Apenas si hay resquicios de un nombre ausente. Se sabe perdido, encerrado y solo. Hay un color negro que es verde que sabe al rojizo sentimiento que le hace apretar los dientes hasta pulverizar. Quiere destruir. Aniquilar.
Aplastar.
No hay más anhelo en la caliente bruma que aquel, con el verde que huele a rojo.
No puede moverse del sitio que no es un sitio. Le dan un nombre que no es su nombre. La niebla es espesa, el viento pesado y sin gravedad. Como el espacio, el agua o la sangre. Pero no aborrece el carmesí. Es tono cálido, de cabello de brasas en parrilla, de atardecer. Pero en ese sitio que no es ningún sitio que ve rojo es mediodía para la eternidad que se extiende hasta seguir el camino del humo en el cielo. Se siente adormilado, en sueño intranquilo y agotador. Se marea a veces, cuando se siente morir de angustia al no poder salir del sitio que es su hogar de horrores. Le duele la cabeza y un poco de todo, incluyendo los ojos inyectados en el tacto del-
Pero él no es a quien los puños obedecen.
Hay veces que le llegan ovaciones al nombre que no es el suyo. Algo blanco, aliento a alcohol que ríe cuando él golpea. Es muy amable. Tan seductor que olvida regresar por un segundo en el que pierde la cuenta, y se deja flotar por el aire de labios inflamados. La respiración se le asfixia a intervalos de siempre o cada vez que desea que termine. Las células, los órganos se le dilatan y bombean en júbilo infantil que siente muy parecido a la libertad. Aplastar aplastar aplastar mitológicos temores para ganar y volver y ganar. Duele tanto que a momentos se callan las voces y muere la dopamina y se pregunta cosas que no atiende del todo a formular.
Y la vaharina y la niebla que ocultan sin intentarlo el hecho de que el sol nunca se ponga. Quiere gritar, pero le sale un aullido salvaje. De su cráneo borbota la psicosis que vomita en cúmulos de carne que, ya acostumbrado al desprendimiento, no le pertenecen. Se pierde, se cierran, quiere dormir, pero el Sol sigue en su apogeo y los nervios de los músculos se crispan. El ocaso no llega, ¿pero no acaba de amanecer hace apenas un latido con taquicardia?
Hay pronóstico oscuro. Hay truenos. Hay un choque de adrenalina con martillos. La profecía de una suave canción de cuna que le implora su retorno. Muere y resucita al tercer día, que fueron setecientos treinta puestas de sol en total.
(N.A: Realmente no soy fanática de Marvel; sé un total de nada en cuanto a su Lore y poco más, pero mientras veía la película de reojo me encontré con lo de Banner y mi corazón se rompió. Investigue un poco para hacer este drabble pero igual me disculpo si hay algún error en la ejecución.)
