DISCLAIMER: Dragon Ball y sus personajes pertenecen a Akira Toriyama.
No fue por orgullo
Había sido siempre igual: conquistar, vencer y tomar. Gritos, miradas aterradas y cabezas gachas, conocedoras por adelantado del destino que les aguardaba cada vez ponía un pie en su planeta.
Esclavitud y muerte eran dos palabras que solían acompañar su nombre en rincones lejanos de la galaxia: Vegeta, el Príncipe de la muerte.
Vegeta había asumido que sería así como terminarían sus días: él sería el emperador dentro de ese mundo de terror y poder una vez que derrotara a Freezer, o moriría en el intento.
Jamás hubiese pensado, ni delirando, en que iba a terminar viviendo en aquel planeta, que terminaría peleando en el mismo bando que un clase baja, ni viviendo según las costumbres humanas.
Mucho menos hubiese pensado que su vida sería sacudida hasta sus cimientos por un huracán capaz de arrasar con todo. Definitivamente se habría reído en la cara del idiota que le hubiese dicho que ese huracán vendría además con una versión en miniatura de sí mismo: un permanente recuerdo de su propia gélida mirada.
Hubiese destruido de un solo ataque al que se hubiese atrevido a insinuar que él, orgulloso último Príncipe de tan poderosa raza, terminaría disfrutando del placer de una deliciosa barbacoa en el jardín después de una tarde de entrenamiento; de una batalla verbal con esa desquiciada terrícola, para luego reestablecer la paz al tenerla desnuda entre sus brazos. Incluso disfrutaba secretamente con las locuras de esa mujer, y aunque jamás lo reconocería, disfrutaba de sobremanera con la idea de que ella era su mujer.
Y aunque la mera existencia de Trunks era algo que aún lo confundía, también disfrutaba de él. Pese a que Trunks significaba que tenía un vínculo con esa vida terrícola de forma definitiva, disfrutaba enseñándole a pelear. En silencio, le gustaba ver cómo se fortalecía y aunque detestaba cómo su parte humana ganaba terreno, también se enorgullecía de la fiereza de sus ojos.
Y es que ¿qué había sido él, antes de esta vida, si no un príncipe vejado y vencido? Desterrado a la fuerza de la vida para la que había nacido. Poseedor de un poder inmenso, pero vacío. No había en su existencia más que orgullo y venganza. No conocía otro móvil más que la furia.
Entonces ¿qué era eso tan distinto que lo motivaba ahora a tomar tan drástica decisión? Se había movido por puro instinto, pero esta vez no de sobreviviencia, si no de protección.
No era la primera vez en su vida que se enfrentaba a la muerte, pero sí la primera que lo hacía para proteger algo más, algo valioso. Algo por lo que valía la pena morir.
En esas extrañas personas que eran su mujer y su hijo, incluso junto a quien había sido su mayor enemigo, había encontrado algo cuya existencia no había comprendido antes.
Después de abrazar a Trunks por primera y última vez y despedirse en silencio de todos ellos, estaba listo para morir.
No moriría por orgullo ni por el mero afán de destruir al enemigo. Moriría porque tenía la esperanza de que Bulma y Trunks vivirían. Porque necesitaba darles a ellos esa oportunidad, porque ellos le habían dado a él aquello que jamás creyó necesitaría conocer, pero que, sin embargo, lo había salvado del infierno al que había nacido condenado: ellos le enseñaron a creer en la esperanza de una vida diferente.
Por esa esperanza es que moriría con una sonrisa. Y se llevaría con él al infeliz que los amenazaba.
¡Hola! dejo aquí este no tan pequeño drabble. La verdad he estado cortísima de tiempo para escribir, y aunque tengo mil ideas en la cabeza no he podido hacer nada. Pero cuando vi la temática del reto de esta semana y la imagen que usaron ¡no pude evitarlo!
Espero les guste!
