¡Hola a todos! Este es mi primer fic. Se lo dediqué al pequeño Inuyasha, es decir, el niño tierno y desamparado que sufrió bastante durante su niñez. Alguien debió cuidar de él y enseñarle a pelear. Aquí va:
Pero antes: Inuyasha, Sesshomaru, Kikyo y demás personajes son propiedad de la autora Rumiko Takahashi.
Izayoi había muerto. Varias aldeanas se reunieron en las afueras de su casa y discutieron abiertamente. Dos aldeanas más terminaron de cubrir el cuerpo de la mujer y salieron de la casa.
—¡Qué triste que la señora enfermó tan gravemente! —comentó una de las aldeanas que cubrió el cuerpo.
—¡Y murió muy rápido! ¡No puedo creer que su salud fuera tan débil! —continuó otra aldeana.
—Pero también considera que la señora vivía sola en su casa, con ese..., sin nadie que la pudiera cuidar.
A unos metros de distancia de las aldeanas, cubierto por arbustos y hojas de los árboles, el pequeño híbrido Inuyasha miraba fijamente hacia la dirección en donde se encontraba el cuerpo de su madre; él tenía cabello blanco y largo, unas orejas en lo alto de su cabeza parecidas a las de un perro, ojos color ámbar y ropas rojas. Con la mirada fija recordaba la enfermedad de Izayoi y lo rápido que empeoró; recordaba que no habían tenido dinero para contratar a un curandero y comprar medicinas y, peor aún, recordaba lo impotente que se había sentido él para ayudar a su madre. Al pensar en esto último, los ojos de Inuyasha comenzaron a llenarse de lágrimas y corrió rápidamente en la dirección contraria del cuerpo de su madre, de su casa y de la aldea. Mientras corría, gemía de dolor y desesperación por la pérdida de la única persona que alguna vez le demostró afecto. Se alejaba cada vez más a través del bosque y sólo paró ya muy entrada la noche, cuando sus fuerzas lo abandonaron casi por completo. Encontró un árbol con raíces muy gruesas y decidió dormir ahí.
Unas pocas horas antes del amanecer, un extraño crujido despertó a Inuyasha; de las únicas ventajas de su apariencia era que, gracias a la forma de sus orejas, su audición era más fina al igual que su olfato. Trató de escuchar y olfatear el ambiente: al momento percibió una horrible presencia. De un momento a otro, el árbol donde Inuyasha descansaba se hizo añicos y apareció un enorme monstruo tipo gusano. Inuyasha se paró de un salto y se quedó mirando fijamente al monstruo, totalmente paralizado.
—¡Vaya! ¡Qué suerte la mía! —exclamó el monstruo entre gruñidos—. ¡Un pequeño híbrido!
Inuyasha tragó saliva y apenas podía respirar; era frecuente que se encontrara con monstruos, pero en las veces anteriores todavía tenía un rumbo hacia donde escapar.
—¿Qué te trajo por aquí? —preguntó sarcástico el monstruo—. Sólo una bestia despistada se atreve a dormir en mis territorios ¡Ahora, te comeré!
Dicho esto, el monstruo se abalanzó contra el pequeño híbrido; recuperando de golpe su instinto, Inuyasha saltó y comenzó a huir despavorido del lugar. El monstruo lo seguía de cerca, mientras Inuyasha corría desesperado y gritaba por ayuda. El gusano gigante tiraba árboles y le lanzaba ramas a Inuyasha, quien estuvo a punto de tropezar en numerosas ocasiones y lo único que tenía en mente era correr por su vida. Cuando Inuyasha sentía que en poco tiempo dejaría atrás al monstruo, un enorme árbol milenario con enormes raíces se impuso ante él; el árbol cerraba completamente la vía de escape de Inuyasha.
El monstruo pronto le dio alcance a Inuyasha; el pequeño híbrido se volteó a mirarlo y se recargó en una de las paredes de las enormes raíces, temblando de miedo mientras el monstruo se saboreaba: era el fin de Inuyasha.
—¡Ahora sí! ¡Te comeré! —gritaba el monstruo mientras se abalanzó una vez más sobre Inuyasha. El pequeño niño no pudo hacer más que cerrar fuertemente los ojos para no mirar.
Del cielo apareció un látigo que cortó una parte del enorme monstruo; éste gritó de dolor y volteó a buscar a su agresor.
—¡Quién eres tú!
De donde provino el látigo se podía apreciar ahora una imponente figura de una bestia. A diferencia de las bestias comunes, su forma era casi humana; era muy parecido a Inuyasha nada más que podía flotar y no era un híbrido. Vestía ropas muy elegantes y su cabello era blanco y bastante largo. Inuyasha lo miraba impresionado.
—El híbrido no es asunto de tu incumbencia, ¡lárgate ahora, gusano! —respondió el extraño.
—¡Eres un maldito! —gritaba de furia el gusano en el momento en que se abalanzó contra el sujeto. El extraño entonces enseñó sus garras y de un arañazo desintegró por completo a su agresor; hecho esto, bajó completamente al suelo, de perfil a Inuyasha. El pequeño niño miraba muy impresionado a su nuevo salvador, aún sin poder decir algo.
—Esa basura no está a mi nivel —comentó sarcásticamente el extraño.
El sujeto volteó bruscamente hacia Inuyasha y entonces se miraron fijamente a los ojos; la imponente mirada del extraño desarrolló una sensación de terror en Inuyasha, haciéndolo retroceder unos pasos hacia atrás.
—No tengo pensado matarte, por ahora —contestó secamente el sujeto al mirar la reacción del pequeño niño. Inuyasha dejó de acurrucarse contra la raíz del árbol y tomó una postura de obediencia.
—Tú debes ser el híbrido cuya madre acaba de fallecer, ¿no es así? —el niño asintió con la cabeza y después bajó su mirada, volviendo de nuevo a los tristes recuerdos de su madre.
—¿Cuál es tu nombre? —el extraño interrumpió los pensamientos del niño con un comentario seco. Inuyasha levantó rápidamente la cabeza y se dispuso a responder mientras sentía que le temblaban la mandíbula y las piernas.
—Mi... mi nombre es... Inuyasha.
El sujeto hizo una pausa, donde parecía que estaba pensando en algo. El pequeño híbrido lo miraba con curiosidad y temor a la vez. Pasaron un par de minutos hasta que el extraño volvió a hablar bruscamente.
—¡Muy bien, Inuyasha! si no quieres morir, es mejor que vengas conmigo; a pesar de ser un asqueroso híbrido, parece ser que heredaste por lo menos un poco de la habilidad de tu padre. Yo te voy a enseñar a sacar todo tu potencial para que me demuestres de qué estás hecho. Si no aceptas, por mí puedes quedarte aquí a que te devoren los demás monstruos. ¡Tú decides si me sigues o no!
Dicho esto, el extraño levantó el vuelo con intención de alejarse del lugar; Inuyasha corrió hacia su dirección e intentó alcanzarlo, pero sus habilidades no se lo permitían. Al saber que si no seguía al sujeto moriría en manos de cualquier otro monstruo, Inuyasha se armó de valor y le gritó al extraño.
—¡Espéreme, señor!
El extraño detuvo su vuelo y miró de reojo hacia donde estaba Inuyasha.
—¡Qué es lo que pasa! —contestó fríamente.
Inuyasha se llenó de temor y tímidamente intentó explicar.
—¡D... discúlpeme, señor! Es que yo... no sé volar.
El sujeto no hizo ningún comentario. Después de unos segundos volvió a bajar al suelo y reanudó su marcha a pie.
—Más te vale que me sigas el paso porque si no, no te pienso esperar. Yo no me compadezco de los débiles —respondió brevemente el extraño, siempre con una actitud fría y dura hacia el pequeño.
—S... sí, señor. —contestó Inuyasha de manera muy obediente.
Comenzaron a caminar sobre una vereda despejada de árboles; el sujeto por enfrente y el pequeño híbrido unos pasos atrás. El sol comenzaba a brillar y los pájaros anunciaban el alba. Después de pensarlo y darle vueltas varias veces, Inuyasha se armó de nuevo de valor y se dirigió hacia el extraño.
—D... disculpe, señor: ¿me podría decir su nombre?
El sujeto lo miró fríamente de reojo y volvió a mirar hacia el frente. Después de unos segundos le dio una rápida y breve respuesta.
—Mi nombre es "el gran Sesshomaru".
Inuyasha estaba totalmente admirado; su salvador era una bestia muy poderosa que se llamaba "gran Sesshomaru"; desde la perspectiva de Inuyasha, este monstruo era quizás el más poderoso de todos y aún así había detenido su travesía para salvar a un despreciable "mitad bestia" como él. Los sentimientos de Inuyasha eran ahora una mezcla entre alegría y respeto: de un momento a otro llegó a visualizar a este imponente sujeto como él hubiera querido que fuera su padre, de haberlo conocido alguna vez. Por primera vez en su vida se sintió totalmente seguro, incluso más que con su difunta madre. La bestia y la "mitad bestia" continuaron así el trayecto por las montañas.
Hasta aquí dejo esta parte. Continúo luego con el capítulo 2.
