Disclaimer: No, soy ninguno de los dos autores haciendo un fanfic de algo que en teoría me pertenece. Soy Aphrodita / Hessefan, todo el crédito a Rando Ayamine y Aoki Yuya.
Bueno, no tenía pensado publicar este intento de fic por no sentirme muy segura, es decir... Me gusta hacer fics respetando la trama verdadera de las historias, y como el manga no lo conozco entero, temo aventurarme.
Pero a Yageni la idea de este fic le gustó y terminó por convencerme: ¿Qué tiene de malo hacer un fic ignorando algunos detalles que sólo aparecen en el manga? Para mi mucho, con Saint Seiya soy extremadamente exacta pero porque tuve el placer de leer y coleccionar el manga, los capítulos televisivos y las películas; además de su precuela y secuela (Episode G y Lost Canvas… ahora Next Dimension)... Sin embargo con Get Backers no :S. Solo tengo los 49 episodios en DVD y desconozco muchísimas cosas de la trama (He leído spoilers en internet sobre lo que no se ve en el animé pero no más que eso).
Sé que la verdadera historia de Himiko no está reflejada en este fic, sin embargo, dado que con Get Backers somos más los que conocemos el anime y son pocos los que tuvieron el privilegio de leer el manga, digamos que la excusa es: "Me basé en el animé"... en lo que se ve y en como terminó la serie televisiva. El antes o el después que se puede ver en el manga, no lo tendré en cuenta.
Por lo tanto pido perdón por esta falta y aún así espero que les guste.
Ban frenó su paso antes de atravesar la puerta, soltó un suspiro y negó con su cabeza.
¿Por qué comenzaba a sentirse tan agobiado? Si Ginji le había dejado bien en claro, hacía unos años, que no estaba interesado en los hombres. Aunque misteriosamente permaneció a su lado.
Ingresó al departamento que compartía con su amigo encontrándolo sentado en la sala viendo televisión. Se quedó de pie, inmóvil, incapaz de hacer notar su presencia porque supo que de hacerlo se vería obligado a confesarle a Amano algo que aún no terminaba de asimilar.
—Ban —pronunció el rubio sin necesidad de corroborar la llegada del otro—, llamó Paul preguntando que cuando iríamos a cenar.
Midou nada acotó al respecto; pensar que en épocas anteriores el señor Wan se la pasaba buscando formas de quitárselos de encima, para en el presente reprochar su ausencia.
Aunque el jefe nunca lo dijo, ambos sabían que sus intenciones reales era ayudarlos a defenderse solos ante las adversidades de la vida, comenzando por buscarse un lugar donde vivir. Y así lo habían hecho, gracias a los pocos trabajos que lograban cobrar.
—¿Dónde estuviste? Te estuve esperando para cenar pero no me aguante mas —comentó posando su vista en la figura de su compañero—; igual te dejé pizza, si no quieres dímelo así la termino yo.
El hombre de ojos azules se sentó en el sillón de un cuerpo enfrentando la apacible mirada de Ginji, y juntando coraje confesó una parte de la larga historia que tenia por contar:
—No te preocupes, cené con Himiko… en su casa.
—¿Y como está Himiko? —investigó con una sonrisa, gesto que se borró de un plumazo al notar por primera vez la intensa vista que le dedicaban—¿Sucedió algo?
—Ginji —pronunció el telépata desviando su rostro para posar sus ojos en algún punto muerto y así evadirlo, como sí de esa forma evitase enfrentar la verdad—, hoy Himiko me pidió un favor.
—¿Un... favor?
Fue entonces cuando Ban se vio obligado a recordar la conversación con la dama veneno, para así acomodar sus ideas y hallar las palabras adecuadas que lo ayudasen a expresarse, sin encontrar todavía el motivo verdadero por el cual le abrumaba tanto decírselo al rubio:
—Ban... Ya voy a cumplir veintitrés años dentro de poco.
—Lo sé Himiko —. El muchacho, observando el trajín constante de la ciudad a través de la ventana, soltó una gran bocanada de humo; por el reflejo de la misma pudo ver el porte de la chica a la cual estimaba como a una hermana menor—No creo que sea bueno torturarse con el asunto antes de tiempo.
—Ban... Yo quiero pedirte un favor.
El mentado sujeto volteó para afrontar a su amiga, por un momento creyó que estaba siendo preso de un Deja Vu... Tiempo atrás había tenido una conversación similar con el hermano de la dama veneno; ella con el tiempo había podido vislumbrar la verdad, y en el presente se hallaba envuelta en una tormenta de pensamientos y sentimientos. Sabiendo lo que se avecinaba no pudo más que recurrir a la única persona en la que podía confiarle ese profundo temor.
—Si vas a pedirme que haga lo mismo que hice con Yamato... —Ban realizó una breve pausa para intentar tranquilizarse—No sé... No sé si podré hacerlo de nuevo.
—No es momento para hablar de ello, cuando llegue el día lo conversaremos.
Las palabras de Himiko desconcertaron a Midou, si no se trataba de eso ¿Entonces?
La mujer se tomó su tiempo para confesar sus miedos, con suma dificultad comenzó a hablar mientras realizaba un esfuerzo sobre humano para no quebrarse.
—Yo... No quiero morir —bajó su vista al suelo para evitar ver al hombre frente suyo—. No quiero morir sin antes haber sido madre.
El muchacho de luceros añiles abrió esos omnipotentes y penetrantes ojos lo más que pudo, asombrado hasta un punto con aquella confidencia.
—A veces, cuando veo en la calle a las madres con sus niños, me doy cuenta de que yo nunca podré experimentar ese sentimiento —una lágrima caprichosa descendió su mejilla—. Con mi hermano nunca me sentí sola, luego tú... Tú apareciste en mi vida pero no es lo mismo... —continuó de manera inconexa, sin poder expresarse correctamente, limpiando su húmedo rostro con el revés de su mano—No quiero estar sola, sin embargo sé que es muy egoísta de mi parte querer traer una vida a la tierra sabiendo que tendré que dejarla... Pero necesito saber que se siente ser madre; necesito, como mujer, tener entre mis brazos a esa personita que llene de luz mis últimos días.
—Himiko... Te entiendo —habló finalmente el telépata con la voz entre cortada—; en algún momento de nuestras vidas, es natural que estas cuestiones surjan; y no eres egoísta, creo que serías una buena madre.
—No lo sé... Quiero decir... Maldición —espetó Himiko cerrando sus ojos para ver si de esa forma lograba sosegar las lágrimas—. No puedo traer una vida a este mundo sin estar verdaderamente segura de que tendrá un buen padre que lo cuide y lo ame cuando yo no esté.
—No será fácil encontrar de la noche a la mañana a un hombre —cuasi bromeó Ban sin sospechar lo que la dama veneno intentaba decirle.
—No, eso lo sé... Por eso Ban quiero pedirte un favor —Himiko abrió sus acuosos ojos y los posó en su amigo.
Éste se irguió de repente cuando por fin comprendió lo que la hermana de Yamato intentaba decirle.
—Himiko...
—Ban... Tú... Tú serias un excelente padre...
Ginji se limitó a esperar pacientemente las palabras de su amigo que parecían no llegar nunca. Midou acomodó sus anteojos y le relató, palabra por palabra, la conversación que había tenido con Lady Poison.
Se produjo un intenso silencio que era interrumpido apenas por las voces que surgían de la película de acción.
—Ban... —logró articuló, incapaz de aguantar un segundo mas el mutismo del otro—¿Aceptaste?
El aludido sólo asintió.
¿Que pudo hacer o decir en semejante momento? El dueño del Jagan no pudo negar que la petición de Himiko le había impresionado, y aunque no se sentía capacitado para ser padre comprendió el deseo y la urgencia de la muchacha.
A decir verdad la idea, muy en el fondo, no le disgustaba, ya que cumplir el favor implicaba traer una persona al mundo que siempre requeriría su presencia en su vida. Sentir por primera vez que alguien podría llegar a necesitarlo; saber que nunca estaría solo era algo que le llenaba de renovadas energías, esas que había perdido cuando Ginji lo rechazó oficialmente.
—¡¿Aceptaste?! —Amano se puso de pie con la furia pintada en su rostro—¡¿Cómo pudiste Ban?!
—Ginji... Ya he llegado a una edad en la que...
—¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! —exclamó el rubio con una evidente tristeza que se pudo vislumbrar a través de todo su semblante.
—Ginji... ¿Qué te ocurre, por qué te pones así?
En lo más recóndito de su ente intuyó que esa sería la reacción del emperador relámpago; aunque no supiese a ciencia cierta los verdaderos motivos, algo en él lo supo.
—¡Creí... Creí que tú! —Ginji negó y dio la vuelta, dispuesto a encerrarse en su habitación pero su amigo lo detuvo asiéndolo de un brazo—Suéltame Ban —suplicó por completo desarmado y se quebró en llanto, uno silencioso pero doloroso.
—Espera... Espera —sin saber bien que hacer, o como tomar esa imprevista reacción, Midou lo asió entre sus brazos—. No te entiendo Ginji, no te entiendo —suspiró hundiendo su rostro en el cabello rubio de su compañero, sintiendo el aroma cítrico de su shampoo.
—Creí que... sentías algo por mí.
—Es que Ginji... —le costaba declararse otra vez—Lo he sentido y aún lo siento.
Automáticamente, al oír eso, Amano se separó con brusquedad del cuerpo del otro tomando distancia.
—¿Ves? —investigó el telépata frunciendo su frente, arrepentido e incómodo—Es esto lo que no entiendo, me rechazas pero te quedas a mi lado.
—Entiéndeme Ban, para mi no es tan fácil como para ti —se señaló con energía el pecho—Me cuesta aceptarlo... ¡Si! Seré un cobarde.
—Ginji... —Ban se acercó de nuevo al emperador relámpago para tomarlo entre sus brazos otra vez—No quise presionarte, cuando me rechazaste decidí darte espacio.
—Lo siento, te lastimé tanto —Ginji se acurrucó en el pecho de Midou cerrando sus ojos que por fin habían dejado de verter lamentos.
—Pero ya han pasado como cinco años... Pensé que tu nunca...
—Lo sé...
Se quedaron en el lugar, sin romper el abrazo, guardaron silencio... Poco a poco el hombre de azulina mirada se fue armando de coraje y elevó una mano para acariciar la cabellera de su amigo, siguiendo por su mejilla hasta llegar a su quijada que elevó para observar su rostro... A pesar de los años no perdía su natural juventud, su belleza y ese particular brillo en sus sublimes ojos. Sonrió, porque por primera vez habían podido hablar de ese asunto.
—Ban... —necesitó saberlo—¿Puedes... Puedes rechazar el favor?
—Ya está hecho, Gin —. Esa mirada repleta de amor se humedeció de golpe, y sus cejas descendieron en un gesto de inconmensurable tristeza—Lo siento. Ahora sólo queda esperar para ver si... Si ha dado sus frutos.
El rubio se separó sutilmente de su amigo y dio la vuelta para encerrarse en su cuarto. Midou no lo siguió, supo que necesitaba darle más tiempo (toda la vida, de ser necesario).
Una vez en su habitación, el emperador relámpago apoyó su espalda en la puerta
¿Y ahora? ¿Qué iba a pasar con ellos?
Le costó aceptarlo pero comprendió que su actitud había sido algo egoísta y precipitada: No era quien para reprocharle a Ban sus decisiones, no lo era... No había querido ocupar el lugar que Midou le había dado en su corazón, no podía hacerlo en el presente por un capricho.
Se echó en su cama, vestido como se encontraba, y así se quedó dormido.
Besos y muchas gracias por leer.
27 de septiembre de 2008
Argentina.
