South Park y sus personajes pertenecen a Trey Parker y Matt Stone.

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Prólogo: The four of us

Podría llegar a decirse, de una forma u otra, que la locura es algo con lo que se nace o se contrae gracias al medio. Algo que va más allá de la normalidad del humano corriente y el paso agobiante de sus días monótonos. La locura es ese algo extraño, indeseado, presuntamente infeccioso, esa cosa con la que los pueblerinos de South Park convivían día a día; pero, y aún con todos los sucesos extraños que se acontecían en sus calles, se empeñaban en dejar atrás. Era simplemente más fácil vivir en un espejismo de seguridad y naturalidad retorcida, antes de aceptar que las cosas iban de terribles a hilarantes y viceversa.

La pequeña escuela de South Park no era alguna excepción a aquella regla primordial, y los mismos estudiantes se habían hecho a la idea de continuar con ella, con o sin su entendimiento de por medio. Todo aquello que fuese potencialmente diferente era aislado y discriminado, tal como a "ellos" les había pasado.

Tweek Tweak sacudió la cabeza con suavidad, tratando de dispersar todos aquellos pensamientos. Ser visto como un fenómeno se le antojaba a demasiada presión; pero, hasta cierto punto, debía admitir que se había acostumbrado a ello. Las miradas recriminatorias, los comentarios mal intencionados y los insultos ya no eran tan hirientes, mucho menos cuando recordaba que sus amigos lo adoraban con todo y sus defectos. Dibujó una pequeña sonrisa en sus delgados labios, llamando la atención de sus compañeros de mesa.

– ¿Pasa algo, Tweek? – el rubio levantó sutilmente la mirada, encontrándola con los preocupados y brillantes ojos de Leopold "Butters" Stotch.

– ¡No! ¡No, no pasa nada! – respondió rápido y alterado entonces, siendo tan él como era –. Es sólo que el café sabe diferente hoy y…

– Y probablemente sea una 'Verga' conspiración del gobierno, los extraterrestres y los gnomos para 'Culo' robar tu sangre y hacer frazadas con tu cabello – secundó Thomas Foster, sacando una pequeña risa por parte de Butters y Bradley Daniels, el último integrante de la mesa.

– ¡Gah! ¡No deberían reírse! Esto es un 'ngh' asunto serio. El gobierno quiere atentar contra mí, yo lo sé.

– ¿Y qué van a hacer? ¿Dejar que los extraterrestres te rapten en la noche y te pongan una sonda anal mientras duermes? – Butters rió un poco, recordando que tanto Cartman como Craig habían pasado por eso.

– ¿De verdad hacen eso? Podrían llevarme a mí también si es así – comentó Bradley, haciendo gestos femeninos con una de las manos, más por seguir el chiste que otra cosa.

Tweek rió despacio.

Sus compañeros de escuela los habían apodado "The crazy ones" hace unos años, uno de los grupos más conocidos de la secundaria, incluso tanto como "The boys" – liderados por Stanley Marsh – y "Craig and those guys". El nombre era ofensivo, los cuatro lo sabían, pero así estaba bien para ellos.

No hizo falta mucho tiempo antes de que se hiciesen grandes amigos, sobre todo porque se conocían desde mucho antes de que todo empezara. Iban a las mismas clases, pasaban los recesos juntos y comían en la mesa más apartada de la cafetería todos los días. Las cosas no eran fáciles para ellos, pero ahí estaban para apoyarse, para hacerse sentir que el mundo no era tan cruel y doloroso como lo conocían.

– Por cierto, Brad – articuló Stotch, picando algo de la comida en su charola. Odiaba la comida de la escuela – ¿Cuándo te quitan el yeso?

– Creo que la semana que viene. Aunque, en realidad, preferiría quedarme con él un tiempo más. Me gusta mucho el dibujo que tiene – respondió, mientras observaba la obra en cuestión: un caballero romano, casi desnudo, cabalgando un alicornio por sobre el arcoíris. Tweek realmente se había lucido con ese diseño –. De todas formas creo que lo guardaré luego de que me lo quiten. Seguramente me enyesaran de nuevo en un par de meses y podré tener otro dibujo en ése también.

Un silencio incómodo sopló entre ellos, mientras las voces del resto de sus compañeros revotaban entre las paredes.

El padre de Bradley era un hombre devotamente religioso y homofóbico, además del único causante de que el chico asistiese al campamento New Grace cuando tenía apenas nueve años. Lidiar con la idea de que su único hijo fuese homosexual le hervía la sangre como ninguna otra cosa, o así lo hizo hasta que su esposa se armó del valor suficiente para divorciarse de él y tomar la custodia de Bradley. El rubio no supo nada de su padre durante años, hasta que su madre falleció en un accidente automovilístico hace más o menos tres años atrás. La custodia fue inmediatamente cedida a su padre, quién había rehecho su vida con una mujer tan desquiciada como él. Las palizas constantes y los gritos se hicieron habituales en la vida de Daniels entonces, todo en base a la condición que lo había aquejado durante toda su vida. El chico vivía con los ojos morados, la piel magullada y las extremidades rotas, siendo siempre disfrazado bajo la excusa de que era un niño torpe que solía caer por las escaleras o tropezarse con sus propios pies.

– Deberías 'Culo cagado' denunciarlos, Brad.

– ¡Por supuesto que deberías! ¡¿Qué pasaría si un día te matan a golpes?!¡Oh, Jesús! ¡No quiero que 'ngh 'mueras! – Tweek enredó algunos de sus dedos entre las hebras rubias de su cabello, jalándolo con fuerza –. ¡Tendríamos que organizarte un funeral y yo odio los funerales! ¡¿Y si me piden que te dedique unas palabras?! ¡Le tengo pánico a hablar en público y eso sería demasiada presión! ¡Gah! ¡¿Qué haría entonces, Bradley?! ¡Dime qué haría! – siguió gritando, mientras sacudía al susodicho por los hombros de la playera.

-Calmarte, Tweekers, eso es lo que deberías hacer – le apartó las manos con cuidado, desviando la mirada en un movimiento tímido y nervioso. Se mordió las uñas como hacía cuando era más pequeño, como seguía haciendo cada vez que los acontecimientos lo superaban –. "Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que, llegado el momento, él los levante. Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes." 1 Pedro 5:6-7.

Tweak lo observó por un par de segundos, confundido, tratando de entender qué había querido decirle con eso. Recordaba vagamente los comentarios que le había hecho Butters acerca de esa manía que Bradley tenía por citar versículos de la biblia, siempre en un intento de recordarse lo pecaminosa que era la homosexualidad. Pero, desde que él lo conocía, Daniels también repetía citas al azar sobre cualquier tema. Seguramente lo hacía sentirse más tranquilo consigo mismo.

Era extraño… Y por eso estaba con ellos.

– Es sólo un año y unos cuantos meses más antes de cumplir los dieciocho y poder cuidarme por mi cuenta – continuó, aún con las uñas en la boca –. Entonces podré conseguir un trabajo y rentar un cuarto. No es demasiado tiempo, y es mucho mejor que terminar en una casa de acogida del estado… "Así, pues, hagamos el bien sin desanimarnos, que a su debido tiempo cosecharemos si somos constantes." Gálatas 6: 9.

Otro silencio tétrico, esta vez adornado por una pelea de Kyle y Cartman. Seis años transcurridos desde los diez y aún seguían llevándose como perros y gatos. Stan estaba a una orilla de la mesa, sosteniéndose el puente de la nariz, mientras murmuraba algo acerca de lo mierdera que era la vida. Kenny era el más ausente en todo aquel embrollo, mirando la revista porno que escondía tras la cobertura de un libro de historia europea.

Un suspiro ahogado murió en la boca de Leopold.

Adoraba a sus nuevos amigos y la relación tan cercana y comprensiva que con ellos llevaba; pero la melancolía lo asaltaba sin que pudiese obrar al respecto. Extrañaba la presencia de aquellos lejanos días cuando jugaban a la "Vara de la verdad" y a "Texanos contra mexicanos"; extrañaba a Kyle y a Stan, también a Craig y sus amigos ¡Incluso extrañaba a Eric! Le hacían falta los gritos, las peleas, las aventuras de infancia, la satisfacción de que todo hubiese seguido como antes. Fue doloroso darse cuenta, con el paso de los días, de que él fue el único que cambió entre ellos. Los intereses dejaron de ser los mismos y la inocencia se disipó en el aire, exactamente igual que la "amistad" que tenían. Ellos siguieron siendo "The boys" y Butters encontró su lugar entre "The crazy ones", sin dejar de preguntarse nunca cómo hubiesen sido las cosas de otra manera.

Frotó sus nudillos un par de veces, sin despegar el azul de sus ojos de la figura ausente de Kenneth McCormick, el único que seguía siendo algo suyo. Sólo sus amigos sabían que tanto él como Kenny llevaban un noviazgo secreto desde el año pasado, algo así como una relación informalmente formal. No había regalos, felices aniversarios de mes ni San Valentines, sólo el fantasma de lo que una verdadera relación comprendería. Se veían de vez en vez, escondidos del mundo y sus habitantes, solamente porque McCormick así lo deseaba. Él decía que no era vergüenza, sólo que no se sentía listo para confesar una relación seria públicamente, mas Butters sabía que era mentira. Cualquiera que fuese visto con uno de ellos inmediatamente pasaba a estar infectado, a ser raro y, por tanto, a perderse en el abismo del rechazo escolar. Tweek y Thomas pasaron lo mismo; Craig los expulsó del grupo por estar demasiado "enfermos" y ensuciar su ya de por sí asquerosa reputación.

Balanceó los pies de adelante hacia atrás bajo la mesa.

Kenny aún continuaba siendo la tercera puta más grande en todo South Park, justo detrás de Liane Cartman y el Señor esclavo, algo que no abandonaría ni con ambos pies sobre el altar. Iba de chica en chica, de hombre en hombre, desechando al anterior como si fuese una mera traba emocional. No sentaría cabeza en la vida, porque eso de ser fiel atentaba contra sus principios. Pasaba un día con Butters y al siguiente lo terminaba, sabiendo que el chico lo aceptaría con los brazos abiertos cuando lo necesitase.

Stotch haría hasta lo imposible por él, pero Kenneth jamás le devolvería la mano.

¿Les parece ir al cine después de clases? – Bradley apoyó la cabeza sobre su mano, mientras tamborileaba los dedos contra el plástico de su charola –. Rob Schneider acaba de sacar otra película.

– Tweek y yo pasamos – respondió Thomas, con un tono ligeramente entusiasmado –. Sus padres trabajan hasta 'Puta bastarda' tarde hoy y mi mamá está en un viaje de negocios… Quizá 'Vagina mierdera' mañana.

Una sonrisa alegre con dejes de envidia se dibujó en las facciones de Daniels.

– ¿Día especial? – inquirió, haciendo que Tweek escupiese su café en un solo movimiento. Estampó la taza sobre la mesa, moviendo las manos como si quisiese hablar sin atragantarse.

– ¡Jesucristo! ¡No deberían hablar de eso! – gritó, aguantándose las ganas de toser –. ¡¿Qué pasaría si Craig 'Ack' escucha?! ¡¿Y si le cuenta a mis padres?! ¡No quiero que piensen que soy una puta como Kenny! ¡Ya tengo suficiente con estar loco!

Sintió la mano de Thomas posarse en su hombro, volteándole para encararlo. Le encantaban sus ojos, ese azul violáceo jamás lo había visto en otra persona.

– Respira, Tweekers, respira – lo calmó, acariciándole la espalda –. Él está al 'Chupavergas' otro lado de la cafetería. Si no lo gritas no debería 'Puta' escucharlo.

Giró la cabeza un par de veces, para finalmente caer rendido sobre su propio cuerpo. Necesitaba otro café. Sus ojos se movían de lado a lado, saltando por entre los rostros de sus compañeros.

Se sentía aturdido, tanto como cada vez que golpeaba la realidad.

– ¡Pero…! – se sujetó la tela de la camisa con ambas manos, casi rajando los botones de ella. Demasiada presión.

– No hay micrófonos bajo la mesa, Tweek, ni en ningún lugar de la escuela – la suave voz de Butters le sacó un suspiro de alivio, aun cuando no podía sentirse seguro del todo.

Se volvió sobre sí mismo, buscando a Craig Tucker con la mirada. Su cabeza comenzó a llenarse de reprimendas y sirenas de alerta, creando una sinfonía estridente y desafinada. Cada vez que pensaba en él su cerebro hacía corto circuito, mientras todo a su alrededor centellaba en negro, rojo y amarillo. El peligro comenzaba a olerse en el aire entonces, presentándose con esencia a llantas y cabello quemado. Era tan intoxicante.

No había nada que desease más en el mundo que su amor… No había nada de él que Kyle Broflovski no le hubiese arrebatado.

Dando un sonido imperceptible, uno de los botones de su camisa rodó por el suelo hasta el otro lado de la sala, escondiéndose bajo los pies de algún incauto.

Una infancia de esfuerzo y de amor obsesivos no son, ni cercanamente, lo que debería esperar a un chico como él; pero así había sido su vida. El amor que sentía por el que alguna vez fue su mejor amigo era algo que no podía negarse ni a él ni a ninguno de sus compañeros. Tantas tarde siguiéndolo a casa, buscando sus ojos entre la multitud, esperando tener una oportunidad que no dejaba de escurrírsele entre los dedos. Muchas veces se cuestionó la razón por la cual jamás fue capaz de gritarle todo lo que le punzaba en el alma, aunque, muy en el fondo, entendía que se debía a su completa cobardía.

Rehuyó a todo, pensando que quizá así curaría las heridas de su corazón encafeinado, más lo único que consiguió fue un dolor peor al anterior. Kyle se quedó con sus deseos, sus expectativas y sus sueños, dejando nada más que un cuerpo carente de vida. La presión desbordó los endebles límites de su cordura, y cuando por fin logró recuperarse a sí mismo, se encontró desnudo en la cama de Thomas Foster, su mejor amigo desde que Craig los abandonó. No supo ni cuándo ni cómo, ni el dónde ni el porqué, pero al final del día entre ellos ya había algo más.

La amistad con derechos tiene sus ventajas.

Pasaban las tardes sin padres juntos, espantando los malos recuerdos a punta de pistola. Olvidando que Craig Tucker estaba más allá de su alcance. Vivían mendigando consuelo, como queriendo que el mundo cargara con la pena de sus existencias. Tweek deseaba tener lo que amaba, Thomas rezaba por jamás despertar de ese sueño.

Las mentiras jamás fueron realmente su estilo, aunque decidió simplemente perdonárselo todo y destrozarse más de lo que ya estaba. Mentir sobre su amor por Craig para poder seguir estando a su lado, siendo nada más que otro amigo. De cuando en cuando Thomas se arrepentía de sus maquinaciones, algo que dejaba de pesar cuando rememoraba todo lo suyo que Tweek podía ser. Dolía que para él sólo fuese sexo y consuelo. Felizmente, Foster aún podía fantasear con algo más.

Tener sexo y hacer el amor jamás fueron la misma cosa.

– ¡Tienen que haber! – afirmó Tweek, percatándose de la falta de uno de sus botones ¿Dónde habría ido a parar? –. ¡El gobierno nos 'ngh' espía, deberían saberlo! ¡Ack! ¡Seguramente los han escondido muy bien! – hizo una pequeña pausa, mientras buscaba los dichoso micrófonos con los ojos –. ¡Yo sé que nos están escuchando!

Thomas sonrió ligeramente. Los delirios persecutorios de Tweek le parecían verdaderamente adorables.

– Volviendo a lo otro – acotó Bradley –. De verdad me hacía ilusión ver la película hoy; todo eso de la jirafa jupiteriana infiltrada en la CIA no sonaba tan mal… ¿Mañana entonces?

– Si quieres yo puedo ir contigo, Brad. También tengo ganas de ver la película – una pequeña sonrisa surcó la faz del aludido. Butters, siempre tan lindo –. Luego podemos ir a mi casa a jugar videojuegos, hace poco mis padres me compraron el último que salió de Hello Kitty.

– ¿En serio? Hace mucho que tengo ganas de jugarlo, pero no he conseguido el dinero para comprarlo. No sabes…

De ahí en adelante la conversación comenzó a ponerse muy… afeminada. Ambos chicos hablaban de lo maravillosas y divertidas que eran las ediciones de los juegos de la gata sin boca, para continuar con la línea de ropa masculina y demás chucherías del estilo. Tweek y Thomas los observaban como si hablasen pársel u orco, cuestionándose seriamente qué le veían a esos juegos que fuese más interesante que Minecraft, World of warcraft o Assassins creed. De una u otra forma, a Bradley jamás le interesó realmente nada que tuviese que ver con Hello Kitty, pero si sabía tanto de ella era porque Butters la adoraba. Compró algunos de sus juegos y otras cosas sólo para tener un tema de conversación con él, algo que nunca obtendría de otro chico de su edad.

Eran pequeños pasos para demostrarle, sutilmente, lo mucho que lo amaba.

Le parecía verdaderamente ridículo seguir enamorado de él después de tantos años; pero, y por más que lo intentó, jamás fue capaz de arrancarse totalmente a Stotch de la cabeza. Había algo en él, en su inocencia, en sus sonrisas sinceras, que lo hacía ver arcoíris y sentir mariposas. Se pasó años tratando de olvidarlo, y sólo un par de días en volver a caer rendido a sus pies.

Volvió a llevarse las uñas a la boca, sintiéndose tan nervioso como al principio. Miró a Thomas sin demasiado disimulo. Estaba completamente consciente de que él sufría de la misma forma. No había nada peor, en esa vida ni en ninguna, que estar enamorado de alguien que jamás les correspondería, mientras éstos se pasaba los días mendigando el amor de quien no se los daría; pero así era la vida, sus vidas.

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Emmm…Hola, mucho gusto, soy Eir Morgan y soy nueva aquí. Todo esto me tiene un poco nerviosa (Too much pressure?) así que no estoy segura de por dónde empezar ni qué debería decir.
Sé que el prólogo puede resultar un poco raro, pero siendo un pequeño resumen de cómo viven los personajes principales y un esbozo de su relación entre ellos, no hay demasiado que entender. Pensé que sería buena idea inventarles apellidos a Thomas y Bradley; todos son rubios en el grupo y era buena opción para tener otra manera de referirme a ellos.
Ojala les haya gustado. Se aceptan críticas.