Haploscopio - Capítulo 1
- ¡Esto es el colmo! -gritó pegando un golpe en la mesa que hizo que el hombre que se encontraba en la sala pegara un bote, asustado.
Se echó atrás en la silla mientras se llevaba el pulgar delante de los labios y lo mordía levemente nervioso, intentando calmar la rabia. El otro hombre miraba a Arthur de reojo, intentando estar atento por, si lo miraba, girar la cara a otro lado. Dejó de morderse el dedo y tamborileó con la mano en la mesa, intentando aún lograr la paz y neutralidad de la que siempre presumía.
- A ver si lo he entendido bien… -dijo frotándose la frente con una mano- ¿Me estás diciendo que el Papa ha repartido las tierras del Nuevo Mundo entre España y Portugal y que nosotros, por nuestras creencias, nos quedamos sin nuestra parte?
- No lo había dicho de esa manera, pero así es, señor. -dijo el hombre temiendo otro ataque de ira por parte del inglés.
- Intolerable… Se creen que sólo por el hecho de que somos protestantes no podemos tener territorios en el Nuevo Mundo. Van muy equivocados -dijo Arthur apretando los dientes con rabia, siseando cada una de las palabras- Envía un mensaje a Francia. Dile a ese idiota que tengo que hablar con él.
- Deberías calmarte, Arthur -dijo Francis mirándolo con cierto aire divertido.
- Tú estás demasiado calmado, idiota -replicó Arthur mientras proseguía dando vueltas en la habitación de un lado a otro- Parece como si no te importara nada de esto. ¡Nos han dejado fuera de todo aquello! ¡Se lo van a quedar todo Portugal y el idiota de España!
- Qué cruel~ Si Antonio te escuchara hablando así de él, te intentaría sacar los ojos -dijo sonriente.
- Que venga si se atreve -dijo Arthur mirando a Francis con el ceño fruncido y media sonrisa.
Francis suspiró resignado. Aquello ya no era divertido. Lo cierto es que la historia no le había dejado indiferente. Decir que Francis ni se inmutaría al saber que se había quedado sin parte del territorio sería una blasfemia. Tierras vírgenes, territorios rebosantes de materias primeras. Era todo una idea tan tentadora… Y les habían vetado el paso. Si se había mostrado divertido hasta hacía escasos momentos era porque le gustaba ver a Arthur en aquel estado nervioso y desmoronado. En esos momentos en que perdía la elegancia y el porte del que siempre presumía y se mostraba más humano. El juego de provocarlo se había terminado en cuanto se había mostrado gallito, aquello ya no tenía sentido. Era mejor ceñirse al asunto.
- ¿Y qué piensas hacer? -dijo Francis cruzándose de brazos.
- No pienso quedarme de brazos cruzados como tú -dijo Arthur señalándolo- Alguna de esas tierras será mía. No te quepa duda.
- Quizás el Papa nos castigue -dijo Francis juguetonamente- Creo que no le gusta cómo funcionan las cosas en mi casa. Seguro que ha sido por eso que no me ha dado ningún privilegio.
- Como si eso te diera miedo -dijo Arthur frunciendo el ceño por la hipocresía del francés. Esperó que se pusiera de su parte, pero Francis no hizo ninguna aportación más por el momento. Bufó- Está bien. No es mi problema, francés del demonio… Piensa que tú eres el que está más cercano a España. Cuando empiece a ser peligroso, miraré desde mi casa como te devora.
Lo siguió con la vista hasta la puerta y entrecerró un poco los ojos cuando pegó aquel portazo. Siempre había sido un maleducado cuando se lo había propuesto. Por mucho que se empeñara en decir que era el más educado de todos.
Arthur miraba a la persona que se encontraba delante de él como si le hubiera contado algo que no tenía sentido alguno. El otro, de piel más morena que el inglés, pelo castaño oscuro y ojos verdes, le miraba arqueando una ceja.
- ¿Estás bien? -preguntó el español cruzándose de brazos con una cara que no era exactamente de preocupación, sino más bien de exasperación. No se había llevado bien con el inglés desde hacía tiempo, y una parte de él creía que eso lo hacía sólo por dejarlo en evidencia.
- E-eso creo… -dijo Arthur reaccionando por fin- En resumen, me dices que vienes a traer la propuesta de tus reyes para que uno de sus hijos se case con uno los hijos de los que reinan en mi casa.
- Exactamente -dijo España algo contento por que la conversación finalmente prosiguiera después del lapso que había sufrido el inglés.
- ¿Y por qué motivo tendría que aceptar esa propuesta? -dijo el inglés dibujando una mueca de superioridad. Se fijó que por un momento el español se había quedado sin expresión alguna en el rostro y aquello le hizo regocijarse por dentro.
- Porque así tendré vigilado a Francia y creo que eso también te interesa, ¿no? -dijo Antonio dibujando media sonrisa superior. Arthur frunció el ceño y parecía dispuesto a decir algo pero le interrumpió- No intentes venderme la tontería de que os lleváis bien, ya sé que no.
- El golpe final se lo daré yo, español… -dijo Arthur seriamente.
- ¿Eh~? ¿Quién ha dicho que yo vaya a matarlo? -dijo el muchacho cambiando su sonrisa a una sin aparente malicia- Lo único que estoy haciendo es dejarle sin poder. Creo que aceptar mi propuesta no te traería más que el poquito de ventaja que te hace falta. ¿Qué te parece, Arthur? ¿Te apetece putear un poco a Francis?
Antonio le tendió la mano a Arthur esperando respuesta, el inglés se la quedó mirando. Por mucha manía que le tuviera al español, por muchas ganas que tuviera de decirle que no para fastidiarle los planes, sabía que aquella no era una propuesta que hiciera aparición todos los días. Aquella sería una manera de tener al francés atado de pies y manos (y no de la manera literal, que eso aún le gustaría). Rió sarcásticamente y estrechó la mano.
- Trato hecho, puedes informar a tus reyes y que decidan la fecha de la boda -dijo Arthur.
- ¿¡Qué?! -exclamó el español acercándose a pasos largos hasta el oficial que le miraba sin perder el porte- ¡Desde que tuvo ese nuevo rey que al galo se le han fundido las pocas luces que le quedaban!
- ¿Qué piensa hacer, señor? -dijo el hombre sin mostrar ningún signo de debilidad.
- Niza me pertenece, no cederé las posesiones de la corona a ese estúpido. -dijo Antonio apretando los dientes con rabia- Sabe que tengo problemas con el maldito turco y no se le ocurre otra cosa que aliarse con él. Está bien… Ojalá le salga el tiro por la culata y decida que quiere invadir Francia. Si después viene a pedirme ayuda, le cerraré las puertas. Por imbécil.
- Señor, tiene una visita -dijo una mujer irrumpiendo en la sala. El español la miró un poco cínicamente, dándole a entender que estaban ocupados y de lo que menos ganas tenía en este momento era de recibir visitas.- Me ha dicho que es importante.
- Está bien -acabó cediendo España, bufando disgustado por tener que interrumpir aquello.
La puerta se abrió al minuto aproximadamente, Arthur entró por la puerta y miró al español muy serio. El de pelo color castaño suspiró pesadamente. Sabía que esto pasaría tarde o temprano. La tía del Emperador español se había casado con el actual rey de Inglaterra, al tiempo éste había querido divorciarse y el emperador español se lo había denegado, cosa que había enfadado sumamente al mandatario inglés. Era cuestión de tiempo que Arthur viniera a quejarse.
- Lo siento, no tengo tiempo para discutir sobre matrimonios infructuosos -dijo Antonio haciendo un gesto con la mano para indicarle que si era eso de lo que quería hablar, ya podía irse.
- Si dejaras hablar a los demás teniendo un poquito de esa educación de la cual careces, quizás escucharías cosas que te interesan -dijo Arthur frunciendo el ceño ante la actitud del otro. Antonio le miró claramente interesado y el inglés se permitió el lujo de dejarle con la intriga un rato, guardando silencio.
- ¿Me vas a contar algo? ¿O eso era únicamente uno de tus múltiples faroles? -dijo Antonio sonriendo con sorna.
- Venía a decirte que mi rey apoyará tu causa contra Francia -dijo Arthur.
- Pensaba que tu rey odiaba a mi rey -dijo Antonio cruzándose de brazos y mirando al inglés con la incredulidad por todo el rostro escrita.
- No piensas mal. Mi rey odia al tuyo. No sé si lo recuerdas, por eso de que no le deja divorciarse de aquella mujer que ni le quiere ni le hace algún bien -dijo Arthur con un cierto brillo de rabia en los ojos- Pero si hay algo que tiene claro es que odia más a Francia que a él.
- Qué bonito. ¿Me estás proponiendo una alianza? -dijo España mirándolo no muy convencido.
- No juegues con tu suerte, español. -dijo Arthur empezando a mosquearse por el tono de voz que empleaba el otro- No creas que la idea me resulta tan tentadora como para tener que ir soportando tus estúpidas salidas de tono. No quiero nada oficial. Sólo que sepas que estaremos por allí ayudándote. No sea que te confundas, con lo cortito que eres, y empieces a atacarnos a nosotros.
- Oh, pero eso sería en todo caso un DESGRACIADO accidente, ¿no? -dijo Antonio sonriendo de lado.
- Te recuerdo que los "desgraciados accidentes" pueden ocurrir en ambas direcciones, Spain -dijo Arthur dibujando media sonrisa también, claramente provocado por la situación- Como bien he dicho antes; no juegues con tu suerte.
Un silencio tenso se había instalado después de que le hubieran dado las nuevas. Estaba acostumbrado a todo tipo de respuestas por parte del inglés, pero la falta de reacción por parte de éste era algo poco común. En realidad toda Europa estaba en silencio, presos de una estupefacción y un respeto hacia una de las naciones: España. No sólo habían logrado aplacar el intento de rebelión de Francia, además, junto con la colaboración del papa Pío XIII, logró vencer al Imperio Otomano.
Por si no fuera poco con aquello, tenían problemas con los piratas que les impedían el comercio con los terrenos que habían conseguido en el Nuevo Mundo. Como siempre, tenía peleas con el francés por culpa de que se metía en su negocio de exportación de pieles. Por mucho que había intentado decírselo a las buenas (una vez), el francés se dedicaba a hacerle la vida imposible.
No tenía muy claro el qué, pero algo tenía que hacer. España era una amenaza. No había dejado de acumular tierras y poder en esos últimos años. Al parecer sólo poniéndose de parte de sus enemigos no era suficiente. Tenía que hacer algo, pero sabía que cualquier movimiento en falso desencadenaría una guerra que no tenía muy claro que ganaría. Y repentinamente algo le vino a la cabeza. Una media sonrisa se le dibujó en el rostro junto con cierta expresión de júbilo. Se incorporó y empezó a buscar bajo el mar de papeles que tenía en su escritorio. Finalmente lo encontró y la expresión de júbilo se acentuó, empezó a reír.
- Esto es mejor de lo que pude imaginar... –dijo sin perder aquel atisbo de sonrisa maniática.- Wayman –llamó y al poco apareció el susodicho en el marco de la puerta, con aquella seriedad y frialdad que lo caracterizaba- Que contacten con Francis Drake. Que se presente ante mí, quiero hablar con él.
La situación era, en cierto modo, absurda. Allí estaba él, intentando ir con sus tropas hacia los Países Bajos, y repentinamente España se había presentado para discutir un asuntillo con él. Se hubiera ido y lo hubiera ignorado de no ser porque en aquel lugar estaba en clara desventaja.
- ¿Y qué es lo que querías, Antonio? –dijo Francis mirándolo seriamente, aún en una posición que demostraba claramente que quería marcharse.
- Venía a comentarte un problema que tengo últimamente con piratas franceses –dijo Antonio sonriente.
- ¿Estás pidiéndome que te ayude con los piratas cuando estamos en guerra? –dijo Francis algo atónito y añadió con ironía- Te recuerdo que en unas horas estarás pateándome el trasero por ahí arriba. ¿Por que habría de plantearme el ayudarte?
- Porque podría pateártelo ahora –dijo Antonio sin perder la sonrisa.
- Definitivamente, cuando te pones así no eres nada mono ni agradable –dijo Francis poniendo morros, Antonio rió un poco. Suspiró- No puedo ayudarte. Yo mismo tengo problemas con esos piratas. Saquean mis barcos también y como si no tuviera suficientes problemas con Arthur y contigo.
- Entonces gracias por nada, supongo –dijo Antonio dándose la vuelta para marcharse.
- Voy a patear tu trasero allá arriba hoy –dijo Francis con un tono serio pero con media sonrisa dibujada en el rostro.
- Como si fuera a permitir que eso ocurriese –dijo Antonio también sonriendo con competitividad.
El pirata caminaba por el pasillo, guiado del mayordomo de aspecto estirado. Iba seguido por cuatro de sus mejores hombres que estaban atentos a cualquier movimiento en falso. No iban a caer en una trampa tan fácilmente. Estaban dejando un rastro de suciedad en la alfombra, pero no les importaba. Es más, les gustaba estar manchando el asqueroso palacete que podía pagarse a costa de todos. El hombre de aspecto estirado abrió la puerta y los piratas entraron en el despacho sacando todos a la vez los trabucos.
- Eso es muy maleducado –dijo Arthur levantando las manos a modo de rendición
Los piratas examinaron minuciosamente los presentes en la sala, entre los cuales se encontraban altos dirigentes del momento. Ninguno portaba ningún arma, tal y como les habían prometido. Bajaron las suyas también. Drake hizo un gesto al resto de los piratas y se quedaron un poco rezagados, vigilando atentamente cualquier movimiento.
- No creas que confío en ti, Arthur -dijo Francis Drake apoyando las manos en la mesa y echándose un poco hacia delante- Sólo me intriga saber qué tienes en mente. Pensaba que nos odiabas por lo que le hacemos a tus barquitos.
Apretó ligeramente el puño sin cambiar la expresión de su cara en lo más mínimo. Encima que se dignaba a invitarlo a su casa, encima se burlaba de él. Por eso odiaba a los piratas y esa chulería que les caracterizaba.
- Tengo una propuesta para ti y el resto de piratas. Me he dignado a entablar una conversación contigo porque te considero de los menos salvajes -dijo Arthur.
- Me molesta que llames salvajes a mis camaradas -dijo Drake frunciendo el ceño- No creo que pueda hacer tratos contigo.
- Os ofrezco dinero, alimento e inmunidad, ¿seguro que quieres salir por esa puerta sin escucharme? -dijo Arthur con media sonrisa viendo como Drake empezaba a marcharse. El pirata se quedó totalmente estático y giró sobre sus talones, mirándolo con un gesto que decía: "Continúa"- Es tal y como te he dicho. La Reina os garantizará esos derechos.
- ¿Y dónde está el pero? -preguntó Drake cruzándose de brazos. Sus hombres de fondo cuchicheaban entre ellos, escandalizados por lo que estaban oyendo.
- El trato es un ligero cambio de objetivos -dijo Arthur apoyando las manos sobre la mesa. Drake lo miró interrogante- Los barcos españoles. Atacadlos, destrozadlos, robadles la mercancía y si no podéis cargarla toda, lanzadla al océano. Que no se beneficien en lo mínimo de esas colonias que tienen. Vuestro será el 5%
- El 20% y tienes trato -dijo Drake rápidamente. El trato le parecía bueno, mucho, y no iba a desaprovechar que a Arthur se le fundieron las pocas neuronas que le quedaban.
- De acuerdo. Trato hecho -dijo Arthur sonriendo altivamente y sacando una pluma- No mencionéis a la corona y saquead a gusto los barcos españoles.
Había dejado a Romano en casa a pesar que el chiquillo le había mirado con el ceño fruncido y le había dedicado unas dulces palabras (de una dulzura equivalente a: "Ve a ahogarte al mar, bastardo") Ese hecho lo había estado preocupando durante toda la estancia en el Nuevo Mundo. Lo único que podía hacer cuando le decían: "Estás distraído" era sonreír y pedir perdón. Bueno, todo eso pasaría en unos días. Llegaría a España y podría pasar unos días con él para que no se enfadara demasiado. Un ligero temblor le hizo salir de su ensoñación. Esperaba que todo pasara pero otro temblor que sacudió la lamparilla de la mesa le hizo fruncir el ceño. Se levantó de la silla y se dirigió hacia la cubierta, acercándose hasta donde estaba el timonel.
- ¿Qué ocurre? -preguntó Antonio dirigiéndose al hombre.
- Piratas ingleses, señor -dijo el hombre pasándole unos binoculares.
Vio la bandera que llevaban los susodichos, la conocía porque en otras ocasiones se los habían cruzado. Eran pocas las veces que les habían atacado, al parecer volvía a tocarles. Frunció el ceño y le devolvió los binoculares.
- Que saquen los cañones de proa y popa -dijo Antonio seriamente- Bombardeo indiscriminado. No dejéis que abran ninguna grieta en el navío. Enseñadles de lo que somos capaces.
El ruido de los disparos inundó aquel trozo de océano. El barco que ocupaban era de los mejores, robusto y bien armado. Sabía que aguantarían esa pequeña flota. Intentaron abordar el navío español en dos ocasiones y los dos intentos fueron frustrados. El fuego cesó y el barco pirata no se acercó ni un nudo más. Antonio oteó al horizonte y su mirada se cruzó con la de un pirata bien vestido que lo miraba fulminantemente. Francis Drake estaba enfadado. Por un momento habían subestimado a los españoles y sus navíos. Fue un error haber venido con un solo barco. Aquello le irritaba y aún más sabiendo que habían perdido un par de hombres. El español sonrió un poco altivamente, de vez en cuando su orgullo le superaba, logrando que Drake apretara dientes. Sorprendentemente, el corsario le hizo un gesto con el pulgar sobre su propio cuello, como si estuviera amenazando de muerte al español. No supo por qué pero un ligero escalofrío lo recorrió.
Bueno, bueno... Por fin me he decidido a publicar este fanfic. Lo primero que quiero es agradecer a Sandri porque el título del fic me lo dio a conocer ella. Haploscopio es un aparato que sirve para unir dos puntos de vista en uno solo (explicación aproximada) así que sería una metáfora de cómo dos puntos de vista están enfocados en una misma trayectoria "conquista"
Francis Drake es un personaje real al que yo he caracterizado como me ha parecido un poco. Fue uno de los corsarios más famosos que hubo por aquel entonces y, por diversas bromas que tengo con Sandri, quise hacerlo aparecer.
El fic está situado antes de la derrota de la Armada Invencible. El matrimonio infructuoso existe y me vi un poco negra intentando poner hechos históricos sin que la historia se me descentrara mucho de Arthur y Antonio. Creo que más o menos lo he logrado.
Me gusta poner a Antonio un poco cabroncete. Lo intentaré hacer un poco más, a pesar que no le durará eternamente. Por si no había quedado claro, no en este, no en el siguiente, pero más adelante el fic (que no será muy largo tampoco) será Arthur x Antonio (no en el plan oh, qué bonito, cuánto nos amamos.) Agh.. y Fanfiction me hace un reformato raro y todas esas barritas eran asteriscos centrados monos... en fin, no puedo luchar porque me cambia el formato solo *depresión*
Y ahora mismo no sé qué más poner, así que me despido por hoy. Espero ver vuestros reviews.
Miruru.
