Disclaimer: Los personajes no son mios, pertenecen a mamá Rowling. La historia, sin embargo, si es de mi autoría.
Así que, volví, y espero que esta vez sea para quedarme. Sé que soy una persona muy inconsistente, y es algo con lo que estoy trabajando, pero ahora les prometo que terminare esta historia. Palabra de niña exploradora.
Honestamente, tengo ya la idea de como ira esta historia (lo que no ha sido el caso de millones de otras que he fallado en terminar), y estoy determinada a terminarla por completo, repito. Sé que es sorpresivo (¿tu? ¿terminando la historia? pf) Yo opino lo mismo, pero veremos a donde nos lleva esto ;)
Y se aceptan reprimendas de cualquier tipo, que son las que más ayudan para escribir (que me asustan, vamos). Así que, les deseo suerte, ¡nos vemos!
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La biblioteca
"Although I laugh and I act like a clown, beneath this mask I am wearing a frown".
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Intentaba hacer como si no se hallara ahí, de verdad lo hacía, pero era una batalla perdida y ella lo sabía muy bien.
Cerró los ojos e imaginó que esa excusa de chico —tan arrogante, y déspota, un bromista desobligado que disfrutaba de hacer sufrir a los demás y utilizar su encanto para salirse con la suya— no estaba frente a ella. Pero cuando volvió a mirar ahí seguía, con sus ojos avellana enmarcados por un par de gafas que descansaban sobre su larga nariz y su indomable cabello negro; invadiendo el único lugar donde era capaz de encontrar algo de paz en sus agitados días.
La biblioteca.
Aun no acababa de entender la razón de que se encontrara en ese específico lugar. Es decir, excluyendo aquella vez en cuarto año cuando hicieron pedazos al menos la mitad de ella, jamás lo había visto poner pie de forma voluntaria en ese lugar, un templo consagrado lleno de libros repletos de conocimiento.
Claro que eso se encontraba ahora en el pasado porque, ¡por las barbas plateadas de Merlín!, el muy presumido y arrogante ni siquiera había tocado un solo libro durante los varios días que llevaba repitiendo esa misma rutina. Tan solo se sentaba, cerca de ella pero lo suficiente para asegurarse de que su integridad física estaba fuera de peligro —había algo en él que despertaba su vena sádica—, mirándola.
¡Y es que ella no lo podía soportar! Pues lo único que hacía era observar con detenimiento cada uno de los movimientos de la pelirroja con esa tonta sonrisilla de suficiencia en el rostro y el aire de despreocupación que tan solo él era capaz de evocar.
Lily entrecerró sus centelleantes ojos y bajó la mirada hacia el libro que descansaba sobre la dura mesa frente a ella, el cual se hallaba abierto en la misma página desde hacía casi diez minutos, aunque le parecía que había pasado ya una eternidad y más. Estrujó su largo cabello entre sus manos y bufó indignada.
Su madre muchas veces se lo había dicho "los chicos te causarán incontables dolores de cabeza; ya verás que te acordarás de mí en un futuro." Y cuánta razón había tenido la señora Evans, ya que si de algo estaba segura su hija era que no existía alguien en todo el universo que le causara quebraderos de cabeza como Potter.
Tomó un pergamino llenó de manchones de su bolsa y comenzó a escribir en el con el rostro enfurruñado, remarcando con fuerza la pluma.
¿Cuál es tu maldito problema, Potter? Leyó James la estilizada cursiva de la pelirroja con una sonrisa torcida, después de que esta le tirara el pergamino, arrugado hasta formar una pequeña bola, a la cabeza con exactitud inesperada.
¿Qué pasa, Lily? No te pongas así; además de que ahora no tengo ni la menor idea de que es a lo que te refieres, lindura. Respondió él, teniendo la delicadeza de apuntar al libro abierto, aun en la misma página, en el que sus ojos estaban fijos.
No me pongas esa cara de mosquita muerta, Potter, que lo único que causa en mi es asco. Y para ti, yo soy Evans, recuérdalo, solo mis amigos pueden llamarme Lily. Y si me llamas lindura de nuevo... bueno, digamos que no creo que te veas muy lindo con un ojo morado. Escribió con rapidez, remarcando con más fuerza de la necesaria la palabra amigos.
Miró con insistencia al de cabello negro, después de algunos minutos, al darse cuenta de que no le respondía todavía. — ¿Ahora qué tienes, Potter? —le dijo al notar que sus ojos seguían fijos en el pergamino, aunque su mirada estaba desenfocada, como si en realidad no lo leyera.
—Entonces, esto quiere decir... ¿Qué yo no soy tu amigo? —preguntó mirándola a los ojos de una forma que, extrañamente, le recordaba a un lindo e inocente cervatillo, aunque de lindo e inocente no tenía nada. Mas James Potter ya no tenía ese brillo pícaro y de astucia en sus ojos, ese rasgo que tanto le caracterizaba, sino que ahora lo único que parecía haber en ellos era tristeza, desilusión e incluso ¿dolor?
Lily suspiró. No tenía ni la menor idea de cómo se suponía que debía responder a esa exacta pregunta.
No había conocido antes a chico que le irritara tanto como él, y esperaba no hacerlo tanto, con cualquier cosa que hacía. Detestaba tener que rechazar cada una de sus ridículas e insistentes invitaciones a salir, peticiones para ser la madre de sus hijos, entre otras cosas; además de su actitud arrogante e insoportable, yendo por el mundo como si le perteneciera y todo el que se le cruzara por el camino tuviera que adorarle. Lo que aborrecía.
Y sí, admitía que era de lo más divertido rechazarle y pisotear su ego, ver su cara de decepción y mandarlo a volar con un duro "ni muerta, Potter."
Aunque... ese año había cambiado. No se había transformado en un chico modelo de la noche a la mañana —llamarlo un milagro sería quedarse corto— pero no era ya el mismo que no la dejaba en paz durante su quinto año. O quizá se estaba haciendo mejor en evitarlo. Ya no lanzaba maldiciones a cualquiera que dijera la cosa incorrecta o tan solo se le cruzara mientras estaba aburrido, e incluso la cantidad de bromas había ido descendiendo poco a poco.
—Bien... digamos que eres un conocido particularmente irritante que, de alguna extraña manera, podría ser categorizado como un amigo —le respondió, tratando de hacer que su voz sonara tan indiferente como fuera posible —. Pero no por eso tienes el derecho de llamarme Lily —terminó de decir con una pequeña sonrisa de suficiencia jugueteando entre sus labios rosados mientras cruzaba sus brazos bajo su pecho.
Ese brillo volvió a los ojos de Potter como si nunca hubiera desaparecido de ellos, y ahora volvía a lucir su arrogante sonrisa torcida y sus brazos se hallaban detrás de su nuca como la viva imagen de la despreocupación, como si durante todo ese tiempo hubiera sabido con antelación lo que Lily diría.
—Jamás habría esperado menos de ti, Evans.
La chica, después de sonreírle y rodar los ojos ante el beso que le lanzó, decidió que lo mejor era ignorarlo y concentrarse en su ejemplar de Historia de Magia, del cual debía hacer un detallado reporte; aunque una tarea tan sencilla como leer podía tornarse en todo un reto cuando el líder no-oficial de los merodeadores —especialistas en toda clase de bromas y sortilegios usados, en general, para hacer reír a algunos y atormentar a muchos— se hallaba cerca.
—Hey, Evans, ¿qué me dices de esta noche, solos tú y yo, en mi habitación, compartiendo nuestro calor corporal bajo la luz de las velas y las estrellas? —le dijo al oído con esa misma sonrisa torcida y una confianza que tan solo él era capaz de mantener después de innumerables negativas.
Y es que James Potter, como él mismo lo decía, jamás se rendía.
Lily cerró los ojos y contó mentalmente hasta diez, ignorando la forma en que sus labios trazaban formas imaginarias por su cuello y mandíbula y sus mejillas se coloreaban de escarlata. —Déjame pensarlo por un segundo, Potter —meditó, levantándose y acercándose mucho a James; ambos pechos estaban juntos y se elevaban al compás de sus respiraciones, sus labios a punto de rozarse —. ¡En tus sueños, idiota malnacido! —le chilló al oído después de morder su cuello; le miró a los ojos una última vez y tomó su libro, alejándose con paso presuroso.
—Cuenta con eso, lindura —exclamó con el volumen justo de voz para asegurarse de que la prefecta le escuchara, su sonrisa se ensanchó al escuchar el gemido de frustración que le era tan inconfundible como atrayente después de tantos años de provocarlo; aunque estaba segura de que dentro de no mucho ocasionaría en ella otro tipo de gemidos.
Soltó una fuerte carcajada y se dio la vuelta, saliendo de ese lugar que nunca habría llegado a pisar de no ser por Lily Evans, y silbando alegremente se fue caminando a su habitación con paso inconsistente, ya que se hallaba en medio de un problema que necesitaría una larga ducha fría para arreglarse.
¡Hola de nuevo! Espero que les haya gustado, porque tengo muchas ilusiones con esta historia. He trabajado muy duro con ella, y trata sobre mi pareja favorita, y me he encariñado tanto con estos personajes... So, espero que me den su opinión, no importa cual sea, en un review, ¡besos!
Mi unica recompensa son sus reviews, ¡asi que definitivamente no me quejare si me dejan uno!
-A.
