Una mujer rubia entró en el bar. Algunos clientes la miraron de reojo y silbaron cuando pasó a su lado mientras otros procuraban no cruzar sus miradas con ella al reconocerla. La chica cogió un taburete y se sentó ante la barra. Tras mostrar su documento de identidad al camarero, pidió whisky y empezó a observar a los clientes para ver si alguno era la persona con la que había acordado reunirse.

Aunque algunos parecían desear invitarla a una bebida, los inteligentes, que formaban la mayor parte de la clientela, susurraban entre sí asustados y echaban vistazos en dirección a la puerta del establecimiento de forma continuada, claramente buscando una forma de escapar. Ella suspiró profundamente, dándose cuenta de que su reputación la precedía.

Finalmente vio a quien estaba buscando, una mujer de pelo negro con los brazos cubiertos de tatuajes, tomando una cerveza. Parpadeó sorprendida al reconocerla, aunque tenía que admitir que había cambiado mucho desde la última vez que se habían visto, antes de acercarse, sentarse a su lado y preguntar:

—¿Vienes aquí a menudo?

Rubi Malone giró su cabeza y vio un rostro de su pasado que personalmente no había deseado ver otra vez, ya que asustaba a la mayoría de sus clientes.

—¿B? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó incrédula.

—Me estaba preguntando lo mismo, Fa...

Ella tapó su boca con una mano, impidiéndola hablar. El camarero colocó un vaso ante Buffy Summers y se dirigió a coger el pedido de un demonio frarken que estaba en el otro extremo de la barra.

—En este momento todos me conocen como Rubi y, francamente, no deseo escuchar ese nombre otra vez. Me trae... demasiados recuerdos.

Buffy no necesitaba que le dijese nada más, ya que también tenía muchas memorias por las cuales vendería su alma para olvidar. Por desgracia, el Congreso había declarado ilegal vender almas.

Nadie se lo explicaba. Unos años antes, Harmony Kendall había revelado la existencia de los demonios al público y lo que quedaba del Consejo de Vigilantes, los Scoobies y prácticamente todos los que sabían al respecto esperaban que la humanidad se asustase y, en consecuencia, purgase a todos los seres sobrenaturales del planeta.

En su lugar, el mundo se había vuelto del revés. Los demonios consiguieron la ciudadanía, la nigromancia era considerada un método perfectamente legal de resolver crímenes y Buffy había tenido que conseguir una licencia para eliminar vampiros «renegados», más conocidos como los que todavía cazaban otros seres inteligentes por su sangre y de los cuales quedaban cada vez menos, porque matar a los «legales», que bebían donaciones de sangre caducadas o sangre de animales, se consideraba asesinato.

Los únicos que se estaban quejando del estado de las cosas eran el Vaticano y unas pocas organizaciones más, quienes generalmente eran vistos como los nuevos neonazis. Uno de sus aliados, Ángel, sospechaba que uno de los grandes poderes, las entidades que aparentemente habían asegurado que la humanidad lograse derrotar a los poderosos demonios que dominaban la Tierra durante la prehistoria, había influido en la forma de pensar de la mayor parte de la población de todas las especies para que no se matasen entre sí, algo que Giles, Willow, Xander y muchos otros que la conocían consideraban como la razón más probable de la situación.

Aun así, no era tan malo tener a los demonios como vecinos y miembros productivos de la sociedad. Incluso a ella le parecía una imagen tierna ver a niños demoníacos, a no ser que fuesen vampiros por razones obvias, atendiendo a las mismas escuelas que los humanos.

—De acuerdo, Rubi —dijo Buffy tras dejarla tomar unos tragos de su bebida—. ¿Dónde has estado estos últimos años?

—¿Recuerdas esa misión en Kazajistán en la que participamos todo el equipo hace cuatro años, después de que Sunnydale fuese destruida?

—Sí, es difícil olvidarse de los mercenarios a los que tuvimos que enseñar cómo matar demonios —admitió Buffy—, sobre todo porque su media de edad era sobre cincuenta y a esas alturas la mayor parte de los militares ya se han cruzado con una o dos cosas que acechan en la noche.

Ambas rieron antes de que Rubi levantase el vaso y se tragase lo que quedaba de líquido en el mismo de un trago. Tras hacerlo, la miró fijamente y respondió:

—Pues bien, me sentí viva haciendo ese trabajo.

Buffy la miró con los ojos abiertos.

—Lo que quiero decir es que hacer mi trabajo como la cazadora y ser pagada por ello me hizo sentir como si hubiese nacido para ello. Era... natural infiltrarse en territorio enemigo y eliminar al objetivo antes de recibir dinero, sin fronteras o gente que te mande excepto la que tú eliges. Sin misión sagrada, sin ser la elegida, simplemente siendo tú misma —explicó Rubi—. Por desgracia, para entonces era demasiado conocida y no podía convertirme en mercenaria sin que todo el mundo me reconociese.

—Pues tengo que admitir que hiciste un buen trabajo —dijo Buffy—. Entre el tinte que estás usando y las lentillas, creo que solo te reconocí porque nos conocemos desde hace años.

—Quizá, pero no estoy usando nada. Todos estos rasgos son naturales —afirmó Rubi, sorprendiendo a la otra cazadora—. Una vez que tenía la documentación necesaria para una identidad nueva, decidí que necesitaba cambiar también mi aspecto; así que pagué a una bruja para que alterase ligeramente mi apariencia, no lo suficiente como para que me transformase en otra persona pero sí para no ser reconocida de inmediato, concediéndome los rasgos que siempre había deseado tener, que es la razón por la que ahora tengo el pelo negro y los ojos verdes.

—¿Un poco drástico, no crees? —preguntó Buffy—. Si deseas matar a otras personas por dinero, no es mi problema. De hecho, como ya te dijo la secretaria por el teléfono incluso si no mencionó mi nombre, estoy aquí para contratarte.

La otra cazadora hurgó en su bolso y sacó una foto de un hombre latino de unos veinticinco años, calvo y con ojos de color chocolate, vestido con un traje de ejecutivo azul marino y una corbata roja.

—Este hombre es Ramón Escobar, un narcotraficante responsable del veinte por ciento del suministro de drogas sobrenaturales procedentes de la frontera mexicana. También es sospechoso de haber encargado los asesinatos de muchos líderes políticos latinoamericanos, tanto humanos como demoníacos, que trataron de mejorar las condiciones de vida de los países en los que opera. La Casa Blanca y el Consejo Demoníaco Sudamericano lo quieren eliminado discretamente y han contactado con mi organización buscando una agente capaz de hacer el trabajo.

—Entonces, ¿por qué no se encarga una de tus niñas?

—Muchas aún se sienten incómodas a la hora de matar seres humanos, incluso si es en defensa propia.

—Pobres crías —dijo Rubi con sarcasmo—. Hay algo que todavía no entiendo. ¿Por qué me elegiste a mí en lugar de a otra persona? Tengo muchos compañeros de trabajo con más experiencia y recursos que probablemente estarían dispuestos a hacer lo mismo.

—Me lo planteé, pero, tras revisar los informes policiales de tus trabajos anteriores, me di cuenta de que algunas de tus hazañas serían imposibles de lograr para muchos humanos. Tenía la sospecha de que eras un demonio capaz de tomar forma humana, alguien con ascendencia demoníaca o una cazadora que no habíamos reclutado cuando luchamos contra el Primer Mal, lo que hacía automáticamente mucho más probable que terminases la misión con éxito —explicó Buffy—. Ahora mismo, sabiendo que eres tú, no tengo dudas de que lograrás matarlo.

—¿Algún dato sobre sus fuerzas? —preguntó Rubi poniéndose en modo profesional, dado que no deseaba entrar en la guarida del lobo sin saber si tenía a parte de la manada vigilándola o si vivía solo.

—Habitualmente contrata mercenarios humanos y demonios tamlessh, aunque se cree que sus guardaespaldas son zombis mejorados con equipamiento de la Iniciativa obtenido del mercado negro. Por último, no es humano.

—Interesante —dijo Rubi—. ¿Es un vampiro?

—No, es un camazotz —respondió Buffy. Viendo que no sabía de qué le estaba hablando, Buffy añadió—: Es un miembro de los autodenominados verdaderos vampiros, particularmente la versión sudamericana.

Rubi se sorprendió al escuchar eso. Después de todo, los verdaderos vampiros habían sido descubiertos muy recientemente y la mayoría eran, relativamente hablando, buena gente.

Poco después de la Gran Revelación varias cavernas a lo largo del mundo se habían abierto y las criaturas en cuestión salieron de las mismas. A pesar de ser confundidos inicialmente con vampiros debido a su dificultad para moverse en horas diurnas y a que bebían sangre, pronto todos se habían dado cuenta de que no solo los símbolos sagrados no les hacían nada, sino que, además, podían caminar bajo la luz del sol por horas antes de empezar a sufrir quemaduras. Tras varios análisis se determinó que eran almas humanas poseyendo sus propios cadáveres en lugar de demonios ocupando cuerpos humanos y los interrogatorios subsiguientes revelaron que habían sido el resultado accidental de distintos rituales cuyo propósito había sido devolver sus almas a los vampiros. Los resultados habían sido mixtos, dado que continuaban siendo vampiros pero habían perdido la mayor parte de las debilidades típicas de la especie y tenían su humanidad de vuelta, lo que los había motivado a proteger a los humanos de las depredaciones de otros vampiros y demonios hasta que un grupo de hechiceros los encerró en cuevas selladas mágicamente, donde hibernaron hasta que percibieron un aumento notable en el nivel de magia ambiental que destruyó las cerraduras de su prisión y les permitió escapar. Al revisar las fechas aproximadas se concluyó que el hechizo que Willow Rosenberg empleó para activar a todas las mujeres con potencial para convertirse en cazadoras era el culpable, aunque nadie se quejaba al respecto.

Una de las cosas más curiosas de la nueva población era que cada una de las variaciones conocidas coincidía con la forma en que el folclore de sus países nativos describía a los vampiros, por lo que los antropólogos teorizaban que eran el origen de esas leyendas.

Rubi intentó recordar lo poco que sabía sobre ellos. Los filipinos eran capaces de separar partes de su cuerpo como la cabeza o las manos y controlarlas a distancia de forma similar a como lo hacía un acosador del que Liam, más conocido por sus amigos como Ángel, le había hablado. Las africanas arrancaban sus pieles humanas cada noche para transformarse en bolas de fuego viviente que se alimentaban de energía vital, aunque, afortunadamente, eran más aficionadas a los árboles que a las personas. En Europa había dos variantes: los griegos, que se parecían tanto a Kakistos que le costaba mirarlos y tenían bocas llenas de colmillos de tiburón, y los rumanos, que solo podían distinguirse de los humanos por sus colmillos retráctiles y su habilidad para transformarse en distintos animales o un banco de niebla, lo que le hizo preguntarse si Drácula era uno que había sido creado accidentalmente o había sido transformado por uno que había esquivado el hechizo. En el departamento de la boca, la versión norteamericana era idéntica a la rumana, aunque se parecían más a sasquatches que a Kakistos. Oriente Medio estaba dividido entre las afganas, que parecían ancianas de piel roja lo bastante fuertes como para desgarrar tanques con sus manos, y los saudíes, cuyas únicas diferencias del promedio humano eran que podían volar sin alas y que los dedos de sus pies terminaban en garras parecidas a las de las águilas. Los chinos eran extremadamente poderosos tanto mágica como físicamente a pesar de sufrir una parálisis en sus extremidades que los forzaba a moverse a saltos y limitaba sus movimientos. Atravesando el mar se encontraba Japón, donde la población local parecía repartida entre mujeres albinas que chupaban el calor de cualquier lugar por el que pasaban y esqueletos con algo de carne y piel que tenían que comer carne podrida además de beber sangre. En Sudamérica, sin embargo, había tres variedades posibles y necesitaba saber cuál era.

—¿Serpiente humanoide que puede tomar la forma de las criaturas cuya sangre bebe, humanoide blanco sin pelo que chupa grasa a través de una boca parecida a la de una lamprea o murciélago gigante?

—Murciélago gigante.

—¿Cómo lo mato? —Eso la interesaba, ya que nunca se había enfrentado a uno y, por tanto, no sabía cómo eliminarlos permanentemente.

—A todas las variantes descubiertas hay que decapitarlas y quemar el cuerpo y la cabeza por separado, ya que si se deja un solo pedazo sin quemar se regeneran por completo en un día. Me sorprende que no lo sepas a estas alturas.

—¿El precio?

—Trescientos millones de dólares.

Rubi se quedó helada. Por un segundo miró su vaso, preguntándose si había bebido demasiado, antes de despejar la cabeza y mirar a Buffy, que parecía estar hablando en serio.

—¿Están dispuestos a pagar tanto por su cabeza? —preguntó, consiguiendo un asentimiento por parte de Buffy. Tras unos segundos de reflexión, Rubi dijo—: Acepto el trabajo.