Disclaimer: Personajes, historia, escenarios y todo lo remotamente original le pertenece a la fantástica JK Rowling. Todo lo demás es producto de mi imaginación completamente aburrida.

"Asesíname" by Charly García.


Cuando viniste a mi, cerré la puerta pero abrí, asesíname..
Por darte lo que dí, me transformé en un souvenir,
asesíname, asesíname..

Dejé tu imagen en el cajón, guardé tu alma en el mellotron,
no quiero más que me dés con cuentagotas tu amor.

Es sólo rock and roll, pero ya es mucho para vos,
asesímane, asesíname..

No quiero más que me dés con cuentagotas tu amor.

Yo me quiero morir, no aguanto más estar aqui.
Asesíname, asesíname..
Asesíname..asesíname..

All you need is love..love..love..
love..love..love..


Preámbulo

Volvían a pasar por "el simulacro del terror", como le llamaba mentalmente. Era una especie de sala con paredes, piso y techo blancos, donde se encontraba la persona que iban a torturar sentada en una desvencijada silla alta, que impedía que sus pies toquen la superficie, con los ojos vendados. Los sonidos empezaron a emitirse, disparados desde todos los ángulos de la habitación para confundir al individuo. Gritos, llantos y estruendos se escuchan en todos los rincones, torturando psicológicamente.
A diferencia de otras veces, empezaron a caminar antes de que los gritos de los muggles llegaran a escalas elevadas y se escucharan por encima de los demás ruidos.
La oscura figura de Draco se dirigió al exterior, lugar que la castaña pensó que no existía. Lo persiguió a paso muy acelerado, tratando de seguir su ritmo. Se topó, detrás de una insignificante puerta, con una niebla que se extendía más allá de los terrenos de la mansión, y terminaban en una espesa negrura a los pies de los árboles del bosque. Al resplandor lunar la niebla se presentaba fantasmal. Impresionada con este panorama escalofriante, no se fijó en su guía y sin detener el paso se internó en el laberinto gaseoso.
Se cayó duramente al tropezar con una de las rocas que decoraban el césped, pero imposibles de distinguir, y maldiciendo, se levantó procurando poner más atención.
- ¿Draco?- lo llamó, sorprendiéndose por decir su nombre en voz alta.
- ¡Draco!- repitió más fuerte, pero su voz se perdió en el eco de la noche. soy libre se dijo con los oídos tapados por la presión del ambiente. Cayó en la cuenta de que estaba sola, y con la libertad en la palma de su mano.
- ¿Draco?- estalló en gritos desesperados de angustia, se giró sobre sus talones y emprendió el camino de regreso, trastabillando por el suelo rocoso y desgarrándose la garganta a medida de que las lágrimas se agolpaban en su pecho, para luego surgir por las comisuras de sus ojos. Sintió un peso en su bolsillo, y se paró en seco al descubrir su varita dentro. Lo comprendió todo, él la había dejado libre. A esa distancia se podría desaparecer con facilidad. Pero, ella no quería desaparecer, no sin él.
Llegó agitada al lugar donde tendría que estar situado el cuartel del señor oscuro. La velocidad del viento le habían secado las lagrimas, pero la niebla blanca se había pegado a sus retinas, impidiéndole mirar mas allá de sus pies. Se desplomó en el suelo abrazándose a si misma para apaciguar las sacudidas que experimentaba su cuerpo.
- Draco- gritó por última vez, cerrando los ojos con fuerza. Con un último intento por hacerle llegar lo que sentía le habló al aire:
- yo te quiero…
Juró haber oído la voz del rubio a lo lejos, con un resplandor verdoso que provenía de alguna dirección, pero cuando levantó los parpados, ya no encontró ninguna diferencia con la oscuridad anterior.

Cerró los ojos instintivamente al escuchar esas palabras. Sintió su corazón partirse en mil pedazos, cuando sus oídos captaron los sonidos que tanto temía oír. Quiso desaparecer, olvidar en donde estaba, con quien estaba y porque estaba ahí. Su cuerpo tembló unos segundos, producto del efecto de esa pregunta, pero inmediatamente recobró su postura. Se irguió en toda su altura y lo enfrentó con la barbilla en alto. Sus ojos eran dos ráfagas de luz colérica, que reflejaban su alma herida por la situación. ¿Que mas daba? ¿Que importancia tenia seguir con ese amor prohibido si de todas formas iba a morir aplastada por la pasión o hundida por las manos de los demás? Sus besos quedarían olvidados, sus caricias guardadas en un cajón y su noche enterrada debajo de la tierra, junto con ella. Dejó escapar el aire con gran dificultad, asegurándose de disfrutarlo lo más posible por última vez.
- Asesíname- le espetó con la mayor de las seguridades impuestas en esas silabas. Los presentes callaron repentinamente, y en el siguiente segundo largaron sus carcajadas, burlándose de la mujer que se mantenía dificultosamente de pie en medio del círculo que formaban los mortífagos para no perderse el espectáculo.
- ¡Silencio!- gritó la voz del Señor Oscuro desde su trono en uno de los extremos del círculo. Unas cuantas risitas continuaron en menor tenor después de ese mandato, pero el murmullo se acalló al instante, asustados de volver a levantar el enojo de su amo. En contra de sus palabras, el ser curvó una de sus mejillas hacia arriba, su boca era solo una línea difusa entre su extrema blancura, y las rendijas de serpiente que tenia como ojos se achicaron para mostrar el cambio de humor en su plano rostro. Sintió el odio de Lord Voldemort internarse en su interior, infestando sus pensamientos y recuerdos. "Ese recuerdo".
- ¿Oíste eso Draco? Quiere que la asesines. Cumpliremos su último deseo. Siempre digo que las ultimas palabras de alguien que ya esta destinado a morir son sagradas, siempre y cuando pueda expresarlas.
El muchacho que se encontraba parado a su lado no se movió al principio. Sus ojos ya habían brillado con malicia al escuchar las primeras palabras de Voldemort, cuando le daba a elegir la suerte de la castaña: revelar el paradero de Potter o morir.
La joven contuvo el aliento cuando el rubio se acercó hasta pararse enfrente de ella, a unos cuantos metros suficientes como para asestarle una maldición asesina sin margen de error. Ella no podía distinguir ninguna señal en su cara. Todo era frío y duro, sin sentimientos de compasión o repugnancia. Tenia los ojos entrecerrados, como calculando las medidas que tendría que tener el hechizo para impactar en un lugar sumamente doloroso.
Sus miradas se encontraron en el más profundo de los silencios. Como si estuvieran aislados, separados de las miles de personas que se congregaban alrededor para presenciar la muerte de una de las sangre sucias mas despreciadas en el mundo de los magos puros. La garganta de ella pareció bloquearse, tratando aun de tragar la última palabra que había sido pronunciada. Fue plenamente consiente de todo sus órganos, revolviéndose, contrayéndose y agitándose. Se sintió pequeña ante su mirada, insignificante frente a su cuerpo, débil por querer lanzarse a sus brazos, y llorar su destino. Sus piernas temblaron impidiéndole hacer lo que pensaba, y le recordaron que debía ser fuerte, que no se tenia que dejar vencer por ese hombre, que lo único que le enseñó fue a dar amor, pero no a compartirlo. Que la utilizó para divertirse, que nunca le prometió nada y que jamás la hizo hacerse ilusiones. Pero ella simplemente se convenció de que alguien la iba a ayudar, de que ese joven que la había herido por tanto tiempo ahora se encontraba arrepentido y que la sacaría de ese lugar.
Mirándose cara a cara recordó como se había enamorado de él. Nunca hablaron, intercambiaron palabras o pensaron en un futuro juntos. Ella estaba segura que era la única que se había enamorado, la única tonta que había caído en la trampa y se había dejado llevar, perdiendo la cordura por un mortífago.
Fue arrastrada por unos de los mortios mas rudos que se le habían asignado, y fue arrojada sin compasión a los pies de Lord Voldemort. El piso de adoquines le raspó las rodillas, provocando una rajadura en sus pantalones andrajosos. El ambiente era frío, cargado de un magnetismo que solo el mago más oscuro podía lograr; era intimidante, acechante. Las personas alrededor la abucheaban, le gritaban cosas obscenas y humillantes, haciendo que su sangre corriera más deprisa. En cuanto lo vio supo porque estaba ahí. Draco, al costado derecho de la criatura serpientica, posaba su mirada en una esquina vacía de la habitación, con una expresión aparentemente indiferente, pero ella podía notar, aun a esa distancia, su mandíbula apretada, y el latido de su sien.
Las palabras de Lord Voldemort fueron las mismas que decía, ya un tiempo atrás, regularmente. El paradero de Potter, acompañado con un discurso que se proponía asustar a la castaña, con variedad de insultos. Ella lo escuchó con atención, como hacia siempre. Intentó calmarse mientras las letras se arrastraban a través de la inexistente boca del señor oscuro y ya se había preparado para pronunciar la oración que decía siempre al final del cuestionario, pero ese momento fue distinto.
- Entonces tú eliges, el paradero de Potter, o tu vida. – la castaña cerró los ojos. Se lo había esperado, pero nunca imaginó el dolor que con esas palabras vendría.
Ahora se encontraba mirando a Draco cara a cara. Se sentía orgullosa por haber llegado a esa conclusión y haberla expresado con total confianza de que se cumpliría. Moriría en manos del hombre que amaba.
- Asesíname- repitió en voz baja, con los ojos llenos de amor no correspondido, que le taladraron el corazón al rubio, internándose y permaneciendo en su piel.