Antagonista
En el incendio, ardía la noche: el fuego quemaba sus bordes azules y los mismos se doblaban hacia arriba, reducidos, chamuscados. Se comía las estrellas y mis sueños infantiles. La exactitud del horror me llenó los ojos con el cuerpo de mis padres consumiéndose frente a mí. Una voz a lo lejos me hizo correr entre las llamas. Rápida, como una mariposa, hacia el final.
Corrí entre las cenizas de mi familia. El olor agridulce de sus pieles quemadas aún me persigue en verano. Huí como los animales al bosque dos días antes. Sigilosa y aterrada, hasta chocar contra Cross Marian.
Calor. Creo que fue como rozar al diablo, después de caer por accidente en el infierno.
La lluvia de fuego y los dragones rugiendo en el cielo.
Las calaveras metálicas se balanceaban, exánimes, suspendidas del cielo raso pintado en azul luto. Las hojas secas crujían bajo mis pies.
Cuando huimos del incendio, noté mis heridas, los surcos y las grietas rojas en mi piel oscurecida por el hollín.
-Ser Exorcista es como ser carroñero, pequeña arpía. Entre la ceniza de los que han caído, picoteas hasta encontrar el hueso de la pierna que corresponde con el del brazo. No serás feliz jamás. Pero ese ya no es mi problema.
Controversia, miseria. Todo el mundo se mezcla y se funde con el olvido.
Soy Exorcista. Yo restauro el mundo. Cubro las heridas de mis seres queridos y así todos seguimos como hasta ahora, rodeados de muerte, pero felices.
No soy un ángel. No tengo gracia, ni aureola. No vengo a hacer una tregua. Vivo para pelear. Lo sé.
Esa voz suya, era una elegía a mi causa primera: La respuesta a mi grito, un soplo de esperanza, su aliento contra mi espalda.
Yo me lo relato en la víspera de mi tragedia.
¿Qué me dices de mis propias palabras?
Tu mirada se aparta de la nada para enfocarme, en un vano intento por comprenderme.
Vuelves a pensar en ella y ya no te importa entender o no.
Dices que sí, que me comprendes. Pero es mentira, vuelves a dejar de mirarme para imaginarla. ¿La ves sola o está tocándome, como aquella vez?
Dejo de respirar mientras rezamos, antes de irnos a dormir juntos. En la misma cama, como hipócritas.
