"El sol quemaba mi cuello, dos soles abatían mi alma, el monótono trabajo de un granjero no podía ser peor que en una tierra donde no se da nada más que arena .Mis rodillas cansadas de la agonía y el fastidio se doblaron sosteniendo mi cuerpo para descansar, mientras a lo lejos oí un regaño: "Luke, deja de holgazanear, los droides no lo harán todo ellos solos." "Que aburrida es mi vida, cuando mi máxima emoción es un regaño del Tío Owen" pensé, miro a las estrellas para buscar consuelo, para evadirme a mí mismo con una fantasía de aventura.
¿Porque esperar? Podría ser ya mismo, algo en mis venas me impide ser una buena persona, adoro disparar a las ratas, me encanta disparar a los animales, soy amable con la mayoría de los droides, pero maltrato a uno en específico sin parar, cada vez que el droide me delata, el tío Owen lo ignora pensando que es una falla de esa unidad en específico en base a la buena opinión de mi persona entre el resto de los droides."
Estos fueron los pensamientos del joven granjero Luke Skywalker antes de esa inolvidable noche de dulce sangre.
El día que decidió acabar con la vida de sus tíos.
Tomo un blaster de su tío y se dirigió a su habitación, cuando anocheció le disparo sin piedad a ambos y en menos de 1 minuto los 2 murieron, feliz pero no satisfecho Luke se dirigió a su cuarto por una herramienta con la que solía reparar droides, les machaco la cabeza una y otra vez, disfruto cada gota de sangre y órganos internos que se desparramaban por la habitación, cuando se cansó sin ningún tipo de remordimiento se fue a dormir.
Por la mañana se sentía como nunca, era el comienzo de su nueva vida, sin embargo un grupo de soldados imperiales pregunto por un par de droides. Luke decidió dárselos, pero después de entregarles susodichos droides al imperio para que no sospecharan de su asesinato le volaron la cabeza e incendiaron su cadáver junto con toda su casa. Quizás el imperio jamás será derrotado.
