Foreman da media vuelta y en menos de dos segundos ya está camino a la cafetería, lejos de todo aquello. Cameron contempla la escena con los ojos muy abiertos y los labios temblorosos, moviéndolos con pesar para susurrar un predecible 'no seré parte de esto'. Siendo consecuente con la frase, les da la espalda, alejándose de allí.
Chase, siendo el único que queda, desplaza la vista desde el paciente hasta su jefe durante escasos segundos; luego contempla la punta de la jeringa, casi hipnotizado. Contiene un suspiro, preguntándose por qué todos parecen tener tantos problemas con la muerte.
Después de todo, la vida le ha enseñado que cuando alguien tiene deseos de morir siempre encontrará la forma; ya sea suplicando una inyección de morfina, ahorcándose con un tubo respiratorio o bebiendo alcohol hasta reventar sus entrañas. El deseo de morir prevalece y no queda más remedio que respetarlo.
Por fin, su mirada se encuentra con la de House, quien desprende impaciencia en cada gesto de su postura. La puerta a sus espaldas sigue abierta, puede escuchar con claridad los pasos de las enfermeras, doctores y pacientes. Los ojos azules le miran, insistentes, y esta vez un suspiro se escapa sus labios. Entonces, sin pronunciar palabra alguna, Chase se decide.
Aún en magistral silencio, gira sobre sus talones y sin dar un paso al frente cierra la puerta corrediza. Sabe que cuando voltee de nuevo, la única imagen que verá será la de Gregory House inyectando una dosis letal de morfina a Ezra Powell, pero este detalle no le asusta. Tiene que quedarse allí, irse ni siquiera es una opción; hacer una introspección para seccionar razones es inútil en este instante.
Con las cortinas cerradas, encara a House una vez más. Aún continúa en la misma posición, con la jeringa en alto y observándolo sin emitir sonido alguno. Por fracciones de segundos, le parece observar una mínima curvatura de labios, en gesto cómplice.
i "Aprobación..." /i
A puertas cerradas, por instinto, Robert Chase sabe que hizo lo correcto.
