Drabbles de un AU post apocalíptico con diferentes parejas.

Disclaimer: Nada me pertenece, Haikyuu! es propiedad de Haruichi Furudate


Pararon al llegar a la cima de la colina, observando como el sol comenzaba a asomar y a terminar con las sombras de la noche, llenando la ciudad (que hasta hacia poco había estado completamente oscura) con una luz pálida, propia de un sol de invierno.

Le gustaría grabar ese paisaje en su memoria, ¿Cuanto hace que no disfruta de un amanecer? Normalmente está demasiado cansado para observar el sol o se despierta cuando este ha pasado, aunque nunca había pensado que quería ver uno. Y a pesar de lo poco habitual que es esa escena, no puede evitar girarse para mirar a su compañero, quien muestra una sonrisa que puede competir con el mismo sol y que parece brillar con una luz propia en vez de reflejar la del astro. Kenma es cuidadoso cuando estira su mano hacia la del joven, también cuando roza sus dedos con la presión de una pluma y de forma casi imperceptible. Pero Shoyo entiende el mensaje.

Y cuando sus manos están entrelazadas, sus miradas por fin se cruzan y el mayor está seguro de que esté es el momento en el que debería olvidar como respirar durante unos segundos. Parece que sean los únicos que existen en el mundo y ambos se permiten el lujo de olvidarse de las criaturas que pueblan la tierra , del destino del viaje que hace casi semanas desde que empezó y de la ciudad en ruinas llena de luz de sol a sus pies, saboreando ese extraño momento de paz.

-Deberíamos irnos -A Kenma le cuesta pronunciar esas palabras, tanto como dejar de mirar al pelirrojo para volver a centrar su mirada en el camino que han abandonado poco antes, pero sabe mejor que nadie que no pueden perder el tiempo.

Y la respuesta no llega a pronunciarse, pero el muchacho asiente sin perder la sonrisa y suelta la mano del otro, dejando los restos de una sensación cálida que hacen que el -casi- rubio quiera volver a cogerle la mano y asegurarse de que no se suelta jamás, pero por supuesto no lo hace.

No dedican ni un segundo para girarse, dejando el paisaje a sus espaldas cuando vuelven a adentrarse en el camino para continuar con su viaje.