Algunos caminos a las afueras de Michigan son conocidos por una simple cosa: su tranquilidad.
A diferencia de otros lugares, las zonas agrarias a las afueras del estado eran más calmadas, aun con la actividad presente, con granjeros trabajando en algunos de los campos y camiones de carga saliendo y entrando del estado. Otra cosa por la que el camino era conocido era su silencioso ambiente, especialmente durante la noche, cuando los únicos sonidos presentes eran las cosechas de las granjas cercanas chocando unas contra otras por causa del viento, o algunos animales e insectos dando sus vueltas nocturnas. Para alguien buscando alguna clase de descanso de la vida cotidiana de la ciudad, este sería el lugar indicado para dar un respiro.
Pero aún siempre habría actividad en estos lugares, incluso durante las tardes horas de la noche.
Así que, para cualquiera viviendo al lado de uno de los cortos caminos de tierra, ver como un pequeño auto gris y gastado pasaba por aquel lugar no era nada raro. Lo raro era como alguien estaría pasando por esta ruta a una hora tan tarde durante esta despejada noche de julio. Alguno podría pensar que las dos pasajeras dentro del vehículo se habían extraviado, esperando que ninguna de ellas hubiera visto su mapa de viaje al revés al estar buscando su destino; aunque, si le prestabas atención a las direcciones y las vueltas presentes, perderse en el área era algo difícil de hacer.
Pero si se seguía al vehículo se podía ver como la conductora sabía qué camino tomar sin terminar conduciendo en círculos, no teniendo problemas en ir a donde quería. La abrigada mujer de pelo rubio y lizo no tenía planes de perderse, había memorizado la ruta que había visto en el mapa antes de salir del aeropuerto hace tiempo atrás. Recordaba cada ruta, calle y vuelta que debía tomar para llegar al pueblo, y hasta ahora parecía ir por el camino correcto. Aún faltaba un largo tiempo para llegar a su destino, y esperaba no encontrarse con alguna interrupción en el camino; afortunadamente, no había encontrado ninguna por el momento.
Todo iba de acuerdo al plan. El vuelo había aterrizado más rápido de lo usual al aeropuerto, un alivio para las dos pasajeras. Si pasaban un minuto más soportando el olor a humo del cigarro del hombre sentado al frente… solo diría que el tipo terminaría dejando su vuelo más temprano de lo usual.
El pequeño y curioso vehículo AMC Gremlin dejado para ellas no estaba en su mejor estado, ni tampoco era el más grande, pero serviría de todos modos; al menos tendría espacio suficiente para guardar el poco equipaje que llevaban por el momento, aunque no fuera mucho. Solo necesitaría llenar un poco el tanque de gasolina en alguna estación cercana para empezar el resto del extenso recorrido por delante de ellas dos.
Después de un largo viaje, Heather Brooks solo esperaba que el ánimo de la peliblanca a su lado aún estuviera estable. Pero la expresión en el decepcionado rostro de Linka le decía lo contrario.
–Cariño… ¿podemos hablar un momento? –La tranquila voz de la mayor interrumpió su pensamiento, volteando su vista a la mujer. Ya tenía una idea de lo que probablemente iba a hablar.
–Claro.
–Mira, no hace falta tener cualquier clase de súper poder de visión o algo parecido para ver que no estas feliz, para nada. –Y tenía razón, mucha, demasiada, diría Linka. –Sé que esto de la mudanza fue demasiado repentino, lo sé, pero… creo que estaremos bien en Royal Woods.
–Estábamos mejor devuelta en nuestra cabaña... la extraño. –Respondió la niña sin emoción alguna.
–Sé que la extrañas mucho, y yo también, pero… créeme cuando te digo que las cosas pueden ser mejores aquí. –La peliblanca se ajustó en su asiento, mirando de frente a su positiva madre. –Digo, piénsalo, ¿no será bueno finalmente intentar nuevas cosas? No debe de ser tan malo. Para comenzar, estaremos viviendo en medio de un tranquilo y agradable vecindario.
–Bueno… supongo que está bien, pero no solo-
–También podrás hacer buenos amigos, de seguro no tendrás problemas haciendo nuevas amistades.
–Claro, podría ser bueno, pero no-
–Y ahora podrás asistir a la escuela, justo lo que siempre deseaste. ¿No es eso genial? –Mientras más sonreía Heather, más se fruncía el ceño de la peliblanca.
–Mama, ¿puedes-
–Y también podremos dar unos buenos paseos por el pueblo. Digo, sé que no será lo mismo que nuestros paseos en el bosque, pero seguro la pasaremos muy bien.
–Mama, ¡déjame-
–Piénsalo, será un excelente tiempo para nosotras do-
–¡¿PUEDES DEJARME HABLAR?! -El serio tono de voz de la peliblanca hizo desaparecer por completo la sonrisa en el rostro de Heather, con ninguna otra palabra más saliendo de ella. Un largo e incómodo silencio reinó dentro del viejo vehículo durante lo que pareció ser un eterno minuto. Un silencio que la mayor decidió romper.
–Cariño, yo... lo siento mucho. -Finalmente respondió apenada la mayor. -Pero, no lo entiendo, ¿qué sucede? ¿No era todo esto lo que querías?
La frustración dentro de la niña empezó a bajar con el suave tono de su preocupada madre.
–Es solo que… solo… -No solo fueron los nervios de su voz que explicaban todo, pero también aquel resplandor blanco volviéndose a hacer presente alrededor de ella.
Heather no necesito escuchar o ver otra cosa más.
–Es por ''eso,'' ¿no?
Una afirmación fue todo lo que la rubia necesitó recibir para proceder a detener el auto al lado del camino con cuidado, apagando el motor por completo. La mujer quito las manos del volante, llevándolas al rostro de la peliblanca, suavemente acariciándola con calma.
–Mira… entiendo que tengas miedo por lo que pueda llegar a suceder. Pero ¿quieres saber algo? -La duda obligo a la peliblanca llevar su vista devuelta a su madre. -Yo no tengo miedo, porque si algo bien sé es que tú lograrás mantenerte estable.
–Pero… ¿qué si me salgo de control y lo hecho todo a perder?, ¿qué si alguien se da cuenta?, ¿qué si-
–Nadie se dará cuenta, ni tampoco lo echarás a perder, porque sé que eres lo suficientemente capaz de controlarte cuando debes. Yo misma pude ver tu progreso todo este tiempo, ¿crees que te estaría diciendo todo esto si no fuera verdad?
La peliblanca hubiera devuelto su vista al suelo al negar, de no ser porque la mayor movería la cabeza de su hija devuelta a ella.
–Sé que estas nerviosa, ¿y te digo la verdad? Yo también lo estoy, y mucho. Pero si hay algo que te puedo asegurar con toda certeza es que nada malo nos sucederá; tu y yo estaremos bien. Pero lo más importante, y no quiero que nunca, pero nunca, se te olvide esto: jamás dejaré que algo te pase a ti.
–Lo… ¿lo prometes?
–Por completo. -El solo abrazo dado por la mayor empezaría lentamente a debilitar el brillo blanco alrededor de la niña. No fue hasta que la insegura peliblanca instantáneamente devolvió el abrazo que aquel resplandor dejaría de de brillar más.
Y fue ahí, dentro de la calma de un viejo auto, en medio de la nada, bajo un estrellado y claro cielo nocturno, donde madre e hija no se separarían durante un largo tiempo.
–Tranquila… todo estará bien.
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The Loud House: Neon Days
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PARTE I: Llegadas
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1: Día de Paga
Viernes 26 de agosto, 1983
Unas Semanas Después
...
–Tres, cuatro, y… cinco, eso debería ser suficiente.
Sí, lo era.
Para el cansado niño peliblanco de once años, el tintineo de las monedas siendo puestas en su mano debía de ser la cosa más satisfactoria de escuchar, después de trabajar con un cortacésped durante media hora sin descanso. Caminar un largo tiempo por un patio, empujando una máquina, pasando por toda clase de rincón, reuniendo todo el césped cortado, y poniendo todo en una bolsa negra no era algo fácil o rápido de hacer, especialmente cuando ya habías repetido el mismo proceso una y otra vez, casa por casa, durante todo el día.
Pero obtuvo lo suficiente. Todo esfuerzo hecho hoy parecía haber valido la pena.
–Gracias señora Margaret, fue un gusto poder ayudar. -Respondió cansado el peliblanco mientras guardaba las monedas devuelta en el bolsillo de su chaleco naranja, bajando las mangas de su camiseta blanca puesta debajo de ella y procediendo a quitarse las gotas de sudor que salían de su frente.
–Vaya, debes estar agotado, ¿te apetece algo de tomar?
–Gracias, pero tengo que volver rápido a casa antes de que anochezca.
–No hay problema. Ahora, agradecería si pudieras guardar el cortacésped devuelta en el garaje, mi hija te ayudara con la puerta. Y recuerda tomar tu bicicleta antes de salir. –Afirmando, el peliblanco siguió el camino indicado por la señora hacía el lado de la casa, recibiendo la ayuda de la hija de Margaret (completamente vestida de negro como siempre) a levantar la defectuosa puerta del garaje, logrando devolver la maquina a su puesto original.
–Gracias Maggie.
–Claro… como sea. –Respondió desinteresada, simplemente retirándose devuelta a su hogar. Lincoln solo la ignoro y recogió su bicicleta roja puesta al lado de la entrada, despidiéndose de la señora Margaret mientras se preparaba para salir.
Ya dentro de su hogar y trabajando en la cocina, Margaret encendió la radio mientras preparaba algunas cosas para la cena. Desde afuera, Lincoln podía escuchar el tono musical viniendo de la maquina:
"¡R-W-T FM!"
''RWT - as good as it gets!''
Cualquiera en la ciudad reconocería el alegre jingle de la estación de Royal Woods Tunes, o RWT, como la mayoría le conocía. Siendo una de las diferentes cadenas de la ciudad, RWT obtenía una buena audiencia, incluyendo a Lincoln y a la mayoría de su familia.
''¡Felices tardes Royal Woods! Aquí está su querido anfitrión Mr. Cassius, brevemente reportándose en esta hermosa tarde de viernes, con una movida noche a pronto llegar para todas esas almas fiesteras, ¡ustedes ya saben quiénes son!'' -Para ser no solo el presentador de la estación de RWT, sino también la voz más reconocida en Royal Woods, Mr. Cassius era un completo extraño para todos, su verdadera identidad era completamente desconocida. ''Y ahora, un rápido reporte del clima: mejor abrigarse, porque al parecer el viento nos estará visitando más veces de las que tú visitas a tu novia entre semana (no mientas, ya sabemos de tu obsesiva adicción por ella).'' -Y he ahí la razón por la que tenía más de un fan en toda la ciudad.
''Con todo dicho por el momento, seguiremos con nuestra movida transmisión usual, ¡hasta la noche!''
(ELO – Don't Bring Me Down)
Otro día de trabajo terminado, hora de ir a casa.
Con el sol ya poniéndose en el horizonte, pintando el cielo de un naranja intenso, el peliblanco recogió su mochila, ajustó una antena saliente de ella (proveniente de su viejo y confiable walkie-talkie dentro), y tomo asiento en su bicicleta, comenzando su trayecto de vuelta a su hogar.
Pedaleando a una velocidad moderada, miró como los anaranjados árboles alrededor del vecindario dejaban caer parte de sus viejas y secas hojas al césped y a la calle por causa del viento. El otoño estaba a la vista, y con él traía una nueva oportunidad de trabajo que hacer durante los próximos días. Pronto tendría que extender sus servicios a barredor, una vez las viejas y secas hojas empezaran a caer por montones al suelo, al menos si deseaba conseguir algunas monedas extra.
El peliblanco pasó por la activa parte del vecindario, con jóvenes y otros niños de su edad haciendo lo suyo en las casi despejadas calles sin alguna preocupación. Procuraba tener cuidado al pasar por el lado de algunos niños jugando con un balón de basquetbol en la calle, esquivando por poco el objeto al girar al lado. Ni un segundo después evitó otro grupo de chicas con vestidos caminando por la vereda, demasiado concentradas en ellas mismas como para notar la bicicleta rozando por su lado hasta último momento. Lincoln solo pudo dar una disculpada mirada al sorprendido y molesto grupo de atrás.
El vecindario parecía estar más lleno de lo usual, pero ¿qué más esperarse de una libre tarde de viernes? Las clases no tardarían en empezar dentro de poco tiempo, y el resto no pensaba en malgastar los minutos cuando cada uno estaba siendo contado.
Lincoln Loud tampoco pensó en gastar cada preciado minuto que corrió por la tarde. Y ahora he aquí estaba, con el bolsillo lleno con la paga de su propio trabajo. Todo esfuerzo hecho hoy había valido la pena, y pronto, todo centavo obtenido hoy también lo valdría.
–Oye Lincoln, ¡aquí! -Su pensamiento fue interrumpido al notar a su amigo de gafas en su bicicleta, acabando de doblar por la esquina. Con su abotonada camiseta amarilla metida dentro de su jean (ajustado por un cinturón marrón) con una notable mancha de sudor que otra en ella, Clyde McBride se encontraba notablemente exhausto como para poder cortar otro patio más; pero no tanto como para no unirse a su amigo en el camino de vuelta a casa.
–Hola Clyde, ¿cómo vamos?
–Bueno, acabo de limpiar todo el patio de los McCauley, así que este ya sería el cuarto hogar por el que paso hoy, y creo que conseguí una buena cantidad de dinero. ¿Y qué tal tú?
–Justo termine de encargarme con el patio de la señora Margaret, con eso ya serian seis satisfechos clientes servidos por hoy.
–¿Seis? Vaya amigo, trabajas rápido en solo un día.
–¿Que puedo decir? Mientras más te esfuerzas, más productivo y rápido eres… aunque eso te vaya a dejar un calambre que otro durante el resto de la semana. –El peliblanco froto su adolorida mano por un instante, antes de doblar por otra esquina.
–Intenta no sobre-esforzarte Lincoln, lo último que necesitamos es que termines arruinando tus manos justo antes de que abran el local de Gus.
–Lo sé, pero no tenemos mucho tiempo que perder. Es mejor trabajar todo lo que podamos hasta el día de apertura.
"Oye, patético." -Vino la cansada y frustrada voz de una chica, acompañada de estática, proveniente del comunicador dentro de su mochila, haciendo que el peliblanco agarrara el objeto rectangular de su mochila. –"Acabo de terminar con el patio de la familia Fox. Será mejor que todo este trabajo valga la pena, porque o si no…"
–Hola Ronnie. Créeme, para cuando Gus haya abierto sus puertas, ya habremos tenido lo suficiente en nuestros bolsillos como para pasar la mejor tarde de nuestras vidas. Esto definitivamente valdrá la pena.
"De verdad espero que tengas razón, o mis cansados nudillos tendrán mucho de qué hablar contigo… en otro día. Hasta entonces, considérenme fuera por hoy; tengo varias cosas importantes que hacer devuelta en casa, y 'hacer nada' es una de ellas. Nos vemos mañana."
Una despedida después, los chicos se concentraron en su trayecto, esquivando uno que dos autos al pasar por otro vecindario, ya teniendo a la vista a la vieja y tranquila avenida Franklin en poco tiempo. Y ahí estaba, frente a los dos chicos, la blanca residencia de dos pisos, la agradable (y usualmente caótica) casa Loud.
Sip, hogar dulce… hogar…
Curioso, ¿era él o la casa estaba más calmada de lo habitual?
¿Y que con el patio ordenado?
¿Quién había barrido todas las secas hojas anaranjadas del patio exterior en pilas ordenadas?
Y, ahora que lo notaba, ¿porque dos de ellas parecían estar sacudiéndose y acercándose lentamente hacia ellos-
–¡BU! -Había gritado la pequeña niña rubia de seis años, con su pelo algo alborotado, al salir de la pila de hojas con una extraña mueca en su rostro, haciendo caer a los dos sorprendidos chicos al duro suelo. El rápido e instantáneo flash proveniente de la otra pila llegaría a cegarlos por momentos.
–Vaya, ¡al parecer las hojas no son la única cosa cayendo al piso esta temporada! -Rio una joven castaña de overol (con una flor falsa cosida en él), vistiendo una camisa amarilla por debajo y con zapatos rojos puestos, acabando de salir de una de las pilas de hojas con su vieja y confiable cámara Polaroid en sus manos. Tanto Luan como Lana Loud apenas podían contener su risa.
La pequeña niña rubia rio con ella a la misma vez que se sacaba algunas hojas de su chaleco verde, su camiseta azul de adentro y su jean, dejándolas caer al lado de sus zapatos blancos con rayas azules. Lo único faltante en su cabeza era un simple gorro rojo.
–¡Debieron de ver sus caras! –Siguió riendo ella, lamentando que la foto recién salida del dispositivo de su hermana mayor no pudiera procesarse lo suficientemente rápido como para poder ver la reacción de ambos chicos otra vez mientras se levantaban. Con su corazón y vista ya estable, Clyde logro notar una gorra roja en el suelo junto a él, recogiéndola y dándosela a la niña.
–Oye Lana, creo que esto es tuyo.
–Ah, gracias Clyde. –Agradecía la menor mientras ponía su gorro devuelta en su cabeza al recibirlo. Adoraba aquella gorra con el emblema del club de fanáticos de Bobbie Fletcher cosido en el frente; el objeto nunca había dejado su cabeza desde haberlo ganado durante la rifa llevada a cabo en La Hamburguesa del Eructo hace tiempo.
–Bueno, Luan, espero que gastar ese rollo haya valido la pena. –Habló Lincoln al limpiarse el polvo de su pantalón.
–Por completo. –Respondió con una satisfecha sonrisa, guardando la foto en su bolsillo de overol. -Es mejor guardar esta clase de recuerdos, ya que suelen pasar en un 'flash.' Jeje… ¿entienden? -A Luan no le importo mucho escuchar aquel molesto suspiro de parte de su hermano.
Su trabajo aquí había terminado por hoy.
–Por cierto, ¿saben dónde están todos? –Pregunto el peliblanco, suficientemente extrañado por el silencio de la casa.
–Papa y mama se fueron a hacer algunos deberes, Lynn fue a patinar con sus amigas, Leni está en el centro comercial y Lori acaba de salir a su trabajo con Luna. El resto está adentro, cada uno ocupado en sus cuartos con lo suyo. Lana y yo estábamos ocupadas tomando algunas fotos graciosas para el álbum, ¿quieren venir con nosotros?
–Gracias por la oferta, pero Lincoln y yo estaremos ocupados contando el dinero que acabamos de conseguir.
–Como quieran. –Encogió Lana sus hombros, alejándose con su hermana mayor. –Si nos necesitan, estaremos en el parque cercano.
Y con eso, las dos animadas chicas se retiraron, dejando un camino libre hacia la actualmente calmada casa. A diferencia de otros días, el pasar por la puerta, subir por la vieja escalera y pasar por el pasillo para simplemente llegar a su cuarto fue cosa demasiado fácil para Lincoln, además cuando el resto de sus hermanas se encontraban encerradas en su cuarto ocupadas en quien sabe qué cosa.
Se comprometió a aprovechar y disfrutar de este momento de paz y tranquilidad después de un largo y agotador día afuera.
–Oye Linc, ¿qué es esto? -…cosa que no lograría hacer, al momento de notar y reconocer el pequeño objeto que su amigo acababa de recoger del suelo del pasillo, momentos antes de si quiera poder entrar a su cuarto.
Reconocería esa pequeña cartera azul de cualquier lugar.
–Es el monedero de Lori… pero ¿qué hace aquí? Creí que nunca salía de casa sin esto.
–¿Crees que se le haya caído por accidente?
–Probablemente, y también creo que estará en grandes problemas si no lo tiene a mano. Sera mejor devolverlo. –El peliblanco tomó y guardó el objeto en su bolsillo, dejando su mochila en su cuarto y volviendo a bajar por las escaleras junto con su amigo. - ¿Crees que tengas la suficiente energía para hacer otro viaje?
–Por Lori, le daría la vuelta al mundo todas las veces necesarias sin detenerme. -Lincoln rodó los ojos al salir de su hogar, intentando ignorar los varios comentarios amorosos de su amigo al momento de subir a sus bicicletas y empezar el rumbo directo hacia el lugar de su hermana, con el sol medio puesto en el horizonte. -Te lo digo amigo, haría cualquier cosa por ella, hasta conseguiría todo el territorio de la familia Carrington y su fortuna… solo para ella.
Claro, como su amigo dijera y quisiera-…
…un momento, ¿desde hace cuánto tiempo era Clyde un fanático de Dinastía?
…
Royal Drive-In-Theatre
Milagrosamente, para ser estar en sus peores días, el auto cinema de Royal Woods aún seguía en pie. Desde sus comienzos devuelta en el '57, el local había entretenido a una generación completa de personas, llegando a llenarse con facilidad durante varias noches tras otras.
Pero los tiempos cambian; y con él, también este mismo local… para mal.
El negocio de estos teatros simplemente ya no era como antes. No solo la última crisis de energía había hecho el daño, pero también el televisor, la creación de aquellos casetes VHS y las películas rentables habían sido los filosos cuchillos usados para hacer sangrar el negocio como nunca. Puede que solo los fines de semana o los tiempos vacacionales terminen llenando el local de todos modos, pero el daño ya era irreparable.
Este era un barco que no tardaría en hundirse por completo, y la joven Lori Loud estaba consciente de ello. Pero la chica de diecisiete años, de cabello rizado largo y rubio, tenía que obtener su dinero extra de cualquier modo, aunque eso significara trabajar en un negocio que se encontraba sufriendo una lenta y dolorosa muerte… y también significara vestir un incómodo uniforme de trabajo rojo.
Afortunadamente, no faltaba mucho para la abertura del nuevo local, un tal Gus-Games-y-como se llamará, significando que finalmente podría librarse de este condenado puesto. Era un milagro que Bobby hubiera logrado reservarle un puesto de trabajo a tiempo como cajera, considerando que los últimos puestos habían sido ocupados a un rápido paso por otros jóvenes de su edad.
Hasta entonces, tendría que estar encerrada dentro de esta pequeña y decadente cabaña cuadrada, sirviendo un sinfín de comida chatarra hasta tarde.
Aunque, con pocos meses sirviendo hasta el momento, tenía que admitir que no era un trabajo tan malo o estresante como anteriormente creía. Había logrado adaptarse a algunas cosas… excepto por el pequeño pago que recibía cada semana, el usual olor a cigarro en el aire, o el aburrimiento que llegaba a recibir al quedarse parada en su mismo lugar durante horas cuando pasaban alguna película que no fuera de su agrado. Hoy era una de esas cintas.
La película de esta noche se trataba de unas hormigas gigantes (o, por como toda persona en la película que no podía pensar en una mejor manera de llamarlos le decían: "Ellos"), mutadas por una clase de experimento nuclear. Ninguna persona podía salvarse de la destrucción que desataban en cada ciudad que invadían.
Esta clase de película era la que de seguro mantendría a Lana activa, apoyando a las hormigas de principio a fin.
Para Lori, todo era una tortura… de principio a fin.
Y si esto no hubiera sido lo suficientemente malo, había dejado su monedero devuelta en casa. Demonios, ¿cómo se supone que podría usar el teléfono público para llamar a casa una vez terminara su turno? Claro, les aseguraba a sus padres que usar el teléfono cercano no era realmente necesario, pero ellos siempre seguían insistiendo en al menos dar una llamada usual para no solo ver cómo iba todo, pero también para terminar recogiéndola para evitar una larga caminata devuelta a casa. Desafortunadamente, aquel era un servicio no disponible en este momento; sus padres estarían lo suficientemente ocupados como para poder recogerla, suponiendo que un taxi de la estación cercana podría cumplir ese trabajo hoy.
Desafortunadamente, la ausencia de su pequeño pero preciado objeto no la llevaría a ningún lado. Parece que hoy se vería obligada a tomar un atajo por la avenida Rosefield a pie, al menos si deseaba llegar lo más rápido posible a casa… junto a su hermana, claro.
Menudo anochecer estaba siendo este.
–Sabes, vieja, honestamente… esto apesta. –Admitió la joven de quince años, de camisa violeta y chaleco de cuero negro, tomando otro sorbo de su vaso de bebida a la misma vez que arreglaba la banda morada atada alrededor de su frente y su extendido cabello castaño. Se recordaría limpiar su gastado pantalón morado y sus botas de cuero negro cuando volviera a casa, su pequeña actuación en el viejo lugar le había dejado uno que otro sucio recuerdo en ella. –Sé que trabajas duro por el dinero, hermana, pero… no entiendo cómo no has perdido la cabeza en este puesto aún.
–Yo tampoco, Luna, -Respondió sin emoción mientras veía en la pantalla como una hormiga gigante devoraba sin misericordia a otro soldado que intentaba acabar con ella, acompañada por una dramática orquesta de fondo. –yo tampoco…
Luna Loud no se imaginaba trabajar en un lugar donde era obligada a ver toda clase de vieja película de bajo presupuesto en blanco y negro, o donde a cada rato llegaba a ser testigo de cualquier clase de indeseada ''acción amorosa'' en algunos de los vehículos. Con lo que no tenía problema era con el olor a cigarro de la zona, ya estaba acostumbrada de todos modos.
Pero, honestamente, ahora mismo prefería estar en cualquier otro lugar; diablos, hasta preferiría estar en Flip's, aceptando tener que soportar los repetitivos e irritantes sonidos de la máquina de Pac-Man del local (no podía entender como el viejo dueño podía soportar todo ese molesto ruido).
Pero no. Había hecho una excepción esta noche cuando acepto la oferta del dueño del área para poder tocar en un pequeño escenario, con una guitarra prestada, en un desesperado intento por atraer a algún otro cliente al lugar. Unas visitas extra demostraron dar los resultados deseados del encargado, completamente satisfecho con la actuación de la chica.
Su única recompensa terminaría siendo un refresco gratuito y unas palmadas en la espalda. Fin del trabajo.
–Agradece que no falta mucho hasta que tengas que tengas que cambiar de puesto en Gus. -Comentaba Luna mientras tomaba otro sorbo de su fría bebida. -Era eso o te dirigirías devuelta al local de Spunk E.'s… y volverías a ser la querida Sra. Jirazella para todos nosotros. -Mencionó con una burlona sonrisa formándose en su rostro, pero también formando un ceño fruncido en Lori tras devolverle aquellos… recuerdos. Nunca lograría sacarse de su mente todos esos horribles momentos dentro de ese caluroso, oscuro y pesado traje de jirafa durante su tiempo en aquel restaurante.
–Luna, creí que dejaríamos ese nombre olvidado para bien.
–¿Y olvidar uno de tus mejores momentos? Jeje, ni en tus sueños vieja. En verdad voy a extrañar ver como caminabas con esa monstruosidad puesta contigo; apuesto que ni si quiera han podido encontrar a una persona de tu misma talla exacta para poder reemplazarte aún. Pobres.
Antes de que Lori pudiera otorgarle un merecido golpe a la cabeza con una bolsa de panes de perros calientes a su lado, su atención fue llamada por dos chicos en bicicletas acabando de pedalear a la entrada del local. Fue cosa fácil reconocer al niño de pelo blanco, acabando de detenerse junto con su amigo frente a la caseta.
–Hola chicas.
–Qué onda hermano, ¿cómo te trata la vida? -Saludo la rockera al chocar su puño con el de Lincoln y el de Clyde. -Cielos, viejo, te ves más agotado que Jimmy Hendrix después de tocar un completo solo de guitarra.
–¿Qué haces aquí? Creí que tú y Clyde estarían ocupados hoy.
–Lo estuvimos, prestamos nuestros servicios al vecindario durante toda la tarde para obtener algo de dinero.
–Déjame adivinar: es por la abertura del local de Gus, ¿no?
–Precisamente. -Afirmó el peliblanco, sacando un pequeño monedero de su bolsillo. –Y hablando de dinero, Lori, creo que esto es tuyo.
Una sorprendida pero gran sonrisa no tardo en formarse en la cara de la mayor al notar el pequeño objeto azul, recibiéndolo tan rápido como pudo reconocerlo.
–Chicos, ¡literalmente acaban de salvarme la vida! –Si no fuera por estar al otro lado del puesto, Lori ya hubiera estrangulado a los dos chicos en un agradecido pero forzoso abrazo, tal vez lo suficientemente fuerte como para romper a Clyde (física-y-mentalmente).
–No hay de que, solo aprovechamos a ayudar un poco… y tal vez, solo tal vez, ¿recibir algún detalle a cambio?
–¿Tal vez una deliciosa barra de chocolate del puesto? –Añadió Clyde, con apetito en su tono.
–Lo siento chicos, nada aquí es gratis. –Bueno, lo intentaron. Usarían el dinero en sus bolsillos, pero ya habían jurado no tocar un solo centavo de lo que ganaban por su trabajo. –Pero… creo que podríamos negociar si me ayudan con unas simples cosas. -Antes de si quiera poder explicar más, los dos chicos ya se encontraban preparados frente al puesto.
–Lincoln, necesito este pedido para el auto rojo a la izquierda. –Ni un segundo después de recibir una bandeja con un balde de palomitas y un vaso de refresco, el peliblanco ya estaba en su camino. Hubiera seguido adelante, de no ser detenido a último momento por una… asqueada Luna.
–Oye, hermano, si fuera tú… no voltearía a ver lo que pasa en ese auto de al lado.
–¿A qué te refiere-… oh…
La pareja del pequeño auto verde, al lado del vehículo donde se supone que tendría que ir, acababa de pasar de la primera base a segunda… a un alarmante paso.
–Bien… mientras más rápido haga esto mejor. Volveré en un momento.
Mientras el peliblanco se separaba del resto, Clyde ya se encontraba preparado para recibir su tarea.
–Bien, Clyde, ¿te importaría pasarle esto a ese pequeño auto gris de la esquina? -Pidió la rubia al darle dos barras de dulce en sus manos. Butterfinger y 3 Musketeers… buenas marcas, en su opinión. -Se me olvidó por completo darle esto a la señora de ese mismo vehículo cuando la atendí aquí, ¿puedes ayudarme con eso?
–Por ti, mi bella dama, cualquier cosa.
Clyde no llegaría a ver la extrañada cara de la rubia al empezar su trabajo de una, volteando alrededor de otro de los autos en su camino mientras aún escuchaba la dramática banda sonora de película haciéndose más fuerte en el fondo, llamando la atención del niño de gafas hacia la gran pantalla del frente. La muerte de otra hormiga mutante en la película, a manos de armas militares, distraería lo suficiente al chico como para poder notar a la persona frente a él, igual de perdida en la pantalla. El impacto entre los dos no tardó en llegar, haciendo tropezar a ambos al suelo.
–Vaya… ¿estás bien? –Una mano fue extendida hacia Clyde, quien no dudó en aceptar la ayuda de la apenada niña frente a él, procediendo a levantarse y limpiarse un poco sin mirar a la chica.
–Estoy bien, yo… lamento eso.
–Está bien, fue mi culpa, no me fijé por donde iba.
–No, no, fue mía, yo-…
Toda clase de disculpa que el niño de gafas tuviera en mente desapareció al mirar arriba, frente a frente a… aquella chica de blancas zapatillas con rayas rojas, igual de llamativos como aquellos calcetines anaranjados que traía puesto. Su camiseta naranja ordenadamente metida dentro del limpio short blanco que vestía; y en sus muñecas, unas coloridas pulseras. Su pelo tan blanco como la brillante luna en el cielo, bien peinado y ordenado en una cola de caballo con la ayuda de un moño rojo.
Tantas cosas en ella… pero ese pelo blanco… y la camisa blanca… y el resto… todo ese trabajo de la tarde ya debía de estar pasando la cuenta en su mente.
–¿Te… encuentras bien? –La falta de una respuesta o reacción del chico empezó a extrañar a la niña, teniendo que agitar su mano para al menos llamar algo de atención.
–Yo… yo… yo…
–¿Estas bien?
–¿Eh? L-l-lo siento, es s-s-solo…
–¿Son esas nuestras barras? –Pregunto al apuntar a las dos envolturas en las manos de niño.
–¿S-s-sus barras?
–Mi mama y yo nos dimos cuenta que algo nos hacía falta, y ya nos estábamos preguntando cuando nos lo entregarían, nosotras estamos ahí. -Aunque aún con falta de razón, Clyde pudo ver el auto gris al que la chica peliblanca apuntaba, reconociendo su objetivo principal y su al parecer actual cliente a servir.
–P-pues… si, s-son de… u-ustedes. -La extrañada niña recibió sus debidas barras de las… extrañamente temblorosas manos del niño.
–Bueno… gracias. -Lo único que la niña recibió devuelta fue una silenciosa y sorprendida mirada fija hacia ella, prefiriendo decir una incómoda pequeña despedida antes de caminar devuelta al viejo vehículo gris, desapareciendo completamente de su vista.
Clyde McBride no se movería de su misma posición durante unos largos segundos.
–Ah, ahí estas. -No sería hasta la intervención del peliblanco a sus espaldas que el niño de gafas volvería a la realidad, parpadeando unas cuantas veces hasta voltear a ver a su amigo. -Clyde, ¿está todo bien?
–S-sí, no fue nada, solo… solo choqué contra alguien en el camino… pero ya terminé con la entrega.
–Bien, porque mira lo que tengo conmigo.
Lincoln levanto mostro sus manos con una sonrisa, mostrando dos paquetes de Twix, aquella deliciosa marca de la que ni Lincoln ni Clyde llegarían a cansarse en toda su vida. La sola vista de su chocolate preferido regreso al chico de gafas completamente devuelta a la realidad, prefiriendo dejar el… extraño pasado por detrás.
–Bien, Clyde, es mejor que volvamos a casa, aún tenemos que contar todo lo que ganamos hoy.
–Voy tras de ti amigo.
Y así, tras unas rápidas despedidas al resto y unas ultimas preparaciones, los dos chicos emprendieron su viaje de vuelta a casa, pasando ahora bajo un claro cielo nocturno, con las brillantes estrellas empezando a notarse en el cielo. Aún con la bella vista arriba, Lincoln solo podía notar como su extrañado amigo miraba devuelta al local, con la curiosidad obligándolo hacer lo mismo.
Era… curioso. Lincoln juraba haber visto una clase de pelo blanco en la distancia entre todos los autos, desapareciendo de su vista una vez salió completamente del área.
…
–Hola mama, ya llegué. –La peliblanca se acomodó al subir al asiento de copiloto del pequeño vehículo, dándole un feliz saludo a su madre.
–Hola cariño, ¿cómo te fue?
El ver las dos barras en las manos de su sonriente hija le respondió lo suficiente.
–Misión cumplida.
–Excelente trabajo… oye, ¿qué te paso? –La rubia no pudo evitar notar la suciedad en los shorts de su hija. - ¿Te caíste? ¿Estás bien? ¿Necesitas-
–Mama, tranquila, estoy bien; solo tropecé con alguien en el camino, pero no fue nada.
–Bueno… pero al menos estas bien, ¿no?
La niña peliblanca afirmo sin decir nada más, prefiriendo concentrarse en quitar la envoltura de su comida.
–¿Y quién era el otro niño?
–No lo sé, alguien de mi edad, tal vez de algún vecindario cercano, nada más. Era… raro, no hablaba mucho.
–Debe de ser algo tímido.
–Tal vez.
Sin darle mucha más importancia, las dos procedieron a acomodarse en sus asientos, disfrutando del resto de la vieja cinta en la gran pantalla, viendo ahora como otra monstruosa hormiga era vencida por el ardiente fuego de un soldado con lanzallamas.
–Genial. -Respondieron ambas entretenidas chicas a la misma vez.
Y así, después de unas inseguras semanas de mudanza, y por primera vez en un largo tiempo, Linka Brooks se encontraba tranquila.
Tranquila de finalmente poder acostumbrarse a su nuevo hogar y el agradable ambiente alrededor.
Tranquila por los próximos interesantes días delante de ella (más aún con la escuela empezando dentro de poco).
Tranquila por finalmente empezar el inicio de una vida normal y corriente con un buen paso, aún con… aquella energía dentro de ella.
No había mucho de qué preocuparse, su madre le seguía diciendo, las dos iban a estar bien.
Y ella lo creía.
Todo iba a estar bien, también le aseguraba con toda confianza.
Y ella lo creía.
Sin duda alguna.
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Ah, veo que ya terminaste de leer. Antes que nada, gracias por pasarte.
Ahora, deja que yo explique el resto:
Esto es Neon Days, un fic experimental que he tenido en mente escribir durante un buen tiempo (más de lo que creen) y del que finalmente he logrado subir un capítulo después de mucho planear y pensar. ¿Cuándo llegará el segundo capítulo? Eso aún se tendrá que ver, ya que tengo otros trabajos pendientes. Hasta entonces, espero que hayan disfrutado de este inicio.
Ahora, los agradecimientos a las personas que hicieron este inicio posible: Masteralan116, TheFadedOne, y a otros usuarios. De no haber sido por sus grandes ayudas, sugerencias y ánimos, tal vez no estarías leyendo estas palabras ahora mismo.
Se les agradece como no se imaginan.
También quiero agradecer a toda persona que haya tomado su tiempo al leer todo esto. Grandemente se agradece el interés.
¿Opinión, reseña, critica, pregunta? Solo dejen un comentario cuando quieran, intentaré responderlos para cuando venga el segundo capítulo.
Sin nada más que decir, me despido.
¡Hasta la próxima!
