Historia hecha junto con Roronoa Zuriñe ^^. Esperamos les guste y divierta. No es nada muy normal, así que predispónganse a la locura. Dejen reviews! ^^


No es que sea una niña tímida, aunque tal vez deba admitir que sí un tanto cobarde. No, olviden eso... Soy las dos cosas al mismo tiempo. Mas no de una forma exagerada... Bueno, en realidad depende la circunstancia.

Mi nombre es Hikaru. Así a secas. No, no tengo apellido, pero tampoco es que necesite uno. Verán, el lugar del que vengo no es como el tuyo, sea quien sea que esté leyendo esto. Porque mi mundo es único. ¿Sabes de donde viene la luz esa que te roda, que te permite ver y te da calor? De mi reino. De Terrasvyet, el reino de la Luz. Y yo soy su princesa... su única princesa y máxima gobernante. No tengo padres... Al menos no lo que tú de seguro consideras "padres", ni tampoco familia. Yo vengo de la Luz, y pertenezco a ella. Soy una mera personificación de toda esa gran energía cósmica. ¿Qué si tengo poderes? ¡Claro que los tengo! ¿Quién no?

Aunque, por supuesto, yo no puedo encargarme de todo Terrasvyet por mi propia cuenta. Junto a mi trabajan muchas personas... ah, y no puedo olvidarme de los aldeanos que se asentaron a vivir en los alrededores de mi palacio –personas un tanto chismosas, si me dejan opinar, pero amables al fin y al cabo. Dentro del castillo donde trabajo todos los días, también residen mis guardaespaldas, secretarios, consejeros, médicos, abogados, chefs, asistentes, sastres... y muchos más. Para presentárselos a todos, tardaría una vida entera, por lo que simplemente mencionaré a aquellos más cercanos y con los que trato día a día.

Edward Elric es mi primer guardaespaldas. Su poder característico es la alquimia, y puede crear lo que sea que surque su loca imaginación a partir de cualquier cosa. Tiene un brazo de metal, y a veces me golpea la cabeza con él sólo para sacarme un puchero. Es un cabezota, terco y orgulloso... pero aun así lo quiero. Fue el primero en encargarse de mi guardia personal, así que con él viví demasiadas cosas. También tiene una novia, Winry, y me encanta molestarlo con ella, ya que cuando lo hago se pone sumamente colorado y gruñón.

Hiei Jaganshi es el segundo guardaespaldas. Es el más bajo en estatura de todos y, por consiguiente, el más rápido. Pelea de maravillas, y, aunque sabe de un par de ataques a base de energía espiritual (también llamada chakra, ki o reiatsu), su especialidad es la katana. Puede rebanar lo que sea en un abrir y cerrar de ojos, reduciéndolo a polvo. Él, a diferencia de Edward, que es un humano de la dimensión H4-G en el mapa del Universo, es un demonio. Uno de una casta bastante importante, aunque prefiere mantenerse en las sombras. Su novia es igual: Hyouko y Hiei escaparon de la ajetreada vida noble y se vinieron a Terrasvyet. Ambos me cayeron bien de inmediato, debo confesar.

El siguiente en la lista es uno de mis preferidos (pero no le digan a los demás que dije eso). Sabaku no Gaara es un ninja, shinobi, de la Arena. Proviene de una aldea llamada Sunagakure, y es un humano de la dimensión H6-D. Su pelo, rojo intenso, me encanta, y una singularidad suya es que lleva en la frente un tatuaje con el kanji "ai". Al luchar, inunda la arena de energía espiritual y consigue que ésta haga lo que él quiera, ya sea para algo bonito como para traer la muerte a sus enemigos. Es un tipo bastante enigmático y silencioso... tal vez por eso me gusta. Aunque Hinata, su pareja, es todo lo contrario a él... Bueno, dicen que los opuestos se atraen, ¿no?

El cuarto guardaespaldas se llama, simplemente, L. Es el tipo más inteligente de todo lo creado. No hay nada que él no pueda resolver. A primera vista resulta un tanto zaparrastroso: siempre anda despeinado, con ojeras enormes, y sólo viste una camiseta blanca y jeans holgados. Su dieta se basa principalmente en pasteles y cosas dulces. Él sí es un humano común y corriente, no de ningún universo paralelo, a pesar de haber tenido contacto con criaturas un tanto sobrenaturales. Como habrán adivinado, mantiene su identidad en secreto, al igual que su novia, Ryuko.

Mi último guardaespaldas es conocido como Vash the Stampede, aunque simplemente lo llamamos Vash. Es un tipo muy amable y sensible, gracioso y caritativo. Piensa bastante en los demás. Es el mejor pistolero que existe... no hay blanco al que él no alcance. Y tiene una singularidad: es una copia exacta de Edward, sólo que muy (bastante) alto. Nadie sabe cómo es posible que los dos se parezcan tanto, pero el tema de la altura le molesta bastante a Ed, ya que a él le gustaría crecer unos centímetros. Vash no es un humano ni un demonio... es más bien parecido a mí. Él es una concentración de energía cósmica con forma humana. Su problema es que no controla aquello a voluntad, pero bueno, con sus armas lo compensa a la perfección.

Y finalmente, antes de que los aburra definitivamente, permítanme hablarles de mi mentor. En realidad, había empezado como un comerciante aquí, en Terrasvyet, mas luego supe quién y qué era en verdad y comencé a tratarlo más abiertamente. Su nombre es Kisuke Urahara y es un genio. Es un Shinigami, uno de los mejores que hay, y un inventor. Es el que siempre llega con un juguete nuevo al palacio. Es sumamente gracioso, y como sabe hasta lo que yo no debería saber siempre me oculta algún que otro detalle que al final yo siempre termino descubriendo. Pero me da varios dolores de cabeza, eso sí. Y ya sé exactamente cuál será mi venganza: voy a robarle el sombrero que usa siempre y que tanto me encanta.

Así que, eso es todo.

Resumamos: soy Hikaru, la princesa de Terrasvyet, y cuento con cinco guardaespaldas y un mentor genial.

Todo esto suena a utopía, mas hay un problema. Sé de alguien que quiere destruir mi reino. No es novedad, siempre hubo codiciosos que quisieron hacerse con el poder de la Luz y controlar todo sobre lo que ésta tenga poder, mas en aquellas ocasiones la amenaza no era grande y podíamos combatirla.

En este caso es diferente. Según tengo entendido, el enemigo es temible, y debemos estar alerta. Me llegaron informes sobre su ubicación, pero mis guardas no desean que yo me exponga, saliendo a su encuentro.

Y justamente por eso, es que lo voy a ir a buscar. Voy a dar con él y lo voy a acabar. Nadie amenaza la paz de mi reino, ni la de todos los que dependen de él.

Entonces, ahora me encuentro aquí, en la puerta del Interdimensional Sekai Institute, fingiendo ser una alumna más que quiere profundizar conocimientos y explorar sus poderes para guiar a su dimensión a su cumbre. Quizás me haga un par de amigos, pero nadie debe saber cuál es mi propósito aquí en verdad.

No sé cómo logré dejar atrás a mis guardas, pero sé que no los voy a necesitar. Con mis poderes tengo más que suficiente, ya que el enemigo, oculto en esta escuela, no sabe que soy yo la que va a salirle al encuentro. Exacto, tengo el factor sorpresa de mi lado.

Así que, empujando mi valija, la cual guarda mis cosas (este instituto es un internado), en este momento ingreso a la llamativa y bizarra escuela... La escuela que me albergará durante un año y la que me espera con miles de aventuras al acecho.

***************

International Sekai Institute

1. Eventos inesperados (Parte I)

- ...y va a ser un completo honor y orgullo tenerla con nosotros, princesa – hablaba el director Hojara, con una sonrisa. Estaba sentado detrás de su escritorio y yo, Hikaru, simplemente lo miraba. Me había aburrido un poco con todo el rollo de las normas del colegio; yo ya podía imaginarme que escupir en los pasillos, cortarle extremidades a alguien y lanzarle hechizos a personas por la espalda eran conductas penalizadas. Sin embargo pensé que debía causar una buena impresión y por una vez cerré la bocota.

- Muchas gracias, señor director. Ya estoy ansiosa por empezar mis clases – expresé con una sonrisa.

Mentirosa. Sólo había ido hasta allí con la mera intención de encontrar al responsable de las amenazas contra mi reino y arrestarlo. No creía que hubiera nada que podía aprender... o que me dijeran cosas que no sabía ya. Sí, aquello de los estudios y demás no iba a ser tan pesado para mí. En Terrasvyet me habían enseñado bien.

- Eso es fantástico, ya que... – el señor se agachó por detrás de su mesa y sacó un pesado libro de fotocopias - Vas a tener que hacer muchas cosas.

- ¿Qué... qué es eso? – le pregunté, abriendo los ojos y conteniendo el aliento. Me había dejado helada.

- Simplemente la lista de libros que debes comprar para leer en este curso.

Miré atónita el mamotreto que el tipo, por el peso que representaba, había apoyado en el escritorio, siendo incapaz de sostenerlo en brazos por más tiempo.

- Debe ser una broma... ¿To-Todos esos son nombres de libros?

- No, bueno... – de repente corrió un pequeño arroyuelo de alivio por mi pecho... – La última página tiene tu horario y los nombres de tus profesores - ...que pronto se vio secado, drenado y devastado por el calentamiento global y la contaminación.

Resignándome y metiendo unas lágrimas que amenazaban con salir sonreí como pude y asentí con la cabeza. Mas no dejé que aquello bloqueara mi secreto propósito inicial y pregunté:

- Y dígame, ¿no me da la lista del personal de la escuela?

- ¿El personal? ¿Te refieres a los preceptores, secretarios, bedeles, asistentes y todo eso?

- Ehm... ¿Sí?

- ¿Y para qué quieres eso? – levantó una ceja, extrañado.

- Pues... - ¡Demonios! No se me ocurría nada – Para... Sólo para saber. Es que... en mi reino... Pues... Le celebramos... el cumpleaños a todos y cada uno de los que viven allí... ¿A-Aquí no se hace eso?

- Eh...

- ¡Ay, pero cómo pueden! ¡Yo necesito saber con quién comparto el techo! ¿Imaginan cómo se sentiría esta pobre muchacha... – me levanté y caminé hasta el lado de la secretaria; forcé unas lágrimas en mis ojos para añadirle dramatismo - ...si el día de hoy fuera su cumpleaños y nadie le diera el debido reconocimiento y deseo de felicidad? Yo no podría vivir con ese cargo de conciencia...

- Santo cielo, es verdad... – el director abrió los ojos, dándose cuenta del "detalle".

Yo, mientras tanto, me di la vuelta y rápidamente busqué el nombre de la secretaria en la placa que llevaba prendida en el pecho.

- Miyako... feliz cumpleaños – después de decir eso la abracé fuertemente, sollozando.

- ¡Felicidades, Miyako! ¡Eres una gran secretaria! ¡No te cambiaría por nada! Ten, aquí tienes dinero... tómate el día libre y disfruta – dijo el hombre, cegado por la alegría.

- Pero yo... ah... – balbuceaba la mujer, inútilmente.

- Nada de peros, trabajas arduamente de lunes a viernes los ochocientos setenta y cinco días del año. No te vas a morir por no trabajar en tu cumpleaños – El hombre la arrastró hasta la entrada, la empujó afuera, le alcanzó el bolso y le gritó: - ¡Felicidades! ¡Luego me muestras fotos! - para luego volver a la oficina, donde había quedado yo, aguantándome la risa.

- Pero hoy no es mi cumpleaños... – murmuró la mujer, desde afuera, al tiempo que una repentina brisa soplaba, meciéndole el cabello.

- Bien, señorita Hikaru – dijo el director – Tiene razón. Le encargaré a alguna de mis otras secretarias que le prepare la lista y en unos días la tendrá en sus manos.

- Perfecto, señor director – me puse en pie – Va a ser un placer estar aquí – le estreché la mano y antes de que pudiera evitarlo me encajó el libraco de títulos en los brazos, haciéndome caer al suelo.

- Igualmente, Su Alteza.

***

Había intentado colocar el cuaderno de fotocopias sobre la valija y llevarlo sobre las ruedas de ésta, pero era inútil. Se resbalaba. Así que no me quedaba otra que cargarlo en brazos. ¡Era sumamente pesado! ¡¿Quién en su sano juicio podía leer tantas cosas en tan sólo un año?! ¡¿Cómo se suponía que yo haría eso?! ¡¿Acaso los alumnos de aquella escuela eran unos malditos superdotados?!

Me detuve a descansar contra la pared del pasillo y abrí nuevamente el sobre que me habían dado al salir del despacho del director. Allí ponía mi número de habitación y un pequeño mapa del edificio para que me guiara. Si no estaba equivocada, al final de aquel corredor habría un ascensor y tomándolo llegaría hasta el cuarto piso, donde se hallaba mi habitación, la 203.

Pero aún no se veía ni una maldita puerta que dijera ascensor, y no creía poder aguantar mucho más cargando esa porquería. ¡Pesaba más que mi maleta! ¿Por qué rayos no había ido con mis guardaespaldas? Una vez más se cumplía el dicho ese de que los hombres nunca estaban cuando una los neces...

- Disculpa, ¿estás bien?

Yo caminaba en medio del pasillo, completamente encorvada, y con sudor en mi frente. Las venas de los brazos se me habían marcado y la tiara de mi cabeza ladeado más de lo normal. Todo sin contar el rechinar de dientes.

Giré mi cabeza y vi a un muchacho alto, de pelo negro. Mas ése fue el único rasgo que pude adivinar de él ya que una máscara blanca cubría todo su rostro. Una máscara un tanto bizarra, debía admitir, ya que era de un esqueleto. Si hubiera estado en condiciones normales física y mentalmente, tal vez me habría asustado. Pero en ese entonces estaba demasiado cansada hasta para eso.

- ¿Tengo la puta cara de alguien que está bien? – le solté, exasperada.

- Bueno, no, la verdad.

Segundos pasaron en los que ninguno de los dos dijo nada. Misteriosamente, un vientito corrió por el lugar, a pesar de que era un recinto cerrado.

- ¡¿Piensas ayudarme o qué?!

- Ah, bueno, sí...

¿Y saben qué hizo el infeliz? ¡Tomó la maleta! ¡Tomó la puta maleta en vez del jodido libro! Tenía ganas de lanzármele encima cual leona y clavarle las uñas hasta hacerlo sangrar como un...

- ¿Ibas hasta el ascensor? No queda mucho, vamos – al parecer debajo de esa máscara sonreía.

Decidiendo que no había forma de que él supiera que lo más pesado era el libro, respiré hondo y, con esfuerzo, lo levanté con las dos manos, asentándolo en un hombro. Ahora ya no me parecía tan pesado, pero le había agarrado rencor.

No dijimos nada durante la caminata, y pronto llegamos hasta el dichoso elevador. Allí adentro presioné el botón del cuarto piso y una musiquita fue audible al instante.

Ambos levantamos la vista, estupefactos y luego nos miramos.

- ¿A quién se le ocurre poner Caramelldansen en un ascensor? – preguntó el desconocido, levantando las cejas.

Yo no contesté nada, puesto que enseguida llegamos a destino y la puerta se abrió, deteniendo la bizarra música. Él me extendió la manija de la maleta y yo le sonreí dándole las gracias.

- No fue nada – me dijo, restándole importancia con un gesto de la mano – Ya nos veremos por ahí, chica nueva – me saludó con otro gesto y se perdió tras la puerta del ascensor que se había cerrado de nuevo.

Pensando que era un personaje raro, me giré. Lo que vi fue un montón de puertas, cada una con una placa dorada, indicando su número. Avanzando apenas, busqué y busqué y finalmente llegué a la 203. Abrí con la llave que me habían dado y cuando miré adentro no pude evitar un grito ahogado.

Un montón de cosas esparcidas, como si hubieran entrado y soltado todo apresuradamente para salir corriendo una vez más. Y no sólo en una de las camas, sino en ambas. Era un completo caos. Ni siquiera las sábanas estaban en su lugar. Miré en el sobre con los datos y no ponía el nombre de mi compañera. Preguntándome quién sería cerré la puerta tras de mí.

Decidida a acomodar un poco aquello, pensé que necesitaría las dos manos, así que solté el librote, lanzándolo a una esquina del cuarto. Al caer, produjo un ruido sordo y tembló un tanto el suelo, para luego arrancar un poco de polvo blanco del techo que cayó, para variar, justo sobre mí.

Tosiendo seco, dejé mi valija al pie de la cama que tenía menos cosas (asumiendo que era la que por descarte me tocaba). Puse lo que no me pertenecía en la otra y me tiré, quedando en la posición que la gravedad quiso, respirando un poco para relajarme. Aquello no había sido en absoluto lo que me había esperado, y comenzaba a pensar que tal vez las cosas no serían tan sencillas.

***

Pocos minutos habían pasado desde que había entrado a mi habitación, más deseaba conocer la escuela cuanto antes y por eso no esperé a que mi compañera regresara para presentarme. Me arreglé un poco el pelo y salí apresuradamente, cerrando con llave la puerta.

Sólo cuando estuve tres pisos más abajo me di cuenta que no había llevado el mapa y por lo tanto no tenía ni la más mínima idea de dónde rayos me encontraba. Una nube gris se ubicó sobre mi cabeza para luego soltar agua como una maldita canilla de fregadero.

Miré a mi alrededor y descubrí un pasillo desierto. Tenía una copia del horario conmigo, por suerte, y descubrí que todavía faltaba bastante rato para mi primera clase. Así que tomé la decisión de deambular hasta dar con el aula 4, la de segundo año de preparatoria.

Tanto a mi derecha como a mi izquierda el corredor se veía igual... Y mi intuición al parecer estaba de huelga porque ningún presentimiento se apoderó de mí. Soltando un bufido por la exasperación busqué el monedero y lo abrí para lanzar una moneda al aire y así decidirme por qué camino ir.

Pero estaba vacío.

¡No tenía ni un mísero centavo! ¿Qué se suponía que haría? ¡Debía comprar los libros! ¿Cómo rayos había perdido todo mi dinero?

Bastante más lejos...

- Quisiste beneficiarte a mi costa, ¿eh? Pues no te será gratis – murmuraba para sí la secretaria Miyako, contemplando el exuberante contenido de la billetera de Hikaru.

Pateándome por mi mala suerte, pensé que luego hablaría con el director Hojara de nuevo. Quizás pudieran darme algún trabajo de medio tiempo en la escuela.

Tomando finalmente por mi derecha caminé y caminé. El corredor era todo blanco y monótono... parecía que no tenía fin. Lo peor era que nadie se acercaba, y aquello ya me preocupaba un poco. Había salones a los costados, pero nadie ocupaba los lugares de su interior.

- No... no puede ser que me pierda en mi primer día – lloriqueé en voz alta, ya que nadie podía escucharme.

- Si quieres te ayudo.

Un momento. ¿No que no había nadie? Me giré y vi a un tipo más alto que yo de un pelo de color raro: verde. Me sonreía amablemente... Era la segunda vez en el día que un hombre se aparecía de la nada para ayudarme. ¿Tan dependiente era de mis guardaespaldas?

- Claro, mira... ando buscando el salón 4 – le pedí, con una sonrisa.

- Oh, por supuesto, vengo de ahí...

- ¿Estás en mi clase? – le pregunté, con ojos luminosos.

- No, sino que el año pasado me tocó el salón 4 y ahora voy al cinco.

- Ah... – un poco desanimada, seguí intentando dar con mi respuesta – Pero bueno, si fue tu salón el año pasado, ¿me dirías dónde está?

- Pues no.

- ¿Y eso por qué?

- Porque no lo recuerdo – se encogió de hombros tranquilamente.

- ¡¿Cómo que no lo recuerdas?! – me desesperé, al borde de las lágrimas.

- ¡Oye, pasó todo un verano de por medio! No, espera, ahora que lo pienso bien...

La esperanza inundó mi corazón al ver cómo este personaje se fregaba la barbilla, escudriñando su mente.

- La verdad es que acaban de transferirme aquí, así que no tengo idea de dónde queda nada.

Un segundo.

Otro más.

Y otro.

- ¡ERES UN IDIOTA! – le grité, estallando, y dándole un tremendo golpe en la barbilla - ¡Sólo me hiciste perder el tiempo!

- ¡Oye, ¿quién te crees que eres niñata?! – me devolvió el alarido, acercándose a mí.

- ¡Por lo menos dime como llegaste hasta este corredor fantasma! – la vena de mi sien estaba hinchada.

- ¡Pues no lo sé! ¡Y aunque lo supiera, dados los hechos jamás te lo diría! – confesó, mientras un rayo de luz amarilla salía de sus ojos y colisionaba contra uno emanado de los míos.

Una ráfaga de viento suave pasó por el lugar y justo cuando sacaba mis garras para devorarme a aquel tipo, escuche una voz detrás de mí, en estéreo.

- ¿Alguien llamó a los fantasmas de este corredor?

Me giré y vi dos caras de muertos con pequeñas llamas azules a los costados. El tipo al que intentaba asesinar, al ver el espectáculo pegó un grito y salió corriendo. Entonces, las dos figuras y yo nos quedamos solos.

El silencio se hizo entre nosotros y los miré aburrida, esperando a ver si hacían algo.

- Buu... Buu... – me decían monótonamente, acercándoseme y retrocediendo, sin lograr sacarme ni un parpadeo.

- ¿Qué les parece si se sacan las jodidas máscaras y hablamos como seres civilizados de una vez? – le dije, secamente.

- ¡Oh, vamos! ¡Pensábamos que esta vez teníamos el disfraz perfecto! ¡No te asustaste ni un poquito?

- No.

- Pero si tienes a pinta de una princesita de rosa, nena de papá, caprichosa y malcriada que sólo quiere comprar ropa y salir con sus amig...

No continuaron hablando porque me llenaron la paciencia a tal punto que les saqué las máscaras de un golpe. Descubrí que eran dos tipos idénticos, pelirrojos, más o menos de mi edad. ¿Gemelos? De seguro... eran prácticamente inidentificables.

- ¿Quién rayos son ustedes? – les pregunté poniendo mis manos en las caderas.

- Me llamo Kaoru – dijo uno de ellos, mas luego sucedió algo gracioso.

- Mi nombre es Hikaru – dijimos el otro gemelo y yo al mismo tiempo.

El primer gemelo comenzó a reírse.

- ¿Se llaman igual? ¡Qué divertido! ¿De casualidad vas a primer año?

- No, a segundo – le dije a Kaoru, todavía sorprendida.

- Oh, vaya... entonces eres un año mayor. En fin, hubiera sido útil tener a dos Hikarus en la misma clase. Podríamos haberle revuelto los sesos a los profesores.

Los ayudé a ponerse en pie, ya más calmada, y les hice la pregunta mágica.

- ¿Saben cómo llegar hasta mi salón?

- Sí... sube las escaleras, dobla a la derecha, sube de nuevo, dobla la izquierda, métete por el pasillo del cartel rojo, luego cruza por la enfermería, sales a un patio, llegas hasta las cocinas, te robas una rosquilla, cruzas el corredor de secundaria y ya llegaste.

- Oh... ya veo... Qué fácil – expresé con sarcasmo. Quizás no me hubiera mareado tanto si no hablaran los dos al unísono. Era como si sus diálogos estuvieran ensayados.

De todas formas, finalmente lo conseguí... pasé por todos esos lugares (lo que me llevó una buena hora) y arribé al pasillo donde se encontraba mi salón. Más enseguida me di cuenta que no había ido al baño desde que había llegado, y en aquel entonces ya era una urgencia.

- Disculpa – le toqué el hombro a la persona más cercana, fingiendo que no sucedía nada en absoluto - ¿No sabes dónde están los baños?

Era un chico, quien se dio la vuelta lentamente.

- ¡AHH! – grité espantada, al ver que su rostro estaba lleno de cicatrices. Sin embargo, cuando él comenzó a reírse me di cuenta que era sólo una máscara, y que, sin lugar a dudas, era el mismo que me había ayudado la vez anterior, con mi maleta.

- Pues, a no ser que a los baños no los indiquen con un cartel grande con dibujitos de un hombre y una mujer en blanco y negro, están justo detrás de ti - señaló sobre mi hombro, como si le resultara divertido.

Pensando que lo menos prudente era abrir la boca en aquel instante me alejé simplemente sonriendo y, en cuanto estuve fuera de vista, corrí hacia el interior.

Vaya mañana aquella. Nada había ido tan fácilmente como yo esperaba. Ni siquiera había podido buscar sospechosos. Por lo menos ahora ya tenía idea de dónde quedaba mi salón. Pero, inevitablemente, se me ocurría que el sujeto de la máscara, el de pelo verde, los gemelos y mi tácita compañera de cuarto guardaban alguna relación que en aquel momento escapaba a mis ojos.

***

Mis compañeros de curso me resultaron agradables. Me senté en un banco cerca del centro, desde donde podía observar a la perfección la pizarra. Éramos cerca de treinta compañeros, y al parecer ellos venían juntos de hace mucho. Reconocí grupos formados, pero no me animé a entrar a ninguno. Seguramente luego me invitarían a algún club de forma que no pudiera rechazar y la verdad no tenía tiempo para aquellas cosas.

La profesora de la primera asignatura, quien usaba anteojos grandes que reflejaban todo y llevaba el cabello castaño lacio atado en una cola simple en la nuca, resultó agradable al presentarse.

- Mi nombre es Izumi Takada – sonrió - ¡Pero ustedes me llamarán Izumi-sensei, ¿entendido?! – de repente empezó a gritar y llamas se prendieron a su alrededor en un aura demoníaca. Todos nos tiramos para atrás, asustados.

- S-Sí... I-Izumi-sensei... – balbuceamos, estupefactos.

- Yo les voy a dar matemáticas – informó sonriendo - ¡Y como me hagan un solo ejercicio mal los repruebo de por vida! – gritó, soltando después una risa macabra al más puro estilo Jack el Destripador.

Tragué saliva...

Iba a ser un año movidito.