Disclaimer: Todos los personajes reconocidos y el universo de Harry Potter pertenece a JK Rowling y Warner Bros. La historia está inspirada en la película "10 things I hate about you", que al mismo tiempo está basada en "La fierecilla domada" de William Shakespeare, la trama no pertenece solo la utilizo sin fines de lucro para mi deleite personal, y compartirlo en esta comunidad.
La fierecilla domada
By: StefaníaPotter
Un grito masculino a primera hora de la mañana, había escandalizado a toda la torre de Gryffindor, haciendo despertar a todos los alumnos molestos de edades de entre 11 y 18 años; esta casa se diferenciaba en las demás por una característica que poseían todos sus integrantes, la valentía. Pero había un chico en especial de último año el cual sería aclamado por todos los demás, llevando a cabo el mayor reto al que se hubiera atrevido cualquiera en los últimos años.
Peter Pettigrew se había despertado esa mañana con una pequeña broma por parte de sus compañeros de habitación y de curso. Se habían encargado de esconder debajo de su cama una criatura mágica de forma indefinida, en realidad, nadie sabía la verdadera apariencia de un Boggart debido a que se transformaba en lo que más teme una persona. La cama de Peter se había llenado de pequeñas arañas por todas partes que habían hecho gritar al chico.
Al otro lado de la habitación, dos chicos se desternillaban de risa, sujetando su barriga con las manos, uno acostado en una cama y el otro se había recargado en una pared hasta deslizarse hasta el suelo. El tercer chico, de cabello rubio castaño, se había colocado frente al pequeño Peter, que se encontraba paralizado del miedo sin ser capaz siquiera de moverse. Casi instantáneamente las arañas de habían comprimido en un ser único con forma de luna llena, Remus Lupin había levantado su varita con decisión murmurando:
—¡Riddikulus!
De repente, la gran luna llena se había convertido en un queso con una sonrisa para después desaparecer nuevamente debajo de la cama. Remus suspiró aliviado y se giró hacia el más pequeño del grupo, que seguía paralizado en medio de la habitación aunque ya respirando con normalidad.
—Tranquilo, Peter —murmuró poniendo su mano en el hombro, ignorando aún las carcajadas de los morenos que permanecían al fondo de la habitación. —No volverá en algún tiempo.
—¿P-por qué tiene que estar debajo de mi cama? —preguntó aún tembloroso.
—No sé— respondió Remus sarcástico mirando a sus amigos, —pregúntale a esos dos.
El moreno que estaba en el suelo trató de calmarse dando respiraciones profundas, mientras se sobaba con una mano el pecho. Sus ojos eran plateados cual mercurio, con largos cabellos negros contorneando su cara.
—No pudo haber empezado el día mejor —sonrió Sirius Black aún con las risas de su compañero.
—¡Calmados, ya! —gritó Remus enojado, siendo la voz de la razón del grupo como siempre lo era. —James, cállate. Comiencen a cambiarse que se nos hará tarde.
Remus Lupin presumía de ser el chico de séptimo año más inteligente y racional de Gryffindor. Siempre estudiaba y gustaba mucho de leer, se esforzaba de sobremanera en las clases y tenía buena conducta, pero si había algo en lo que realmente había fallado; era en el amor. Por años había estado enamorado de una chica de quinto año, la jovencita más bonita del colegio, admirada por muchos y envidiada por otras, la manzana de la discordia en cualquier grupo de amigos. La chica más popular del colegio, la cual nunca se había fijado en él. Remus trataba de ser atento y siempre estar ahí para cuando lo necesitara, pero cuando era requerido, había una fila de quinientos varones delante de él para ofrecer su ayuda a Emma Carter.
Los merodeadores, como se hacían llamar estaba en la misma casa que Emma Carter, sin embargo, ella no les prestaba mucha atención cuando coincidían en la sala común o en el gran comedor, realmente, Emma a donde quiera que fuera, siempre llevaba un grupo alrededor de ella que la acompañaban a sol y a sombra. Por otro lado, y tal vez esa era la razón por la que atraía abejas cual panal, nunca había tenido novio, ni había salido con nadie. Todos los chicos de Hogwarts, se disputaban por quién sería el primer chico que llevaría a la cama a Emma Carter; a quién pertenecería su primer beso, quién sería el primero en conquistarla y, como otros quinientos Remus estaba parado en la fila esperando ser tomado en cuenta.
—Cierra la boca, Lunático, —había dicho Sirius cuando se encontraban en el gran comedor tentadoramente cerca de ella, —se te caerá la avena.
—¡Dios mío! ¿Por qué es tan hermosa? —replicó este ignorado al moreno.
—No pasa nada, ignórame —murmuró Sirius por lo bajo.
—Si realmente te gusta, Remus —habló por primera vez James Potter, —deberías acércate a ella y decirle algo, lo que sea, tal vez si le dices una palabra sabrá que existes —sonrió pícaro.
—Chicas como ella —intervino Sirius —están estratégicamente diseñadas para que atraer a los hombres como abejas. No parece muy lista, pero debajo de toda esa cabeza hueca y falda corta está una chica que sabe exactamente lo que le gusta a un hombre. Ahí está el misterio de Emma Carter, sabe que para casi terminar su quinto año, habrá demasiados hombres con mucha testosterona que harían lo que sea para compartir un segundo de su tiempo, con una chica como ella.
—Por supuesto, —sonrió James apoyando a su mejor amigo —si yo fuera Emma Carter me aprovecharía de todos esos ingratos para que me hicieran las tareas, obtener cosas que quiero gratis, tal vez que alguien se ofreciera a pasearme en su escoba...
—¡James! —enfureció Remus colorado hasta las orejas.
Los otros dos rieron entendiendo perfectamente la broma de James.
—El punto es —agregó aún sonriendo— que es nuestro último año, Lunático, si alguna vez soñaste con tener una oportunidad con Carter es el momento de hacerlo. Dentro de unos meses no tendrás esa oportunidad y te lamentarás diciendo: ¿Por qué no lo intente? ¡Oh, James! ¿Por qué no fuiste lo suficiente cabrón para convencerme? ¡Oh, James! ¿Por qué no...?
—Ya, ya, ya —interrumpió el rubio con gesto molesto, —entiendo lo que quieres decir.
—Además tiene razón, Lunático —agregó Sirius —no perderías nada con intentarlo, has estado tan jodidamente enamorado de ella desde tercero que ya es hora, realmente es el momento.
—No lo sé, chicos —se acongojó Remus bajando la mirada a la avena, —no me gustaría que me rechazara.
—¡Por favor, Cabrón! Aquí estamos nosotros para ayudarte.
James Potter se caracterizaba por ser un chico bastante impulsivo, en ocasiones decía las cosas sin pensar, y actuaba de la manera en que a él le convenía para conseguir cosas a su favor. No se podía decir realmente que era un chico feo, la verdad era muy atractivo y había muchas chicas que apoyarían este argumento; sin embargo y pese a su inminente popularidad, no era una persona con muchos amigos, esto se debía principalmente a que junto a sus tres amigos habían formado un grupo llamado "Los Merodeadores", nombrándose así por siempre andar deambulando por el castillo gastando bromas pesadas a las personas que no les agradaban. Esto provocaba el miedo de muchos estudiantes de hacer cualquier cosa que molestara a James Potter, y este se vengara de la manera en que sabía hacerlo. Se decía muchas cosas sobre él por los pasillos, chismes y cotilleo era el tema favorito del sector femenino de Hogwarts, y James sin duda, era el intocable de los Merodeadores. El chico guapo pero indiferente que no le tomaba más importancia a nadie, más que a sus amigos y a sí mismo.
Por otro lado estaba Sirius, el parlanchín del grupo, seductoramente atractivo y también muy popular por su obsesión por las mujeres. En muchas ocasiones habían intentado que sentara cabeza, y había una larga lista de chicas que admitían haberlo intentado, sin embargo, Sirius Black era conocido como "El Soltero Eterno", brincando de cama en cama y chantajeando a las chicas para conseguir lo que quería de ellas.
—¿Ayudarme? ¿Ustedes? —brincó Remus sarcástico. —Por favor, a ver, díganme, ¿alguna vez han estado enamorados?
Sirius y James se miraron uno al otro preguntándose en silencio de que hablaba el rubio. Remus se limitó a voltear los ojos y tratar de explicarles.
—Es muy diferente cuando quieres seducir a alguien, y cuando planeas tener una relación.
Ambos morenos intercambiaron miradas nuevamente sin comprender.
—¿Es real, chicos? —suspiró Remus molesto.
—Deberías de prestarles ese libro muggle que tienes en el baúl, —opinó Peter hablando por primera vez después de haberse atascado de avena y jugo de calabaza. —Orgullo y perjuicio.
—Prejuicio, Colagusano, prejuicio, —corrigió sobándose la cien demostrando que nuevamente estaban acabando con su paciencia. —Chicos, no importa, ¿de acuerdo? Hoy me acercaré a ella en la biblioteca.
Por otro lado, también en la mesa de Gryffindor se encontraba una hermosa chica pelirroja de largos cabellos hasta la cadera, y unos expresivos ojos verdes delineados con un encendido color negro que, contrastaba perfectamente con el tono blanco de su piel. Su nombre era Lily Evans, y aunque muy hermosa, era considerada una machorra.
—Tal vez el profesor Dumbledore debería hacer algo en Hogwarts que nos ayudara en Transformaciones, —decía la pelirroja a su única y mejor amiga, —un nuevo método de enseñanza donde se basara en el aprendizaje empírico. Primero aprender por imitación, practicar, practicar hasta que llegáramos a un punto en el que los conocimientos se encuentren tan dentro de nuestro cerebro que, se volviera como un mecanismo o tal vez un instinto básico en...
No había ninguna duda de que Lily Evans hablaba hasta por los codos, de algo que a la mayoría de la gente ni siquiera le importaba, Susan Parker era la mejor amiga de la pelirroja, y aunque la mayoría de las veces le interesaba el tema de conversación, había ocasiones en las que no encontraba el punto central de todo el argumento que Lily planteaba, hasta llegar a distraerse en algún punto del Gran Comedor que casi siempre era donde Los Merodeadores se encontraban sentados. Desde quinto año se sentía fuertemente atraída por el merodeador más guapo del grupo, Sirius Black le había robado el aliento más de una vez, pero no se atrevía a decirle a su mejor amiga que se encontraba coladita por el moreno pues era el mayor rompecorazones de la historia de Hogwarts; aunque la verdadera razón era porque no quería decirle que le gustaba el mismo chico que le gustaba a todas las chicas del colegio. Lily estaba chiflada por los estereotipos, y se había encargado por todos esos años en luchar contra la corriente. El hecho de que le gustara Sirius Black se había vuelto un cliché en Hogwarts, y si había algo que le molestará a Lily, definitivamente era eso, seguir a la multitud.
—¿Me estas escuchando, Susan? —preguntó Lily distrayendo la atención de la rubia.
—Sí, sí —dijo poniéndose de pie, notando que Los Merodeadores salían del Gran Comedor, —deberíamos irnos ya, McGonagall no acepta retardos.
La pelirroja suspiró molesta. Transformaciones era la clase que peor se le daba y parecía que la profesora McGonagall la traía con ella de algún modo malévolo que sólo le causaba problemas. Para no terminar peor aquella clase la compartían con sus queridísimos Slytherin.
La clase de transformaciones se encontraba en el pasillo norte del segundo piso dirigiéndose al ala oeste, era un lugar muy fácil de encontrar y también muy transitado por los alumnos pues a unos pocos pasos se encontraban los sanitarios del segundo piso. Lily siempre había pensado que no había razón aparente para llegar tarde, pero al parecer, James Potter no pensaba lo mismo.
La clase había iniciado diez minutos atrás con McGonagall dando una lección sobre la práctica de transformaciones sin varita, sin embargo, James se la había saltado pues pensaba que era muy aburrido. Había entrado irrumpiendo en la clase con retardo y con una muy buena excusa.
—Lo siento, profesora, —había dicho asomando solamente su atractivo rostro por la puerta de entrada, —parece que las calabazas del desayuno no se encontraban en muy buen estado, tuve que correr al baño. Era de suma urgencia, espero que usted lo comprenda. —Y acto seguido, le guiña un ojo descaradamente.
McGonagall frunce los labios molesta y lo deja entrar sin otra opción. James corre a sentarse en el único lugar vacío en la primera fila, junto a su mejor amigo y la profesora continua con la clase.
Lily se gira a Susan, la cual se encuentra medio dormida a su lado con su mano deteniendo su cabeza apoyada en el escritorio, con claras señas de que la clase le importaba un comino.
—Alguien debería darle una lección a ese chaval para que aprendiera donde...
—Señorita Evans, —la llamó la profesora McGonagall a medio discurso.
La pelirroja giró su cabeza en dirección al frente con una mirada desafiante.
—¿Si?
—¿Quién puede lograr magia sin varita? —pregunta con voz recia y mirada dura.
—Cualquiera, por supuesto, un claro ejemplo son los niños magos que hacen magia incluso antes de saber que lo son, —dijo segura —pero esta magia es muy volátil y solamente un mago muy poderoso y disciplinado, podría lograr los hechizos con eficacia.
—Señorita Evans, estamos en la clase de transformaciones no de encantamientos, —gruñó —fuera de mi clase.
—Pero...
—¡Fuera!
Lily un poco confundida aunque no sorprendida, tomó sus cosas y se apresuró a dejar el aula frente a las miradas burlonas de sus compañeros de Gryffindor. Pateó a un Slytherin mientras iba saliendo porque este parecía estarse riendo, para la no-sorpresa de sus compañeros. Lily Evans era considera una machorra, ya que en ocasiones se ponía al mismo nivel que los hombres golpeándolos de manera muggle y hechizándolos.
—¡Evans! —gritó McGonagall dándose cuenta de lo que había ocurrido. —Vaya con el profesor Dumbledore.
La pelirroja suspiró cansada de la misma situación, y arrastrando los pies salió del aula diciéndose a un lugar ya bien conocido. El trayecto se lo sabía de memoria, y en unos pocos minutos dijo la contraseña para que la gran gargola comenzara a girar, dándole paso a unas escaleras en forma de caracol que la llevarían hasta la puerta del despachos del director. Tocó dos veces como era costumbre y la recibió un "adelante".
El profesor Dumbledore la estaba esperando detrás de su escritorio con los lentes de media luna deslizándose por su larga nariz, mientras escribía con una pluma de Fénix apresuradamente en un pergamino. Lily se dirigió a la silla que estaba frente al escritorio y se sentó ahí por unos minutos, mientras el excéntrico director terminaba su carta. Tomó uno de los caramelos que estaban en un recipiente y lo saboreó con la lengua cuando Dumbledore levantó la cabeza penetrándola con sus ojos azules.
—¿Un sinónimo de rápido?— preguntó.
Lily permaneció en silencio pensando.
—Apresuradamente, véloz, breve— decía el director desechando cada respuesta.
—¿Qué le parece diligente? —anunció Lily.
—Di-li-gen-te —repitió el hombre de larga barba. —Perfecto —sonrió en su dirección y escribió apresuradamente la palabra.
La pelirroja continuó observando sus uñas pintadas de negro por unos minutos más, hasta que el director finalizó su carta con una firma bastante elaborada.
—Entonces, señorita Evans, ha cuestionado nuevamente los métodos de la profesora McGonagall, —dijo Dumbledore buscando algo dentro de los cajones del escritorio.
—¡No! Yo sólo...
—No es pregunta —aseguró sobriamente. —El señor Button ya se encuentra fuera de peligro si le interesa, él parecía muy afectado por casi la pérdida del testículo. Pero ayer me informaron que la operación resulto bien. ¿Dónde está?— dijo lo último hablando para sí mismo.
Lily sonrió complacida de la información sobre Davis Button, un chico que la había molestado dos semanas atrás y se había llevado su merecido. Claro que se llevó una semana de castigo limpiando la sala de trofeos, pero bien valía la pena después de que Button la hubiera llamado "marimacho".
—Tal vez debería considerar ser más amable con las personas, señorita Evans —dijo el director aún batiendo con una mano el cajón— Adelante, señor Potter.
James Potter abrió la puerta con una cara confundida, aún no entendía como hacía Dumbledore para saber cuándo se encontraba detrás de la puerta oyendo la conversación. Casualmente, siempre lo mandaba McGonagall con el director minutos después de haber sacado a Evans; y ese era la única cosa que tal vez tenían en común, además de ser del mismo grupo.
—Lo pensaré —dijo Lily con una sonrisa, y se apresuró a salir del despacho pasando al lado de James, como era cada Lunes y Jueves.
Esa misma tarde, como Remus Lupin había prometido se dirigió a la biblioteca repasando mentalmente lo que le diría a Emma Carter cuando se encontrara frente a ella. Tenía planeado sentarse en su mesa y comenzar a platicar con alguna de sus amigas hasta que ella participara en la conversación, entonces cambiaría la atención hacia Emma. Platicarían por largas horas y después la invitaría a Hogsmade.
Con cada paso que daba, iba perdiendo valor incluso pensó en declinar la idea y quedarse en la zona de confort; pero sus amigos tenían razón, llevaba mucho tiempo enamorado de ella como para perder la oportunidad por cobardía. Cuando llegó a la biblioteca cual fue su sorpresa que ahí estaba Emma Evans, pero por primera vez no se encontraba con su grupo de amigos rodeándola. No, ella estaba sola leyendo un libro de Defensa, la clase que mejor se le daba a él. Oh. Era el destino. No encontraría una mejor oportunidad para hablarle y entablar una conversación.
Se sentó en la misma mesa que ella, aunque esta ni se inmutó, estaba tan absorta en el libro que ni siquiera notó cuando Remus casi cae de la silla por los nervios. Su castaño cabello le caía a ambos lados de la cara cubriendo sus orejas, sus ojos miel estaban fijos en las letras, mientras agitaba rápidamente las largas pestañas por la vista cansada; su rostro en esa posición se veía tan adorable pues sus sonrosadas mejillas parecían a punto de explotar, mientras se mordía los rojos labios. A esa distancia era fácil ver porqué era considerada la chica más guapa Hogwarts.
Sus manos acariciaban la esquina superior de la hoja ansiosa por pasar a la siguiente, pero parecía estar teniendo problemas pues una adorable arruga se había formado en su frente. Remus jamás la había visto de tan cerca, jamás había notado las pequeñas pecas de adornaban su nariz ni lo sexy que resultaba su lengua que de vez en cuando humedecía sus labios.
Llevaba el mismo libro que ella, así que se apresuró a sacarlo y comenzar a leer el mismo capítulo que sabía que ella repasaba. Trató de concentrarse y leer una sola palabra, pero su cabeza lo traicionaba estando sólo al pendiente de cualquier movimiento que la chica frente a él hiciera.
Emma parecía aburrida, levantó los ojos de las páginas notando por primera vez que alguien se encontraba tan cerca de ella. Remus sintió su estómago bajar a sus intestinos cuando ella lo miró.
—¿Lees Hechizos de Autodefensa? —preguntó con voz suave Emma Evans.
El rubio se acomodó mejor en la silla antes de levantar la mirada, y encontrarse con los hipnotizantes ojos de ella, esos ojos claros que contrastaban con su piel olivacea.
—Así es.
—¿Podrías ayudarme? —sonrió suavemente la chica, sabiendo que esa sonrisa lo derretiría, —tengo problemas con este tema.
—Por supuesto —sonrió también Remus nervioso. —No te preocupes, Defensa es mi mejor clase.
—Te lo agradezco.
Su mirada era dulce pero provocadora, se puso de pie con un movimiento exquisito para acomodar la silla al lado de Remus, el cual se le pusieron los pelos de punta al notar lo cerca que se había colocado, incluso podía oler su perfume a vainilla.
—Dime una cosa, ¿por qué nunca te había visto? —preguntó esta mirándolo por debajo de las pestañas.
—Ammm... soy difícil de notar detrás de James y Sirius —aseguró este sin dejar de mirar esos ojos miel.
—No me digas, ¿los merodeadores? —preguntó abriendo su pequeña boca con la sorpresa. —Eres Remus Lupin, ¿cierto?
"Sabe mi nombre, sabe mi nombre" repetía Remus en su cabeza viéndose a sí mismo saltar de felicidad.
—Eh… sí.
—Mucho gusto, Remus... ¿puedo llamarte Remus? —Este asintió con una sonrisa tonta tomando la delicada mano que ella le ofrecía. —Soy Emma Carter, seguramente conoces a mi prima está en tu curso, Lily.
Remus recordó a la ruda chica que parecía tener una afición por el color negro, se detuvo a pensar en la vez que le había lanzado un hechizo silenciador a Sirius, para que "callara la maldita mierda que estaba escupiendo", palabras textuales de ella durante un examen de pociones.
—Todos saben quién es —aseguró Remus.
—Lo siento.
—¿Eh?
—Todos lo dicen con ese tono —Emma parecía apenada. —siento lo que sea que mi prima te haya hecho, es muy impulsiva y hasta agresiva.
Remus sonrió.
—No, no te preocupes, a mí no me ha hecho nada. Pero sí a mi amigo Sirius.
—Lo siento —sonrió aún apenada —no sé cómo compensarte.
El rubio había escuchado comentarios de lo tonta y hueca que era Emma Carter, se decía que sólo estaba interesada en la moda, el maquillaje y los chismes, sin embargo, no le dio esa impresión. Sólo le transmitía una inmensa ternura y ganas de cerrar esa pequeña boca con un beso.
—Sé cómo podrías hacerlo, —se animó Remus hablando aunque con voz temblorosa, —acompañándome en la próxima salida a Hogsmade.
La cara de Emma fue un poema, y por un momento pensó que la había cagado, pero cuando ella sonrió de lado, supo que todo estaba bien.
—Una vez más lo siento, no puedo salir —dijo, —quiero decir, más bien, no me dejan salir.
—¿Eh? —se extrañó Remus sin comprender.
—Mi padre tiene la idea de que aún soy muy joven para tener citas, así que me ha puesto la condición de que saldré solamente si mi prima también lo hace, así que...— enchuecó la boca, —primero debe salir Lily antes de yo tener una cita. Sé que es tonto y que estando en Hogwarts mi padre no lo sabría, pero créeme. Lo sabrá. Cada vez que me ven mucho tiempo con un chico me manda lechuzas y vociferadores diciéndome que no puedo tener una cita. Es realmente vergonzoso recibirlos y salir corriendo del Gran Comedor antes de que estalle en mi cara.
—Oh pues...— murmuró Remus sin saber que decir.
Pasó cerca de dos horas asesorando a Emma en Defensa Contra las Artes Oscuras pero nunca se sacó de la cabeza la última información que había recibido. Era difícil de creer que tuviera un padre tan tirano y chapado a la antigua, pero ella parecía ser una buena chica y estaba dispuesto a respetar esa decisión que había tomado. El problema era que había avanzado más que nunca en su vida con la chica por la cual estaba coladito y, el único inconveniente para salir con ella era su prima Lilian Evans. La ruda, la marimacho, la inflexible e intolerable a la sociedad. Estaba realmente perdido.
¡Qué tal! Me encuentro nuevamente de regreso con una historia nueva con la que he estado trabajando por varios meses, algunas personitas ya habían leído un adelanto sobre esta historia, aunque después de esto fue puesta a modificaciones. Entre ellas, que alargué el fic, por lo que decidí dividirlo en capítulos (anteriormente estaba pensando en un One-shot), sin embargo, no será una historia muy larga ni enredosa como las que suelo escribir; esta mas bien es una historia fresca y con vitalidad, que espero les guste.
Como comenté en el disclaimer está inspirada en la película 10 thing i hate about you (una película que personalmente me encanta) y la serie, reuní algunos elementos que más me gustaron, pero me vi en la necesidad de hacerla adaptación para que pudiera desarrollarse en el universo que tanto nos encanta. Al inicio tiene muchos más elementos de la película, pero poco a poco los voy dejando de lado para darle mi toque personal.
Esta historia ya la tengo avanzada a la mitad, y me tardaré de una a dos semanas, como máximo en actualizar. Espero que me dejes comentarios de qué les parece. ¡Gracias si le diste una oportunidad al fic!
Besos, S.
