Un artefacto que debían recuperar para que los templarios no se hicieran con él. Eso le habían dado a entender.
Debido a su propia imprudencia, no pudo tomar el tesoro, pero Malik sí. Cuando se lo dio a Al-Mualim no pudo creer lo que veía.
Una esfera metálica.
¿Era eso por lo que Kadar había dado su vida y Malik su brazo? ¿Una esfera metálica? Si no fuera por el infinito respeto y apreció que le tenía a Al-Mualim, le hubiese dado un certero golpe en la cara por desperdiciar tanto por ese simple objeto.
Aún así, Al-Mualim lo miraba como si sostuviese el fin de la Cruzada misma en su mano.
¿Qué podía verle de especial Al-Mualim a un simple pedazo de plata? Era algo que Altair no podía comprender.
Ni siquiera cuando le habló de las "hazañas" del Fruto del Edén a través de la historia, le encontró la misma importancia que luego ese objeto tendría para él.
Pero entonces llegó a Masyaf. A un Masyaf esclavizado, apartado de su voluntad. Si no fuera por haberlo oído con sus propios oídos, no lo hubiera creído. Al-Mualim, el maestro de los Asesinos, el maestro de los que luchan por la libertad y la paz, esclavizando a su propio pueblo.
Una vez le hubo vencido, tal vez pudo ver algo de arrepentimiento en los ojos de su maestro.
Había prometido que destruiría el Fruto, pero no pudo. Su poder no lo afectaba pero le atraía...
Creía que al fin comprendía la importancia de semejante artefacto.
