"EL SIRVIENTE DE LA MUERTE"
(Escrito por Federico Hernán Bravo)
PRIMERA PARTE
Aclaración al lector: Esta historia es continuación de mi saga de fanfics "Historias de Vampiros" (Drusilla, William el Sangriento, Ángelus el Terrible, Darla, El Ángel Caído y El Regreso de Drusilla) y de mi otro fanfic "Faith, la Cazavampiros", todos ellos relatos publicados en esta misma pagina.
"La muerte hace que la vida parezca mas real… ella ha sido la mayor aventura de mi vida"
Cassons, 1980
¿Qué es la muerte?
Puede ser sencillamente una sola palabra, pero creanme, que encierra mas cosas. Es un concepto más vasto de lo que creemos, más complicado de lo que nuestras mentes pueriles pueden llegar a abarcar.
¿Qué es la muerte? ¿Cuándo acaba realmente la vida? ¿Qué existe más allá?
Según los libros de medicina y el concepto científicamente establecido, la muerte es el ultimo proceso de la vida en la Tierra, al igual que el nacimiento marca su comienzo. Lo único cierto de nuestras vidas es que algún día moriremos, pero eso no quita que los interrogantes sobre el porque, como y demás sigan atormentándonos día y noche, provocándonos las mas increíbles pesadillas.
¿Cuál es nuestro rol en la vida? ¿Es obligatorio que realmente debamos morir? ¿Quién lo decide así?
Cuando eres un vampiro, la muerte, precisamente, esa sombra que agobia a la humanidad, pierde algo del sentido. No me malinterpreten, no es que los vampiros no podamos morir, pero realmente pocas cosas pueden hacernos daño, ya que somos prácticamente invulnerables.
¿Dije invulnerables? Me corrijo.
Los vampiros en realidad si pueden morir también… quizás no como los mortales, pero la muerte es un factor que no deja de seguir presente en nuestras no-vidas. Y es paradójico, si me lo preguntan, ya que como vampiros, en realidad, no estamos del todo vivos.
No me pregunten como funciona esta magia, solo sé que es así. No estamos del todo vivos, nuestros cuerpos no son iguales al tuyo, querido lector.
Podemos comer, podemos beber, fumar y hasta… ¿Por qué no? Tener sexo. Pero nuestros cuerpos nada perciben de eso. Si bien somos totalmente invulnerables a las enfermedades, una simple exposición al Sol seria suficiente para convertirnos en un bonito montón de cenizas.
Paradojas… ¿No las odian? Yo si. Solo hacen que me irrite y me enrede.
Ni hace falta decir que supongo que a estas alturas, el lector me recordara. Si, soy ese vampiro con alma, el que hasta el día de hoy, les ha regalado con sus narraciones, la vida de los diferentes inmortales que ha conocido y que han poblado (y pueblan) este mundo. A través de mis narraciones han podido saber las historias de Drusilla, Spike, Ángel y Darla, y hasta han podido averiguar realmente que extraña relación existe entre el mismo Diablo y Dios…
Si me recuerdan, sabrán que efectivamente, soy un vampiro con alma, muy semejante empero mi naturaleza demoníaca, a ustedes. También supongo que sabrán que mi Sire, mi creadora, la que me dio la sangre y me engendró, por así decirlo, Drusilla, ahora vive conmigo, después de haber recuperado su humanidad y su alma humana restaurada. La última vez que los deje, Faith, la Cazadora y yo habíamos tenido una increíble aventura en Londres, Inglaterra, en la que después de salvarnos de varios maléficos vampiros, yo había escrito un libro narrándoles a ustedes toda su vida…
Después de esa aventura con Faith, regresé a mi casa, un bonito y tranquilo chalet ubicado en algún lugar del mundo, en donde Dru y yo vivíamos. Regresé a la paz que mi vida sobrenatural me había proporcionado después de un largo sacrificio para conseguirla y creía realmente que esa paz duraría. Creía que mis libros, mis narraciones, mis crónicas por llamarlas de alguna manera, se habían acabado, pero me equivoqué.
Es imposible darle la espalda al destino y es imposible esquivar lo que desde la Eternidad, te ha sido decretado.
Yo no lo sabia entonces, pero tenia una cita agendada desde algún rincón del Infinito.
Una cita con la misma Muerte.
Esta narración que van a leer es la ultima de mis crónicas. Si, aunque suene increíble, es la verdad. Es el último libro que verán de mí. La respuesta a esto la van a tener más adelante, paciencia.
Antes que nada, quiero ingresarlos sin más preámbulos al relato en si…
A la noche en que el mismo Ángel de la Muerte se me apareció.
Apenas entró en el vestíbulo del hotel, supe que era ella.
Y es que era inconfundible pensar que se trataba de otra persona. Por un lado, podría decirles que se trataba de un sexto sentido vampirico que me lo indicó, pero no era precisamente el caso. Más bien, podríamos decir que se trataba de una sencilla respuesta: toda ella emanaba un aura de maravilla y subyugante.
Se trataba de una muchacha rubia, de unos 20 y tantos años de edad, de cabello lacio y que le caía gracilmente sobre los hombros. Coronaba aquel bello pelo color sol, un cuerpo esbelto pero bien proporcionado, a pesar de todo. Vestía con una chaqueta negra de cuero abrigada y unos pantalones tejanos de Blue Jeans.
Adoraba la marca Blue Jeans. La mayoría de las adolescentes de hoy en día visten ropa Blue Jeans.
En sus pies, llevaba unas botas. Cuero negro. Parecía que se había decidido al fin a usar el negro. Desde que la conocía, su ropa incluía mucho colorido, mas el negro era algo nuevo.
¿Seria por el luto quizás?
A ella tampoco le costo divisar entre la multitud sentada en los cómodos sillones del vestíbulo del hotel Chandler, en la ciudad de Nueva York, a aquel jovencito pálido de cabellos negros, ataviado con una gabardina oscura también, como para entonar. Aquel joven que ocultaba detrás de unas inocentes gafas para sol unos ojos de color entre celeste y blanco, unos ojos anormales incluso para los vampiros, mis congeneres de especie maldita.
Se acercó a mí esbozando una calida sonrisa y no tardó ni un minuto en ocupar su lugar a mi lado, depositando en mi fría y muerta mejilla (en aquella piel de porcelana semi-viva) un calido beso de saludo.
Era curiosa la escena en si. Allí estábamos ella y yo, cuando se suponía que ella solía aniquilar a los de mi especie. Claro que el Destino es un buen creativo para estas cosas y un irónico también. Pero, ¿en donde esta realmente escrito que Cazadora y Vampiro no pudieran compartir un calido sillón en el vestíbulo de un hotel lujoso en Manhattan?
-Vine en cuanto Giles me avisó- comenzó diciendo Buffy Anne Summers, de profesión, Cazadora de Vampiros. En su extenso currículo estaba el de salvar al mundo de por lo menos, seis o siete Apocalipsis variados. ¿Quién iba a ser yo para discutírselo? – Sonaba un tanto urgente, así que tome el primer vuelo Roma-Nueva York…
Sonreí. Era un gesto cordial y creo que lo necesitaba. Si, Rupert Giles, mi buen amigo Vigilante. A él había acudido primero cuando las cosas se comenzaron a poner feas. Fue Giles, con su calmado acento británico quien me dijo (mas bien, me sugirió) que Buffy debía saberlo, que debía consultarla a ella. No iba a negarme, dado que hacia ya bastante tiempo (mucho tiempo) que no la veía en persona.
-¿Qué sucede, Federico?- me preguntó, frunciendo levemente el ceño por primera vez- ¿Cuál es el problema?
Me tomé un par de minutos para comenzar a hablar. Mis ojos aprovecharon entonces para pasearse por entre el vestíbulo del hotel. Había mucha gente allí. Algunos charlaban amistosamente, otros discutían ciertos asuntos… mi vista se detuvo entonces en un sujeto sentado en un rincón casi oscuro. Di un pequeño sobresalto, pero me sobrepuse al ver que no era quien yo temía, más bien, que se trataba de la persona a la cual había estado siguiendo hacia unos días, en un asunto totalmente independiente del hecho que me había impulsado a pedir la ayuda de Buffy y compañía.
Aquella persona charlaba en ese momento por un celular, acaloradamente. Sin duda alguna, daba ordenes para sus compinches en los "negocios" que el tipo atendía desde hacia bastante tiempo en la Gran Manzana… negocios muy sucios.
-¿Federico?- la voz de Buffy, con su clásico acento californiano me devolvió de un plumazo a la realidad.
-Perdona- repliqué, en un correcto ingles aprendido de tanto tiempo de boca de Drusilla, mi Sire- Si, en realidad cuando me contacté con Giles era por algo, digamos… grave… al menos, eso creo yo.
-Te escucho. Aquí estoy- indicó Buffy, seria- ¿De que se trata?
No pude evitar pensar que hacia mucho tiempo atrás, ella y yo tuvimos cierto altercado sin querer por culpa de una nefasta criatura angelical que me había utilizado para sus sucios fines.* Era mas que claro que aquel asunto había quedado zanjado hace tiempo, pero el hecho de volverla a ver delante de mí desde esa vez y mas, dispuesta a ayudarme, me hacia sentir un tanto incomodo pero a su vez, agradecido con ella.
* (Hechos ocurridos en mi Fanfic "El Ángel Caído". Nota del autor)
-Si te lo dijera, no me lo creerías- tercié, luego de un prolongado suspiro. Era algo tonto tomar aire, dado que mis pulmones estaban tan muertos como mi corazón, sin embargo, era todavía una costumbre que conservaba por fuerza. ¿Resabios de una vida perdida? Quizás – Es más, estoy seguro de que no me vas a creer.
-Ponme a prueba. He visto cada cosa en estos ocho años…
-¿Incluida a la misma Muerte?
Mi pregunta la dejo un tanto descolgada. Me miró largo rato en silencio, analizando mi semblante. Observé que le molestaba mucho chocar con mis gafas negras de sol cuando me escudriñaba con su sentido de Cazadora, así que haciendo acopio de un esfuerzo, me las saqué, revelándole mis ojos preternaturales, aquellos dos pedazos de hielo celeste-blanco singulares que me acompañaban incluso, cuando mi rostro mutaba y adquiría la cara de un feroz demonio de la noche.
-He visto hasta la misma muerte- retrucó, acomodándose en su asiento- Y te recuerdo que he vuelto de ella dos veces- sonrió y creo que era para darme animo- Así que desembucha de una vez cual es el problema que querías contarme… Solo haces que me ponga nerviosa y me intrigue más.
Reí. Aquella chica era muy simple. Era maravilloso que la vida de todo el mundo estuviera en manos de una joven singular como ella. Buffy Summers, la Cazadora, la Elegida, la Asesina (como le decía Spike)… Ni siquiera tenía cara de ratón, como cierto nefasto personaje me había dicho en el pasado que tenía. Era realmente muy bonita y mirándola bien, uno podía encontrarle cierto parecido a aquella joven actriz de Hollywood, Sarah Michelle Gellar.
Okay, lo admito. Sarah Michelle Gellar no era una de mis actrices favoritas y debo decir que la comparación le resultaría odiosa a Buffy de saberlo, pero… hubiera podido jurar ante una Biblia que eran hermanas mellizas.
-Ay, Buffy, si doy tantas vueltas en el asunto es porque ni yo mismo soy capaz de creérmelo- dije, reclinándome en mi asiento- Han pasado muchas cosas desde aquel asunto en Londres con Faith. Mucho agua bajo el puente, digamos… Y me cuesta ordenar mis ideas sin temor a trastocar mis creencias religiosas.
-¿Qué tiene que ver la religión con todo esto?
-Todo… para empezar, todo…
-No entiendo- frunció más el ceño- A ver, vamos por partes, chico. Tú llamaste a Giles diciéndole que pasaba algo muy urgente… Giles me llama a Roma diciéndome que venga a verte ya que era algo MUY urgente… Y llego aquí, al lugar acordado, este bonito hotel que dicho sea de paso… ¿Cómo le hiciste para pagarte una habitación aquí?
-Vampiro, ¿recuerdas? Y con muchos recursos ahora.
-Ya. A lo que iba… URGENTE, resuena todavía en mi cabeza. ¿Y que tiene que ver la religión con todo esto? No me vendrás con un folletín de los Testigos de Jehová, ahora, porque si es eso…- levantó las manos mientras enarcaba una ceja- Paso. Decididamente P-A-S-O.
Me permití permanecer mudo otro rato mas mientras mis ojos se desviaban de ella hacia el sujeto que estaba sentado en el rincón sombrío. Había dejado de hablar por su celular y ahora parecía ensimismado en sus pensamientos, en su interior. Maldije que entre mis múltiples habilidades de vampiro no hubiera nada de telepatía, ya que me moría (literalmente hablando) por saber como pensaría un tipejo como ese.
-Buffy… Me están persiguiendo.
Mis palabras fueron asimiladas lentamente por la gran Cazadora. Su rostro, bello y juvenil, con unas leves patas de gallo (tan cerca como estábamos podía divisarlas fácilmente) se mostró repentinamente perplejo y alarmado. No era una mascara de mentira esa expresión, era una realidad tangible.
-¿Persiguiendo?- repitió- ¿Quién? ¿Algún otro vampiro? ¿Algún demonio de alguna clase? ¿Es eso?
Negué con la cabeza y al momento, mis ojos otra vez se fijaron en el sujeto al que antes observara. Se había puesto de pie. Se acomodaba el saco que llevaba sobre su hermoso traje de Armani y se aprestaba para salir de allí. Por mi parte, no tenía prisa. Sabía adonde iría y a ese sitio iría yo luego. Ahora, lo más importante era concentrarme en la charla y en Buffy…
-No, no se trata de vampiros y me imagino que de demonios menos- negué otra vez- Más bien, creo que es algo diferente, MUY diferente.
-¿Qué? ¿Qué es?
-¿Qué es? Ojala lo supiera exactamente. Solo puedo hacer conjeturas… solo puedo especular – me llevé una mano a la barbilla, pensativo – Pero creo que no seria del todo inexacto decir que quien me esta siguiendo es la misma Muerte en persona.
Y dicen que el silencio suele ser bueno para reflexionar. En todo caso, cuando Buffy lo hizo, me di perfecta cuenta de que evaluaba si yo estaba loco o si aparentaba serlo.
-Sucedió hace unos meses- me apresté a comenzar con una parte del relato- En realidad, puede ser que viniera desde antes, pero yo me percaté de todo ello desde hace tan solo unos meses… Al principio, no le di mucha importancia, pero… después se empezó a convertir en algo insoportable. Me seguían. Algo o alguien me seguía. Yo lo sabía. Cuando salía por las noches del sitio donde Dru y yo estábamos viviendo, lo sentía casi pegado a mis espaldas. Lo mas gracioso era que cuando me volvía para mirar, nada había allí…
-¿Y como sabias que te seguían?
-Soy un vampiro, Buff… Puedes pensar que todo lo que hacemos nada mas es chupar sangre y gruñir como animales, pero lo cierto es que tenemos sentidos muy afinados por el mismo Poder Maléfico que la sangre… que el Don Oscuro nos dio. Como sea, yo SABÍA que me estaban siguiendo y también, sabía que no era ningún humano… No se trataba de ningún mortal, ya que me seguía incluso a sitios donde los mortales nunca se atrevían a pasar… me imaginé, al comienzo, que mi seguidor era algún vampiro, uno de eso famélicos chupasangres que sueles hacer… cenizas en tus cacerías junto al resto, pero con el paso del tiempo, me di cuenta de que no era un vampiro. Para empezar, no olía a vampiro…
-¿Cómo es el olor a los vampiros?
La pregunta me descolocó un poco. La miré, enarcando una ceja.
-Perdona… sigue… - dijo, ruborizándose. No sé por que, pero Spike se me vino a la cabeza nítidamente.
-…No era un vampiro… Mi siguiente impresión fue que se trataba de un demonio de alguna clase- continué relatando. Mientras charlaba, el sujeto del traje de Armani se encaminaba hacia la salida del hotel Chandler- Bien, lo desconté al poco tiempo. Según sé de demonios, no tienen tanta paciencia sea cual sea la clase a la que pertenezcan, cuando siguen a una presa o victima… No era ni humano, ni vampiro ni demonio… ¿Qué era?
-¿Qué era?
-Era algo, Buffy. Una noche, cuando salí de casa (del sitio donde Dru y yo vivíamos) estaba resuelto a averiguarlo. Apenas comencé a caminar por las desiertas calles del vecindario, sentí sus paso detrás de mí. Eran pasos sutiles, gráciles, pero dotados de una fuerza singular… de una fuerza muy especial. Llegué a una esquina y moviéndome a la velocidad que solo los vampiros tenemos, le jugué una mala pasada y me oculté en un rincón de un callejón próximo. El sujeto tendría que pasar si o si delante mío. Esperé pacientemente que eso sucediera… y entonces…
-¿Qué?- era casi cómico ver la cara de Buffy oyendo el relato sumamente interesada. Sonreí internamente. La Cazadora, la Elegida… todavía era en el fondo, una muchacha de California.
-Entonces le vi.
-Aja. ¿Cómo era?
-¿Cómo llamarías tú a un tipo alto, todo vestido de negro con capa y capucha que de repente camina por una calle como si fuera lo mas normal del mundo?
-¿Un monje loco, tal vez?
-¿Un monje de dos metros de altura?
Mi contra-pregunta la dejó un tanto boquiabierta.
-¿Un monje loco de exactamente dos metros de altura? ¿Un monje loco cuya ropa renegrida era de un tinte de fuera de este mundo? Por que eso era… cuando le vi, me quede sin aliento. La figura parecía saber exactamente que yo la estaba viendo y se detuvo sin vacilaciones a la entrada del callejón. Por un segundo, me recordé aquel libro de Harry Potter, ya sabes, el niño mago ese… Recordé uno de sus libros, donde sale una figura siniestra vestida igualita a la visión que se me presentaba delante de mí. Creo que en el libro les llamaban "Dementores" o cosa parecida… Como sea, la figura se erguía muy alta delante de mí y SABIA que yo la observaba. Lo que me llamó la atención y mucho, era que su túnica negra (la que ondeaba en un aire curiosamente sin viento) de alguna forma u otra, brillaba o emanaba cierta aura extraña… sutil. Algo en mis sentidos de vampiro me indicaba que esa cosa no era de este mundo… decididamente, no.
-¿Y la cara? Me imagino que la viste…
-No. La cara estaba cubierta por una capucha de alguna clase. Pero lo que si pude entrever en ese pedazo de sombra que era su rostro, fueron dos ojos ardientes… ojos con una fuerza que te voltearían en un segundo.
-¿Y que sucedió después? ¿Te habló, te dijo algo? ¿Hizo algo?
-Acá viene lo mas gracioso… No, no me dijo nada. Intuyo que no tenia nada para decirme de momento… la figura solo se limitó a permanecer de pie allí hasta que…. Sencillamente perdió fuerza y se desvaneció.
-No entiendo…
-Se esfumó como humo – levante mis manos e hice un gesto - ¡Puf! Sin ruidos, sin flashes de luz… nada. Solo… ¡Puf! Y no estaba más.
-Hay algo que no entiendo de todo esto que me cuentas… ¿Por qué dices que es la Muerte quien te sigue? ¿Qué te hace pensar que podría ser ella?
-La sensación de frío que me quedó después. Es una sensación que creo y no me equivoco, tú misma sentiste al morir esas dos veces que me cuentas…- hice una pausa y al ver el rostro de mi compañera hacer una mueca de comprensión, me apreste a proseguir – Yo la sentí cuando morí por primera vez… cuando Drusilla me hizo… Cuando me engendró, pase por el transito de muerte. Se siente un vacío frío cuando las fuerzas de tu cuerpo se van cayendo en ese abismo de silencio… Claro que en mi caso, fue solo para despertar 3 días después convertido en el ser que ahora soy. Bien, el hecho es que la misma sensación la sentí después de ver a la figura de mi perseguidor. Y supe, de manera interna, que yo había presenciado a la misma Muerte, al famoso Segador Maldito, en persona. Fue después de eso que me decidí urgentemente contárselo a alguien… y fue por eso, que llamé a Giles.
Hubo otra pausa entre los dos. A nuestro alrededor, el calido vestíbulo del hotel Chandler se me antojó irreal. La gente iba y venia sin prestarnos la mas mínima atención. Así solía ser en toda N.Y. La gente estaba tan acostumbrada a tantas cosas que no le prestaba atención a lo que solía suceder a escasos centímetros de donde estaban.
-Muy bien, déjame ver si entendí todo claramente- Buffy desvió sus ojos verdes hacia un punto indeterminado del cielorraso de la sala donde estábamos- Alguien te persigue hace mucho tiempo. ¿Correcto? Ese alguien no es un demonio ni un vampiro, sino una presencia misteriosa y sobrenatural que tú crees que es la misma Muerte, ¿correcto?
-Así es.
-Chico… esto es una locura.
-Dímelo a mí- tercie, suspirando- Pero todo es tal y como te lo he contado.
-Sigo sin entender cierto punto oscuro de todo esto… ¿Qué es lo que exactamente quieres de mí, Federico?
Me arrellane en mi sitio, acercándome un poco más a ella.
-Consejo… Necesito tú consejo.
-¿Tan solo eso? No veo por que no se lo pediste a Giles… él es el mas experto en temas de esoterismo y religiones y esas cosas… ¿Por qué a mi? ¿Qué tengo que ver yo con todo esto?
-Buff… hay solo una cosa que nos une en todo este maldito mundo y no, no es precisamente el hecho de ser Cazadora y Vampiro, sino mas bien, el mismo tema, el mismo asunto: LA MUERTE. Los dos tuvimos experiencias cercanas con ella y en ciertas forma, tú has sido la persona mas directa que decididamente ha vuelto de ella DOS VECES. ¿A quien le voy a pedir consejo? Giles es muy sabio y un buen tipo, pero cuando sugirió que te viera a ti para hablar de este tema no estaba errado. ¿Te das cuenta?
-Si, ahora veo exactamente el punto al que quieres llegar…
-Como Cazadora, también, te has expuesto a la muerte constantemente. No me vas a negar ahora todo ese asuntito de "la Muerte es Tu Regalo".
-No, claro.
-Buffy, yo necesito tu consejo, porque no se que demonios hacer. Creo que es la Muerte misma la que me persigue y creo (o temo) que quizás haya venido finalmente a llevarme. La pregunta que tengo que hacerte es: ¿QUÉ DEBO HACER? ¿Debo huir de esta presencia sombría o aceptarla con beneplácito?
-Tú no quieres morirte, ¿verdad?- la pregunta fue echa en tono sarcástico, mas, era sincera.
-Francamente hablando, hace tan solo tres años que soy un vampiro… y no sé si quiero vivir o morir, puesto que muerte o vida significan poco en mi condición. Sin embargo no estoy exento de ello… tú o las demás nuevas Cazadoras podrían matarme cuando quisieran, ya que al fin de cuentas, los vampiros también mueren.
-Esa no era mi pregunta… Mi pregunta era: ¿Realmente estarías dispuesto a morir? Supongamos que tienes razón… Esa es la Muerte que vino a llevarte. No creo en eso, personalmente, es decir… no creo en el tipo con el manto negro, la guadaña… ¿Captas? Yo creo que la muerte… bien, es el fin de la vida, pero… claro, hay otras clases de vida a partir de la muerte…
-Lo sé.
-Una cosa es saberlo y otra muy bien estar seguro de eso. Piensalo detenidamente. ¿Era realmente la Muerte? ¿Y si estas errado?
-¿Sabes lo que sentí cuando ese ser misterioso se me apareció? Sentí que aquello necesitaba de alguna manera hablar conmigo… de alguna forma, mientras mas lo pienso, creo que "eso" quiere que yo hable con él… creo que tiene algo para contarme, pero… a lo mejor es muy tímido.
-Estas loco- Buffy meneó la cabeza- Primero me dices que es la Muerte y ahora… que tiene algo para contarte. Ya veo… - sonrió- Un nuevo libro. De eso se trata todo. Tienes ganas de hacer un nuevo librito, ¿no? El de Faith fue el ultimo y por eso…
Mis ojos se desviaron de ella hacia un reloj colocado sobre un mostrador del vestíbulo del hotel. Iba a ser la 1 de la madrugada.
-Eso es subjetivo- tercié, poniéndome de pie- Lo del libro, digo… No estaría nada mal. "Una entrevista a la Muerte", pero es subjetivo. En realidad si, siento deseos de reunirme con mi perseguidor y oír lo que tenga que decirme… aunque eso signifique morir o estar en peligro… no podría explicártelo, pero siento que… ese personaje y yo estamos ligados por algún destino en particular.
-Estas loco, loco, loco- Buffy me miraba, todavía sentada en su lugar- ¿Querías un sano consejo de la Cazadora? Ok, acá te va: NI LO PIENSES. No sabes que o quien es ese ser… si te le acercas solo te pondrás en un peligro muy innecesario. Desde ya es una locura. Si quieres, los demás y yo podríamos hacerle frente o investigar más sobre él… Te recuerdo que el Consejo de Vigilantes ha sido restaurado… con Giles a la cabeza como Superior General, sin ir más lejos.
-Gracias, pero no creo que una visita a las instalaciones del Nuevo Consejo en Cleveland sean ahora una buena idea… Lo siento, amiga, pero me tengo que ir de momento.
-¡Espera! ¿Qué sucede? Desde que entre, te vi mirar muy concentrado varias veces al tipo que hace media hora estaba en ese rincón y se fue… ¿Lo conoces?
-Mas o menos. Podríamos decir que en esta ocasión soy yo el que lo persigue a él.
-¿Quién es?
-Marcus Hamilton. Mafioso, narcotraficante, un delincuente a secas. Hoy es la noche en que lo voy a poner tras las rejas…
-¿Y eso?
-Buff… He pasado mucho tiempo viviendo la "gran vida" de vampiro sin meterme en nada. Me aparte del mundo por decisión propia mucho después de ver que tenía un grandísimo potencial para hacer cosas buenas. Es un error. Ángel lo hace… Lo de hacer cosas buenas, ya sabes- sonreí, me acomodé la gabardina negra, consciente de que afuera Nueva York me recibiría con su crudo invierno nevado- La decisión de hacer lo mismo… de ayudar a la gente la tomé hace rato en realidad. Y no te creas que otra personita cercana a mí no me dijo que era una completa locura, pero el tema es que… uno es un vampiro y con alma… ¿Qué hace? ¿Se dedica a pasar la eternidad sin levantar los brazos mientras la gente, la buena gente muere alrededor? No. Me canse de ser un mero espectador de la vida… se me dio esto, el Don Oscuro, que es maldad… bien, es MI DEBER CAMBIARLO. Hacer salir del mal el Bien. Eso hago.
-¿Y por eso ahora eres el James Bond de los vampiros? ¿Persiguiendo a los tipos malos y rudos?
-Buffy… Creeme que alguien tiene que hacerlo. La policía deja muuucho que desear y, por otro lado… ciertas Cazadoras solo se ocupan de lo sobrenatural. ¿Quién se ocupa del pobre desvalido, de los que sufren en este mundo? Te hablo de la gente, humana normal y mortal. Se me hace tarde… Hablaremos cuando vuelva. Mi habitación es la 314. Estoy solo allá arriba y la vista es magnifica. Estamos a solo una cuadra de la catedral de Saint Patrick… Si quieres, puedes ir e instalarte allá y esperarme.
-Te agradezco, pero yo estoy parando en casa de una amiga que vive aquí…
-Muy bien. En todo caso, te llamo luego y continuamos con la charla… Deséame suerte.
-Estas loco, loco, loco- fue lo ultimo que escuché de aquella bonita chica rubia, con fuerza superhumana, antes de internarme en la bulliciosa Gran Manzana invadida por la nieve invernal.
Marcus Ebenezer Hamilton. Edad, 34 años. Tez trigueña y cabello oscurecido. Porte italiano, a pesar de que nada de sangre itálica corría por sus venas.
Mafioso desde los 20 años de edad. Su especialidad eran las drogas. Controlaba el mundo del narcotráfico desde temprana edad, después de haber sacado de escena a Moroni, el jefe del bajo mundo delictivo. Era todo un peligro, un gran malvado.
Había mandado a matar a mucha gente sin contemplaciones. A sangre fría. Nunca había respetado los "viejos códigos" de la Mafia. Se burlaba de ellos diciendo que eran cosas de viejas y de maricas. Mataba sin preguntar y realmente, disfrutaba apretar el gatillo él mismo y ver la sangre desparramada… se excitaba realmente con la muerte.
Podríamos decir, que después del negocio de la droga, la muerte era lo suyo.
Que curioso. Muerte de nuevo. Lo que yo sentía y creía que me perseguía. Muerte.
Una sola palabra pero que encierra un concepto muy vasto para comprender.
Marcus cayó en mi nomina de malditos delincuentes por poner tras las rejas hacia algo de tiempo. Y como le dije a Buffy, me había cansado literalmente de "hacer la vista gorda" a los temas y problemas del mundo mortal. Decididamente, alguien se tenia que ocupar de la verdadera gente mala del mundo y si no lo hacia yo… ¿Quién?
Compréndanme, no soy un loco suicida ni mucho menos, pero es como le decía a Buffy. Alguien tiene que hacer la diferencia, marcar una puta diferencia en un puto mundo de mierda que se cae a pedazos. Me harte de ver en la TV a la gente sufrir y llorar por la perdida de sus hijos muertos por sobredosis de drogas, me canse de tantos dolores y sufrimientos y de saber que gracias a cierta magia endiablada, yo no padecería eso. A los demás vampiros del mundo les importaba un rábano si un chico moría de hambre, frío o sobredosis en las calles de N.Y o de Turquía, puesto que no tenían alma y muchas veces, ellos mismos eran las causas directas de muchos decesos. Bien, yo, Federico, el Vampiro con Alma, el 3 que existía en este mundo (Spike y Ángel son los dos anteriores) iba a cambiar un poco las cosas.
Marcar una puta diferencia en un puto mundo. No me da cosa decirlo. Es poco, lo sé, pero… por algo se empieza.
Marcus vivía en un lujoso apartamento en Brooklyn. Ese barrio se encontraba en las afueras de Manhattan, por lo que para moverme hasta allá debía atravesar el puente sobre el río Hudson incluso. Nueva York se estaba convirtiendo en mi segunda ciudad favorita (la primera era mi Buenos Aires natal) y condenadamente, me estaba enamorando de ella. Grandes rascacielos, la gente que va y viene… Dios, la amo. La Gran Manzana. Donde se erguían las Torres Gemelas, antes de que un puto atentado las volara en cientos de pedazos, cegando miles de vidas en el proceso.
Muerte. Otra vez el mismo vinculo. Muerte.
Llegue al departamento de Marcus cerca de la una y veinticinco de la noche. Sabia que el tipo, como era de temer, siempre se rodeaba de guardaespaldas. Matones a sueldo que le cuidaban. No quería toparme con ninguno de ellos, no por que les tuviera miedo… un par de buenos golpes con mi fuerza física sobrenatural y los tipos perderían los dientes. No. No quería toparme con ninguno de esos tipejos sencillamente por un motivo muy especial: MARCUS.
Al que yo buscaba era a Marcus Hamilton nada mas. Al que quería poner tras las rejas era a Marcus Hamilton.
Así fue como me colé en el departamento usando un método muy efectivo: las escaleras de seguridad. Un vampiro sabe como moverse sigilosamente. Sabe como arrastrarse por los rincones y entrar en un sitio sin ser detectado. Parece que yo si sabia hacerlo bien, ya que colándome de esta forma en el interior del lugar, los de seguridad no notaron mi presencia.
Me deslicé entonces por un largo pasillo hasta dar con la puerta del departamento. No había moros en la costa. Bien. Ahora, venia una parte MUY difícil y no era broma.
Siendo vampiro uno tenia ciertas limitaciones. Una de ellas es que no puedes entrar en la casa de ningún viviente si no has sido invitado.
Engorroso, si me lo preguntan. Engorroso, pero un método muy preventivo que evitaba que los vampiros de alguna forma invadieran las casas de la gente.
Llamé a la puerta como lo haría cualquier mortal.
Me atendió una bonita señorita de aspecto latino, piel color canela y olor a sangre fresca. Maldita sea. Mis sentidos de vampiro estaban muy alerta esa noche… demasiado. No tardé en advertir que la chica estaba drogada. Se rió tontamente al verme y me dijo con un acento mezclado, entre ingles y español: "¿Vienes a la fiesta? ¡Entra!"
Asentí levemente. Pobre chica. Menos mal que si todo salía bien, no volvería a padecer esto.
El impedimento se rompió. Era evidente que podía moverme a mi antojo así que traspase el umbral. El lugar estaba en penumbras. Se oía una música tenue por lo bajo y me llegaban murmullos desde algún lugar del baño. No tardé en observar el mobiliario de la sala (lujo por todas partes, que criminal mas descarado) y seguí a la mujer hasta el origen del murmullo. La pobre chica iba tropezándose a cada paso hasta que me condujo al lugar exacto.
Era el baño del departamento, ¡y que baño! Lujo por todos lados. Canillas de oro, lavabo de porcelana china… y un gran jacuzzi enclavado en el centro de todo, un jacuzzi que burbujeaba y espumaba agua calida mientras dos figuras se besaban lascivamente, desnudos por completos los dos.
Uno de ellos era Marcus, la otra, era una rubia de impresionantes pechos que sobresalían por el agua como dos flotadores. Me quede súbitamente paralizado por lo engorroso de la escena y me avergüenzo decir que sentí algo de envidia por aquellas caricias.
Muchos podrían haber pensado, de haber leído mis anteriores libros o relatos, que yo era un vampiro casto. ¿Casto? Olvídenlo. Mi cuerpo estaba muerto, pero… algunas partes debo decir que estaban todavía más vivas que nunca.
-¡Hey! ¡Se supone que me esperarían para la fiesta!- dijo la morena, mientras se acercaba al jacuzzi, intentando quitarse la ropa tontamente.
Marcus se separó de la rubia y se rió. Era una risa burlona y cruel… una risa que se convirtió en silencio cuando reparó en mi presencia.
-¿Qué mierda es esto?- dijo. No noté miedo en él para nada. Más bien, noté un gran enojo.
Marcus se irguió en el agua violentamente, empujando a la pobre muchacha con la que hacia un buen rato, antes de que yo irrumpiera, había tenido sexo (los vampiros podemos oler esto, gente, no se asusten). Me miraba con esos ojos color café totalmente enfurecido pero a la vez, asombrado.
Sus compañeras se dieron cuenta (a pesar de estar pasadas de droga) de lo acontecido y comenzaron a gritar. La rubia del jacuzzi salio dando traspiés de la bañera y corrió junto con la morena hacia el dormitorio, donde cerraron la puerta. Marcus siguió sosteniéndome la mirada hasta que repentinamente, sonrió salvajemente. Se encaminó fuera del jacuzzi y se colocó una bata roja, previamente de secarse con una toalla.
-Miren que tenemos aquí- dijo, luego de colocarse la bata- ¡Un intruso! Y no uno cualquiera… Un vampiro.
Aquello, debo admitirlo, me descolocó un poco. ¡Sabia lo que yo era! ¿Cómo? Entonces recordé que muchos mortales sabían de nosotros. Es mas, muchos humanos tenían ciertos tratos con los de mi triste especie. Me imagine que Marcus, también a parte de ser un maldito mercader de muerte, era también un asiduo "socio" de varios seres poco humanos de esta Tierra.
-¿Quién te dejo pasar?- me preguntó.
-La chica…
-¡Ah! Jasmine… Esa tonta… - meneó la cabeza- Mujeres. Nunca le confíes las llaves de tu casa a una mujer, amigo…
Marcus, tranquilo, MUY tranquilo, se encaminó hacia un mini-bar en el living. Se sirvió una copa de algún licor y me ofreció un trago, disculpándose por no contar con sangre en ese momento.
-Siempre suelo tener sangre fresca para cuando vienen los de tu tipo- dijo, bebiendo un trago de licor- Ajjjj… Este es de Escocia. Siempre me olvido que son los mas fuertes- hizo una pausa, me analizó con la vista- ¿Quién te envía? ¿El viejo Marconi? ¿Christoph, tal vez? Si es por ese asunto del embarque de sangre a Noruega… el viejo Marconi sabe que yo no fui el que hundió el barco. ¡Solo Dios sabe que cosa fue lo que lo hizo! Pero así son los negocios con el mundo "sobrenatural", ¿no?- una sonrisa gélida se formó en sus labios.
-No vine de parte de ninguno de esos- declaré, serio. Yo tampoco tenía miedo.
Por primera vez, la confianza de Marcus se desplomó tal castillo de Naipes. Su sonrisa gélida se trocó en una mueca de nerviosismo.
-Ah… ¿No?
-No… Señor Marcus, estoy aquí para sugerirle amablemente que deje sus negocios en la delincuencia ya mismo y se entregue a la ley. De lo contrario… Bueno, de lo contrario tendré que llevarlo por la fuerza.
Marcus permaneció mudo por un largo rato. Luego, estalló en carcajadas, mientras bebía más licor.
-¡Debes estar de broma!- dijo, meneando la cabeza- ¡Si, es una jodida broma! ¡Eres un vampiro bromista! No sabía que los de tu especie podían hacer bromas…
-No es broma. Lo vengo siguiendo desde hace mucho. Señor Marcus, es su ÚLTIMA oportunidad. ¿Me va a acompañar a la Jefatura de N.Y?
Marcus sonrió. Y lo siguió haciendo mientras sacaba de un rincón de debajo del mostrador de su mini-bar un arma de grueso calibre. Se trataba de un revolver, el cual, no vacilo en apuntarme directamente hacia mi pecho.
-¿Y si digo que no? ¿Eh? Supongamos que estoy muy contento en como me van los negocios en esta ciudad… y en la vida en general. ¿Tengo que renunciar a ello porque un vampiro de mierda con cara de puto me lo dice?
-Señor Marcus, usted sabe perfectamente que las balas no pueden matarme- le dije y di un paso hacia delante, para demostrar que no le temía en absoluto.
-Las balas normales no, pero…. Hasta donde tengo entendido, las balas de madera de roble o de pino son otra cosa…
Disparó. Doy gracias a Dios de que antes de hacerlo hubiera mencionado aquello. Me dio tiempo más que suficiente para moverme. No es que un vampiro se mueva como el Flash de los comics precisamente, pero… bien, al menos, la primera de aquellas curiosas balas de madera me dio en el hombro.
Si hubiera sido directamente en el pecho, a mi corazón, sin duda alguna me hubiera reducido inmediatamente a cenizas.
Marcus tardó un segundo en darse cuenta de su error de calculo. Así y todo, con el hombro herido, me las remedie para lanzarme sobre él y empujarlo, haciéndolo caer al piso. Una vez en el suelo, los dos comenzamos a forcejear con el revolver, yo tratando de sacárselo de las manos y él, intentando desesperadamente apuntarlo contra mi pecho nuevamente.
Aquello se volvió una lucha feroz, increíble. ¡Marcus peleaba conmigo! Era admirable la tenacidad y el temerismo con el que un mortal lucha contra lo inevitable. Forcejeamos largamente sin decirnos absolutamente nada hasta que entonces…
¡PAM!
El ruido del disparo fue seco y sordo. Retumbó incluso en la habitación provocando ecos. Marcus y yo nos miramos directamente a los ojos, uno convencido de que le había dado al otro un disparo. En mi caso, esperaba el fatal desenlace de todo aquello… el momento justo en que mi cuerpo se redujera automáticamente en cenizas, mientras mi piel se secaba y mis venas se disgregaban.
Pero no fue así.
Marcus continuaba mirándome y ahora, sin pestañear.
En realidad, cuando me separé de su cuerpo, me di cuenta de que no podría hacerlo por más que quisiera. La bala de madera reforzada que se había hundido directamente en su corazón había acabado instantáneamente con la vida en él.
Un río de sangre manaba de la herida abierta en su pecho, cayendo al piso de losas de mármol. Formaba todo aquello un charco húmedo y pegajoso.
Algo insólito en toda esa escena me paralizó, me petrificó. Un detalle del que dado la situación, no me había percatado, hasta el momento…
En mis manos, se encontraba el revolver de Marcus… YO LO ESTABA EMPUÑANDO Y HABIA SIDO QUIEN HABIA APRETADO EL GATILLO DISPARANDO DIRECTAMENTE HACIA SU PECHO.
¡YO LO HABIA MATADO!
CONTINUARA…
