros cabellos acomodados en una elegante trenza le daban a su porte un atractivo que rayaba lo increíble. Bajo la clara luz de la luna llena su blanca piel lucia limpia, suave, pareciendo -casi- la más fina porcelana. Su fuerte mentón le daba a su joven rostro la imponencia de un barón de la antigua aristocracia, con sus ropas obscuras y elegantes, saltaba a la vista que provenía realmente de una cuna de oro.
Su respiración calmada hacia un juego único con la belleza natural que lo rodeaba, árboles de gran imponencia se alzaban enormes y majestuosos, sus ramas recubiertas de oscuras hojas verdes, frondosas, de una forma tal que gracias a la luz lunar daban al bosque un aire mágico, magnifico, casi inigualable.
Soltando un suspiro desde sus finos labios, el joven de no más de la treintena de edad, se masajeó las sienes entre las yemas de sus largos dedos. El sonido de las hojas al ser movidas con fuerza le alertaron de presencia humana. Tronando los dedos de sus manos, y estirándolos hasta que sus nudillos le dolieron, dio medio giro sobre su eje y se adentró en la espesura del bosque, cerca del Valle de Godric, buscando asilo entre las ramas y arbustos, ocultó su presencia en la oscuridad reinante del lugar.
Pisadas fuertes y presurosas, llegaron en susurros a sus oídos, el aroma a hierro impregnó repentinamente el aire que le rodeaba. Trago fuerte, evitando con ello que un gruñido escapara desde su caja de voz hasta sus labios. El dulce olor a sangre le atrajo, tan cautivante que su paladar hormigueo de gusto. Respiró profundo pese a que no le fuera indispensable el oxigeno, y calmó su creciente apetito.
Concentró su atención en los ruidos del bosque, y en ese instante captó el alarido de un hombre. El despliegue de energía mágica le hizo tambalearse en su lugar, logrando que cayera de rodillas sobre un montón de hojas cecas. El sonido que hicieron al desquebrajarse le hizo tragar seco, con un resoplido trato de serenarse.
Corría un gran peligro frente a los magos, y honestamente, él no estaba preparado para enfrentarse nuevamente a quienquiera que deseara hacerlo, o en el mejor de los casos: matarlo. Se las había apañado, semanas a atrás, en escapar de los aurores que le daban caza por una razón sin fundamentos. Y desde hace no menos de ocho meses, se la pasaba el tiempo escabulléndose entre las ciudades muggles, los seres no mágicos que creían que -como toda historia o relato- el mundo mágico no existía.
Su alimentación le había llevado a la decadencia corporal. Aun mantenía su porte, su esbelta y fuerte figura, pues siendo de la familia de la que provenía: alimentarse no era solo para demostrar cuan terroríficos podrían llegar a ser, era más en sí, otra vía hacia la supervivencia. Y él, quería vivir.
Levantándose sobre sus cuclillas, se impulsó con fuerza hacia delante, donde cogió un ritmo sorprendentemente veloz. Atravesando arbustos y sorteando árboles. Paró en seco después de captar la figura de una mujer.
Ella corría, su respiración parecía pender de un hilo. Entre sus brazos un pequeño bulto daba a la imagen: una madre corriendo para salvaguardar la vida de un hijo. Tras ella, un hombre lo trataba todo en detener -sin resultado aparente- aun grupo de hombres que alzaban contra él ramitas tremendamente ridículas.
Largos hilos de su cabello negro se mecieron por el aire que arreció en la zona. Mientras aun observaba a esa pareja correr, notó -con la furia tratando de abrumarlo- quienes eran los magos que les daban caza a seguramente a un par de muggles que pretendían pasar sus vacaciones en un lugar lejos de la ciudad.
Ese fue quizá su error, ahora eran perseguidos por los defensores de la pureza de la sangre, mortios con aires de grandeza, ocultos bajo negras y largas túnicas, mascaras de plata cubriendo sus rostros y risas maníacas escapando como tambores de entre sus labios.
Era de suponerse que aquellos seres de mágica oscuridad desearan acabar con unos "especímenes" de la forma más "simpática" posible. Mirando hacia el lado opuesto a la escena, trató de refrenar las ansias de tomar por las solapas a esos hombres, y romperles el cuello, sus dedos apretando hasta quebrarlos en un placentero sonido.
Pero de hacer eso, seguramente Tom Riddle -él auto nombrado señor obscuro- lo buscaría para enfilarle en sus "tropas". Después de todo, obtener su propio favor lograría que el innombrable adquiriera mayor fuerza para someter a los muggles. Y eso era algo que él no estaba dispuesto a darle. No odiaba a los seres no mágicos, y tampoco les guardaba ningún aprecio especial. Ellos simple y llanamente le daban igual. Era más en si lo que conllevaba el servirle al señor obscuro. Él no estaba dispuesto a ser lacayo de nadie más. Siendo uno de los reyes de la noche de toda Europa, ser gobernado por alguien en quien no se confía no podía suponer ninguna opción. ¿Por qué servirle a un hombre que cree en la pureza de la sangre mágica, si en sí, el mismo hombre carece de tal pureza?
¡Que cierto, tenía el carisma y la fuerza necesaria para enfrentarse a todo aquel que se le opusiera! Y bien, poseía cierta convicción por defender sus ideales, y valla que lo respetaba por eso. Pero simplemente no se podía.
Estaba aburrido de la larga vida que llevaba, ¿Y qué?, ese no le suponía ningún buen motivo para orillar a los suyos propios a servir a un hombre que no podía ofrecerle más de lo que ya poseía.
El nombre de un hombre llegó con el vuelo del aire hacia él, apartándolo bruscamente de sus pensamientos. La mujer que antes corría había gritado al hombre "Matheo", cuando un Crucio estampo directo contra su amplia espalda. La maldición que te hacia desear la muerte sobre el dolor implantado a la fuerza por un rayo de energía mágica. Era el horror, una de las tres imperdonables en el Londres mágico.
El llanto de la mujer se hizo notar sobre las quejas del hombre, que -entre movimientos bruscos de ángulos impensables- trataba que de sus labios no brotara suplica alguna. Las risas de los mortios -sirvientes a la causa del señor obscuro- no hacían más que elevarse a des tonos por el lar.
Tras el cese a la tortura, el hombre se dejo caer con su espalda chocando contra el suelo. Su mujer cayó de rodillas sobre el verde monte que recubría la tierra.
—Ya vez como si era mejor otro destino como vacaciones…—dijo el hombre con un amago de sonrisa cubriendo sus labios—. Te amo mujer.
Ella negó con fuerza apretando más el bulto entre sus brazos, de sus labios ninguna palabra era capaz de escapar.
Matheo se levantó ante los ojos de los hombres de negras túnicas y grito a su mujer— ¡Corre ya!
De improvisto Matheo le plantó un golpe al mortifago que se le hallaba más cerca, y tiró a correr a la par que le aventaba en un impulso el cuerpo a los que parecían sus compañeros. Eso le dio una ventaja en su huida.
Más, por la curiosidad de saber que sucedería, él les siguió entre las sombras de los árboles.
—No llores, aun estoy aquí—trató de calmarla Matheo.
—Eres un tonto, ¿Qué será de nosotras si te sucede algo grave?
Escuchó la suave voz de la mujer gracias a su estado sobrenatural.
—Pero sigo aquí—objetó él sin parar de correr.
Ambos no se detuvieron ni un segundo a mirar atrás. Y sin parecer pensarlo, se adentraban cada vez más en la espesura del bosque.
—Esto no puede estar pasando en verdad—se quejó la mujer, lagrimas recubriendo sus arreboladas mejillas cual fruto del esfuerzo al correr.
—Mucho menos yo, pero henos aquí.
Las voces a gritos alertaron a la pareja, que juntando sus manos dieron todo de sí al intentar aumentar la velocidad de sus piernas.
Matheo pareció notar lo acorralado que estaban, y tomando a su mujer por su antebrazo le susurró como una eterna despedida:
—Te amo querida.
La empujó contra los frondosos arbustos que había visto en la lejanía, y no se detuvo a comprobar el estado de su amada. Los Mortífagos le dieron alcance unos cuantos metros por delante de la mujer. Y en segundos una maldición imperdonable le arrebató la vida a Matheo.
Las ramas removiéndose hicieron que los mortios que buscaban a la mujer giraran y captaran la figura que buscaban, ella les miro con el seño fruncido y -con una resolución pesada- se precipito a correr todo lo que sus piernas daban, sus brazos cargando un peso extra que suponía una hija.
Él miró de soslayo el lugar de donde la mujer salió, y observó con atención por donde había hecho que la siguieran, ese camino llevaba a la orilla de un río. Tras unos minutos miró una última vez los arbustos, antes de decidirse por seguir a la mujer y los magos para saciar su curiosidad.
Al llegar, observó desde lejos como en grito la mujer trataba de apartarlos de sí misma. "¡Aléjense, juro que se arrepentirán si se acercan!", ellos parecieron dudar al verla segura de hacer cualquier locura. Uno de los hombres trato de negociar un intercambio. Y él se sorprendió por lo que pedían.
La mujer negó, y entre lagrimas, retrocedió los pasos que la llevarían a sumergirse entre las heladas aguas del río, una caída que no la libraba del ahogamiento fue todo lo que terminaría con la vida de la mujer, quien en su caída sonrió con pesar, una sonrisa triste, llena deseos y anhelos. Pero una sonrisa al fin y al cavo.
Sin poder hacer más nada, los hombres exclamaron en frustración, y desaparecieron por los cielos transfigurados en una bruma obscura.
Él se devolvió por el camino que la mujer tomó. Y llegando a los arbustos, se inclinó hasta alcanzar a la criatura envuelta en una ligera manta.
— ¿Hermione Jane Granger, he? —preguntó en un susurro al leer el bordado sobre la tela. Entre sus manos, una pequeña bebé de no más de cinco meses de edad, dormía ajena a todo el ajetreo en el que se vio envuelta. Su suave respiración escapaba de su boquita tibia. Removiéndose hasta topar sus pequeñas manitas contra su nariz, se movió con pereza.
Él la observó atento a cada movimiento, sus sentidos desarrollados lograban que captara aun mejor cada movimiento. Su tibia sangre recorría sus venas con fuerza y rapidez, mientras su pequeño corazón tabaleaba contra su caja torácica. La calidez de su pequeño cuerpo era un contraste espectacular contra el frío que su mismo cuerpo ofrecía, a falta del calor que obtenía de la sangre de sus alimentos.
Solo hasta que la sintió chocar sus manos contra la tela de su traje, pudo entonces saborear un futuro prometedor. Uno donde se veía apartado de la monotonía existencial que significaba su eterna vida. Lleno de promesas nuevas, donde no cavia la necesidad de alearse a ningún señor tenebroso solo para librarse del atosigante aburrimiento con que el mundo le abrumaba.
El sabor de lo nuevo, la expectativa de lo desconocido. Y la sensación de llenar ese vacío a su lado, podía ofrecérselo la pequeña que descansaba entre sus brazos.
¿Valía esperar por lo menos veinte años para ser conocedor total de todo lo que la pequeña podía llegar a ofrecerle?, pregunta mal formulada, ¿Qué eran veinte años para él? Nada, después de todo los años pasaban sobre él, ignorándolo adrede y dejándolo vagar en el mundo con su vida inmortal. Veinte años eran para él como un suspiro. Y estaba dispuesto a alcanzar una eternidad sin futura monotonía.
Tomando una decisión que parecería crucial ante el resto de su clan, caminó perdiéndose en la lejanía del bosque más cercano al valle de Godric, ajeno a otra historia que empezaba a desarrollarse distinta a la de la pequeña en los brazos de aquel señor de la noche.
—Mis futuras noches por ti, pequeña—le dedicó como un suave arrullo.
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Unos años más…
Sus delicadas manos repasaban -con la ayuda de un cepillo- las hebras de cabello castaños hechos marañas entre ellos. Una sonrisa se posó en sus labios al saberse absoluta y libre de hacer con la "pequeña" de su señor, todo lo bueno que se le ocurriera.
Mathy, una mujer de esbelta y curvilínea figura, tarareaba alegre una nana, cepillando con delicadeza las hebras de una niña que cabeceaba soñolienta por falta de sueño.
Sus largos y rubios cabellos caían como cascadas de luces tras su espalda, y una sencilla peineta de plata con incrustaciones de esmeraldas con formas de lágrimas apresaban con soltura el lado frontal cerca de sus orejas.
Desenredó las marañas de cabello castaño con una delicadeza digna de un ángel. Repasó el corto largo de las hebras de la niña, por un total de cien veces, haciendo que brillaran y se mostraran hermosamente. Sabia, como toda madre se jacta de saber, que su labor al tratar de hacerla ver como una hermosa damita era solo una pérdida de tiempo. Nada más terminara con su labor, la pequeña correría como si fuera un varón a los jardines del castillo, donde se ensuciaría de barro al jugar con las mascotas de alrededor, se enredaría los cabellos entre hojas de árboles y ramas pequeñas. Al final del día ya la veía retornar al calor de hogar con una amplia sonrisa faltante de un canino, sus mofletes sucios al igual que sus pequeñas manos, su vestido hecho jirones hasta las pantorrillas y un nuevo animal que cuidar.
Si, era sabio tener en cuenta que ponerla linda era una pérdida de tiempo, pero como toda madre se jacta del buen saber; ella como buena vampiresa gozaba y se jactaba de poseer un tiempo eterno.
Tomó un grueso listón rojo del mueble donde mantenía las cosas de la niña, y haciendo una enorme trenza la amarro con un enorme moño, tan hermoso que parecía perfección, a diferencia de la niña, que solo denotaba pereza.
De sus labios la nana no paro de sonar. Alegre aun que el cansancio tratara de mandarla a dormir, gracias a que sus horas de sueños quería disfrutarlas dándole mimos a la pequeña de su señor, la abrazo un par de veces, acaricio sus mofletes otras tantas, disfrutando de ese tono rosáceo que ella no podría poseer jamás naturalmente. Se baño del calor de ella, sus largos y fríos dedos gozaron de la sensación sana que le ofrecía la tierna piel de un "sangre tibia", una alegría apabullante la hicieron reír, el eco resonando hermosamente a la vez que la pequeña la observaba y reía con ella por nada en particular.
Es amor, lo que hay entre lo más cercanos a su señor, es amor lo que sienten por esa pequeña que cerca estaba de alcanzar los seis años de edad. Una pequeña criatura con sentimientos ancianos pero cálidos. Con una alegría pegadiza que hacía que otros seres como ella gozaran de sentimientos que creían perdidos, olvidados.
Porque ellos, al ser vampiros, perdían en el proceso cientos de sentimientos, y parecían incapaces de desarrollarlos por otros seres igual a ellos o ajenos a sí mismos.
La alegría regresó después de darse un paseo de tantas vidas que la cuenta se le había perdido en un naufragio en la mar, el amor retornó temeroso de ser rechazado una vez más, con sus sentimientos a flor de piel y tanteando el terreno con la ayuda de la pequeña Hermione.
Muchos sentimientos vinieron prendados de la piel de ella, unos colados, ansiados y esperados por tantas eternidades que fue imposible repudiarlos.
No era la única vampiresa feliz de tener a alguien a quien cuidar, muchas de las consortes de su señor anhelaban tener a la pequeña bajo su cuidado, aun más después de saber que la pequeña les seria arrebatada después de un tiempo para pasar a ser como ellas una vez que alcanzara la madurez humana.
Al saberlo, muchas, -como ella misma- lloraron a des mares. Algo que años atrás no habían logrado hacer. La tristeza las apabullaba a golpes cuando el señor les anuncio su decisión después de cinco meses de haber traído a Hermione a su castillo.
Ellas no querían perder a la única miembro de la familia que era capaz de mantener el calor de su cuerpo sin la ayuda de consumir la vida de alguien más. Querían seguir amándola, tanto como lo hacía su señor, o aun más de lo que él lo hacía.
Los vampiros por su parte no podían ser otro punto aparte. Como ellas, ellos también gozaban de la presencia de la niña, a la que sin tapujo, en un principio desearon aniquilar, solo por el mero placer de saborear su sangre (algo que ellas mismas también estuvieron a punto de hacer al verla por vez primera), pero que -con el anuncio de su señor- fue resuelto que ella no sería tocada, ni poseída por nadie bajo su orden.
"Ya me encargaré de que los otros reyes lo tengan presente"
Dijo la vez que todos preocupados le dieron a conocer esa duda, ellos no la tocarían. Pero los demás, ¿Podían saber que ella ya contaba con un dueño y protector?
La risa infantil de Hermione la hicieron verla bajo la luz de las lámparas, prendidas gracias a que por las mañanas, y durante las horas que el sol gobernaba a la tierra, los doseles se mantenían cerrados, abrigando cada pasillo, cuarto y lugar, del cálido sol, capaz de volver ceniza a los hijos de un indeseado.
La pequeña la miraba desde su diminuta figura, sus brazos alzados en una muda suplica por que la cargara entre sus brazos. Sin dudarlo, Mathy la tomó y juntó su nariz con la suya, y nuevamente se dedico a jugar con ella.
—Mathy, no acapares toda su atención,somos muchas sedientas de su cariño—dijo una bella mujer morena de cabellos negros, desde la puerta de la recamara infantil.
Mathy frunció sus labios, y cerrando sus ojos juntó su frente a la de la pequeña.
—Pero es mía hasta que él señor regrese, Francesca.
—Y eso es lo más injusto que pudo hacer nuestro señor—dijo otra voz varonil, perteneciente a un hombre de garbo impresionante, sus ojos azules contrastando con su blanca piel, y sus espesas cejas negras, sus largas pestañas hacían de su rostro -de pómulos y mentón fuerte- un gozo para quien supiera apreciar su perfección.
—Cecil, no lo culpes por tener más confianza en mí— dijo ella juntando sus mejillas a las de Hermione, que riendo le jugaba sus cabellos rubios.
—No es más confianza. —dijo Francesca.
—Exacto—corroboro Cecil—, el señor no tuvo más opción que encargártela por las prisas que tenia. Ya sabes cómo son esos blondos aristócratas pura sangre—, la voz de él sonó divertida, y sus manos hacían ademanes de restarle importancia. Su cuerpo cubierto por ropas ligeras, parecía gozar de una diversión bienvenida.
La risa de Francesca se esparció por el cuarto—, si, tremendos alazanes y sementales deben de ser. —dijo en burla por la expresión utilizada por Cecil.
Él simplemente sonrió por la broma.
—Dejen que me engañe yo sola por un tiempo—, se quejó Mathy rodando con la niña en brazos, su amplio vestido verde esmeralda, alzándose con elegancia gracias al giro.
—No la podrás tener todo el tiempo, y entonces la atacare—esta vez Francesca se desplazo con velocidad abrumante, el vuelo de su vestido de seda blanca ondeándose por el aire.
—¡No lo hagas!—amenazó Mathy mostrando sus filosos colmillos.
— ¡Quiero tenerla con migo!—hizo un puchero la morena de remarcada figura, sus cejas juntas por el enojo—, préstamela un momento—rogó, sumisa lo más que pudo e igual de temerosa por alimentar un fuego que no quería enfrentar—. Por favor—pidió tragando, sus colmillos remarcando su triste gesto.
—La tendrás por la tarde cuando ella vuelva de sus juegos.
Francesca asintió con una sonrisa ante el favor que le otorgaba Mathy, y salió entre brincos a tomar un descanso merecido.
Cecil, que cruzado de brazos se mantenía bajo el marco de la puerta, exteriorizó de pronto uno de sus temores—, temo que una noche de estas ella no vuelva. —habló refiriéndose a las salidas de la pequeña Hermione.
—No es algo que esté en nuestras manos—respondió Mathy, sus colmillos vueltos a su lugar, y su tristeza solo presente en la falta de alegría de sus ojos.
—Espero que si sucediera, fuera antes de que nuestro señor no pueda vivir sin ella.
Cecil se giró sin esperar respuesta a algo que no lo necesitaba. Caminó por el corredor escuchando las preguntas curiosas que Hermione le hacía a Mathy, para la pequeña, todas las vampiresas eran su madre, y todos los vampiros su padre, Cecil era feliz de saber que tenía una hija capaz de amarlo con su cándido cariño, pero aun revoloteaba en él esa ansiedad de querer ser único en su vida.
Su señor era a quien únicamente Hermione no llamaba como aun padre, él era solamente para ella Antonne. El rey de la noche, Milan Antonne.
Lo que para su señor significaba algo normal, para todos sus "hijos", era la presencia latente de un futuro dolor. Hermione sería enteramente de su señor cuando solo él mismo lo considerara conveniente.
...
Milan Antonne trataba de recordar que no tenía que degollar a los dos blondos aristócratas británicos que le acompañaban en el interior de la carroza en la que viajaba. Contando una vez más en retroceso del mil al uno, se dispuso a ignorar la presencia de tres indeseados.
Había esperado regresar al castillo igual a como se fue de él: soló, pero grande era la burla, que metió en su retorno a una familia completa bajo las ordenes del ausente señor obscuro. No esperaba llegar a un acuerdo con todos ellos, aun menos si su supuesto amo y señor no se encontraba presente.
Pocos años atrás, el mundo mágico fue sorprendido por la "muerte" de Lord Voldemort. Mismo que sucumbió ante la fuerza de un infante de un año de edad. Aquello podía llamarse vergüenza, y Milan lo consideraba como tal. Según investigaciones hechas por los miembros de su casa, una profecía fue cumplida el 31 de octubre de 1981. Harry James Potter, mejor conocido como "El niño que vivió" (y al parecer aun vive), derrotó al mayor mago tenebroso que la magia pudo conocer. No estaba del todo de acuerdo, pero si bien es lo que el mundo mágico creía entonces dejaría que ellos se siguieran bañando con su supuesta verdad.
Con todo eso y más, "sangres limpia" que sirvieron a la causa lograron salvarse de un enclaustre en la prisión de Azkaban; esto gracias al declararse estar bajo el imperio. Hechizo que obligaba a quien se maldice a obedecer cualquier mandato de la persona que le ordena.
Otros tanto aceptaron que peleaban por su causa, la cual creen justa y verdadera, cosa que pasa con otras causas, siempre quien las sigue es por algo. Los que se declararon culpables terminaron por ser apresados en Azkaban. La prisión custodiada por Dementores, seres sin rostro que adsorben los sentimientos positivos, logrando que quien este cercano a su presencia no entienda más que de muerte.
Contando nuevamente, esta vez iniciando del uno, lanzo una mirada fugaz a los incordios. Su pupila se centro en el vástago de la familia, quien por lo menos tendría la misma edad que su pequeña. A lo sumo sería un año menor que ella. Y ojala él mocoso fuera igual de calmado que ella.
Draco Malfoy era todo un demonio. No que fuera hiperactivo, y mucho menos travieso. Tenía una boca que quería lavar con rocas, y enjuagar con magma. Ah, deseaba tomarlo por su pequeño cuello y quebrarlo con sus dedos, el hermoso sonido que escaparía de su tráquea al romperse era tan tentador. Solo un poquito, quería quebrarlo solo un poquito.
El mocoso no había parado de hablar hasta que Malfoy padre le hubo callado con unas simples palabras; "Los Malfoy no preguntan, ellos conocen todo…", y así el pequeño se cayó. Un poco más y nada le hubiera detenido de privar al mundo de su tan aguda y chillona voz.
Ahora, con ellos directo a su castillo, trataría lo mejor posible de no hacer que los aurores se preguntaran por el paradero de los Malfoy, lo que significaba cero sangre. No le preocupaba llevarlos a su morada, más no había previsto que los señores de familia quisieran acompañarlo. Se negó, y lo hizo tan educadamente que Lucyus por poco y cede a no acompañarlo. Pero su hermosa mujer, esa dulce criatura que Dios olvidó mandar al infierno, con su cara de no rompo platos y las mesas me obedecen cuando les digo limpien, sacó a su "amado" esposo de una decisión que lo llevaría a nunca jamás volver a ver o saber de Milan Antonne.
Casi lo logra, un poco más y no tendría que volver a codearse con bestias que no valían la pena. Narcissa Malfoy (antes Black) lo había arruinado.
Como sorbete de la sangre, se ofreció a acompañarlo, y valla que: ó la mujer era demasiado estúpida, o se equivocaron con ella y resultaba que era una completa valiente.
Podía ser estúpidamente valiente, o valientemente estúpida, de ser lo segundo muy pronto se despedirían de su linaje, nunca se llega tan lejos con tanta ignorancia.
Los grises ojos de Draco se encontraron con los suyos, que compartían color solo cuando él no estaba hambriento. Cuando mantenía deseos férreos de alimentarse, con regularidad su obscura pupila suele abarcar el ojo ocular al completo, aunque extrañamente eso no ocurría, prefería ahorrarle un temor inducido a su pequeña.
Alzando una ceja notó como el chaval parecía estudiarlo, le miró morderse los labios y debatirse entre hablar o callar.
"Que calle"—pidió mentalmente.
— ¿Es cierto que los vampiros no duermen? —preguntó el niño viendo de reojo a su padre.
!¿Quién asunciones era el idiota que estudiaba a los vampiros?! ¡No dormir, claro! y él era la dama de negro. Porsupuesto que dormían, era necesario. Ningún ser que se jacte de ser civilizado se pasaría los días en vela.
—Quiero romperte la tráquea—dijo él cruzándose de manos y apoyando su tobillo izquierdo sobre la rodilla derecha.
La pareja Malfoy brincó casi imperceptiblemente sobre sus asientos. Mejor que supieran que no le agradaba para nada llevarlos a su castillo. Donde seguramente notarían la presencia de un "sangre tibia", que además era un "no mago".
—Padre—llamó Draco en un grito de miedo, el señor Malfoy solo lanzó una mirada dura al joven mientras volvía su atención a un nada particular.
¿Cómo estaría su pequeña Hermione?, hace dos meses que no la veía, ¿Lo estaría extrañando? Él esperaba que sí.
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Notes Break:
Saludos, bueno, bien. Esta es mi primera historia dedicada a la sección de Harry Potter, no primer fic que escribo, pero si primera historia en la que manejo personajes lejanos a lo que estoy acostumbrada a trabajar.
Los personajes, notaran están muy lejanos a los de autoría de J.K., y ciertamente les doy la razón. Estoy manejando un universo prácticamente alterno. Donde Hermione es criada por Vampiros, el desarrollo será un poco pesado y lento, y como notaran habrá apariciones de personajes ajenos a J.K., cosa que también es primera vez que manejo, puesto que no acostumbro a emplear personajes de mi autoría.
La idea en sí, es darle otro rol a la historia, en la que tratare por todos los medios no apartarme de cada una de las personalidades de los personajes. Así mismo me gustaría le dieran una oportunidad a este proyecto, no me atrevía a subirlo por una sencilla razón, del mundo de Harry Potter se tanto como un niño de tres años aprendiendo a leer. He leído unos cuantos de los libros, y revistas donde se resumen historias y diálogos. Además de otros fics, solo espero no herrar más adelante a la hora de desarrollar los personajes. Y que si de encaminarme por otro rumbo se sientan libres de criticarme y corregirme.
Como otros escritores, amo que comenten, los review son mi perdición y me hacen inmensamente feliz, además claro, son un gran incentivo para inspiración
Oh, la historia es DraMione, con toques vampíricos por la presencia de Antonne (risas), espero que comenten. Y también deseo leerlos pronto.
Ciao! —
13/05/2013
