Hola chicos,
He vuelto y con nueva historia. Hace un tiempo les dije que tenía en mente un fanfiction largo, como hace mucho que no hago, y bueno... ha llegado el día de sacarlo a la luz. Les confieso que esta idea lleva en mi cabeza más de 3 años, así q me decidí, releí lo que llevaba y comencé a ordenarlo todo de nuevo para entregarles esta trama q tendrá de todo, acción, romance, aventura, misterio, drama, etc. Pónganse cómodos porque ahora nos trasladamos 4 años post caída de Voldemort y bueno, no quiero adelantarles nada, pero conocerán un nuevo personaje que dará mucho d qué hablar ;)
Un abrazo y buen viaje!
I
El nuevo enemigo
Florencia, Italia
Las luces y los aplausos siempre habían sido la mejor inyección de adrenalina para el gran Icarus, El Ilusionista. Sobre el escenario adquiría el poder de sorprender, maravillar y sobrecoger a su audiencia las veces que se le daba la gana. Resultaba embriagante para él después de cada función, las ovaciones que recibía en los periódicos, en la televisión, en las radios de la ciudad. Si había algo que Icarus no podía ocultar era, sin lugar a dudas, su excesivo egocentrismo.
Aquella noche, los suspiros de asombro del público causados por la inexplicable manera en que el mago atraía objetos con facilidad, reinaban la sala de ese anfiteatro repleto. El hombre de atractivas facciones y pícaro bigote respingado, conseguía hacer fuego con sus manos como también congelar el agua y provocar lluvia con truenos y relámpagos dentro del inmueble causando el llanto de algunos niños. Con el blandir de lo que parecía ser una varita insignificante de madera, aves coloridas brotaron desde la punta para revolotear por doquier y después perderse en el cielo raso del recinto, entre focos y gruesos telones. Todos pensaban que era un fenómeno, alguien que no podía ser un humano ordinario, era realmente desconcertante verlo desaparecer del escenario en un chasquido para luego aparecer en las últimas butacas como quien lo hace todos los días. Si alguien quería pasar una noche inolvidable, debía presenciar a ese ilusionista misterioso de capa color vino tinto y sombrero de copa. Era un espectáculo inigualable. Sin embargo, entre toda la fascinada multitud, aquella noche en particular un tipo con sombría expresión en su rostro, observaba la función con los labios apretados. No aplaudía como los demás demostrando molestia y fastidio en su ceño. Sentado en quinta fila, miraba todos los movimientos de Icarus sin perderse detalle alguno, como quien no aceptaba por nada del mundo lo que estaba haciendo sobre aquel escenario. Resopló sonoramente…
-Signore,ilorogiornali- dijo un empleado del anfiteatro, encargado de cumplir con las demandas de los artistas tras bambalinas. Icarus volteó hacia la puerta del camerino recibiendo el montón de periódicos que le había pedido después del show.
-Grazie-respondió para luego dejarlos sobre una mesa cercana.
La noche había resultado tal cual esperaba. Los aplausos se elevaron junto a su soberbia y la excitación de ver cómo la aglomeración se ponía de pie para vitorearlo era siempre la mejor sensación experimentada jamás. Icarus se secó el sudor de su frente apartando algunos mechones de su cabello negro adheridos a sus mejillas, reposó en uno de los sofás de su camerino y estiró los músculos con relajo. Miró hacia la pequeña montaña de periódicos dispuesto a leer lo que la prensa había escrito sobre sus funciones anteriores. Necesitaba estar al tanto de las exigencias de su público y así mostrar más de su arsenal de trucos fantásticos, ir innovando. Recordó las grandiosas semanas en Atenas, Viena y Budapest, esos días en que había llegado como un perfecto extraño y salido de esas ciudades como un rey. No le preocupaba las preguntas que sus funciones generaban ni que lo tildaran de diabólico o que cuestionaran sus intenciones al recorrer continentes por completo. Siempre había considerado a la audiencia como niños impresionables, niños que con juguete nuevo hacían lo que él deseara. Bichos insignificantes. Rió de buena gana al pensarlo y un brillo de cruda perversidad se vislumbró en sus ojos claros. Cuando estuvo a punto de coger el primer periódico desde la mesa, la puerta del camerino se abrió despacio. Sobre el umbral, se reveló la presencia de un hombre calvo de raza negra y un pendiente de oro en su oreja izquierda. Estaba elegantemente vestido. Su traje gris a rayas se presumía perfecto y una capa oscura sobre sus anchos hombros completaba su impecable indumentaria. Al entrar de lleno a la habitación, Icarus dio un respingo para luego encender un habano sin prisa alguna.
-Vaya, vaya… pero miren quién vino a presenciar el show desde tan lejos- dijo exhalando el humo espeso- ¿A qué debo tal honor, Kingsley?- el aludido mantuvo la seriedad en su gesto y respondió.
-Sabes muy bien por qué estoy aquí.
-Supongo que por el mismo motivo que muchos… por el gran espectáculo que brindo, ¿no?
-No tienes remedio, Icarus- espetó el mago, extrayendo su varita desde el bolsillo interno de la capa con parsimonia. Ese movimiento no pasó desapercibido por el ilusionista que mordió la boquilla del puro- Siempre has desobedecido las reglas de nuestra comunidad mágica. ¿Qué invocaste esta noche? ¿Accio, Encantamiento Atmosférico, Glacius, Fuego Invocado… y todo frente a muggles? ¿Ya olvidaste el Estatuto Internacional del Secreto? ¿Te das cuenta de las faltas graves que has cometido en todos estos años?- al escuchar esas palabras, la mirada increíblemente azul de Icarus se ensombreció.
-¿Vienes hasta aquí para arrestarme?- preguntó luego de una breve pausa. Shacklebolt asintió dejando caer sus hombros. Se le veía agotado y con cierta preocupación en el rostro.
-¿Te parece poco? Has escrito varios libros de ocultismo, ventilado cientos de pociones y presumido hechizos como un pomposo circense… nos avergüenzas- anotó el Auror con cierto dejo de resentimiento- No entiendo esa idea tuya de entretener a los muggles, de sugerir nuestra existencia con acciones inexplicables para ellos.
-Me gusta hacerlos sentir pequeños, más de lo que ya son- replicó Icarus llevándose el habano a los labios otra vez. Kingsley alzó sus cejas de forma resignada.
-Todos en tu familia materna fueron iguales, arrogantes e impertinentes- ese comentario no le agradó nada al mago frunciendo su ceño.
¿Quién se creía que era ese tipo para decirle lo que no debía hacer? ¿Por qué hablaba de su familia así? ¿Acaso no sabía que los Black eran una larga estirpe de nobles e increíbles magos y brujas? ¿Cómo les podía faltar el respeto tan deliberadamente? Sin embargo, Shacklebolt hizo aparecer un texto en su mano para luego extender el brazo, entregándoselo. Era un ejemplar de El Quisquilloso y el mago de pelo azabache no estuvo muy motivado a cogerlo. Se sentía agraviado. Siempre pensó que esa revista era una burla para la prensa mágica y no supo cuál era su intención al entregárselo; pero a pesar de su recelo, lo recibió con la mandíbula apretada…
Caída final de Voldemort y sus secuaces
Después de años de incertidumbre y división en la comunidad mágica,
se ha confirmado que Lord Voldemort ha perecido durante una batalla
sin precedentes en el castillo de Hogwarts. Según fuentes fidedignas,
el mago más tenebroso de todos los tiempos, sostuvo una intensa lucha
en contra de Harry Potter, donde el joven- de tan sólo diecisiete años-
resultó triunfador. "Ha sido nuevamente el niño que vivió", declaró
con lágrimas en los ojos Arthur Weasley, testigo de los hechos.
Una de las mortales víctimas fue la mortífaga y buscada fugitiva de Azkaban,
Bellatrix Lestrange. "Bellatrix siempre tuvo un historial muy arraigado
a Voldemort. Fue una de sus más leales seguidoras y si ha muerto
ha sido exclusivamente porque estaba dispuesta a arriesgarlo todo
desde el inicio de esta siniestra cruzada", dijo Andrómeda Tonks,
quien era hermana de la fallecida bruja, "Lamento mucho más
la muerte de mi hija Nymphadora y su esposo. Han dejado un
hermoso hijo en este mundo quien sin lugar a dudas se enterará
de lo valerosos que fueron sus padres. Unos héroes. Me encargaré
personalmente de que sea así" …
En ese punto, Icarus arrugó la revista con impotencia y dejó de leer. Bellatrix había muerto… su prima favorita había muerto y tuvo que enterarse por una mierda de artículo en El Quisquilloso. Pensó unos momentos recordando las palabras de Andrómeda. "Sigue siendo una maldita traidora", masculló casi sin voz. A diferencia de Sirius, quien había huido del seno familiar para vivir con James Potter, Icarus Prewett Black adoraba las tradiciones familiares, detestaba a los impuros y se asqueaba de los desleales como muchos que fueron borrados del tapiz en Grimmauld Place. Era un amante de su familia materna. Nunca fue un mortífago, no por falta de convicción, sino porque odiaba seguir las órdenes de otros. Él era un hombre libre y famélico de poder.
-Me sorprende que no te hayas enterado, han pasado cuatro años desde que ocurrió esta batalla- dijo Shacklebolt cambiando su postura de un pie a otro.
-Dejé de leer noticias sobre nuestro mundo desde que me fui. Ese idiota de Riddle no me caía en gracia, mucho menos ver que mi familia lo daba todo por él.
-Si he venido hasta aquí para arrestarte… es para que entiendas que trato de prevenir nuevos conflictos- dijo el hombre calvo con su voz profunda- Has permanecido entre las sombras pero las autoridades no te han perdido de vista, Icarus. Tómalo como una nueva oportunidad que te estoy brindando.
-¿Quién eres tú para venir a decirme todo esto?- reclamó el aludido. Kingsley alzó un poco el mentón. Intentó por todos los medios no delatar la preocupación en su rostro. Elevó el mentón para desplegar seguridad.
-El Ministro de Magia- esa respuesta provocó que el ilusionista enarcara una de sus cejas y soltara una risa traviesa.
-¿Y quieres hacer tu buena acción del día? ¿Encarrilar a un Black perdido?
-Ya te lo dije. Quiero prevenir.
-No te metas en mis asuntos- cortó Icarus, flemático. El aura entre ellos se espesó de inmediato. Se miraban con incertidumbre y apatía. Los magos se midieron con ojos centellantes, preguntándose quizás lo mismo: ¿Quién estaba dispuesto a hacer el primer movimiento?
Estaba claro que llevarse a Icarus Prewett Black a Azkabán no sería una tarea sencilla. Aquel mago, rencoroso y de inquietante ceño suspicaz, conseguía poner muy nervioso al Ministro. Shacklebolt se caracterizaba por ser un hombre de correctas acciones y ecuanimidad a la hora de decidir. Si fue en busca de ese Black a tierras italianas después, fue exclusivamente para salvarlo de seguir cometiendo errores, de evitar nuevos tiempos de rencor, de división en la comunidad. Era uno de los últimos de aquella atávica familia, hijo de Lucrecia Black e Ignatius Prewett, y no valía la pena echar todo por la borda gracias al odio y resentimiento. Icarus, por su parte, no podía sacarse de la cabeza lo leído, sobretodo un dato que halló muy interesante… Nymphadora y ese hombre lobo, Remus Lupin, habían tenido un hijo. Algo le sopló al oído que no debía olvidarlo. Sus delgados labios se curvaron en una gélida sonrisa.
De repente, el movimiento sagaz de Kingsley lo puso en alerta y brincó a un lado para esquivar el "Expelliarmus" que éste le había lanzado. Icarus desenfundó su varita con gran agilidad para responder con un "Depulso" que rozó al otro mago estrellándose contra la pared. Miles de chispas volaron por los aires. Parecían dos felinos enfrentándose con reflejos impresionantes. Cuando Shacklebolt apuntó nuevamente hacia su enemigo, éste no se molestó en eludir nada. Esperó el momento justo en que su atacante vociferara el hechizo, y cuando lo hizo, Prewett dio un aplauso sobre su cabeza tan potente que el suelo tembló, los papeles remolinaron por el camerino y desapareció con un fulgor de luz impresionante ante la sorpresa de Kingsley, tirado en el suelo gracias a ello. Luego, sólo silencio y vacío. No había visto aquel despliegue de magia en nadie excepto en Albus Dumbledore.
Harry despertó sobresaltado de un sueño tan vivido que su piel estaba completamente erizada. El sudor que viajaba desde sus sienes había mojado la blanca almohada bajo su cabeza y se sentó en la cama para poder volver a la realidad. Imágenes de Teddy, su llanto, luces de hechizos, una risa desconocida… todo se confabulaba para espantar de sí la tranquilidad. Estaba tan acostumbrado a tener pesadillas que estuvo lejos de considerarlas como tales. ¿A qué le temía? ¿Qué sucedería con su ahijado? ¿Eran premoniciones de las cuales debía preocuparse?... su subconsciente le decía que sí, sin embargo trataba de mantener la calma. Quizás eran alteraciones post batalla que revolvían tardíamente su interior y debía ignorarlas. El sol de un nuevo día rayaba el horizonte entrando por su ventana hasta sus ojos adormilados. Debía ir al Ministerio, más precisamente al Cuartel General de Aurores y por primera vez no tuvo ganas. Estaba cansado.
Harry, al igual que su mejor amiga Hermione, se transformó en poco tiempo en uno de los mejores Aurores en la comunidad. Él poseía un perfil mucho más arraigado a las Defensas Contra las Artes Oscuras lo que encajaba a la perfección con la especialidad de la castaña que era la Aplicación de la Ley Mágica. Uno era la fuerza mientras que el otro la razón. No había dupla más perfecta que ellos en el campo de batalla. En los cuatro años de estudios en la Academia, Harry no quiso cederle terreno a Hermione. Ella siempre había sido la mejor alumna en Hogwarts pero bajo ese contexto, ambos compartían la excelencia y los motivaba la misma convicción: mantener la paz por la que se luchó por tanto tiempo.
Debido a la inteligencia lógica de Hermione Granger, Kingsley Shacklebolt movió sus influencias para becarla en una universidad muggle de Grecia y así estudiar Paleografía durante los últimos dos años. Razones que prontamente sacaría a la luz. Esa fue una oportunidad que la castaña aprovechó al máximo. Gracias a esos estudios, la joven se perfeccionó en el arte de traducir runas antiguas y aprender de lenguas muertas. Con la facilidad del Traslador, Hermione iba y volvía a Londres cada fin de semana sin problemas. De esa manera, no perdía el hilo en las materias de la Academia ni tiempo de compartir con el pequeño Teddy y traducirle el libro de cuentos de Beddle, El Bardo.
-No sé cómo lo haces- le había comentado un día Ron, al interior de la tienda de chascos en donde trabajaba para ayudar a su hermano George.- Vas a Atenas, estudias con esos cerebritos alfabetos que ya nadie maneja, y vuelves aquí a seguir las clases en la Academia. ¿Cuándo descansas de tanto estudio?
-Aún conservo el Giratiempo que me dio McGonagall, ¿recuerdas?- respondió ella enseñándole el objeto colgado a su cuello.
-No tienes remedio, Hermione- dijo Harry con cierta admiración.
Shacklebolt sabía que tanto Harry como Hermione llegarían a ser unos verdaderos profesionales en sus carreras, fue cosa de verlos cuando eran sólo unos inexpertos estudiantes en el colegio de magia y hechicería. Tantos peligros vividos ante un mago sin escrúpulos, sólo esperaba que sus presentimientos y certezas fueran mitigados con la paz que volvía de forma lenta a la ciudad. Luego de cuatro años desde la caída de Voldemort, la comunidad seguía remendando las heridas sufridas, la división entre simpatizantes y detractores de aquella época todavía resonaban por las esquinas como susurros, en las miradas turbias, en los sombríos semblantes de quienes desconfiaban de todos. Ante aquel escenario, los que luchaban por la unión sentían el estrés y agotamiento como un poncho pesado sobre la espalda. Durante las noches del último mes, Harry no conseguía conciliar un sueño reparador. Cada vez que cerraba los ojos veía claramente el destello de luces, sentía el llanto de su ahijado y la angustia de quien teme perderlo todo. Esa mañana de sábado, llegó al Cuartel General como alma en pena.
-No te ves muy bien, Harry- le dijo Hermione durante una reunión matutina de Aurores.
-He dormido poco- contestó a media voz el moreno simulando prestar atención a su superior.
-¿Has tenido pesadillas de nuevo?- era increíble cómo con la castaña no era necesario entrar en detalles. Harry asintió.
-Son sueños imprecisos que involucran a Teddy- dijo a media voz- No sé qué significan.
-¿Sigues pensando que esté en peligro de algún tipo?
-No lo sé, pero estoy preocupado.
En su nuevo papel de padrino asumido con mayor responsabilidad desde la muerte de Remus Lupin y Nymphadora Tonks, Harry no perdía de vista al pequeño Teddy. Lo visitaba cada día después del trabajo, salía con él los fines de semana y lo llenaba de regalos como si fuera su propio hijo. Jamás se imaginó en sí mismo un instinto paternal como ése. Lo consentía en todo. Es que ese niño gozaba de un poder magnético, su personalidad tan atrayente, dulce e irresistible, generaba en los adultos a su alrededor un amor inconmensurable. El ojiverde no quería decirlo en voz alta, pero estaba convencido de que su ahijado no era un mago común y corriente, y eso lo inquietaba sobremanera. Cada vez que Teddy mostraba una emoción fuerte, las ventanas estallaban, la chimenea se encendía con alevosía y el piso temblaba ligeramente. Durante el último tiempo, el poder que residía en el pequeño daba muestras de estar despertando poco a poco. Harry no sabía qué pensar sobre ello.
Una noche, cuando Andrómeda junto a su nieto visitaron al moreno en la mansión de Grimmauld Place, la fuerza interna de Teddy se habría de demostrar de una forma íntima, casi intrínseca. Después de cenar, Harry lo tomó entre sus brazos y percibió una electricidad inusual en todo su cuerpo, como si breves toques de corriente hicieran contacto con su piel. El niño lo miró a los ojos y el color plateado de sus orbes proyectó una intensidad tal que Harry recordó sin querer el poder de la Varita de Saúco. En un gesto mundial de conexión, Teddy tomó el dedo índice del moreno con todo su diminuto puño. El joven creyó estar envuelto de extrañas ondas eléctricas. Desde que era un bebé, el hijo de Tonks y Remus era un enigma por ser mitad metamorfomago y mitad licántropo.
Al término de la junta, Hermione llevó a su mejor amigo hasta su escritorio para conversar y tranquilizarlo. Le recordó que todo había pasado, que no existía amenaza alguna que acechara en el horizonte pero Harry no se convencía. Le agradecía enormemente su apoyo pero el presentimiento no lo dejaba de azuzar. Estaba demasiado familiarizado con esa sensación como para llamarlo una simple corazonada o paranoia. Amaba tanto a ese niño que daría la vida por él. Revivir la imagen de Lupin y Tonks en su mente, verlos derrotados, muertos en el piso de Hogwarts, peleando por la liberación al igual que muchos otros le apretó el corazón. Odiaba la idea de que Teddy creciera sin padres, como pasó con él.
-Deja de pensar en eso- espetó Hermione cortando de raíz sus observaciones negativas.- Teddy no está solo, te tiene a ti, a mí, a Ron…- al nombrar al pelirrojo, la joven guardó silencio de golpe y frunció un poco el ceño. Harry reparó que todavía nombrarlo le causaba algo de dolor. Habló rápido para no dejar una pausa incómoda.
-Tienes razón, pero siempre me parecerá insuficiente.
Sus mejores amigos habían terminado su romance a mitad de las clases en Grecia de Hermione. Ron estaba avocado en sacar a flote el negocio de sus hermanos, ahora con un solo fundador, y sacar a su familia del luto. La ausencia de Fred golpeó tan fuerte como un rayo apoteósico en el techo de la Madriguera. El primer año fue terrible para George, Sortilegios Weasley casi se va al mismísimo demonio debido a que el pelirrojo había abandonado por completo su trabajo. Buscó refugio en los whiskys de Fuego que servían en Las Tres Escobas teniendo que ser salvado de la taberna muchas veces por Ron y sus amigos. Verlo así de decadente provocaba en la familia una oscuridad mayor. Hermione intentó abrirse espacio en la vida de su novio en medio de aquella tormenta. En honor al amor que sentía por él, trataba de acompañarlo en ese duro camino que era la superación pero Ron no se lo permitía. Poco a poco el sentimiento fue marchitándose hasta que con el apretado horario de la castaña terminó por disolverse. La distancia y el poco tiempo contribuyeron al abismo que estaba formándose entre ellos. Harry recordaba muy bien la noche en que rompieron. Hermione había llegado hasta la mansión mojada de pies a cabeza producto de la lluvia y se arrojó a sus brazos para llorar con desconsuelo. No tuvo que preguntarle nada, ya sabía perfectamente lo que había ocurrido. ¿Cuánto había pasado de eso? ¿Casi un año ya? Lamentó que su mejor amiga siguiera prendida de Ron. No lo decía en voz alta pero él la conocía como a nadie.
-Chicos, tenemos un problema. Los necesito en mi despacho de inmediato- les informó el actual Jefe de los Aurores, Gustav Lochrin. Los jóvenes intercambiaron miradas nerviosas al detectar un dejo de urgencia en su tono de voz. El grupo de magos se reunió frente al escritorio, removiéndose en sus lugares sin saber qué esperar. El rostro de Lochrin no pronosticaba buenas noticias.
-¿Qué sucede, señor?- preguntó Eddie Carmichael, un ex Ravenclaw de la generación de Harry y Hermione en Hogwarts.
-Tenemos una situación en la Abadía de Westminster.- dijo sin rodeos.- Tres empleados muggles han sido petrificados debido a la presencia de un mago desconocido en el interior del inmueble. No sabemos qué es lo que pretende, pero debemos ser precavidos e interceder antes de que ataque a más personas.
-Debemos apresurarnos- instó Hermione, rompiendo su silencio- Dentro de unos minutos comienza el Oficio Matinal y la concurrencia podría estar en peligro.
-Muy bien, adelante- dijo Gustav Lochrin y los magos salieron del Cuartel General rumbo a Dean'sYard.
El cielo encapotado de Londres pintaba todo de un gris furioso. El viento fresco acariciaba la piel descubierta de los transeúntes y turistas que se apostaban en las afueras de la Abadía para fotografiar y admirar la belleza del edificio. Entre el sonido típico de una ciudad en movimiento, un chasquido inusual resonó en los alrededores. Un conjunto de ocho personas con varita en mano Aparecieron lejos de los ojos ajenos para internarse en la Abadía por una de sus entradas laterales. El silencio era sagrado, cada movimiento estaba acompañado por un eco que por más delicado que fuese se asemejaba a un escándalo terrible. Cerca de la Sala Capitular, Gustav Lochrin decidió cubrir el perímetro por sus cuatro puntos más importantes. Dividió a sus subordinados en parejas indicándoles que procedieran en la búsqueda del intruso con el mayor cuidado posible. Lo que menos deseaba era alertar a los muggles de su presencia en aquel lugar.
Harry y Hermione se dirigieron hacia la nave central adelantando sus varitas sólo por si acaso. Si una cosa aprendieron luego de años de riesgo latente, fue mantenerse a la defensiva en todo momento. El sonido de oraciones rebotaba por las paredes, una letanía de plegarias que ambos muchachos sentían como un zumbido cada vez más alto. Al llegar a la gran sala, inmensa y hermosa, repararon en el elegante religioso de pie en el podio, ojos cerrados y dedos entrelazados. El Oficio estaba dando comienzo y decidieron desandar su camino para no ser vistos. Al dar la vuelta en una esquina, Harry tropezó con algo que creyó era un bloque de cemento cayendo de bruces. Uno de los empleados de la Abadía estaba tirado en el suelo con sus brazos pegados al cuerpo y sus ojos espantados. Estaba petrificado. Hermione se puso en cuclillas para revisarlo unos segundos dándose cuenta que no había sufrido mayor daño que ése.
-¿Cuál será la idea de este tipo? ¿Sólo divertirse?- preguntó la joven al ponerse de pie. Harry se frotaba la palma de la mano rasmillada producto de su caída.
-No creo que allane la Abadía de Westminster sólo por diversión- apuntó el moreno. Hermione analizó la dirección del cuerpo petrificado y un presentimiento le sopló al oído que debían caminar hacia el este.
-Tal vez está buscando algo.- supuso ella- Algo que lógicamente debe estar bien oculto, por lo tanto dudo se encuentre en la nave central, a la vista de todos.- Harry miró hacia el corredor en donde su mejor amiga posaba sus ojos ambarinos.
-¿Crees que esté en la nave meridional?- Hermione lo pensó unos segundos.
-Puede ser, fue un claustro utilizado por monjes para la meditación… tiene numerosas tumbas…- dijo recordando algunos textos leídos en su infancia muggle- No es mal lugar para usar como escondite.
Apenas terminó su deducción, el sonido de hechizos llevó a la pareja a correr hacia los muros para protegerse. Efectivamente en dirección este, las luces que proyectaban los ataques iluminaban cada recodo de ese sector. Precavidamente, Harry avanzó agazapado con Hermione a sus espaldas viendo que a pocos metros de distancia, Eddie Carmichael junto a su compañero estaban boca abajo en el piso, sangrando copiosamente. El primer impulso del moreno fue ir en su ayuda pero Hermione lo contuvo. El atacante debía de estar al interior de la nave, esperándolos para emboscarlos. Todo parecía indicar que le habían aguado las intenciones al desconocido de moverse por la Abadía con total impunidad. Harry miró a su compañera con ojos decididos y avanzó hacia el interior cubierto por los rayos que la castaña enviaba desde su varita para cubrirlo. El muchacho llegó hasta donde estaba Carmichael reparando que el corte en su hombro derecho era muy peculiar. No pudo precisar qué tipo de maleficio pudo provocar semejante herida en forma de cuña.
-Sal de aquí, Potter… es muy rápido…- masculló Eddie antes de caer en la inconsciencia. ¿Es muy rápido? ¿Quién o qué?,pensó Harry. Y sin siquiera esperarlo, un par de manos fuertes lo tomaron por la capa para lanzarlo contra una de las tumbas como un saco insignificante de papas. Al volverse rápidamente sobre el suelo de mosaico, el ojiverde no encontró a nadie. Levantó su varita casi por sobre su cabeza para disparar ante cualquier movimiento.
-¿Estás bien?- escuchó a Hermione al otro lado de la nave.
-¡Sí, no te muevas ni vengas hacia mí!- le ordenó el moreno.
Aquel desconocido era talentoso. Parecía una verdadera sombra, ni siquiera sus pasos eran replicados por el eco como sucedía con los suyos. Harry estaba intrigado. ¿Dónde estaban los demás? Pensó en llamar a Lochrin a voz en cuello pero prefirió no hacerlo. Agudizó el oído para saber hacia dónde dirigirse. Caminó hacia Hermione unos pasos advirtiendo que una silueta pasó como un suspiro hacia la Sala capitular. La siguió sin dudar. Al llegar a la entrada se detuvo, sabía que sus pisadas lo delatarían. Maldito techo abovedado y su eco. De pronto, la presencia de su mejor amiga a un costado casi lo hace brincar. No la había escuchado. La castaña le hizo una señal de silencio, se concentró y apuntó hacia sus pies con la varita. De la punta bajó un brillo suave que se depositó entre sus suelas y el piso. Era como estar pisando nubes. Harry comprendió al instante que era eso lo que el intruso había hecho para no delatarse. Tan sigiloso como un gato. Ambos entraron a la sala en forma octogonal sin hallar a nadie. Todo estaba impecable, santificado. Sin embargo, por el rabillo del ojo, el moreno divisó un cambio extraño en los detalles de una pared y un rayo de color rojo salió despedido hacia ellos. Harry alcanzó a empujar a Hermione lejos de su trayectoria pero no a esquivarlo él mismo. Recibió el poderoso impacto en el estómago y aterrizó en el piso golpeándose la nuca para luego perder el conocimiento. ¡Harry!,gritó la chica con tanta vehemencia que su voz se escuchó como un trueno. Corrió hacia él reparando que el extraño estaba mimetizado con un hechizo Desilusionador. Estaba allí, frente a ellos, pero camuflado como un camaleón. Hermione sintió pavor. Estaba dispuesta a lanzar un hechizo imperdonable de ser necesario, pero para su sorpresa, el intruso rompió su silencio.
Así que él es el famoso Harry Potter- su voz aterciopelada llamó la atención de la muchacha, quien casi por instinto se acercó al moreno como acto de protección.- Vaya, y veo que tiene un guardaespaldas. No te preocupes, cariño, no le haré nada a tu novio, sólo estaba buscando algo.
-¿Quién eres?- preguntó Hermione sin bajar su varita hacia él.
-Ya lo sabrás… y nunca olvidarás mi nombre.- y sin agregar nada más, el mago desapareció haciendo remecer el piso con su chasquido. La castaña tragó saliva que le supo a cloro. Tuvo un horrible presentimiento.
