Nota de la autora: Fiuuu… Hace años no pasaba por esta página.
Bueno, sólo venía a dejar un fic de Milo y Camus.
Saludos.
RIESGOS
Por Luna_sj
Dogmas de la Gestión de Riesgos:
1.- Toda acción implica un riesgo.
2.- El beneficio siempre debe estar ponderado por el riesgo.
3.- Una eficiente gestión de riesgos requiere de una adecuada segregación de funciones.
1
Camus soltó el lapicero y volvió a mirar el panel donde se proyectaba los cuadros y gráficos que resumían el estado financiero del banco.
—Y por eso debemos encontrar la manera de darles gusto a esa gente —dijo Shura, Gerente de Negocios—. Por muy absurdo que suene.
—Tú lo has dicho, Shura —arremetió Saga, Gerente de Riesgos—. Absurdo. Esa gente gana millones a nuestra costa.
—También nosotros ganamos millones, Saga.
—Es nuestra plata.
—Son nuestros clientes.
Los dos Gerentes se sostuvieron la mirada desde sus enormes asientos encuerados. Finalmente Shura se puso de pie y caminó hacia la pizarra. Usando un plumón trazo una línea y la dividió en tres partes. Encerró en un círculo la primera parte y se volvió a mirar a los asistentes sentados alrededor de la pesada mesa ovalada.
—Sólo este tramo. No perdemos nada evaluando —dijo.
—Camus ya lo evaluó. Y sigue siendo absurdo —arremetió Saga—. Si esa gente insiste, busquemos otras opciones. Íbamos hacerlo de todas maneras.
—Aunque haya otras opciones, siempre vamos a necesitar de ellos —contestó Shura, mirando a Shion, Gerente General—. Se trata de miles de millones.
Shion miró la pizarra y luego los gráficos. Meditó por unos segundos y finalmente dirigió su mirada a Camus.
—¿Existe alguna forma?
Saga se adelantó en su asiento, pero no pudo decir nada al ver que Shion lo hacía callar con la mano. Camus le miró significativamente antes de hablar.
—La hay —dijo con simpleza.
—¡Pero necesita de una negociación! —Exclamó Saga—. ¿Y desde cuándo nosotros negociamos estas cosas?
Shion sonrió antes de dejarse caer contra el respaldar de su asiento.
—Perfecto —dijo—. Cuéntenme de qué se trata.
Tres horas más tarde, todos los hombres abandonaban el salón de comités. En el ascensor nadie dijo nada, pero una vez que Saga y Camus se quedaron solos, el mayor soltó una grosería.
—Un día de estos… —masculló, indignado. Camus guardó silencio, y luego de unos segundos lo vio sonreír—. Condenado Shura. Otro gol más que nos anota. Pero está equivocado si cree que se la llevara tan fácil. ¿Para cuándo puedes tener listo esas simulaciones?
—Para hoy si quieres.
Saga miró su reloj.
—Son casi las seis. Y es viernes.
—No me llevara más de tres horas. El lunes podrás presentarle los informes a Shion.
—Bien. Si con eso puedo arruinarle la fiestecita a Shura, te lo agradeceré mucho.
Camus no dijo nada, se limitó a asentir. No hablaron más de camino a sus oficinas. Antes de abrir su puerta, Camus miró la perrilla y luego sus zapatos perfectamente lustrados. Respiró hondo y entró.
Las luces de los edificios del centro financiero resplandecían cuando Saga se asomó, dos horas más tarde, a la oficina de Camus.
—¿Cómo vas?
—Casi término —respondió el francés sin dejar de mirar la pantalla de su computador—. Dame media hora más.
—No hay problema. En realidad te lo preguntaba porque quería que me acompañaras a un lugar.
—¿A un lugar? —Camus enarcó una ceja, pero siguió concentrado en la pantalla que tenía delante—. ¿Una conferencia?
—No. Un coctel.
Camus levantó la mirada y descubrió a Saga con las manos en los bolsillos.
—Cosas de Negocios Inmobiliarios… Acaban de cerrar un jugoso negocio con H&M. y para celebrar han organizado una recepción… Me llamaron para preguntarme si Riesgos podía estar presente.
—¿Riesgos? —preguntó Camus, y restándole importancia al asunto volvió a lo suyo—. Gracias, pero no creo que deba ir. Además tengo que terminar esto…
—Bah. Eso puede esperar.
Camus volvió a mirar al mayor
—Pero dijiste…
—Sé lo que dije. Pero ahora quiero que me acompañes.
Camus lo miró sin entender. Saga se impacientó.
—No me mires así. Ya sé que nada tienes que ir hacer allí. Sólo te estoy pidiendo que me acompañes.
—Pero…
—Camus, soy tu Gerente. Iras y punto.
Una hora más tarde, ambos hombres, perfectamente vestidos con sus elegantes ternos, entraban al salón de eventos del hotel más lujoso de toda la ciudad. Mientras caminaban saludando a los invitados, Camus pensaba en las simulaciones que había dejado a medias en su computadora. Si quería tenerlas listas para la primera hora del lunes, tendría que llegar a su oficina más temprano de lo que acostumbraba.
Estaba calculando a qué hora tendría que levantarse cuando Saga se detuvo en seco.
—Así que vino —dijo.
Camus frunció el ceño, sin entender. Las numerosas conversaciones estaban acompañadas de un suave fondo musical. Los meseros iban y venían con bandejas repletas de copas y entremeses. Los hombres vestían muy elegantes, las mujeres lucían deslumbrantes. Y había un ligero aroma a tabaco que venía desde la terraza.
—¿Quién? —preguntó por mera cortesía. La verdad es que no le interesaba nada de lo que ocurría a su alrededor.
Saga sonrió.
—El arquitecto estrella de H&M —respondió.
Camus no sintió ninguna curiosidad por las palabras, pero sin proponérselo miró en la misma dirección que Saga miraba y dejó de pestañear al descubrir junto a la barra de tragos a una pareja de jóvenes que conversaba de forma muy animada. Una chica y un chico, ambos risueños, ambos con aire jovial y medio informal.
—Ven, te lo voy a presentar —dijo Saga antes de prácticamente arrastrarlo hacia la barra—. ¡Milo!
Camus no logró entender lo que sucedía. De pronto estaba siendo asido del brazo y el chico de la barra se volvía a mirarlos con una sonrisa sorprendida. En medio de la gente, con la música de fondo y el olor a tabaco, no supo cómo se detuvo y recompuso su expresión.
—Milo Kalos —dijo Saga—. Cuando escuché que habías sido reclutado por H&M no di crédito.
—Vamos, Saga, ¿acaso no estoy a la altura? —rió el chico—. Te recuerdo que me gradué con honores.
—Por supuesto. Lo decía porque siempre creí que era más fácil matarte que sacarte de Grecia.
—Pues así era, es sólo que esta vez me hicieron una buena oferta.
—¿Milo Kalos con precio? Vaya, vaya.
Milo soltó una carcajada.
—Ya sabes lo que dicen — dijo—. "Todos tenemos un precio, sólo que algunos somos más caros".
—Entiendo —sonrió Saga. Y casi enseguida se dirigió a la chica—. ¿Cómo estas, June?
—Muy bien. Contenta de verte fuera de tu oficina… ¿No vas a presentarnos a tu amigo?
Camus, que había estado observando la conversación desde una dimensión nueva, enserió su expresión al sentir la jovial mirada de Milo sobre él.
—Por supuesto —dijo Saga—. Él es Camus Domecq, jefe del Departamento de Riesgo Crediticio del banco… Camus, ella es June Barceló, abogada de la firma Laborda, y él es Milo Kalos, flamante arquitecto de H&M.
—Nos presentas como objetos a vender —rió June—. Encantada de conocerte, Camus.
Camus sostuvo la mano que la chica le ofrecía.
—Y no soy tan flamante, ya casi llevo seis meses en H&M —dijo Milo, al tiempo que también le tendía la mano—. Mucho gusto, Camus. ¿Francés?
Camus asintió, hipnotizado por su mirada. ¿Era posible que alguien naciera con ese color de ojos?
—Vaya, Camus, no te envidio. Trabajar con Saga es regresar a la época de esclavitud. ¿Llevas mucho tiempo en su Gerencia?
Camus siempre había sido un hombre de poco hablar, pero con Milo mirándole de frente, sentía que las palabras se atoraban en su garganta.
Una semana después, mientras esperaba el ascensor, fue abordado por Aioria.
—Camus, ¿es cierto que al final Negocios se salió con la suya?
Camus presionó el botón una vez más antes de contestar.
—Nadie se ha salido con nada. Riesgos presentó su informe y ahora se está negociando.
—Jo, pues espero que por el bien de mis utilidades todo se resuelva con tu planteamiento. Le prometí a Marín pasar el fin de año en Japón. Y eso cuesta, sabes. ¿Tú ya tienes planes?
—Ninguno.
—¿No iras a Francia?
Camus apretó una vez más el botón. Le molestaba tener que esperar, pero le molestaba más ser interrogado mientras esperaba. Al fin el número "5" se encendió sobre el lintel y la puerta del ascensor se abrió. Camus tomó impulso para dar el primer paso hacia el interior, pero su intención fue detenida en seco cuando un rostro conocido le salió al encuentro.
—Camus.
Milo, sorprendido, sonrió.
Camus no atinó a responder. Se quedó inmóvil mirando al chico. Milo esperó, pero luego agregó:
—Vine a buscar a Saga. Iremos a almorzar. ¿Sabes si está en su oficina?
—Sí, allí estaba —dijo Camus, escuchando la puerta del ascensor cerrarse—. Es la última puerta.
—Ah. Bien. Gracias. Me dio gusto verte.
Milo le tendió la mano, y en lo que esperaba a ser correspondido, saludó con un gesto a Aioria. Camus le sostuvo la mano sintiéndose un imbécil y tan pronto lo escuchó alejarse, se despidió de Aioria y caminó hacia las escaleras.
Esa misma tarde, cuando se preparaba para irse, Saga entró a su oficina y tomó asiento frente a su escritorio.
—¿Y bien? —preguntó.
—¿Y bien qué? —Camus le devolvió la pregunta.
—¿Te agrada?
Camus paró en seco lo que estaba haciendo y miró a Saga.
—¿Perdón? —preguntó.
—Milo —respondió con simpleza Saga—. ¿Te agrada?
Camus le sostuvo la mirada, sin saber qué pensar.
—No sé a qué te refieres —dijo.
Por toda explicación, Saga sacó una tarjeta del bolsillo de su pantalón y la puso sobre el escritorio. Camus la miró de reojo y pudo leer el nombre completo de Milo. Saga habló:
—Camus, nos conocemos hace más de ocho años y en todo ese tiempo no te he visto salir con ninguna chica.
Camus miró al mayor con una mezcla de indignación y turbación. Saga continuó:
—Has tenido las secretarias más guapas y te has codeado con las mujeres más inteligentes de la banca. Y ninguna te ha interesado.
—Saga…
—Conozco a Milo desde que era un niño. Es una excelente persona… Cuando supe que se había mudado aquí de inmediato pensé que debían conocerse.
A esas alturas, Camus estaba paralizado por la incredulidad y la rabia.
—Cierto que son muy distintos, pero creo que no pierden nada conociéndose. Si no llegan a nada serio, al menos pueden ser amigos.
Camus abrió la boca para escupir un par de recriminaciones, pero Saga se puso de pie y con su dedo índice golpeó la tarjeta que yacía en el escritorio.
—Sabe que la pedí para ti, así que no se sorprenderá si le llamas. Aprovecha que hoy es viernes e invítale a uno de esos restaurantes donde tocan música en vivo… No tiene que ser nada muy elegante. A diferencia de nosotros, él es una persona de gustos simples… Ah, le gusta la comida italiana.
Y sin decir más, se dio vuelta y caminó a la puerta.
Camus lo vio salir y luego bajó la mirada hacia la tarjeta.
